El lago virgen del Dragón

I

EL ASFALTO DE DUX
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Dux es una tierra egregia situada por los altos mares de las regiones montañosas. Nadie sabe con certeza el lugar donde residía, ni en qué punto de Europa solía reposar. Ciertos mitos cuentan que sus pobladores le decían la Tierra de los Destellos Danzantes. Las aguas de tan místico suelo eran abundantes, con cataratas tocantes al cielo celeste confundibles con sus nubes, perdiéndose de brisa en la altura del firmamento, los manantiales apacibles y serenos, con sus cristales fulgurosos, espejos en el rostro que adornaban la piedra negra y un corazón vendado; la furia de los ríos era semejante a la suavidad del vuelo de las mariposas. No en vano le llamaban la tierra de bellos destellos. Se especulaba que en el principio de la humanidad, cuando los poderosos hombres áuricos llegaron a esparcir prole, las aguas y montañas de dicha tierra estaban repletas de dragones con ojos de bisturí y aliento tan abrasador como el creído infierno. Hombres bermellones como la flama blandieron sus espadas, y toda la gente los creyó dioses por matar bestias y leviatanes. Se convirtieron así entonces en la tribu cazadora conocida hasta el día de hoy como los Bermejos, de los cuales quedan pocos por los bosques oscuros.

La actual Dux no es más que una ciudad próspera y civilizada, repleta de mercaderes y artesanos, con pintadas de burguesía, muy similar a la Europa feudal que leemos en nuestros libros hoy en día. Damas por aquí y por allá. Hombres, hombres, hombres; arando los campos y deambulando por los bosques con arco en mano y lanza en lomo. Mujeres viudas, o solteras o hijas, ordeñando las vacadas, a talón con la rueca y los nudillos sobre la masa del pan caliente. Pero oh ¡que belleza de muchacha adinerada! El rubí y la esmeralda son su soga sobre el cuello, ámbar y ónice son sus pendientes, dos al costado de sus sienes; seda y preciosos mantos de púrpura rojiza, diademas de diamantes y plata sacada del río por el bosque, ¡de ellas hay por montones! Hay también hombres de edad joven ¡atrayentes de mirada y atontado corazón! Dux es un manzano que da en abundancia frutos dorados, produciendo joven tras joven, cada uno con sus caminos distintos pero igual de brazada, claro, importando su categoría; dependiendo de esa manera un mancebo podría ser despreciado o aceptado, humillado o glorificado.

Hay cierto mozo en la tierra de Dux. Uno osado, pero algo fatuo ¿Fatuo? ¿Quién cree aun en las bestias aladas que escupen brasas ardientes? Os he mencionado ya que Dux es civilizada. El hombre ha hecho sus senderos de piedra, carruajes de bronce ha fabricado. Las vías de comercio se han engrandecido y los negocios han aumentado, y el conocimiento junto a ellos. La realidad y la visión lógica se convierten en el respaldo de los nuevos cuentos; el hombre está consciente de que el futuro no acapara lo que creían sus ancestros. Los mitos de la Creación y de los cambios del hombre no viven más que en la mente del mismo. Después la mente eclipsa la razón, disfraza la realidad hasta oscurecer el pensamiento. Al igual que la venganza dejar que la imaginación pase a vuelo envenena y mata el alma. El varón se convierte en un fantasma divagante que se pierde dentro de su propia mente: se consume en sus propios terrores ilusorios. Seguidamente, cava su tumba con su propio magín, y muere, siendo recordando como un grillado, que desperdicia sus bienes en espejismos que jamás, ni posteriormente, existieron ni existirán. Ante todo, el mozo mencionado olvida lo que ahora es la realidad…

“¿Por qué hacerlo? En la mente estoy a salvo. Puedo hacer lo que mi espíritu desea sin cortapisa. Caer sin heridas, pelear sin morir, puedo disfrutar de placer infinito sin conciencia manchada ¡Puedo vivir las restricciones y derribarlas como la pluma de un grajo!”
Que deterioro de cabezas, pobre muchacho de cabeza rota. Pero aquello aún no pasa, no, no en éste tiempo. Antes os presentaremos a vuestro ilustre zagal, os recordaremos sus días de felicidad. Desde el nacimiento bajo el vientre plantado está en su pecho un buen corazón y noble ser. Y su nombre significa “Héroe”, pero de héroe posee quiebro, al menos quiebro común de las mujeres vanidosas de forro carmesí ¿Pensaos que Hero es la imagen de los típicos héroes que pintan las leyendas del dios del trueno, de espalda amurallada, hombros soldados, de piernas gruesas como troncos plantados al núcleo y audacia de león repleto de osadía? Pues es demente. Sin embargo, rostro más primoroso y estético no puede haber más en toda la tierra de Dux. Si hubiese nacido éste en Roma, o por unos siglos más delante de sus tiempos, sin duda sería el hombre más bello que haya conocido la tierra. Sus ojos son celestes como el cielo del valle llano. Esbelto, pálido por todas partes y rubio en oro. Su boca delgada y colorada, roja y brillante, un color indescriptible por desconocido; su cara, pulida, hermosa, nadie resistiría la tentación de tocar su lisa piel ¡Que belleza! Dulzura de semblante. Mientras dicen algunos que su rostro ha sido tallado por querubines, ellas dicen que es una de ellas, una madrona, disfrazada de poca testosterona. Las damas esperan sentirse pequeñas, como flores, al rodearse por los brazos de un hombre corpulento. Tocar su rasposa piel, sus brazos melenudos, su abdomen áspero… pero ¡Ay de Hero! Es lampiño como siempre lo ha sido, delgado como siempre lo ha sido, suave como siempre lo ha sido… sin embargo… ¡Bello como siempre lo ha sido! Allá las mujeres insaciables que no quieren ser besadas por los labios de su madre. Quien encuentre a Hero será premiada, no sólo por apostura, sino por dadivosidad, por empatía, nobleza, lealtad, mansedumbre ¿No es ya demasiado con tanta hermosura? Sin vacilación, una mujer que busca tal tesoro se quedaría junto a él después de una decepcionante búsqueda. Sea como fuere el encuentro de ambos, esa muchacha espera aún para nuestro amado Hero.

Esperar, la paciencia, como se llame, pero es un caudal de bendiciones. Hero está consciente; su madre se lo menciona para atenuar su alma, pero la tolerancia se ha convertido en constantes desilusiones. Los varones del castillo befan contra su delicadez y apacibilidad, deleitándose en su desmán. La inocencia de Hero cuaja la represalia. El desalentado no tiene más que ceder a sus sentimientos y llorar sobre las sábanas de la noche. Pueden parecer poco los insultos de enclenque, malsano y amariposado, hasta las afirmaciones de que mujer no lo querrá por su falta de dureza, por supuesta cobardía.

“No tienes el coraje de desenvainar la espada y descuartizar al hombre que se te ponga enfrente. Eres cobarde, débil, bastante compasivo”
“Tu corazón es puro a los demás corazones. Has nacido con castidad, con decencia. Dios te ha hecho para ser consuelo. Los corazones de ellos son oscuros y perversos, saben con certeza que jamás tendrán uno como el tuyo, por eso te aplastan el alma. Serás premiado por propio Dios debido a tu corazón. Sé perseverante”-dice su madre, la apreciada.

Es evidente que es una dádiva una madre como la de Hero. Damalia, preciosa, retrato vivo de su amado hijo. Una madre de gallarda apariencia, voz encantadora, figura escultural, agraciada, cuerpo placentero, talle elevado, de cabellos hilados de la lana pura de montones de ovejas, bronceados áureos; ni siquiera los años han suplantado tan radiante hermosura, besada por el propio sol. Toda la gente acude en su presencia. Le deleita sentar rostros en el vestido de su regazo, curando corazones heridos mientras enreda sus dedos en las guedejas de sus vasallos. Todos honran más el alma de Damalia que la del propio rey,el propio rey ¿os he salido del relato? No en preciso.

Éste es Vater, el káiser de Dux, la tierra de los Destellos Danzantes. Os podré decir que Vater tiene tanta semejanza con vuestro joven Hero como su propia madre, porque junto a ella Vater es su progenitor. La historia de Vater con la agraciada gacela se remota tempos mucho antes de su primer fruto, cuando Dux era la potencia predominante en los altos mares. El rey Vater Dux, el primer hombre áurico que desencadenó una batida contra las fieras de los recónditos bosques y contra los salvajes que en ellos residían, se alió junto a las provincias de tierra firme. Éstas le suplicaron con voz en cuello que detuviese la masacre de los atezados y bermejos, de sus rebaños y montañas, y que jurara un acuerdo de paz entre ambos distritos. No conforme con la petición, los débiles reyes prometieron darle los territorios que fueran del arduo mar, las islas escandinavas, y además darle también a su futura generación como esposas a la entera tribu Aeraque, bellas mujeres de tez blanca y cabello rojizo en respaldo de cobre. Os ya conocéis el corazón de los hombres orgullosos, que lo que logra apaciguar su espíritu son el oro y las doncellas. Ante eso, la prole de Vater Dux respetó el tratado de tomar como esposas sólo a las mujeres aeraquianas, y de esas uniones surgieron espléndidas fuerzas y rostros que hicieron de la actual Dux (en honor al fundador del acuerdo) una tierra famosa por un sinnúmero de damas galantes, de ahí el dicho que se pronuncia hasta el día de hoy: “Volteas tu corazón a la tierra de sirenas andantes”.

La dinastía duxoniana jamás ha tomado otras mujeres desde aquel día de Vater Dux, pero igual el muchacho destinado al trono tiene la libertad de escoger a su reina de entre tantas mujeres que se presentan en la célebre liturgia nombrada Estación de los Lirios. Un ritual que sólo se celebra en Dux, en el tiempo de primavera, la primera primavera que surge después de la coronación del nuevo rey. Un momento de felicidad y regocijo, rodeado de pétalos blancos de la abundancia de flores que ornamentan las montañas del panorama y despiden su dulce aroma en el asfalto. Mujeres aeraquianas traídas de todas partes eran bañadas en el castillo Ave Cantora, en el centro de Dux, casa de la familia majestuosa, llamado así por su aglomeración de fuentes para carracas europeas, quienes llenan con su divino canto los jardines y patios de la alcazaba. Rodeadas de sus melodías y de las flores blancas de temporada que emergen en primavera, se las trataba con aceites perfumados del oriente, se les daban frutos de ave enamorada: granadas, fresas y cerezas, manzanas de todos colores, uvas rojas y violetas… todo para nutrirse de la suavidad y olor de las frutas favoritas del rey de Dux, porque esa es la artimaña del nuevo rey: “Quien tenga el aroma de mi pasión es mi mujer. Si cautiva mi olfato entonces también cautivará mi corazón”. Y eso… ¿Quién sabe el porqué de eso? ¡No se sabe! Porque los muchachos hijos de los honorables persiguen como sabueso la fragancia de su ladrona (de corazón). Se dice por ahí que los varones de Dux son prensados por la esencia, que su romance consiste en buscar olores más bien que unos ojos cautivadores. De ahí bien que se susurre entre mujeres que vayas bien cubierta, porque ¡Ay de esas muchachas que atrapen los zagales del campo o del Ave Cantora! O sea que sea, de que los velos se deban tal vez a la cultura de Dux que se mezcla con asiáticos y europeos. Ante todo esto, los muchachos duxonianos parecen más bien animales domésticos de ganado, o unos perros, que son adiestrados por su mujer en cuanto hacen los votos. Pero además ¿Cómo llegamos a hablar de esto? Volvamos al ritual de la futura madrona, esposa del rey.

Os he dicho que ellas eran tratadas como princesas antes de llegar a ser reinas en la Estación de los Lirios. Sus atenciones eran de duración larga, como las doncellas del relato de Ester, que duraban 12 meses en un tratamiento cuidadoso de belleza, algo que Dux también ponía al tanto en la esposa del futuro rey, el tiempo suficiente para que el rey observara a cada una de ellas y se enamorara lo suficiente para quedar atrapado en su ser (y su aroma). Al fin, cuando todas le eran presentadas en la celebración de primavera, el joven monarca elegía a la joven que le había cautivado su corazón y la hacía su esposa, otra gozosa ocasión en la cual se cogían siete días para las bodas de los duxonianos.

Sin duda alguna, Dux era en verdad un lugar alegre y cadencioso. Oh, ¡si tan sólo fuera así de jubiloso en los días de éstos reyes! Ahora el culto de la nueva reina es un contrato puesto en tinta y papel, la ceremonia de bodas se acorta a tres días, el romanticismo de los jóvenes se transforma en lujuria y el lirismo de las jóvenes se convierte en caprichos aviesos ¿Qué ha llevado a esta tierra perder su color y eufor? ¿Será el mismo adelanto de conocimiento? El que ahora gobierna no es un rey del pasado, sino un frío líder que no osa disfrutar del canto de las carracas. Se ha casado con la aeraquiana del sur por fertilidad. Y si en un tiempo hubo una luz de flechazo por Cupido, ahora la ranura en el pecho se cerró ¡Es lamentable, en verdad, la condición de tan legendaria tierra, aunque posea tanta belleza sobre sus fangos! ¿A dónde se nos fue el amor? ¿Habrá esperanza, para la pobre tierra? ¡Dios va a saber!

Pero ¿os no han notado aún, que los adornos de Dux y su estado lamentable, no tienen nada que ver con el joven Hero?