Hace poco Rowan Atkinson cumplió 25 años de ser su personaje más iconico, a mi me divierte mucho así que aquí va una ese cómico. Contenido oculto Rowan observó aquel escenario, aquel sitio de facultad que lo había llamado desde el primer día que llegó pero las convicciones que su padre le había impuesto le habían impedido siquiera considerarlo, de cierta manera Eric Atkinson era un hombre recio y un tanto duro, años abstraído en su compañía lo habían vuelto así, de las personas que conformaban su familia hubiera pensado que su hermano que no estaba con vida hubiera sido el único en entender esa pasión oculta que lo incitaba en cada paso mientras iba al escenario, siempre le habían dicho que Paul era muy gracioso, ojala él también pudiera hacerlo, pensaba. —Bueno, estoy solo — pensó mientras encendía la luz observando las escaleras del escenario un tanto inseguro se volteó y observó las bancas solas que se extendían por más de 10 metros hacia arriba y suspiró. —Bu-buenas tardes caballeros y damas, hoy les presentaré un espectáculo, e-espero que les agrade — respiró recordándose que era solo él y el silencio los que se encontraban allí — les presentó: ¡Hamlet!. —exclamó claro y sin tartamudear. Desde que recuerda había tenido algunos problemas del habla, el pánico escénico hacia que sus palabras se entrecortaran y terminara repitiendo algunas, eso le impedía exponer, hablar fluidamente y sobretodo actuar. Pero en este momento no había nadie que lo juzgara o pensara en eso. Así que comenzó con el primer acto. —¿Quién está ahí? —preguntó, esperó un segundo y fingió otra voz más gruesa —No, respóndame él a mí. — se puso del lado opuesto y volvió a la primera voz —Deténgase y diga quién es. —dijo con otra —¡Viva el Rey! —dijo con una más delgada y fingida —¿Es Bernardo? —pregunto cómo buscando, vio un espejo frente a él y se acercó sigilosamente como si fuera la primera vez que viera uno, siguió lentamente y se sobresaltó de pronto, sobreactuando con varios gestos de molestia hizo como si le explicara a una mujer de cartón que formaba parte del escenario que su reflejo acababa de asustarlo, replicando como había ocurrido punto por punto. Entonces se dio cuenta que era una chica y levantó la ceja con coquetería, al lado de ella había un hombre de sombrero y él se cubrió el rostro fingiendo distracción como si esperara que le reclamara. Volvió entonces al espejo, tomó los extremos de su traje y haciendo un sonidillo gutural, lo usó como si se disfrazara de un fantasma, poco a poco bajó el saco de su cabeza y lo terminó tomandolo con las puntitas bailando ridículamente mientras hacia una cara chistosa con sus ojos grandes y una sonrisa pícara. En ese momento una risa estalló detrás de él, Rowan sintió que el calor le subía a la cabeza nervioso y apenado, más cuando sintió que se acercaba aplaudiendo. Él en lugar de voltear y afrontarlo, corrió igual que lo había un avestruz alocada con las manos pegadas al cuerpo y con una cara llena de sorpresa y miedo. Entonces se acercó de frente a él sin darse cuenta y gritó en su cara de una manera graciosa. El hombre no hizo más que dar otra carcajada y darle una palmada. —Señor Atkinson, no sabía que le interesaba la actuación y más la comedia. —le dijo quién era el maestro de teatro, un hombre de cabello cano y rostro amigable— el tipo de comedia simple y absurda, se ve poco—el negó con la cabeza nervioso, no era lo que había tratado de hacer—déjeme terminar, se le da muy bien, debería considerarlo. —¿D-de verdad? —Mi comentario tiene tanta veracidad como usted gracia, ¿le interesa?. —Pero…mi habla… —Veremos que sucede con el tiempo, pero el personaje, ese que acaba de crear, creo que le va muy bien con mímica, ¿tiene un nombre?. Rowan sonrió ampliamente pensando el giro que había dado su vida en unos segundos, entendiendo que debió de confiar más en sus capacidades pues al parecer estas gustaban, pero momentos después, un nuevo ataque de pánico volvió, le pedía un nombre, él no tenía uno. Miró nervioso por todos lados y vio en el escenario que alguien comía algo marrón de un plato, trato de adivinar qué es lo que era, hasta que lo intuyó. Era un nombre perfecto, simple, como era lo que había hecho hace unos minutos. —Mr. Bean—respondió.
