El solitario.

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Neal L, 20 Agosto 2012.

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    Neal L

    Neal L Iniciado

    Géminis
    Miembro desde:
    31 Mayo 2012
    Mensajes:
    24
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    El solitario.
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2264
    Bueno, este es mi primer fic (en la vida) de amor y espero que sea de su agrado.

    Cap. 1

    En un año y mes que no puedo definir, el sol salía bañando de luz otoñal a la escuela secundaria, los intendentes llegaron, siempre llegaban a la misma hora, le siguieron los maestros y, al final, los alumnos. Llegaban en solitario, o creando pequeños grupos. Era la plena hora pico cuando llego, su gorra azul militar destacaba quien era, pero aun sin ella cualquiera podría saber quién era esa persona: siempre llevaba un chamarra que cambiaba dependiendo del día, debajo de esta siempre había una camisa de mangas cortas, verde generalmente; había aprendido por las malas que siempre se debía portar cinturón, le gustaban muchos los tenis y muy pocas veces se le veía con otro tipo de calzado y, como ya mencione, tenía puesta en la cabeza una gorra azul con cierta letra roja encima, solo se la quitaba para bañarse y dormir, de otra manera, era prácticamente imposible que se la quitara. Esas prendas, únicas en él, le daban el aspecto de un modelo juvenil y seria famoso en la ciudad si se quitara esa gorra al menos por un día, era un muchacho apuesto en verdad pero aun así, no tenía amistades.Las personas que pasaban a su lado (a distancia) los miraban como un bicho raro, como si no fuera humano, pero de este tema será mejor hablar más adelante.
    Su mochila estaba a estallar de libros, le gustaba mucho leer y sus ojos lo demostraban al portar unas gafas de visión cansada. Caminaba lentamente, tomándose su tiempo para terminar ese tramo de 50 metros, había muchos alumnos que se susurraban cosas de él o se detenían a verlo, era de verdad como un espectáculo. Entro, al fin, en la escuela e intercambio saludos con los profesores, las únicas personas con quien hablaba abiertamente pero no lo suficiente para decir que tenía amistad con ellos. Llego a su aula y tomo su asiento, en frente al lado del maestro. Movió sus ojos inquietamente, como quien busca a alguien, solo estaban unos cuantos compañeros que salían en ese momento, detuvo su análisis cuando se cruzó con su fotografía, estaba pegada en la pared junto con otras dos. Joseph Jefferson. Promedio: 10 EXELENCIA TOTAL. “El maestro perfección”, “enciclopedia humana” o “la computadora solitaria”; esos eran los tres apodos más famosos que recibía. Se sentó pensativo a esperar que sonara el timbre, solo alguien con súper poderes podría enterarse de lo que cruzaba por su cabeza cuando salía de su cuerpo.
    Después del rápido sonido el aula comenzó a llenarse de muchachos, unos cuantos minutos después llego el profesor. Muchos tomaban las cosas que hablaba como cuento chino, otros algo necesario pero imposible de aprender, para Joseph solo era recordar cosas que sabía de memoria. Faltaban pocos minutos para que terminara la primera clase cuando llego la directora, era una señora de cincuenta y tantos de edad, pelirroja natural pero ahora con un ligero toque rosado por las canas, era algo rellena y chaparra, en sus ojos se podía observar que tenía mucha experiencia en la profesión.
    —Siéntense muchachos, —Ordeno, su voz era ronca pero transmitía una gran confianza maternal. — espero que se la estén pasando bien, ya sé que están cansados pero tenemos que estar aquí para vivir mejor en el futuro. La razón porque estoy aquí es para presentarles a quien será su nueva compañera, viene desde el extranjero así intenten hablar claro y lento con ella para que pueda entender mejor. Bien, puedes pasar. —
    Esa muchacha habría sido lo suficiente para sacar a cualquier persona de su concentración alguien de lo más hermosa, una hermosura de la que solo se tiene conocimiento por los relatos de marineros que vieron sirenas o católicos que tuvieron contacto con los ángeles. Un cabello castaño perfecto completamente sedoso largo hasta el final del cuello, ojos azules como zafiros y una manera de vestir del oeste de Europa.
    —Chicos, ella es Samanta Anderson, espero que se la pase muy bien aquí y no tener quejas de ella por esta clase, ¿me entendieron, grupito de Saúl?— Un pequeño grupo de muchachos reunidos hasta la esquina soltaron unas risitas inocentes. Después salió dejando a la recién llegada a manos del profesor.
    —Bien Samanta, ¿Por qué no empezamos por presentarte?—
    —Buenos días, — Comenzó con un acento claramente europeo. — ya saben mi nombre, es Samanta y vengo desde París, Francia. Mis padres son de este país pero se fueron haya antes que yo naciera. Me gusta la música en especial el Pop y Blues. Espero llevarme bien con todos ustedes. —
    —Muy bien, ya te pondrás al corriente de lo que hemos aprendido a lo largo de estos dos meses, como noto que debes trabajar algo en tu acento tal vez aun no estás muy capacitada para comprender rápido el idioma así que te pondré aquí. — Dijo señalando el pupitre de Joseph. — Espero que no tenga inconveniente Sr. Jefferson, ¿y que le he dicho acerca de la gorra?— Solo movió sus cosas al pupitre detrás de él y se ajustó la gorra, era imposible discutir con él en ese tema.
    El día transcurrió lo más normal que se pudo hasta el tiempo del descanso, a las 10:30 de la mañana, el resto es muy conocido: el profesor sale y todos van al alumno nuevo a entrevistarla, de ahí se clasifican en los mejores amigos, amigos y conocidos, Joseph pudo salir antes de que todos se abalanzaran con preguntas. Ya había terminado de almorzar y se fue a la tienda escolar a comprar algo que, después de la gorra, es indispensable para él: papas fritas.
    — ¿Sabes que eso engorda, verdad?— Dijo alguien que era lo más parecido a un amigo para él. Era el presidente del club de música. Su nombre era Chris Neil, un chico con pulmones de acero y buen oído que había sido selecto presidente del club musical por alumnos y maestros, de cabello negro en forma de montaña y ojos pequeños que transmitían una ternura y confianza sin precedentes. Era juzgado múltiples veces por hacerse amigo de Joseph, aunque Chris solía defender a su amigo siempre que le causaban problemas ya que también era campeón juvenil de jiujitsu. —¿Tienes idea de lo que te estas metiendo en el cuerpo?—
    —Cierra la boca, se me quedaron en casa las caseras. —
    —Escuche que hay nueva chica contigo. —
    —Sí, una chica de Europa con mal acento. —
    —Deja de hablar así, tal vez y esta es la indicada. —
    —Si sigues molestando con eso tendré que darte una lección. — Chris se rompió a carcajadas.
    —Bueno, luego no te andes quejando que a fin de año no conseguiste novia, yo solo te doy un camino que seguir, si no lo sigues no es mi problema. — Su rostro ahora se tornó serio. —Esto no es solo porque tengas novia, también quiero que salgas de tu etapa de indeseado. Es cierto lo que me dices: que las personas le temen a lo que no entienden y que muy pocas entienden a las inteligencias superiores, pero esto se pasa, solo sales de casa para ir a la librería o al club. ¿Qué acaso el ser humano no es un ser sociable?—
    Joseph soltó una risa a secas. — Es una teoría que voy a destruir cuando termine la universidad. — Reviso la hora en su reloj. — Faltan cinco minutos para el timbre de entrada, quiero llegar temprano. —
    Chris estaba harto de siempre perder esa discusión. —Promete que al menos lo intentaras. — Grito desde lejos, Joseph dio media vuelta para mostrar sus pulgares en forma afirmativa.
    Al parecer el interrogatorio tuvo buenos resultados en todos ya que muy pocos estaban desinteresados en la recién llegada y aun había un gran número de personas hablando de sí mismas que cuestionando a la castaña.
    —Bien clase, llego su peor pesadilla: las matemáticas, así que siéntense y saquen todos sus cuadernos y libros… ¡hola! Veo que tenemos rostro nuevo. Su nombre señorita. —Pregunto el recién llegado profesor de matemáticas. — Así que Samanta, me alegro que venga de Paris porque ahí también hay algo que me gusta mucho: las matemáticas. Llámeme señor, profesor, numeritos, el esposo del siete o como le indique el apodo que le den estos muchachos. Empezaremos con algo fácil para la nueva: diez ecuaciones sencillas, escríbanlas de inmediato. — El profesor de matemáticas era tan detestado como Joseph e, irónicamente, estos se llevaban mejor que la pólvora y el fosforo. Este es el único personaje adulto que vale la pena describir. Tenía buen físico y cara rasposa y dura, vestía como cualquier profesor y se comportaba como se esperaba del estereotipo común, era uno de los pocos que sabían controlar a los chicos con mano dura, eso se debía a su antiguo trabajo como militar; solía tener momentos buenos en que entretenía a los alumnos con historias de su vida en la milicia pero eran muy escasos y esperados como agua en el desierto.
    Todos pasaban el lápiz rápidamente por sus hojas, después venia la goma de borrar y continuar con los jeroglíficos esos. Solo Joseph dejaba de escribir de inmediato, las matemáticas eran su fuerte y las hallaba divertidas. Mientras esperaba se repetía en la cabeza las palabras de su amigo, que la chica nueva podía ser la indicada para él, pocas veces se había detenido a pensar en eso detenidamente pero, sorpresivamente para él, no podía pensar, no podía concentrarse en sus ideas. Forzó un poco el cuello para ver los apuntes de su nueva compañera, eran limpios y muy calmados, escritos con mano firme y delicada, se tomaba su tiempo para hacerlos.
    —Muy bien, mientras más rápido termine esto más rápido poder corregirlos y ustedes ignorarme. Joven Saúl, la respuesta de la primera. — Saúl era el típico bravucón que solo asistía a la escuela para complacer a sus padres y encontrarse con sus amigos. Puso esa conocida cara de no mirarle la importancia. —Bien, ¿alguien quiere participar? Alguien, Joseph, alguien, Joseph, alguien. Ya díganos Joseph, sabemos que ya las tiene todas. Usted y su amigo Chris son la razón por que me levanto todas las mañanas.— Le tenía entera confianza a Joseph y su amigo, sabiendo que ambos eran muy inteligentes, inclusive él solía pedirle ayuda a ellos de vez en cuando. —A ver, repasemos la fórmula de solución para estas operaciones. — El día no podría ser más aburrido para las personas, inclusive Joseph estaba aburrido de esas molestas rutinas. Así que no se molestó en saber que la supervisora de ese salón quería verlo después de clases, eso lo sorprendió, pero no preocupo.
    La supervisora era alta, muy esquelética y de rostro fantasmagórico que asustaría a cualquiera. —Me alegra que siempre esté dispuesto a ayudar al consejo de estudiantes y al de maestros. Como sabe, cuándo algún alumno nuevo llega a esta institución cuando las clases ya llevan, como mínimo, mes y medio, es deber del consejo estudiantil y de los maestros encargados del salón en que llego el nuevo alumno asignarle un tutor, que lo ponga en corriente. —
    —Ya sé a dónde va esto, ¿quieren que le enseñe a la nueva?—
    —Si de mí dependiera usted le enseñaría hasta a los maestros practicantes, ¿acepta usted pues?—
    —Bien, así ustedes me van a deber un favor. ¿Cuándo comienzo?—
    —Mañana, es su deber entablar un horario con su pupila. Por cierto, ¿Qué le hemos dicho sobre su gorra?—
    —Solo hay dos razones por la que me la quito, la primera es indecente y la segunda sería una falta de respeto. Hasta mañana. —
    No era la primera vez que enseñaba, muchas veces había sido elegido como tutor de varios alumnos pero pocas veces tuvo un resultado amigable: su manera de hablar y de ver el mundo era un problema para los demás, así que cambiaban de tutor.
    —¿Por qué tardaste tanto?—Pregunto Chris que había esperado a su amigo.—¿Hay noticias o qué?—
    —Me asignaron a la nueva como pupila, veamos si aguanta la semana. —
    —Bueno, agradéceme. Fui yo quien te sugirió, veamos si a presión te animas. —
    —Eres despreciable y traicionero, ¿quieres ir al club un rato?—
    —Naa, quiero ir con Diana a la cafetería, no tengo mente para técnicas de ajedrez. Hay gente que tiene pareja. — Replico Chris.
    —Y otros que viven en solitario. — Respondió Joseph.
    El día fue corto para nuestro protagonista, solía pasar unas cuantas horas a la semana en el club de ajedrez, un lugar donde se sentía tranquilo y relajado.
     
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