El rostro oculto de la Tierra.

El rostro oculto de la Tierra.​

Prólogo.​

Génesis; pacto profanado; los ocho espíritus.​

Cuentan los ancestrales Manuscritos de Nerthus que el mundo estaba originalmente cubierto por un oscuro y turbulento océano sin fin. Las violentas tormentas que lo agitaban, así como la eterna oscuridad que lo sobrevolaba y la letal concentración salina de sus aguas, impedían el surgimiento de la vida; en el principio de los tiempos, el mundo era un lugar inhóspito y vacío, estéril pues no existían tierras para mantener la vida terrestre.

Sin embargo, por alguna razón desconocida, la oscuridad de la noche eterna en la que estaba sumido el mundo se vio de pronto inflamada por miles de puntos de luz ardiente, uno de los cuales se desprendió del cielo y se hundió en las tenebrosas profundidades del océano primigenio, atravesando la dura roca de las llanuras abismales y alojándose en el interior del planeta. La todopoderosa energía de aquella estrella caída provocó que las llanuras se quebraran y que grandes extensiones de terreno ascendieran de las profundidades para convertirse en las primeras tierras emergidas; uno de aquellos fragmentos recibió un impulso de energía tan grande que se separó por completo del planeta y ascendió hasta el cielo, donde quedó atrapada por la fuerza de la estrella, que se había convertido en el centro del mundo, dando lugar a la Luna.

Una vez los continentes se habían asentado por completo, de la energía de la estrella surgió la primera forma de vida, una divinidad de nombre Nerthus, la Madre Tierra. Gracias a sus divinos poderes, la Diosa Madre utilizó su cuerpo para canalizar la llameante energía de la estrella. Sabiendo que la energía del astro caído de los cielos, la misma energía que le había dado la vida, podía destruir por completo el planeta, Nerthus la combinó con sus poderes para crear un flujo de fuerza vital que equilibrara creación y destrucción.

El flujo de aquella corriente vital calmó las tormentas provenientes del océano primigenio y purificó la extrema salinidad de las aguas a la vez que hacía surgir las primeras formas de vida. Transportando el aliento de la Madre Tierra, esencia de la vida misma, la corriente refrescó la tierra y le confirió fertilidad; cielo, mar y tierra pronto se vieron rebosantes de vida. La fuerza de Nerthus era el motor de todos los ciclos naturales, que formaban un complejo entramado que era la creación.

Nerthus, Diosa Madre, Madre Tierra, Gaia,…Muchos son los nombres que esa todopoderosa entidad recibió por parte de la última criatura en aparecer, el hombre. Esta especie resultó ser especial, pues tenía la extraña cualidad de decidir obedecer o no a sus instintos, lo que le permitía hacer cosas que los demás seres no podían. Por desgracia, esa cualidad implicaba un peligro potencial y la diosa decidió establecer con los hombres un pacto por el que éstos sólo matarían y harían daño a otros seres para cubrir sus necesidades básicas y la diosa les otorgaría sus bendiciones.

Durante cientos de años, la humanidad prosperó gracias al pacto. No obstante, en algún momento de la historia, el arrogante hijo del líder de una tribu cazó un oso y exhibió su cabeza con orgullo en su decimoctavo cumpleaños. Debido a la gran celebración que hubo ese día, todos se olvidaron de darle uso a los restos del oso; se rompió el tratado.

Se rompió el tratado y aquella profanación sagrada, llevada a cabo por la actitud arrogante de un humano, provocó que la fuerza vital de la Madre Tierra quedase infectada por la oscuridad. Transportada por el torrente de energía, la oscuridad llegó hasta el último rincón del mundo y hasta el alma de todas las criaturas vivas atrayendo a una gran multitud de criaturas malignas, las cuales llevaron consigo diferentes enfermedades y males con la intención de acabar con la armonía del planeta. Cosechas, ganados, pueblos,…nada escapaba de la crueldad de esos demonios.

Viendo como el mundo moría poco a poco, ocho jóvenes se dirigieron a la Montaña de las Almas para hablar con la sacerdotisa de Nerthus, quien les explicó que los humanos debían ser los que salvasen el mundo al haber sido ellos los que lo habían puesto en peligro. Como los demonios eran demasiado poderosos como para que una persona normal pudiese hacer algo, la sacerdotisa invocó el poco poder que le quedaba a la Madre Tierra y les otorgó a cada uno el poder de un espíritu animal guardián creado para proteger a la deidad.

Gracias a los poderes de sus espíritus animales, los ocho guerreros pudieron mantenerse al nivel de los demonios y defender a la gente de sus ataques. Pero el número de espíritus malignos no cesaba de aumentar al igual que sus poderes, alimentados por la desesperación de sus víctimas, y los guerreros pronto se vieron superados, especialmente el espíritu lobo, quien estaba concentrado en eliminar a los demonios y en proteger a su compañera sentimental.

Sintiendo su corazón en un puño, la mujer sólo podía mirar como su amado luchaba y sufría. Fue en el preciso instante en que éste era apresado por sus enemigos cuando la sacerdotisa de Nerthus se apareció ante ella empuñando un puñal creado a partir del poder de la estrella que giraba en el núcleo del planeta. Para acabar con la amenaza proveniente del mundo de los espíritus, la mujer, cuyo nacimiento había sido decidido por la Diosa Madre muchos años atrás, debía clavarse aquella daga en el corazón y permitir que su alma se fusionara con la corriente vital.

Decidida a salvar a su amado, la mujer ignoró las súplicas del espíritu lobo y atravesó su corazón con el puñal. Los demonios se alejaron del guerrero y se acercaron a la chica para apresar su alma pero llegaron demasiado tarde y la esencia de la joven se unió a la energía de Nerthus, que surgió del interior de la tierra y barrió la superficie como si de un maremoto se tratara, purificando la energía negativa de los demonios y haciendo desaparecer a éstos. Cuando la ola de luz regresó a la normalidad, dejó atrás un mundo devastado; un mundo que tardaría su tiempo en recuperarse y que, aún así, siempre conservaría las marcas de la desgracia que la arrogancia de aquel muchacho desató.

Nadie sabe qué fue de los ocho guerreros. Los hay que afirman que renunciaron a su humanidad y que se convirtieron en animales para desaparecer en la naturaleza; otros dicen que sus espíritus regresaron a la corriente vital de la Madre Tierra; finalmente, hay quienes dicen que se convirtieron en estatuas inertes hasta que llegue el momento en que se requiera su regreso.

“La historia es un incesante volver a empezar.”​

Los ocho espíritus:

Águila.
Oso.
Lobo.
León.
Serpiente.
Ciervo.
Nutria.
Zorro.

 

Capítulo 1.​

Madre sin hijo; quimera indiferente; reprimenda y esperanza divina.​

Frustración, ese sentimiento que hace hervir la sangre de las personas con la ira y que les impulsa a desear desatar golpes contra cualquier cosa que haya a su alrededor sin importar la posibilidad de que se rompan una extremidad por culpa de la pérdida del autocontrol; el sentimiento que había estado rigiendo la personalidad de Isabel Haust durante los últimos meses tras su casamiento con Alan.

Tanto el año y medio de noviazgo como los seis meses de matrimonio habían resultado ser el tiempo más maravilloso de la pareja. Sin embargo, había un problema que manchaba la felicidad de la pareja y era su aparente imposibilidad para concebir un hijo. A pesar de sus esfuerzos y de las largas noches de pasión que mantenían, el cuerpo de Isabel nunca evidenciaba indicios de que una nueva vida estuviese desarrollándose en su interior.

Ese era el origen de la agitación interna de la mujer, a quien se podría denominar como una madre sin hijo en deferencia a sus desarrollados instintos maternales. Isabel lo pasaba especialmente mal, pues muchas de sus amigas ya habían tenido por lo menos un hijo o estaban esperando al primero. A pesar de que las demás le decían que cuidar de un niño siendo madre primeriza podía llegar a ser duro, ella estaría dispuesta a soportar varias semanas sin dormir cómodamente si ello era debido al llanto de su hijo.
__ No te sientas tan mal.__ le recomendó su madre un día en que las dos se encontraban haciendo la colada.__ Tienes que dejar que esas cosas sigan su curso natural sin presionarlas. Además, vosotros dos sois jóvenes y tenéis toda la vida por delante.
__ Pero tú no tardaste tanto en quedarte embarazada, ¿verdad?__ le preguntó Isabel, apesadumbrada por lo que pudieran pensar los habitantes de la aldea de Plexos, pues siempre se habían mofado de las mujeres incapaces de dar descendencia a sus esposos.
__ Bueno…, no.__ respondió Evelyn, sintiéndose culpable al ver que la respuesta desmoralizaba más a su hija.__ Siempre podéis pedirle ayuda al sacerdote; he oído que sus hierbas tienen efectos milagrosos.

La propuesta de su madre hizo renacer la ilusión en el alma de Isabel, que se apresuró a terminar de tender la ropa y se dirigió rápidamente a la iglesia, que se alzaba en el centro del pueblo como si de su pilar se tratara. Allí se encontraba Teus, el anciano sacerdote que se ocupaba de mantener aquella estructura edificada en honor al dios Roth, el dios solar, quien impulsaba el mundo desde lo más alto del firmamento durante el día, y a la diosa Artemis, la diosa lunar, quien sustituía a su hermano al llegar la noche. El anciano se encontraba arrodillado ante el altar, orando a la efigie que representaba a las dos deidades hermanas sosteniendo el mundo con sus manos.
__ ¡Ah, Isabel!__ exclamó el sacerdote al escuchar los pasos de la joven resonando contra los sólidos muros de piedra.__ ¿Qué puedo hacer por ti, querida?
__ Es un asunto un poco…vergonzoso.__ susurró la joven desposada.
__ Ya sabes que puedes hablar con total libertad.__ le recordó Teus con amabilidad mientras la conducía a uno de los bancos delanteros.

Venciendo el rubor que sentía por hablar de un asunto tan íntimo, Isabel le explicó de forma resumida los problemas por los que estaba pasando su matrimonio con Alan. Tal y como había dicho su madre, el sacerdote decidió inmediatamente entregarle un paquete lleno de hierbas.
__ Machácalas, mézclalas con agua caliente y tómatelas antes de mantener relaciones con tu marido.__ le indicó con la autoridad de un verdadero médico.__ Pero tu madre tiene razón; no presiones el curso de los acontecimientos.

Isabel le dio las gracias y procuró tomárselo con calma mientras consumía las hierbas medicinales cada noche de las dos siguientes semanas. La esperanza que su madre y el sacerdote habían sembrado en su corazón pronto se marchitó al ver que no había resultados y se vio sustituida por el miedo a que hubiese algo mal en ella que impidiese que se llevase a cabo la concepción.
__ O podría haber algo mal en tu esposo.__ opinaron sus compañeras cuando Isabel les explicó qué era lo que le tenía tan preocupada.__ Igual dispara balas de fogueo.
__ No, no creo que sea eso.__ replicó Isabel al recordar lo mucho que disfrutaba con su marido.

La noche del último día de las dos semanas, Isabel se aseguró de que su marido dormía profundamente y abandonó su casa para dirigirse al templo, vacío por lo tarde que era. Tras intentar con tanto ahínco quedarse embarazada y fracasar tantas veces, lo único que le quedaba era rezar y suplicar a los dioses que la bendijesen para poder tener un hijo.
__ Por favor, dioses de la luz, permitid que nuestra casa se llene con la voz y el calor de una nueva vida.__ susurró apretando con fuerza las manos y aguantando el intenso frío del suelo en el que se encontraba arrodillada.
__ Vanas ilusiones; sombras de los profundos deseos del corazón humano.

Aquella susurrante voz tomó desprevenida a la mujer, que se levantó y se volvió para observar la entrada, descubriendo que una joven de unos dieciséis años y de rostro solemne acababa de entrar en la iglesia. Iba vestida con una larga túnica blanca y caminaba descalza a pesar del intenso frío de las piedras de las que se componía el suelo.
__ ¿Quién eres tú?__ le preguntó Isabel, cuyo cuerpo parecía ser recorrido por extrañas corrientes eléctricas ante la cercanía de aquella desconocida.
__ Aunque te lo explicara, no lo entenderías.__ susurró la joven, quien imponía un gran respeto con su presencia a pesar de que era más baja que la mujer.__ Tú, que perteneces a una especie que ha olvidado las costumbres verdaderas y ha cerrado los ojos a la verdad que rige el mundo, construyes castillos en el aire al depositar tus esperanzas en esas efigies, que no son más que las quimeras indiferentes del alma humana. Nunca te concederán tu deseo.

Mientras pronunciaba esas palabras, la solemne muchacha apuntó a las estatuas de los dos dioses, que se vieron resquebrajadas por una fuerza invisible. Isabel no podía creerse lo que estaba viendo y escuchando, pues la actitud de la desconocida era de blasfemia.
__ Proyectando tus deseos en esas malvadas maquinaciones de la mente humana, sólo lograrás marchitar tu corazón con la frustración.__ continuó susurrando la joven con frialdad y rostro inmutables.__ Envejecerás sin ver los frutos de la unión con tu marido.
__ ¿Por qué dices eso?__ le preguntó Isabel, que se olvidó de lo escandalizada que le habían dejado las primeras palabras de la recién llegada.
__ Porque es la Diosa Madre quien decide si los individuos deben proliferar o no.__ replicó la desconocida colocando una delgada pero extrañamente fuerte mano en el vientre de la mujer.__ Sólo el poder de lo que los humanos actuales llamáis costumbres paganas permitirá que una nueva vida crezca en tu interior.

A pesar de que sabía que las tradiciones ancestrales habían sido erradicadas hacía cientos de años y de que eran una traición a la Nueva Religión, Isabel no pudo evitar sentirse tentada por las palabras de la desconocida, cuyos ojos verde azulados parecían traspasar su cuerpo para ver su corazón y sus deseos.
__ ¿Y tú podrías…lograr que yo diera luz a un hijo?
__ Soy la sacerdotisa de la Madre Tierra.__ declaró la adolescente.__ Yo soy el brazo ejecutor de su voluntad divina; su poder fluye a través de mi humilde cuerpo mortal. Y es su voluntad que una vida nazca de tu vientre fecundado por la semilla de tu esposo.

La otra mano de la sacerdotisa se apoyó en la frente de Isabel, que sintió una extraña corriente de energía recorriendo su cuerpo y escuchó una poderosa y ancestral voz en su mente.
__ La semilla de tu esposo…la fertilidad de tu vientre…que el aliento de Nerthus permita el nacimiento de la nueva vida en tu interior.__ oró la muchacha mientras una intensa luz verde inundaba la estancia.__ Que la voluntad de la Madre Tierra convierta los deseos de esta mujer en realidad cuando la luna llena alcance el cenit.

La luz se intensificó hasta dejar en blanco la mente de Isabel, que se desmayó y cayó al suelo del templo a la vez que la sacerdotisa se desvanecía en el aire sin dejar rastro que evidenciara su presencia en aquel lugar aquella noche.

"La maternidad es la clave de bóveda de la felicidad matrimonial."​