EL LIBRO DE LA NOCHE El silencio era absoluto. Se tragaba el aullar del viento, el rugir de las bestias, y el sonido provocado por ligeros pasos en el corazón de la más alta de las montañas. Era una melancólica sombra que se extendía por las profundidades rocosas, siendo moldeada por paredes que conformaban una tumba natural. Habitaba el lóbrego sepulcro una mujer de oscura piel cual cielo sin luna y larga melena de color azabache. Su madre, Halál, la diosa de la muerte, le había puesto por nombre Szó, que significaba "palabra" en la arcaica lengua de los árboles. Sin embargo, la morena no se había visto bendita con el don del habla como el resto de inmortales. Avergonzada de su carencia, buscó el rincón más apartado del mundo para yacer en soledad. Durante su viaje cargó consigo unos viejos y deterioraros pergaminos en los que capturaba la imagen de cuanto observaba en el camino. Nadie podía superar la destreza con que realizaba trazo a trazo sus dibujos, siendo su favorito aquel en que las aves alzaban vuelo desde el lado siniestro del valle, aunque muchos dijeran que se trataba de un mal augurio. Entre esas mismas páginas creó diversos símbolos que con el tiempo habrían de convertirse en las primeras letras. Con ellos compuso tristes melodías, fúnebres versos y trágicas historias, formando un grueso libro que albergaba en su interior el poder de los dioses. Porque sólo éstos tenían derecho a utilizar las palabras, cuya magia era capaz de invocar lluvias, crear tempestades y agitar la tierra. Debido a eso, Szó lo ocultó consigo en las entrañas del mundo. Una lóbrega noche de invierno, cuando de las alturas caían gélidos cristales que el viento esparcía con ferocidad, un hombre proveniente del pueblo ubicado en la falda de la montaña buscó refugio en el interior de la cueva en que moraba la diosa muda. Al verle, Szó se enamoró del níveo color de su piel, de las doradas y finas hebras de su cabello, y de las angelicales facciones de su rostro. Lo convirtió en su amante y éste vivió junto a ella cuatro lustros. En ese tiempo, Szó le enseñó a leer y a escribir en la lengua sagrada, actividad que resultó difícil debido a su discapacidad fónica, y lo instruyó en el arte de pintar. Finalmente, le compartió el conocimiento oculto en el primer libro. ¡Ay, traición! Llega sin ser advertida y se aloja en los corazones débiles, a los que corrompe lentamente con su deletérea esencia. Desgraciada la hora en que cruza el umbral de la moral, puesto que una vez recibida no se marcha jamás. Mientras que Szó dormía en el lecho compartido, su mortal amante tomó posesión del libro y, envuelto entre sombras y ayudado por el silencio reinante, abandonó la montaña en dirección al poblado que había dejado atrás en su juventud. Antaño, las gentes del lugar lo exiliaron al ser acusado, no injustamente, de vil canalla y ladrón. Pero ahora no sentía temor alguno en su regreso, pues llevaba consigo una infalible arma. Dijo oro, y lo trajeron. Dijo rey, y lo coronaron. Dijo palacio, y lo construyeron. Al despertar y ser espectadora del mal que sus ingenuas acciones habían provocado, Szó, en medio de su triste llanto, se arrancó las cuerdas vocales y las moldeó una y otra vez hasta convertirlas en huecas palabras. Luego descendió al valle, donde las depositó en boca de todos los hombres y mujeres, despojándolas de los poderes que albergaban. El rubio amante, perdiendo aquello con lo que tanto daño había causado al controlar a sus semejantes, encontró temprana muerte en manos de su propio pueblo. La diosa recuperó el libro y lo enterró en las entrañas de la tierra para que sólo las alimañas rastreras y carentes de ojos le hicieran compañía. Szó, conocedora del castigo que le sería impuesto por los demás inmortales y no queriendo soportar más tormentos, se despojó de sus vestimentas y ascendió al cielo, en donde cambió de forma y se extendió por toda la tierra. Así, bella, oscura y silenciosa, se transformó en noche.
Estos tres los comentaré solamente aquí, puesto que me parece que forman parte de un mismo universo, algo así como un gran libro de leyendas. El género está muy bien planteado y muy bien llevado a cabo individualmente, como pequeñas piezas que se valen de las otras historias para coexistir en un mismo universo. Me parece un poco una lástima que entre los tres compartan un poco los mismos adjetivos que, al no ser de los más comunes, resuenan más en la cabeza y, aún bien utilizados, puede ser un elemento en contra, no tanto por el adjetivo en sí, sino porque el sustantivo al que acompaña es casi siempre es similar. Sin embargo disfruté entrando en el mundo que proponen y se me imagina que formarán parte de algo más grande. Se te da muy bien la fantasía, espero un "Señor de los Anillos" (?) Un saludo :)
Lo que hace el tener demasiada confianza en alguien que un día se presenta y roba el corazón para poder después robar su mayor tesoro que el ese libro. En el engaño ella cayó, pero qué bien que después lograra recuperar ese poderoso libro. El que ese hombre lo tuviera para utilizarlo de manera egoísta era algo que simplemente no podía continuar. Al final tuvo su merecido y el haber pasado esos veinte años al lado de Szó no le sirvió de mucho, después de todo. Saludos.