El taxidermista, la paloma y la anciana

Tema en 'Relatos' iniciado por Muddy Waters, 1 Febrero 2009.

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    Muddy Waters

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    El taxidermista, la paloma y la anciana

    El taxidermista, la paloma y la anciana.

    Caminas por la acera tocando con tus dedos los barrotes blancos de la reja de una urbanización de edificios bajos que parecían apenas unos niños de teta ante las demás edificaciones de la ciudad.

    Miras el suelo como buscando algún entretenimiento para eso días calurosos. No buscas paz, ni estas triste. Solo quieres algo divertido

    Ves sobre el asfalto el nimio cuerpo de una paloma de delicadas plumas marrones. Debió de chocar contra alguna de las ventanas diáfanas, piensas, en tanto sacas un pañuelo de tu bolsillo y recoges con sumo cuidado a la pequeña cosa y la escondes en tu bolso con cuidado de que no choque con nada. Ahora es tu pequeño tesoro.

    Quieres ocultarlo de los demás, que no se note que lo llevas ahí en tu bolso negro con el logotipo de una banda de la que no sabes nada. Corres excitado por tu descubrimiento sin preocuparte por los transeúntes. Estas ensimismado hasta la punta de tus dedos.

    Saltas los baches, esquivas hábilmente los contenedores de basura, cruzas las calles despreocupadamente ignorando cualquier señalización, tropezando descuidadamente con varios autos que sin clemencia suenan el claxon en tu contra con una insólita parsimonia.

    El grito de una anciana que retumba en tus oídos y te hace detenerte por unos segundos. ‘Hijo de puta’: frase malsonante a la que siempre le tuviste cierto repudio; por considerarla del vil vulgo, de los idiotas, de los imbéciles, de los seres mas ignominiosos de la especie.

    Te volteas, le ves el rostro a la anciana con tus ojos negros y los concentras en los suyos: grises y perdidos. Miras con más detalle que antes y das media vuelta mientras palpas tu tesoro en el bolso. Sigue allí, suspiras satisfecho y vuelves a emprender carrera.

    Sacas con prisa las llaves de tus bolsillos, empujas las rejas, llamas el ascensor y comienzas ese molesto zapateo contra las cerámicas del suelo del hall.

    Contra todas las normas sacas esa caja roja y enciendes un cigarrillo mientras subes, lo posas en tus labios, inhalas, exhalas y te relajas un poco finalmente. Sientes como los músculos se te ponen algo tensos por la carrera pero no le das ninguna importancia, Te toqueteas el piercing de tu labio inferior mientras te ves en el espejo colocado al fondo del ascensor, en tanto tiras el cigarrillo al piso y lo aplastas cuando oyes el metálico ruido de las puertas al abrirse.

    Tocas el acabado de madera de tu mesa y dejas al pobre pajarillo sobre ella. Abres un mal intento de botiquín de primeros auxilios del cual sacas un exacto cualquiera, de hojilla algo oxidada y de plástico amarillo.

    Tiras todo para comenzar tu compromiso, pero de súbito recuerdas las normas de limpieza y pulcritud. Corres a la cocina, giras las manecillas y te llenas las manos de jabón, las restriegas con fuerzas y las pones bajo el agua e inhalas con fuerza el dulce olor del jabón de fresa —siempre te agrado—.

    Vuelves a tu mesa, colocas con cuidado el filo del exacto sobre el tórax del avechucho, presionas un poco y cortas hasta abajo…

    Podrías contar con detalle los pasos que seguiste, pero son en exceso repugnantes para comentarlos con exactitud, ahora que te toca dirimir con tu conciencia.

    Botaste sus órganos internos con tus propias manos en una exigua bolsa de plástico, llenas de alcohol el cuerpo y lo secas con algodón.

    No sabes si fue por la excitación, la acción o el sofocante olor del alcohol, pero en cierta hora te vence el sopor y caes sobre tu trabajo de una noche.

    Despiertas con la cara roja y un quehacer a medio acabar sobre la mesa. Sacas una pequeña bolsa de aserrín de un cajón de la cocina y con un puño del mismo procedes a rellenar tu obra.

    Con fervor y precisión coses punto por punto el pecho del animalejo, con cuidado también debo mencionar.

    Le das una ligera restregada que limpia en algo el sucio de las plumas y le sostienes los ojos con algo de pegamento para darle una imagen más vivaracha.

    Lo pones con cuidado sobre la mesa, mirando maravillado, como esperando que volara lejos, muy lejos de tu mesa. No lo haría, nunca, jamás. Esta muerto, tan muerto ‘como un clavo de puerta’ en palabras del inmortal Dickens. Aun así, hacías caso omiso de tu raciocinio y lo seguías observando.

    Suena tu alarma. Sientes como el entusiasmo te llena, como si en forma de espuma te fuese a llenar y escapar por tu boca, tus oídos, tu nariz, hasta por lugares inimaginables como las rendijas de tus uñas.

    Es hora, coges el pajarillo de la mesa. Bajas saltando las escaleras, empujas la puerta que abría una mujer de falda de corte sensual y pasas sin pedir permiso.

    Corres como lo hicieses antes y vuelves al mismo punto donde encontraste los despojos de la paloma.

    Haces maromas en tubos, muros y vallas hasta lograr escalar la parte de encima del restaurante de comida rápida. Colocas con cuidado ese ente en el lugar en el que debería estar en tu visión de un mundo perfecto.

    —El mundo es más bello contigo aquí —mencionas triunfante.

    Y con esa excusa de últimas palabras te resbalas de imprevisto y caes desde el techo contra la acera y te rompes el cuello hasta morir.

    Ahí estabas tú, tirado, moribundo en el lugar donde antes estuviese la paloma estúpida que murió chocando contra un cristal.

    Del otro lado de la calle mira el infinito con vista sus ojos perdidos la vieja ciega a la que hiciste trompicar antes, que sigue sin saber quien demonios es el chico que le hizo aquello, ni tampoco el porqué de sus prisas.


    -------

    Un inicio lento, un desarrollo apresurado y un desenlace inesperado.

    MEH.
     
  2.  
    berlinQueer

    berlinQueer Usuario común

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    Re: El taxidermista, la paloma y la anciana

    oh, tan lindo relato que no se por donde empezar a comentar.
    asique empecemos por lo rutinario y aburrido.
    ¿estuviste haciendo pasos de tiempos verbales? yo muchas veces lo hago, empiezo en pasado y lo paso a presente u otros, porque te quedo una oracion en pasado :s
    también hay unos cuantos errores de dedo que se explican por el hecho de que lo posteaste a la madrugada.

    no se si alguna vez me habia sentido tan identificado con un personaje como aqui, su personalidad es la mia en dias de euforia, tan buena descripción.

    esta frase es tan cierta, lograste decirlo tal cual se siente, y eso es tan dificil.

    y por último, el final es grandioso. morirse con unas últimas palabras poéticas que no sirven de nada porque nadie te escuchó y porque vos no querías morir, sino que te resbalas por boludo, es una de esas casualidades irónicas que aunque muchas veces quedan mal, aca queda simplemente perfecto. como un deux ex machina upside down, dado vuelta, que en vez de arreglar todo, lo destruye, pero tampoco cambia el ambiente tan indiferente que generás.
    en los dias de euforia estas tan exitado todo el tiempo que necesitas cualquier cosa para hacer, romper, morder, escupir, patear, gritar, etc, y es como si el resto del mundo estuviera en otra dimension plana y gris sin posibilidad alguna de conectarse a ese flujo de energia, ni con algun hecho que realmente choque. encontrar una mierda muerta en la calle no es tan significativo, pero a los ojos del protagonista es encontrar el paraiso, y una muerte, sobretodo un accidente estruendoso como la que sufre en el final podríamos considerarlo mucho más importante, sin embargo el mundo esta totalmente inerte ante eso, la unica que tal vez salga de este mundo es la vieja, pero esta tambien atada a él, es ciega y no va a enterarse nunca de lo sucedido.

    ja, te hice un testamento.
     
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