El Libro de Otro [FONT="]La historia que ustedes lectores están por leer, simplemente es la mera referencia de mi vida. No tiene a un héroes ni tampoco a un antagonista, sino que son hechos que me han sucedido a lo largo de los minutos en que he vivido. Capitulo 1 La historia comienza en 1975, en un país que no tiene importancia nombrar. El lugar simplemente no tiene nombre, yo le solía llamar hogar, pero seguramente ustedes al no conocerlo, no lo llamarán así. Vivía en aquel fundo, floreciente en aquellos tiempos de verano, en una casona que habíamos heredado como familia. Había pertenecido a los primeros de mi familia, y según mi madre, de vez en cuando se escuchaban susurros de nuestros antiguos familiares. Aquellas voces en off, simplemente existían para que no nos olvidásemos de ellos. En fin, yo era un chico normal, nada especial en realidad, jugaba de vez en cuando a las escondidas con Gustavo, Micaela y Jaime, o robábamos frutos y los reventábamos contra las piedras. Vivía, respiraba y sentía como un niño de campo. Hasta que una noche recibimos la visita de un tío lejano, que nunca mas dejó la casona, y que en realidad cambió la vida de aquel pendejo de campo. Don Gervasio. Era un tipo melenudo, que siempre ocupaba camisas blancas semi amarillentas y repelía un cierto aroma a pitillo. Por las mañanas dormía como caballo, nadie lo despertaba, ni incluso las invitaciones de mi padre a los campos servía para mover a aquella momia en su altar de tinieblas bombeantes de sueños. Solo a ciertas horas de la tarde podíamos apreciar como aquel tipo resurgía de su coma y salía y se sentaba bajo un manzano. Siempre llevaba un cuadernillo y un lápiz. Era escritor. Poco a poco fui fortaleciendo aquella barata relación que teníamos. En un comienzo no sabía de mi existencia, para luego conocer simplemente mi persona. Solo al final sabía quien en realidad era, debido a que mi curiosidad por aquellos cuadernos parecía expandir los lindes de su simpatía y confianza. Comencé a conocer a grandes autores y de paso hacerme espacio en el juego de la imaginación y crear mis propios mundos, historias y vidas. A la edad de 17 años, aquel tío que se había ganado cierta popularidad en la zona, me envió como recomendación para un diario local. Ahí comenzó mi historia. [/FONT]
Re: El Libro de Otro Capitulo 2 Don Trevino era el dueño de aquel diario, el cual informaba a la gente de la zona la situación del país en general, pero lo que en realidad ocupaba la importancia era el contenido económico que reflejaba la situación agraria con referente a la capital. Otra de las secciones que se reflejaban, era una sección de historias diversas. Cada 3 veces a la semana cambiaba el estilo, donde se podían apreciar historias de terror así como suspenso, pero que en realidad daban más risa que miedo. Mi tío alguna vez me dijo, que si lograba ganarme a este pueblucho, podía escribir en libro de textos más grandes. Es así que don Trevino me dio una sola oportunidad, la cual no pude desaprovechar. Y así es como nació el "Huertero", la historia de un capataz de campo que había sido enterrado vivo por unos jóvenes delincuentes, que además de ser malos eran excesivamente pervertidos por lo que terminaban violándose a su mujer y a sus cuatro pequeñas hijas, dándoles muerte tras el asqueroso acto. Recuerdo la mirada del jefe de la sección de historias al haber leído la parte de la violación. Simplemente le repelía y seguramente pensaba que un chico de 17 años, contando morbosidades no llegaría a ningún lado. Pero simplemente le bastó leer las siguientes 20 paginas, para darse cuenta que las apariciones de este fantasma del capataz, sediento de sangre y venganza, eran lo suficiente para captar la atención de todo los lectores de aquel humilde diario. Al "Huertero" le bastó simplemente una semana establecerse en la cabeza de la gente, para transformarse en leyenda y cuento místico del campo. Pronto se transformó en éxito en las reuniones de los campesinos y en fogatas bajo las estrellas. Don Gervasio me sonreía y había notado que aquella movida de meterme en aquel diario me serviría para formarme. Pronto las ideas me nacieron en forma más grande y comencé a escribir librillos de no más de 50 paginas, con variadas historias, desde románticas hasta trágicas. Mi tío que viajaba de vez en cuando a la capital, una vez llevo aquellos manuscritos con el, para mostrárselos a ciertos amigos de él, que tenían el beneficio de trabajar en editoriales. No tardó en llegarme una solicitud para trabajar para una de estas editoriales, en donde mi madre se opuso rotundamente, debido a que aquello comprometía virarme hacia la metrópolis y dejar a mi progenitora sin uno de sus críos. Mi padre, por otro lado, veía esto como una oportunidad para sacarme de aquellas tierras, y así permitir que un miembro de su familia conociese el corazón del país. No tardó mucho que mi madre cayera en la resignación y pronto estaba junto a mi tío en un bus el cual iba en dirección a mi futuro.
Re: El Libro de Otro Capitulo 3 Aquel mundo era algo completamente distinto a lo que había vivido aquellos años en el campo. Era un lugar de bastante velocidad y desenfreno, donde no existían los rostros y el aire tenía la sensación de pérdida. En un comienzo me sentí asustado, porque en realidad no sabía a que me enfrentaba. Esto no era el diario comunal de mi antiguo pueblo, sino que una tormenta de asfalto y cemento la cual se venía encima de aquel pendejo de 17 años. Gervasio se sentía confiado, había crecido en aquel remolino y ahora guiaba mis pasos, enseñándome donde mirar y a quien no saludar. Pronto descubrí que el mundo no era para fiarse, que la gente mala existía y que las verdaderas atrocidades en realidad no solo vivían en mis historias rurales. Mi nuevo hogar ahora no era una casona con un eterno campo y cerros, sino que un departamento pequeño con vista a un muro rojizo hecho de ladrillos perteneciente al edificio de al frente. Las mañanas ya no eran introducidas por los cánticos de los Mirlos sino que atronadoras gargantas de vehículos consumidores de odio y prepotencia. Tardé unos cuantos meses adaptarme, y poder desligarme de mi tío para poder enfrentar aquella selva solo. Comencé de a poco, caminando por la vecindad o comprando víveres en un almacén vecino, donde se me permitió conocer la naturaleza del hombre gris. Pronto aprendí lo que era la verdadera pobreza al verla con mis propios ojos, o la aversión anónima volando por los cielos y calles como si fuera parte del ser per se. Aquella vida era distinta, ya no vivía alrededor de árboles ni trigo, de pájaros ni gallinas, de viento ni silencio, sino que frente a una nube repleta de depresión y desenfreno que no se podía contener. El diluvio era constante. Debía vivir en aquella sociedad mediante el trabajo, el cual era arrastrado por mi voluntad. Es por eso que comencé haciendo pequeños mandados a mi tío, el cual me pagaba con el techo, la comida y una u dos horas diarias para hablar de literatura, ideas, sueños y mi futuro como escritor. Mi tío en cambio, vivía en su salsa, es decir que sonreía con cada amanecer, para así ponerse a escribir y reventar aquel cerebro y crear obras que en unos cuantos meses nos traerían prosperidad para sobrevivir. Su segunda casa era la editorial “Crepúsculo”, donde entregaba ciertos cuentos cortos para infantes y pequeñas muestras de capítulos de su gran obra. Por mi parte me dedicaba a escribir pensamientos, esperando a que aquella idea gloriosa surgiera de las entrañas de mi alma, permitiendo sacar a flote a aquel fantasma del escritor que siempre quise ser. Pronto me daría cuenta que la inspiración para aquello iría a venir por parte de Cecilia, la hija de Don Patricio Gonzales, dueño del local de la esquina y proveedor de víveres.
Re: El Libro de Otro Capitulo 4 Dos veces por semana le entregaba escritos a mi tío Gervasio con ideas e historias para que este la calificara con respecto a las exigencias de los editores capitalinos. Muchas veces recibía respuestas tales como, vago, incongruente, apagado, e incluso muerto, dejando en claro que la partida en realidad era en un espeso pantano, donde la aceleración solo se adquiría una vez fuera de él. Y el pantano era mi tío, el cual además de estar metido en sus ideas debía dejar dos oportunidades cada semana a la hora de cena, para ver si aquellos vuelcos de imaginación podían satisfacerlo a él y su referente social. Una vez por semana debía ir al almacén de la esquina para adquirir víveres para cubrir nuestras necesidades básicas y ciertamente de vez en cuando me escapaba para simplemente contemplar a Cecilia. Cecilia tenía en aquel entonces 18 años, era una mujer de piel de bronce y cabellos acaramelados, los cuales siempre andaban atados a una cola de caballo que por ordenes de su padre debía acarrear para darle más finesa a aquel humilde establecimiento. En un comienzo todo se redujo a conversaciones comerciales, donde yo aparentaba estar más preocupado del precio de los objetos comprados que la verdad de la que me atendía. Poco a poco comencé a hacerme conocido en aquel local, debido a mis constantes demandas de pan y otras derivaciones. Ermita, esposa de Don Patricio y madre de Cecilia, me comenzó a recibir cada vez con mas calidez y simpatía, lo cual terminaba en unas breves conversaciones acerca de mi oficio como futuro escritos así también como interacciones cada vez mas notorias con su hija. Cada vez se me hacia mas fácil hablarle a Cecilia, debido a que me bastaba asomarme en el local y preguntar por un par de calugas, para esperar una pregunta acerca de mis avances y yo responderle con otras acerca de su vida. Esta chica había dejado el liceo a los 16 años, a causa de un embarazo no planificado causado por su ex novio, el cual había escapado a la indiferencia para salvarse de aquel embrollo. Es así que Cecilia tuvo que dedicarse a atender clientes en el establecimiento de su padre, para poder afrontar las futuras necesidades de su conyugue. Lamentablemente perdió a aquel hijo suyo a causa de un asalto ocurrido una vez al almacén, donde un golpe con un bate le basto para acabar con la resistencia de aquel feto de 5 meses. Desde aquel día que Cecilia había comenzado a vivir una vida corrompida por la tristeza de perdida en donde la luz a duras penas tenía cabida. Sonreía bastante, pero aquellas contracturas faciales no eran suficiente mascara para ocultar aquel agujero en su interior. Pronto aquellas tinieblas comenzaron a sentir ciertos aires y tibieza al conocer a aquel aspirante a escritor oriundo de los campos. Nuestras conversaciones pronto sobrepasaban la hora, hasta que un día decidí acompañarla a tomar un helado por el sector. Eso gatilló a acometer dicha practica mucho más seguido. Fue así como conocí más la ciudad, siendo llevado a museos, calles históricas e incluso pequeños lugares secretos de mi bella guía, tales como un pequeño mirador ubicado en un cerro donde ni las almas en pena sabían que existía. También conocí la noche fuera de mi apartamento, dándome cuenta de la vida joven y desenfrenada que abatía los silenciosos barrios, e incluso conocí más sus culturas pero siempre desde la perspectiva ajena junto a Cecilia, la cual no deseaba volver a aquellos tiempos que le habían arrebatado su felicidad. Y fue así que cada vez mis escritos se hacían más interesantes y llenos no solo de mis ideas sino que también anexas a un contexto y cultura que había adquirido gracias a mis aventuras en terreno. Una de aquellas noches en donde Gervasio debía calificar mi trabajo semanal, fue que me miró con ojos distintos y una sonrisa que nunca le había visto en esas reuniones. Me preguntó quien era mi inspiración, aquel sol que hacía florecer mis pensamientos, a lo que yo simplemente le respondí con una sonrisa. Esa misma cena, en donde comimos espagueti preparado por mi, me dijo que al día siguiente se juntaba con unos de sus amigos editores que alguna vez me había contado que existían. La oportunidad había llegado, después de 9 meses, había llegado. Aquella noche no pude pegar un solo parpado, no solo porque lo que había soñado estaba a solo una noche de ocurrir, sino que me había dado cuenta de m verdadera inspiración y de que en verdad me había enamorado fuerte y secretamente de ella.
Re: El Libro de Otro Capitulo 5 La oficina era reluciente, con ciertos cuadros de naturaleza muerta y un ventanal que se encontraba detrás del mesón de escritorio. Me observaba detenidamente con sus ojos azules y de vez en cuando suspiraba rascándose la barbilla. Erwin Von Borries era el jefe de aquella editorial llamada “Crepúsculo”, donde algunas obras tales como “La Inmaculada” o “Garzón y Sombra” habían aprendido a caminar. Me dijo que me encontraba ahí gracias a mi tío, y en parte a mis escritos, pero que en realidad para instaurarme debía escribir una obra de calidad, una que al menos 1500 copias saliesen al mercado para acaparar costos. La reunión se me hizo eterna, tragándome las ideas de aquel tipo, el cual exigía cosa magnificas y que al primer tropiezo todavía existía el diario rural para gente como yo. No me quedó mas que aceptar la propuesta e inscribirme en las grandes ligas, donde pronto me encontraba frente a un contrato de seis meses donde se me explicaba que grandes porcentajes eran para el negocio y que un solo 20 por ciento para este cagón escritor criollo. Con un contrato sobre mi alma empecé pronto a revolotear la lapicera y las ideas surgieron en un santiamén. La historia se recrearía en una ciudad semejante a la que yo ahora vivía, en donde una noche un fenómeno conmovedor al igual que espantoso sucedía. Las personas amadas fallecidas se hacían presentes aquella noche tocando la puerta de sus otros seres queridos. Ahí es donde implementaría 3 historias distintas, la de un vagabundo que se reencontraba con un antiguo amor de infancia que había perdido en un accidente, la de una viuda profesora de escuela y su amante que reciben la visita del difunto esposo de la primera y la de un detective que se topa con su hermano el cual había sido asesinado. La obra iría a llamarse "Noche Blanca". Sabía que la apuesta era distinta y difícil, pero sabía que esa historia poco usual podía llegar a las 1500 copias vendidas. Debía escribir simplemente 200 páginas como mínimo en la obra y un máximo de 250, donde debía entregar un borrador de 40 paginas a Von Borries cada principio de mes. Recuerdo que todo se me hizo poco dificultoso, debido a que podía separar el trabajo de mi vida, es decir, tenía 30 días para escribir 40 paginas, por lo que el escribir 2 paginas por día me dejaba más que bien en cuanto a la tarea. Es por eso que en un simple mes entregaba aquellos borradores con despampanantes detalles de los cuales Erwin simplemente leía dos o tres páginas y luego me las entregaba en silencio en modo de aprobación. Con Cecilia compartía mucho más, incluso comencé a invitarla a mi departamento para charlar y pedirle opinión acerca de mi labor. Recuerdo que se conmovió con mi historia acerca de los seres queridos perdidos, a causa de la perdida del hijo que nunca pudo existir. Mi tío simplemente me alababa en ciertas cosas, al igual que me hacía denotar errores en cuanto a sintetizar ideas. Los seis meses pasaron volando a causa del buen rato que esto me había traído. Había tenido mi sueño de escritor, compartía todos los días con la mujer que amaba y Gervasio me respetaba como un profesional. Tiempo después, la noche en que lanzaba al mercado aquel libro recibí un llamado desde el campo. Era Gustavo, mi hermano, el cual hablaba con voz temblorosa y se escuchaban los respiros mojados de su nariz congestionada. Miré a Cecilia mientras escuchaba las palabras de aquel desconsolado compañero de infancia. Aquella noche no me presenté en el lanzamiento de "Noche Blanca".
Re: El Libro de Otro Capitulo 6 Aquel reencuentro en aquellos parajes simplemente no fue como lo había soñado ni sentido. El cielo estaba nublado y el viento se hacía presente revolviendo los pastizales que en aquél momento no se veían verdes relucientes, sino opacos. Mi madre lloraba desconsolada y mis tres hermanos se encontraban a su lado haciendo presencia y denotando fortaleza, la cual se fue rompiendo en cada palabra que el cura de la zona recitaba. Mi padre sin embargo yacía en aquel ataúd oscuro y frío, descansando en la penumbra durante las siguientes eternidades, debido a un sorpresivo y fulminante infarto causado por el exceso de trabajo que aquel porfiado trabajador de sangre se negaba a aminorar. Recuerdo que al llegar en la madrugada a mi antiguo hogar, mi padre ya estaba instalado en esa caja para siempre, pero yo, exigiendo mi derecho de hijo, pedí verle el rostro una última vez. Se le veía relajado y su piel hacía denotar aquellos surcos producidos por el sol golpeador en los días de trabajo. Me bastó parpadear solo una vez para verlo nuevamente sobre el Sucreño, su pura-piel como el le llamaba, gritando por los campos en sus delirantes pero cómicas locuras por despejar el campo de las aves que denigraban la siembra. O sus frías manos levantándome de aquella vez que me había sacado la madre cabalgando por primera vez. O las veces que se sentaba bajo aquel sauce esperando la cena mientras contemplaba su preciado fundo, siempre en compañía de uno de sus 4 hijos. Eso y miles de otras imágenes que me habían marcado en la vida se me hicieron presentes de súbito por lo que tuvieron que llevarme a mi antigua habitación a esperar que mis sollozos aminoraran y pudiese conciliar aunque sea algo de sueño. En aquel funeral despedimos por última vez a mi capataz, donde aquellas 24 personas reunidas y vestidas de negro acompañamos la penosa travesía al cementerio del pueblo. El entierro sucumbió en un silencio, mientras el ataúd era enterrado poco a poco. Aquella noche acompañamos a mi madre sentados en la sala de la casona, conversando el que iría a pasar ahora con las vidas de cada uno. Mi hermano menor, Jaime, se había largado hace no mas de 4 meses a una ciudad en el norte, donde le habían ofrecido estudiar, mientras que Gustavo había conseguido un trabajo como criador de caballos en una casona de una familia de linaje. Micaela era la única que había permanecido en la casona junto a mis padres, pero la actual situación ameritaba sacarlas de esas tierras, debido que no había un hombre presente que pudiese trabajar la tierra para mantenerlas. Yo y mis tres hermanos propusimos volver al campo a trabajar, renunciando a nuestros sueños, pero nuestra madre se negó, incluso se enojó al haber puesto en juego dicha idea. Mi madre, aquella santa, había nacido con el don de la amabilidad, por lo que en la vida un millar de amistades trazó, y en una llamada de una antigua prima, logró sacar a flote una solución. Mi tía de segundo grado Johana, vivía en una ciudad al sur, donde la acogió junto a Micaela, mientras que nosotros, los hermanos, seguimos con dedicándonos a lo nuestro con cierto pésame en nuestras entrañas. La casona se había quedado ahí, en ahora un solitario fundo que solo era visitado de vez en cuando por el viento y lluvias. Solo para que sus habitaciones vacías acumularan aquel hedor a humedad y encierro, para así en 7 años volver a verlas Yo volví a la capital a lo mío y a reencontrarme con Cecilia para sentir su abrazo de las condolencias.