Explícito El verano en aquel Club de Natación [Masuyo Kobayashi|Gakkuo Rolplay]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Kaisa Morinachi, 12 Enero 2021.

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  1. Threadmarks: Resurgir en el ciclo infinito
     
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Título:
    El verano en aquel Club de Natación [Masuyo Kobayashi|Gakkuo Rolplay]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    280
    Advertencia: Temas delicados como acoso escolar, violencia física y verbal, entre otros tópicos. Leer con respeto y precaución. Sí se es sensible con alguno de los temas, leer en días más positivos o evitarlo de frentón.



    Resurgir en el ciclo infinito

    Había madrugado, como era rutinario. Mamá me acompañaba esa mañana, algo más frías que las demás, a pesar de que ya no pintaba que iría a llover. Me ayudó a preparar el desayuno y fue un agradable alivio y compañía, me permitió relajarme otro poco antes de enfrentar mi nueva escuela.

    Palabras positivas, comida llena de cariño; no podía quejarme de nada con nadie, porque lo tenía todo. Al único que podía gritarles cosas llenas de rabia y angustia era al cielo, las estrellas; el azul calmado, el negro tranquilizador: Por eso cantaba, para no hablar con nadie y hablar con todos a la vez. Lo amaba, en verdad amaba la música.

    En todas sus facetas, con todos sus desperfectos, pues mejorar no era más que cosa de tiempo y perseverancia. Esa era mi forma de ver mi vida.

    Tras un intercambio de besos cálidos y castos con mi madre, me marché para encaminarme a mi nuevo inicio escolar, académico; La preparatoria. La que nos preparaba para la universidad y mundo adulto.

    Y no estaba para nada dispuesta a tropezarme con la misma piedra,​
    caerme en el mismo lugar,
    sufrir por las mismas cosas​
    de las que tanto me había costado escapar.
     
    Última edición: 12 Enero 2021
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    Kaisa Morinachi

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    Título:
    El verano en aquel Club de Natación [Masuyo Kobayashi|Gakkuo Rolplay]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    1266
    Recuerdo de infancia

    Era aún más baja que ahora, lo recuerdo vívidamente; Kimura no estaba esperándome dónde solía hacerlo, por lo que todas mis alertas saltaron y, tal perro sabueso, empecé a ir uno por uno, a una velocidad vertiginosa, a todos los lugares que el frecuentaba. Como siempre pasaba en estos casos, debía estar justo en el lugar más aislado y solitario que podría haberle elegido la des-fortuna.

    No fueron necesarios demasiados estímulos para que estallara de rabia por dentro; Sentía la sangre fluir otra vez vertiginosa, nublarme la mente; todo demasiado brillante, pero era capaz de ver el rojo profundo de los moretones en la piel de mi hermano, en el fondo, en mi subconsciente. Así no se podía, no con él paralizado frente a un estudiante que nos duplicaba la altura. ¿Miedo? No del estudiante en sí; miedo de a hasta qué punto se atrevería a llegar con Kimura, mi pequeño, frágil y pacifico Kimura; ¿Ira? Mucha, tanto por su incompetencia como ser humano, como por ser significativamente pequeña.

    Por no ser un chico, con brazos y músculos fuertes, para defender a mis hermanos de las garras de los depredadores más voraces.
    Y esa impotencia y frustración las odiaba, las detestaba mucho.
    Así que solo me quedaba hacer frente a la adversidad, como hacía siempre.

    Y ahí llegué, como una sombra que no se ve venir; pequeña, oscura... pero que termina invadiéndolo absolutamente todo apenas notas su presencia. Mi delgada y delicada mano había terminado por sujetar la muñeca ajena, con suerte llegando a rodearla un poco. De seguro era más fuerte que yo, y podía dejarme inconsciente en el suelo antes de que yo pudiera siquiera morderlo.
    Era un miedo irracional.

    Pero no me importaba, el dolor, el miedo; lo único que me importaba es que, sí llegaba el momento; Kimura corriera lo más rápido que pudiera, con su agilidad y velocidad naturales.
    Y pegara un grito de ayuda, con su vozarrón suave: "Ayuda", "ayuda" Y el resto de lobos solitarios, heridos y magullados, no demorarían en aparecer desde las más siniestras, sinuosas e invisibles sombras, rincones y extremos. Yo solo tenía que mantenerme con fuerza, hasta que el peligro desapareciera, hasta que la ayuda llegara; hasta que no pudiera más, y simplemente todo se volviera un frío y oscuro negro.

    Negro.

    El grandote me volteó a ver, con su cara de incredulidad filtrada de entre su expresión tosca y amenazante; se notaba la rabia e ira acumulada, que iba a descarga en mi pequeño hermano; pero yo ya había llegado, y le iba a dar a entender que una persona vulnerable, no era una persona frágil, ni mucho menos un motivo para sobrepasarse con ella. Nunca habría motivos para abusar de la fragilidad humana, nunca.

    —¿Qué diablos te crees que haces con mi hermano menor, orangután? —dije con voz firme y fuerte, fría y suave; sumamente grave, el gruñido ronco de un perro rabioso, mi extremo más masculino brotaba por cada uno de mis poros. Incontenible, una vez en ese estado no había nada que me frenara. Él solo se esforzaba por mantener su falsa templanza, su rabia iracunda; mostrarse confiado, a pesar de que una enana como yo lo estuviera encarando. Me hirvió la sangre y, ante su lenta reacción, simplemente empecé a acercarme hacia a él más y más; enterrándole las uñas en su muñeca, intentando que retrocediera ante mi avance por una cosa de mero instinto, que se alejara de Kimura de una puta vez, o sí no, ya no sería consciente de hasta qué punto sería capaz de llegar.

    >>¿No me escuchaste, maldita cabeza vacía? —seguí hablando, porque a pesar de todo, aún no empezaba a gritar con histeria, a pesar de que me estaba invadiendo por dentro. El chico dudó, siguió dudando, y me dio a entender de inmediato que jamás golpearía a una mujer en su vida; porque ya había hecho esto otras veces, y recordarlo no era grato. Empezó a apartarse, escuchando todo lo que tenía para decir en el proceso. Todo muy lentamente; dejando al cachorro de la loba tranquilo, de a poco, antes que le saltara a la yugular o algo.


    —¡Te dije qué me dieras tu maldito motivo, ser despreciable! —había condenado con fuerza, en ningún momento mi boca de calló, vertiginosa, vertiginosa—. ¡¿Te crees muy fuerte amenazando a un enano como él?! ¡¿Eh?! ¡¿En verdad crees que un enano cómo él merece ser tocado por tus asquerosas manos?!

    Pena, rabia, frustración; porque entendía que, alguien sano, sería incapaz de tocar a Kimura. Ayyy, chico, ¿cuánta mierda tenías que haberte comido, para llegar a este momento? Un par de lágrimas se desprendieron de mis ojos, rota, totalmente rota, pero con la rabia por delante.

    >>¡Porque sí no tienes ningún puto motivo, para cagarle la vida a otro, ándate! ¡Ándate y metete con alguien que te pueda dar la paliza que pensabas darle a Kimura! ¡Te reto, a ver sí aún sigues teniendo tanto coraje!

    Porque yo sí tenía, estaba repleta, repleta de coraje. En todos sus aspectos.

    Había terminado por alejarlo un metro y algo de Kimura. Silencio, mientras mis lágrimas brotaban, mi garganta se cerraba; pero nunca solté su muñeca, ni aparte la mirada. Lo noté, el arrepentimiento en su mirada, el vacío de sus ojos, el dolor en su corazón. No quería llegar a esto, en verdad lo siento, pero no me dejabas opción.

    Aflojé el agarre y, como bien había esperado, el tipo se marchó. Cabizbajo, con las manos en los bolsillos, completamente abatido. No fueron necesarias las palabras, había... había evitado una tragedia, y el alivio tras eso solo logro que me desplomara en el suelo. Me cubrí los ojos, tiritando, convulsionando, sin detener mi voz, mi raciocinio; no importaba lo quebrada que sonara.

    —¿Kimura, estás bien, Kimura? —decía entre sollozos casi ahogados, el vidrio chirriante, esperando respuesta alguna mientras luchaba con el ataque de pánico tras verme librada de la situación. Los brazos de mi hermano me envolvieron con fuerza, me cubrió por completo y lloró conmigo, en silencio, calmado como era—. ¿No te hizo nada, verdad Kimura?

    Por favor, que hubiera llegado a tiempo.
    Lo sentí negar con la cabeza, porque estaba muy cerca.

    —Estoy bien, hermana Masuyo... estamos bien —dijo con fragilidad, cada vez estrechándome más y más en sus brazos; no demoré en desprender las manos de mi rostro y atarme a su espalda. Posó su mentón con delicadeza sobre mi coronilla, yo escondí mi rostro entre su cabeza y hombro.

    —Me alegra... me alegra tanto... que alivio... que alivio... estamos bien. No volverá a pasar, te lo prometo...

    Él me escuchó rota, en silencio y una determinación nada natural para un niño de 6 años. Dios, de seguro el tipo tenía unos catorce... puede que hasta 12 años, cercanos a los míos; pero era tan, tan grande. Él había pegado el estirón tan, tan pronto.

    Lo sé, Masuyo —respondió con calma, a pesar de que el dolor seguía filtrándose—. No volverá a pasar, lo prometo.

    También lo prometo.

    Ninguno era un desvalido, ni mucho menos un mendigo por atención,
    pero se debía a que solo habíamos nacido en una familia privilegiada.
    Eso era lo que más me dolía.
     
    Última edición: 30 Enero 2021
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  3. Threadmarks: El ocaso de ese año
     
    Kaisa Morinachi

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    Título:
    El verano en aquel Club de Natación [Masuyo Kobayashi|Gakkuo Rolplay]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    5
     
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    907

    Las Kimura vibes, dios XD
    El ocaso de ese año
    Las vacaciones de verano se acercaban y el fin del año escolar estaba a la vuelta de la esquina. Ella, mi eterna rival, mi más despiadada enemiga, estaba ahora a un costado mío; fumando, a consciencia de que odiaba cualquier tabaco o licor; amargada, a pesar de que sabía que prefería la sonrisa en sus ojos; tosca y apática, a pesar de que ya estaba arto de un mundo así. Estábamos apoyadas en la verja, esa que separaba la piscina municipal de la vereda y, por ende, de la parada del autobús. Le dio una calada y, en un suspiro pesado, pude ver periféricamente el humo gris cubrir el ocaso panorama, rojizo. Silencio... silencio... paz... acuerdo mutuo; no volveríamos a pelear como sí dos fieras bestias fuéramos. Entendimos, a las malas y tras muchos conflictos, que teníamos nuestras cosas buenas y nuestras cosas terribles.

    —Masuyo... —buscó mi nombre, mi atención; la falta de "Baka-yashi" demostraba que estaba siendo totalmente seria, así que la trataría con la genuina seriedad que me cargaba siempre encima.

    —¿Uhm?—. Sin mirarla, porque a ella le bastaba solo sincerarse para expresar todos sus problemas; no ocultaba sus emociones, ni en su rostro, ni en su voz.

    Otra calada, y cada vez mi preocupación aumentaba.

    —Mamá... se marchó; está donde su hermana... se aburrió de papá, así que... No sé, supongo que volverá cuando las cosas se calmen—. Hablaba lento, controlada, procesando; calmando, canalizando; soltando. Ambas habíamos madurado mucho en muy poco tiempo, era lo bueno de pelearse cada cuanto te diera la gana, soltar la porquería, pero siempre intentando entenderlas; de dónde había salido tanta basura, quién se había deshecho de ella, qué era antes de algo inservible. Con el tiempo, vertiginoso, siempre se volvía más y más fácil.

    Ella soltó un suspiro pesado, alzó la vista al cielo rojizo, cada vez más oscuro; nostálgica, tal vez pensando en el "y qué sí hubiera pasado aquello, ¿mi vida se solucionaría, la de ellos estaría mejor?" Era una chica aún más fuerte que yo, asumí que no sería capaz de superarla jamás, pero...

    >>No quiero volver... Esta noche... no quiero volver a casa Masuyo—. Frío, temblor, frágil.

    Miedo. Y me moví por instinto. Con suavidad, fuerza y rapidez la hice que se despegara de la verja; la abracé, hundí mi rostro en su pecho y la abracé lo más fuerte que la había abrazado nunca; más fuerte que todas nuestras peleas, que todos nuestros puñetazos, que todos nuestros intentos de ahogarnos en el agua... que toda la crudeza del mundo.

    Y ella me correspondió, porque tal vez jamás iba a superarla; pero siempre podíamos caminar lado a lado, cada vez que se diera la ocación. Como ahora, porque ninguna soportaba las injusticias. Nadie en el Club de Natación soportaba las injusticias; era algo que entre ella y yo, nos habíamos encargado de inculcar tanto por las buenas, como por las más malas.


    Y se rompió, todo aquello que se guardaba siempre, por el bien de sus progenitores; me correspondió el abrazo, se desahogó; salió del fondo de la piscina, a la luz, como la gran nadadora que era en verdad. Su padre era un borracho violento, y su madre se iba cada vez que la situación la sobre pasaba, ella vivía siempre con el miedo paralizante de no poder detener a su padre; ya sea para salvarlo de él mismo, o para salvar a cualquiera de ellas. Que le enfadaba, le enojaba, la frustraba; ¿era su culpa qué sus padres hubieran terminado así? Aferré el agarre, sostuve sus temblores, me volví el semiento para que ella volviera a ser su propio pilar.

    —Nunca va a ser tu culpa nacer; tu castigo sobrevivir; ni tu pena vivir. Nunca lo olvides, nunca —susurré con calma, firme, dejando que sollozara e hiciera lo que se le pintara; asintió, asintió con cuidado—. Ven a casa conmigo, quédate todo lo que necesites, mis padres nunca me negarían una acción así. Y no te sientas mal, esto no es por pena; míralo, sí quieres, como un favor más.

    Me alejé de ella, sonriéndole con confianza y sosteniéndole los hombros. Tan rápida como yo, soltó todo y volvía a ponerse de pie; inquebrantable. Su seriedad cambio a una sonrisa agradecida en cuanto notó mi expresión, y ahí suavicé el rostro. Desprendí una mano de su hombro, para acariciarle las mejillas, para limpiar cualquier impureza. Ella era bella y estaba más que bien, con sus desperfectos, con sus grandes valores.

    >>De seguro más de alguna vez necesitaré un apoyo en el futuro, ¿puedo contar contigo, idiota egocéntrica?

    —Claro, Baka-yashi.

    Y nos reímos, nos reímos por todo el cinismo que nos cargábamos encima. Nos reímos de las cosas buenas, de las malas; de las tristes, de las pesadas. Y volvimos juntas, yo aferrándome a su brazo, como quien busca protección, para que no olvidara que en verdad era una gran, gran persona. Y su presencia en el mundo valía mucho.

    Podríamos haber sido grandes amigas,
    pero ahora ella debía ser una adulta,
    y yo seguía siendo una adolescente.


     
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  4. Threadmarks: Destrucción
     
    Kaisa Morinachi

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    El verano en aquel Club de Natación [Masuyo Kobayashi|Gakkuo Rolplay]
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    872
    Advertencia: Violencia explicita y temas de acoso escolar entre otros. Leer con precaución en caso de ser sensible a alguno de estos.


    Destrucción

    —Repítelo, maldita zorra —susurró frente a mí, mientras yo lo observaba con una mirada muerta y vacía; agarrándome con fuerza del borde de mi blusa de marinera, tironeándola, pero no arcándome con ella; pues sus otros dos amigotes se encargaban de sostenerme de los brazos para estamparme contra el jodido muro de aquel peligroso pasillo; solitario, oscuro... poco concurrido.

    Le sonreí entonces, tras procesar en milisegundos toda la situación; mi mirada no mutó, solo una sonrisa torcida y desafiante, ladina, entornando mis ojos casi con algo semejante al placer... masoquismo, pero esta lejos de saberlo, o siquiera admitirlo.
    —¿Para qué, sí ya lo tienes claro? —solté con voz calmada a pesar de todo, a pesar de que mis piernas no tenían nada de fuerza, poco importaba sí me sostenían con brusquedad de ambos brazos; a pesar de que mi corazón hace un par de momentos parecía a punto de salirse por mi garganta, a pesar... a pesar...

    ¿A pesar de qué?
    A mi nada me pesaba.
    Nada.

    Él inhaló con fuerza, insonoro; pero lo noté en sus labios entreabiertos, casi rozando nuestras frentes y narices, en su mirada entornada; en como fruncía su ceño: Reacciones mínimas, que en mi generaban una sonrisa amplía; orgullosa, confiada.

    La sonrisa de una ganadora.
    A pesar de que tenía todas las de perder.

    —¿Sabes con quién te estas metiendo, puta Kobayashi?— Dolió, claro que dolió, pero mantuve mi sonrisa amplia; cerré los ojos con apacibilidad impostada, aunque levanté de más un pómulo al sentir dolor en mis brazos y la zona que rodeaba los hombro. Me tenían acorralada, a esas alturas era imposible huir...

    ¿Lista para morir?
    ¿En verdad...
    estaba lista para recibir la nueva paliza de mi vida?
    —¡Hey, jodidos idiotas! —se alzó una voz a lo lejos, que me hizo abrir los ojos impactadas; silencio, blanco... inamovilidad que duró solo tres segundo. Tres segundo donde los dos matones que me sostenían de los brazos miraron hacia atrás, tres segundos que le erizaron la piel a mi posible agresor; tres segundos, tal vez menos, bastaron para que reactivara mi instinto de lucha.

    De huida;

    No iba a morir.
    Diablos que no.

    Nunca.

    No en manos de otros.
    —¡Suéltame, maldita sea! —bramé, sin demorar en mandarle una patada en la entre pierna, contundente, al chico que me había estado hablando hace unos momentos.

    —¡Hey!
    —¡Quieta!
    Los otros dos me básicamente estiraron mis brazos hacía lados opuestos, y yo solo pude alzar el rostro soltando un quejido de replica; dolor. Pero no grité, n siquiera abrí los labios. En pocos segundo segundos, el chico que ya no hablaba me tomó con brusquedad las mejillas, apretándomelas con una sola mano; cerniéndose sobre mí. Lo volví a observar, con la cara de muerto, con el corazón desbocado; me murmuró las palabras, como sí temiera que los otros las escucharan.

    —No te librarás de esta —amenazó. Yo simplemente le escupí en toda mi cara.
    —Una mierda me importa —espeté seca, apática y con mi ceño ligeramente fruncido; hastiada. Se limpió con brusquedad y me agarró otra vez del borde de mi blusa, ahora sí tironeándome; casi pude sentir como los otros dos apartaba la vista, entonces...

    Cuando vi su puño en lo alto, por fin mis gestos se arrugaron en una angustia silenciosa, genuina; miedo, ansiedad, desesperación en un silencio sepulcral.

    Estaba condenada, y lo sabía.

    Pero a veces...​
    la cuenta a pagar nunca llegaba.

    En un abrir y cerrar de ojos, cinco segundos como mínimo... ya no estaba entre los brazos de unos abusadores; estaba entre los brazos y palabras de confort y consuelo de mis... de mis... compañeras de club:
    —¿Estás bien Kobayashi-san?—
    La maternal y suave voz de la dura Yagami.
    Tranquila —soltaba sin mirarme Sato, ni idea por qué, pero había entrelazado una de nuestras manos; me sobaba la espalda.​
    —¡Va-váyanse de acá! ¡Sa-sálganse o iré en busca de los profesores!—Había soltado...
    la tímida y pequeña Takahashi.

    ¿Y Hayashi?
    ¿Dónde diablos estaba Hayashi-senpai?

    Alcé el rostro, perdida; pero no desvalida. Desconectada de la realidad... lo vi: Su rostro... su nariz sangrando, estoico, solemne. Había hecho retroceder a Nishimura y su pandilla de dos... pero... pero... a costa de una herida en su cara. Una herida por defenderme; una herida por meterme en problemas, una herida...

    Por mi culpa.

    Mía...
    solo...
    ¿mía?
    Obvio que si.

    Yo elegía mis acciones, y sabía...

    las consecuencias.
    Solo hasta cierto punto...

     
    Última edición: 18 Febrero 2021
  5.  
    Kaisa Morinachi

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    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    629
    Esplendor


    Estábamos en la enfermería, a petición mía nos dirigimos ahí en un momento en que la enfermera no estuviera cerca. Nos colamos Sato y Yagami, aunque Takahashi y Hayashi querían entrar... no les dejaron; a la primera por pequeña, menor, porque tenía que irse a clases... A Hayashi-kun... Al senpai, Sato no lo dejó pasar, le dijo que ella se encargaría de mí, que se quedara fuera del asunto desde ahora. Estaba alterado, por eso no podía verme; a pesar de tener derecho a explicaciones y disculpas por mi parte... cosas que no llegaron nunca con honestidad. En silencio dejaba que Yagami me examinara, me pidió que me quitara un par de prendas, que mostrara piel y toda la cosa. Al ser compañeras de natación no había mayores problemas, no conocíamos algo como el pudor entre compañeras... pero ahora era distinto.

    Con las cortinas corridas para mayor privacidad, y Sato vigilando desde fuera, Yagami-san revisó mi torso, mi cuello, mis bazos. Me saqué las pantimedias, los zapatos, para mostrarle cada lugar amoratado.
    Joder, Koabayashi...san —soltó frustrada, pero a pesar de eso su maternidad seguía presente; esa amiga maternal, esa que tomaba un rol de madre, a pesar de que seguíamos siendo niñas. Me quedé con mi rostro ambivalente, sin rastro de... ninguna ira; pero sabía que estaba insensibilizada, que el dolor volvería en algún momento. No el de las heridas; ese dolor que te hacía llorar, encogerte, cubrirte y sentirte lo más vulnerable dentro de un despiadado mundo...

    Ese dolor que no tenía permitido sentir.
    No.

    Nunca más.
    >>¿Cuáles... son los de ahora?— La miré desde arriba, apática; ella estaba acuclillada revisando mis piernas por el exterior. Por dentro de los muslos ni se metió, porque yo sabía que nada había sido dañado ahí, y ella se tenía que fiar de mi palabra. Me estaba recolocando la blusa cuando le respondí.
    —¿No lo sabes?— Me miró a la cara, con clara preocupación y recriminación. Desvié la vista, frunciendo el ceño, porque odiaba que me miraran de esa manera...

    Básicamente, odiaba que me miraran en general
    >>Morados, sangre; Negros, secos; Amarillos, golpe reciente o infección...— La miré de nuevo, fija, pero de reojo y sin encararla—. O al menos así los clasifico yo —hablé con neutralidad, mientras las facciones tensas de ella se disputaban entre la pena y la ira; solo impotencia.

    Todos sentían impotencia conmigo, ¿no?
    Normal.


    Volví a desviar al vista, ella se llevó una mano el puente de la nariz, cabizbaja y inhalando con profundidad... ¿En verdad quería llorar? ¿Por mí?

    Nishimura no mentía; era una puta zorra, y de las jodidas a de agregar. Hacer llorar a alguien como Yagami-san... me era imperdonable. Pero sabía que ninguna de mis compañeras era una enclenque, no sí compartíamos día tras día anécdotas en el club de natación.
    —Hey, Sato-senpai, ayúdame a buscar las compresas frías —dijo dejándome sola en el cuadrilátero que eran la telas encubridoras de la enfermería, en una habitación blanca de iluminación amarillenta.
    —Claro, Yami-san —escuché como le respondía la Senpai con tranquilidad.

    Yo dejé salir un suspiro pesado, por fin en soledad; me tiré hacia atrás, me di media vuelta; me llevé las piernas al pecho, la manos las dejé caer frente a mi, una posición fetal: Cerré los ojos y me concentré en mi respiración,
    mientras mis lágrimas,​
    simple y llanamente,
    caían en un silencio perpetuo.

    Cada vez menos físicas.
    Invisibles

    Ilusorias.

    Pero nunca se irían.
     
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