El Soldado Del Viento

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por TheLittleElena, 2 Abril 2013.

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    TheLittleElena

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    Escritora
    Título:
    El Soldado Del Viento
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    1274
    ~.Sinopsis.~

    Finales de la Tercera Guerra Mundial. En una España completamente destrozada por la guerra, los soldados americanos invaden cada rincón de las ciudades. En una pequeña ciudad cerca de la capital española, donde Annie vive, no es una excepción, varios soldados se encuentran en cada esquina. Aunque la guerra está bastante calmada y los estadounidenses han conquistado España, siguen siendo frecuentes revueltas y levantamientos en contra de ellos.

    Annie es una adolescente que ha tenido que madurar antes de lo que debería por la guerra, es una chica valiente y responsable. Siempre pendiente de sus hermanos pequeños Rose y Matt ya que su padre no se encarga de ellos y su madre murió durante un bombardeo de la guerra.
    Por suerte o por desgracia para Annie, en su camino se cruza Gavan, un joven soldado americano con el que logrará olvidarse de la guerra y del dolor.





    ~.Prólogo.~

    Ver correr a mis hermanos por el salón era lo único que me hacia sonreír desde hace meses.
    -¡Parar!- grita mi padre, mientras por primera vez levanta la vista del periódico.
    Matt y Rose se quedan quietos y en sus caras se refleja el miedo a lo que pueda pasar.- ¡Iros a vuestro cuarto y dejarme tranquilo!
    Se que no se refiere a mi, o tal vez sí. Pero sin tan siquiera mirarle me levanto del sofá cojo el libro que estaba leyendo y me dirijo a nuestra pequeña habitación. Mientras con un gesto les digo a mis hermanos que me sigan.
    Me tumbo en mi cama y ellos se suben a la litera para seguir jugando, esta vez, a un extraño juego que Matt se ha inventado.
    Matt y Rose son la única alegría de la casa. A mi madre siempre le habían gustado los nombres americanos aunque no tengamos nada que ver con ellos, y como a mi padre poco le importaba lo que a nosotros concernía… Mi madre eligió los nombres de Annie, Matt y Rose, un día me dijo que los saco de un viejo libro en el que eran nombres de príncipes y de reyes.
    Supongo que mi madre se hubiera pensado mejor ponernos estos nombres si hubiera sabido que en los últimos años no nos ha beneficiado para nada tenerlos, más bien todo lo contrario. Los españoles piensan que tenemos algo que ver con los americanos con que, más de una vez, hemos vuelto con un moratón o sangrando a casa por ello.

    Miro el reloj, y dejo de leer. Me empiezo a vestir para ir al trabajo. No es que gane mucho, pero todo el dinero que mi padre consigue en el trabajo (que tampoco es mucho) se lo gasta en alcohol, cigarros y cosas para él. Así que el dinero que yo consigo nos sirve para comer a mí y a mis hermanos. Lo único en lo que nos beneficia vivir con él es que sino estaríamos en una casa de acogida, o tal como están las cosas, estaríamos en la calle, bueno, eso y que es él quien paga la casa.
    -Chicos me voy a trabajar, hacer las tareas, portaos bien, y nos vemos por la noche.
    -Vale, Annie.
    Salgo de la habitación, cojo mi mochila y cruzo el salón lo más rápido que puedo para que no le de tiempo a mi padre a decir nada.
    -¡Annie!- le oigo gritar cuando ya estoy abriendo la puerta.- ¿Adonde vas?
    -Voy a dar una vuelta con Noelia y con Carla. Pero vuelvo para hacer la cena.
    Sin esperar una respuesta me voy dando un portazo.
    Salgo de mi casa y oigo el crujir de los escombros de mi ciudad, que se ha convertido en poco tiempo en la ciudad de mis pesadillas.
    Pocas casas consiguen mantenerse en pie. La mayoría están destrozadas y deshabitadas.
    La mansión donde trabajo no esta muy lejos de mi casa. Sus propietarios son de los más ricos y prestigiosos de toda la ciudad. La familia Camiruaga.
    Conseguí el trabajo por mi madre que pocos meses antes de morirse decidió que no le vendría mal mi ayuda económica a la familia, y como ella trabajaba de doncella, pues no le fue difícil convencer a los dueños de mi eficiencia. Los señores Camiruaga piensan que soy mayor de edad sino, está claro, que no me dejarían trabajar.

    Al llegar a la esquina de mi casa veo a dos jóvenes soldados que comen un bocadillo mientras me observan de arriba abajo intentando ver el mínimo detalle para detenerme.
    Ya no me asusta verles por cada esquina de la ciudad. Son como buitres, te observan para luego devorarte. Y poco me sorprendería que el gobierno de Estados Unidos decidiera poner cámaras en la ciudad para vigilarnos aún más.
    Llego a la casa pocos minutos después. Entro como si fuera la mía pasando por el gran salón y saludo a Joaquin, el mayordomo:
    -Hola, Annie. ¿Qué tal va tu día?- dice ajustándose la corbata azul que lleva. Todavía no se la ha cambiado ni un solo día desde que trabajo aquí.
    -Como siempre, no me puedo quejar.
    Me voy a la habitación de invitados y allí abro mi mochila y me pongo el uniforme que consta de una falda azul marina, una americana del mismo color y un pañuelo rosa. Es uno de los requisitos para trabajar aquí.
    Salgo de la habitación y me encuentro con Felisa Camiruaga, la dueña de la mansión. Es una mujer de mediana edad como su marido, siempre lleva recogido en un moño su pelo castaño, con unas gafas grandes y negras. Ella es la dueña de la casa, ya que, su marido casi nunca esta en ella, es un gran empresario.
    -Buenos días, señorita Montenegro.
    -Buenos días, señora Camiruaga.
    Sigo mi camino hacia el jardín donde como ya esperaba se encuentra Julia, mi jefa.
    -Señorita Montenegro. Hoy se va a encargar de hacer todas las camas, barrer y fregar las habitaciones de la segunda planta.
    -Vale.- sin ninguna pega me voy a mi cometido.
    Cuando termino de recoger las veinte habitaciones de la segunda planta, bajo para irme a mi casa pero me freno al ver a un coronel de la armada española hablando con la señora Camiruaga. Sin querer empiezo a escuchar su conversación a escondidas:

    -Entonces, ¿cree que lo mejor es que mi familia se mude por un tiempo?
    -Sí señora, la armada española va intentar otro enfrentamiento con los americanos, aunque no creo que tenga ningún éxito. Calculamos que va a haber decenas de ciudadanos muertos y cientos de edificios destruidos. Por eso, lo mejor es que se vayan, todos tememos que cuando todo esto acabe, España se convierta en un país deshabitado y moribundo.
    -¡Pero es una locura intentar otro combate! Los soldados americanos tienen toda nuestra ciudad, y casi todo nuestro país.
    -Lo sabemos, pero nuestros políticos y mis superiores se niegan a rendirse ante los estadounidenses.
    -¿Cuándo cree que es mejor que partamos?
    El coronel se toma un respiro y luego decidido dice:
    -Será dentro de unos días, pero le aconsejo que partan cuanto antes.
    -Vale, ahora mismo se lo comunicaré a mi marido para que podamos salir cuanto antes. Gracias por su ayuda coronel López.
    Dicho esto el coronel se retira y la señora sube las escaleras lo más deprisa posible.
    ¿Otro combate? Pensé que ya les había quedado claro que esta ciudad está completamente bajo la autoridad estadounidense.
    Sin evitarlo mis piernas empiezan a temblar. Otro combate. Otro bombardeo. Más muertes, más dolor…
    ¿Es que esto no va a acabar nunca?
     
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    El Soldado Del Viento
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    1247
    ~.Capítulo 1.~

    El profesor Plaza nos enseña Filosofía e Historia, y es uno de los profesores más viejos y más peculiares del instituto, con sus gafas redondas y su pelo canoso nadie antes de conocerle se puede imaginar su personalidad. Está aislado del mundo, esta en una burbuja de felicidad que nadie puede explotar. Siempre te hace sacar una sonrisa aunque acabes de salir de una oleada de disparos.

    Cuando el señor Plaza da por terminada la clase no dudo en recoger mis cosas y salir la primera. Respiro el aire de la falsa libertad que hay en la calle.

    A la puerta me esperan Rose y Matt. Le doy dos besos a cada uno y luego añado:

    -¿Qué tal el día de hoy?

    -Horrible.- contesta inmediatamente Matt, aunque no me sorprende ya tiene diez años y los estudios se complican y por tanto, las clases son más aburridas.

    -Lo sé, pero es que ya estas hecho todo un hombrecito y las clases no pueden ser iguales que cuando tenias seis años.

    -¿Y tú, Rose?

    -Muy bien.- dice con esa vocecita que me hace sacar una sonrisa aunque no quiera. Me recuerda mucho a mi madre.

    Salimos por la puerta principal del colegio, donde hay dos soldados vestidos con el uniforme militar y con una escopeta cargada.

    No entiendo como pueden tener eso en un centro donde hay niños de cinco años como Rose.

    Cuando me giro en busca de Rose la veo llorando porque unos niños la han empujado y se le ha caído la mochila.

    Me acerco rápidamente dispuesta a levantarla y consolarla, cuando una sombra se alza sobre nosotros. Es un soldado de ojos azules y un pelo castaño que le asoma por debajo del casco, diría que es joven, muy joven. Voy a gritarle que se aleje pero el pánico crece más cuando le veo acercarse a Rose. Entonces se agacha la mira y saca de un bolsillo de su uniforme una pequeña flor amarilla y se la tiende.

    -Toma, para ti.- dice con un tremendo acento americano que le es imposible ocultar.

    Rose está dispuesta a coger la flor, pero me la llevo en brazos apartándola del soldado. Y añado mirándole:

    -Déjanos.

    No sé si me ha entendido pero si no lo ha hecho al menos le habrá quedado claro por mi gesto que más le vale alejarse de Rose.

    Empiezo a caminar todavía con Rose en brazos y me aseguro de que Matt me sigue. Cuando estoy bastante lejos, la bajo al suelo, y echo una rápida mirada atrás, veo al soldado que sigue agachado y me mira profundamente.

    -Era muy majo.- dice Rose tímidamente.

    -No Rose, no son buena gente, lo mejor es mantenerte lejos de ellos, ¿entendido?

    Asiente mientras su cara se entristece.

    * * *



    En la comida el silencio invade el salón hasta que Rose dice:

    -Papá, ¿por qué son malos los hombres verdes?

    -Porque nos quieren quitar lo que es nuestro.-dice toscamente

    -La profesora Rita dice que compartir es bueno, ¿por qué no podemos compartir?

    -¡Porque no!- grita asustando a Rose y haciendo que las lágrimas empiecen a florecer de sus ojos.

    Me levanto arrastrando la silla, cojo a Rose y me la llevo a la habitación. La siento la cama y empiezo a acariciarle su pelo castaño claro y seco las lágrimas que no paran de salir. De vez en cuando solloza y me parte el corazón. Es injusto que una niña de cinco años tenga que presenciar todo esto, no se lo merece.

    -Shhh...-la susurro intentando calmarla.- Rose, tranquila, no llores.

    -No lo entiendo, ¿por qué papá se enfada tanto?

    -Son cosas de mayores.-frunce el ceño no muy conforme con mi respuesta.- Pero, ¿sabes una cosa? Yo tampoco le entiendo.

    Esboza una pequeña sonrisa, que yo le devuelvo al instante.

    -¿Cuando seas mayor me contarás esas cosas de mayores?

    -Claro.

    -¿Me lo prometes?- dice alzando su meñique.

    -Lo prometo.- y le rodeo su meñique con el mío.



    * * *

    Más tarde quedo con Noe y con Carla en "El Parque del Reloj". Necesito quedar con ellas, necesito poder pensar lo que quiera y sentirme tranquila, aunque eso no es para nada fácil.

    -¡Annie!- oigo gritar a Noe a mi espalda. Me giro y la veo corriendo hacia mí. Nos abrazamos durante un buen rato sin poder parar de sonreir las dos como si fuéramos niñas pequeñas. Cuando por fin nos separamos vemos a Carla a lo lejos.

    Nos sentamos en el césped y empezamos a hablar de nuestras vidas, y aunque lo odie, tarde o temprano, acabamos hablando de la guerra...

    -Annie...- me susurra Noe con una sonrisa traviesa en su cara.

    -¿Qué? ¿Por qué hablas tan bajo?

    -Hay un soldado detrás de ti que no para de mirarte.

    Me giro discretamente y veo al soldado de esta mañana. Se me forma un nudo en la garganta. Me está mirando, yo diría que tiene ganas de apretar el gatillo de la escopeta hacia mí. Vuelvo a mirar a mis amigas y digo:

    -¿Y?

    -¡¿Cómo que "y"?!- exclama Noe.- Está bueno.

    -¡Noe, por dios! Es un soldado americano, además, lo que tiene es ganas de matarme por la escenita que le monté esta mañana.

    -¿Qué escenita?- pregunta Carla mientras se recoge su larga melena rubia en una coleta.

    -Estaba en la puerta el colegio y le quiso dar una flor a Rose. Y yo le dije que se alejara de ella.

    -¿Por qué?- pregunta Noe sin parar de mirarle.

    -Porque es un soldado, Noe. Un sol-da-do. -enfatizo cada silaba de la palabra para ver si así se da cuenta de su significado.

    -Pues yo creo que te mira con deseo.

    Abro los ojos como platos.

    -No digas tonterías. Él sabe perfectamente que las chicas españolas estamos prohibidas para los americanos. Este tema es absurdo.

    -¿Y eso por qué?

    -Porque está mal, porque somos enemigos y nos tenemos que odiar.

    -Eso es una excusa tan antigua... ¿De verás crees que puedes elegir de quien te vas a enamorar?

    -Hay excepciones.- digo tajante.

    -No las hay.

    -Déjalo, Noe. Además que tiene eso que ver con que ese soldado nos esté mirando.

    -Te este mirando.- me corrige Carla.

    -Como quieras.-añade Noe dando ganada esta discusión.

    Noe mira a Carla que está mirando embobada al cielo, tumbada sobre la hierba.

    -Carla, ¿estás bien?

    -No.

    -¿Qué te pasa?

    -No me apetece hablar del tema. He quedado con vosotras porque en mi casa no paran de hablar de eso así que no quiero hablar.

    -¿De la guerra?- pregunto sin comprender nada de lo que dice.

    -No, bueno en parte es por la guerra.

    -Carla cuéntanoslo, somos tus amigas, y nos preocupa que estés mal.- insiste Noe poniendo cara de puchero.

    -Vale.- suspira, y luego se incorpora.- Me voy a Francia.

    -¡¿Cómo?!- exclamamos las dos a la vez.

    -Lo que oís.- dice sin dar importancia al tema.- Tengo familia allí, además de momento es un país sin guerra, así que estaremos mucho mejor.

    -Bueno sí, no hay guerra pero están tratando de conquistar Bélgica y parte de Italia.- corrige Noe mientras saca de su bolsillo un trozo de pan al que no tarda mucho en dar un bocado.

    -Da igual, ya está decidido, nos iremos dentro de unos meses.
     
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    ~.Capítulo 2.~
    Así pasan dos días desde esa conversación… Por suerte no vuelvo a encontrarme al soldado ni en el colegio ni en el parque.
    Todas las familias piensas como la de Carla, se quieren ir cuanto antes de España.
    Y yo sigo preocupada por las palabras del coronel López, por el nuevo combate…
    Antes de ir al trabajo quedo un rato con Noe y con Carla. No decimos nada, simplemente nos tumbamos en el césped y miramos al cielo, a las nubes, lejos de la guerra, lejos del dolor y de la tristeza.
    -Annie…- se oye la voz de Noe a mi lado rompiendo el perfecto silencio.
    -¿Qué?
    -¿Te has vuelto a encontrar con tu soldado?
    -No.- digo tajante.- Y no entiendo a qué viene eso de “mi soldado”.
    -Pues porque te mira con deseo.
    -Tienes razón, me mira con deseo.- miro a Noe que me mira con los ojos muy abiertos y una sonrisa triunfal.- Con deseo de matarme.- añado riéndome y Carla me acompaña al instante.
    -Eres idiota.- dice Noe sin poder evitar reírse también.
    Me vuelvo a tumbar sobre el césped intentando volver a la tranquilidad de antes.
    -Carla.- se vuelve oír la voz de Noe a los pocos minutos, volviendo a romper el silencio.
    -¿Qué?- contesta esta de mala gana.
    -¿Se te da bien el francés en el instituto?
    -Sí, saco notables. ¿A qué viene esa pregunta?
    -Bueno, si te vas a Francia, tendrás que hablar francés muy bien. Ya sabes, para que no te apoden como “la Española”.
    -¿“La Española”?
    -Sí, la chica española, que viene de un país moribundo y deshabitado. Vale que los franceses hasta hace unos meses eran nuestros aliados, pero abandonaron a España por miedo a los estadounidenses, y ahora pensaran que eres la chica pobre española que no sabe nada porque en España no hay nada.
    -Pero es que es la verdad.
    -No puedes pensar eso, sino, te sentirás desplazada y discriminada. Y eso no es justo.
    -Hace unos años yo hubiera hecho lo mismo si hubiera venido a nuestra escuela un chico de Afganistán.
    -Supongo que yo también.- admite Carla.
    -Por eso no les puedo culpar. Al fin y al cabo todos somos iguales, y pensamos igual, solo depende del punto de vista en el que nos encontremos.

    * * *
    Hoy la señora Camiruaga ha invitado a comer al coronel de las fuerzas armadas con varios soldados. La señora quiere que todo el personal estemos dedicándonos a servirles.
    -A la mesa principal.- me dice Joaquín mientras me pone en las manos un plato de lo que parece solomillo con roquefort. ¿Me pregunto de dónde habrán sacado ese queso si los americanos nos tienen cortadas todas las fronteras?
    Salgo de la cocina y me dirijo a la mesa donde estála Señora Camiruaga, con ella están sentados el coronel con varios soldados.
    Dejo el plato cuidadosamente sobre la mesa y ojeo en un instante la gente de la mesa. Mi mirada se detiene más de lo normal sobre un soldado. Él también tiene su mirada clavada en mí. Le reconozco. Es él. El soldado del otro día.
    Me pongo nerviosa y me meto en la cocina lo más rápido que puedo, sintiendo su mirada sobre mí.
    ¡Joder! Le prometí a mi madre que nadie me vería en este trabajo, nadie que me pudiera ver fuera de éste. ¡Ni si quiera lo saben Noe o Carla! Para colmo, la cara de ese soldado no me ayuda mucho, no tenía pinta de estar muy de acuerdo con mi presencia aquí sabiendo que voy al instituto.
    ¡Mierda!
    -¡Annie!- me grita Joaquín haciéndome despertar de mis pensamientos.- A la tercera mesa.- esta vez coloca sobre mis manos una sopa de pescado que huele deliciosa.
    Salgo evitando pasar por enfrente del soldado.
    Quizás se piense que tengo los dieciocho y que he repetido curso. El problema es: ¿Aparento dieciocho años? No lo creo.
    Vuelvo a la cocina que está abarrotada de gente, cocinando y cogiendo platos, se oye el ruido de algún plato roto y los gritos de Joaquín que está demasiado estresado.
    -¡Annie! ¡Annie! ¡¿Qué te pasa hoy?! Estás dormida, y no es el mejor día para que eso ocurra.-asiento extendiendo otra vez los brazos.- A la mesa principal.
    -¿A la mesa principal?- repito maldiciendo mi mala suerte.
    -Sí, ¿algún problema?
    -No.
    -Me alegro.- dice en tono cortante poniendo en mis manos un plato de salmón con manzana.
    Antes de salir de la cocina veo a Lousie, mi única salvación.
    Me acerco a ella, la sonrío amablemente y la digo:
    -Lousie, ¿podrías llevar esto a la mesa principal?
    -Por supuesto.- responde servicialmente, y desaparece por la puerta.
    Lousie es de las pocas personas a las que yo puedo mandar, ya que, estamos en las mismas condiciones, pero la diferencia es que ella lleva menos tiempo aquí.

    No respiro tranquila hasta que no ha acabado la cena, y me aseguro de que el soldado se ha ido antes de salir de la cocina.
    Decido subir a los pisos de arriba en busca de un poco de tranquilidad. Me paro en el gran salón y en lo único que se fija mi vista de aquella adornada habitación, es en el gran piano de cola blanco como un poco de nieve, que está solitario en una esquina pidiendo ser tocado.
    La SeñoraCamiruagame deja tocarlo pero yo no lo hago a no ser que ella me lo pida explícitamente, ella disfruta con ello, ya que le recuerda a mi madre, solo que ella lo hacía mil veces mejor que yo, y que yo solo me acuerdo de unas cuantas canciones que ella me enseñó.
    Respiro profundamente antes de entrar en la habitación y con el máximo cuidado que puedo me siento en el sillín. Descorro la tapa del teclado y empiezo a acariciar las teclas. Ha pasado mucho tiempo, y mi memoria no está por la labor de tocar.
    Me centro en el enorme cuadro que cubre gran parte de la pared, en él se ve a una mujer mirando el audaz fuego de una chimenea sosteniendo sobre sus manos una nota de la que no consigo leer su contenido.
    Lleno mis pulmones de aire, posiciono mis manos en las teclas correctas, y comienzo a tocar la canción que inunda mi mente.
    Mi madre solía pasarse las horas muertas tatareando esta canción en casa, así que me la sabía de memoria. Se llamaba, si no recuerdo mal, Comptine d’un autre été.
    Empiezo a tocar y me dejo llevar por los recuerdos que me trae la canción y por los sentimientos de tristeza y añoranza que causan en mí.

    * * *
    Después del trabajo he quedado con Alex, un viejo amigo al que conozco desde que teníamos cinco años, lo que pasa es que hace mucho tiempo que no le veo, ya que, le han elegido para hacer el CM (El Curso Militar que hacen los jóvenes, sobretodo varones pero también mujeres, si estas se ofrecen voluntarias, para prepararse como soldados y enfrentarse a los americanos.)
    Me dirijo a “El Parque del Reloj”, donde solíamos jugar de pequeños cuando la guerra era solo un rumor. Ahora el parque está desierto pues hay soldados en cada esquina y las madres tienen miedo de que sus hijos estén cerca de ellos.
    Sus miradas se clavan en mí en cuanto me divisan a lo lejos, pero me adentro en el parque sin importarme lo más mínimo. Pronto veo a un joven sentado en un banco, jugueteando con una pequeña medalla.
    Me siento a su lado haciendo que él pegue un brinco pero luego me sonríe mientras me rodea con sus brazos, los que admito que están mucho más musculosos que la última vez que le vi.
    Cuando consigo separarle de mí le digo tocando sus musculosos brazos:
    -Pero, ¡¿qué os dan de comer en ese campamento?!
    Él se ríe con esa risa tan contagiosa que ya echaba de menos escuchar.
    -No creo que la comida tenga mucho que ver con mis músculos, pues es una auténtica asquerosidad.- nos quedamos en silencio unos segundos mientras él me examina y simplemente sonríe- Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que te vi.
    -Pues sí, y todo por culpa de tu ocupada agenda.
    -Lo sé, pero ha merecido la pena, mira esto.- me enseña la medalla con la que jugueteaba antes.
    -¿Y esto?
    -Es la medalla militar a lo extraordinario. Soy el soldado más avanzado de mi curso. Eso significa que si estás a mi lado y esos soldados americanos de pacotilla se te acercan les parto el cuello en un abrir y cerrar de ojos.
    -De eso ya estaba segura antes de que te dieran esa medalla.- digo dándole un empujoncillo cariñoso, aunque me sorprende la agresividad de sus palabras. -Me he enterado de que el estado español planea hacer otro levantamiento en nuestra ciudad.
    -Sí, dentro de unos días, y yo estaré en él.- añade orgulloso, pero a mí se me parte el corazón al escucharle decir eso.
    -Sabes que todo lo que hagáis va a ser inútil, ¿no?
    -Annie, nada es inútil créeme.-contesta molesto por mi comentario.
    -Ya sabes lo que pasó en el último levantamiento.
    Noto la tensión que crece entre nosotros, pues está tema de conversación no es para nada agradable.
    -Sí, Juan murió. Con más razón tengo que ir a este levantamiento, para que los americanos paguen lo que han hecho.
    Niego con la cabeza desaprobando lo que mi amigo me ha dicho. Es normal que sienta rabia por la pérdida de su hermano, a mi me pasó lo mismo cuando mi madre murió tras el bombardeo, pero lo único que va a conseguir estando en ese levantamiento es que le maten a él también.
    -Annie, no nos podemos rendir ante los americanos, tenemos que seguir intentándolo. Todavía podemos vencerles.
    Esa actitud me recuerda a mi padre, y me da asco. ¿Es que soy la única a la que le da igual quien gane, a la que simplemente quiere acabar con todo esto de una vez?

     

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