Título del fic: El hombre perfecto Resumen: Ranma era todo lo que se podía esperar de un chico perfecto: dulce, tímido, protector...y dispuesto a despojarla si se descuidaba un segundo... Fandom: Ranma 1/2 Advertencias: Universo Alterno Raiting: T Tipo: Serie Todos los personajes que aparecen en esta historia son propiedad de Rumiko Takahashi, y los utilizo sin ninguna intención de lucro. El hombre perfecto El caballo salvaje La noche cubría con su manto lluvioso, una de las más transitadas avenidas de Japón. Esa blanca cortina de agua transparente, que invitaba con el suave murmullo de su caer, a detenerse y disfrutar por unos momentos, de esta maravilla de la naturaleza. En cambio, decenas de automovilistas estresados y furiosos, rompían la tranquilidad de la escena con el sonar del claxon de sus automóviles. Y en las banquetas, no se mostraba un panorama muy diferente: la gente que no había previsto la lluvia, caminaba deprisa, rempujándose unos a otros para hacerse espacio. Cubriéndose con trozos de cartón, de periódico, y aquéllos que trataban de parecer más importantes, usaban lo que parecían ser costosos maletines de piel. Oculta tras la pared de uno de los modernos edificios comerciales, se encontraba una joven hermosa, de piel blanca, cabellos rojizos y profundos ojos azules. Aguardando sigilosa, sin dejar que el agua calándole los huesos, nublara su objetivo. Sacando ligeramente la cabeza, se había pasado un buen rato estudiando a cada hombre y mujer que pasaba por el lugar: el caminar, la vestimenta…los objetos de valor que traían consigo. Hasta que un joven de gran porte, distraído en salvaguardar unos papeles en su chaqueta, llamó su atención. —Aquí voy… Sin pensarlo demasiado, salió de su escondite y se dejó ir sobre el desconocido que momentos atrás observaba. El choque fue inevitable. Tan violento, que los documentos, el celular y otros objetos de él salieron volando por la fuerza del impacto. La chica cayó al suelo, en medio de un charco de agua. —L-lo siento mucho, jovencita… ¿se encuentra bien?—. El gentil caballero, rápidamente se agachó y le tendió una mano. —No-no se preocupe, estoy bien—. Ella contestó amable, aceptando la ayuda, pero cuidando de ladear la cabeza para que el rostro no le fuera visto. —¡Soy un tonto! Por tratar de llegar lo más pronto posible a casa, no me fijo por dónde camino. —N-no es nada. ¡Vaya con cuidado!—. Y así como apareció, la pelirroja salió corriendo hasta perderse en uno de esos oscuros callejones. — — — — Surcó por una docena de cuadras, hasta que entró a uno de los hoteles más modestos que ofrecían amparo a cambio de unos cuantos yenes. El lugar olía a viejo, y no hacían falta unos ojos muy escrutadores para darse cuenta de que las paredes se caían a pedazos: los maderos de las habitaciones estaban podridos, sólo servían la mitad de los focos del angosto pasillo y la vista panorámica de las habitaciones, no era otra cosa que el nauseabundo basurero oficial de la Ciudad. —¿Conseguiste algo?—. La voz ronca de su padre, interrogó apenas le vio aparecer en la agrietada puerta de madera. —S-sí, claro que sí—. Entrando a la habitación, la joven sacó de entre su maltrecha camisa negra, una cartera de piel, la cual miró unos instantes, antes de lanzársela. El hombre regordete, sentado en el suelo junto a una chimenea, arrojó la taza de té y literalmente se abalanzó sobre el preciado objeto, como si este fuera a huir si le diera la oportunidad. —No es mucho, pero juntándolo con el resto, será suficiente para unas semanas, por lo menos mientras volvemos—. La pelirroja se acercó y tomó asiento frente a su padre, cogiendo una tetera de agua caliente y vertiéndola sobre su cabeza, mientras veía al mayor abrazar con poco disimulo el dinero recién llegado. —Podrías intentar un par de "accidentes" más, antes de nuestro viaje—. Sugirió con cinismo. —No molestes, papá—exclamó con voz profunda y masculina— Si crees que hace falta más dinero, consíguelo por cuenta propia—. La antes exuberante chica, se convirtió en un apuesto muchacho de negra cabellera. —Está bien, Ranma, está bien. Pero no te enfades —El afectado empezó a reír exageradamente al ver el ceño fruncido y la mirada asesina de su hijo. El silencio se hizo presente en la habitación y el recién llegado recibió una bolsa que contenía un par de emparedados. Ambos comieron en silencio, apenas dándose unos minutos para respirar entre bocado y bocado. —¿Y ya hablaste con tu amigo?¿Sigue en pie ese estúpido trato que me contaste?—. Ranma le miró con mucha curiosidad. —Así es. Justo tengo que hablarte de eso —Su semblante se tornó serio y dejó la cena a un lado— Le he dicho que llegaríamos mañana en la tarde a su Dojo, no está muy lejos de aquí. —¡¿Qué? ¿Tan pronto? ¡Aún no estoy listo, viejo!—. El pelinegro comenzó a vociferar, algo turbado con la noticia. —Deja de lloriquear como una niña —alzó la voz y se puso de pie, intentando ganar autoridad frente al rebelde que tenía enfrente— Sabes que esta operación no es como cualquier otra, necesitaremos mucho tiempo. Tiempo del que no disponemos—. Subrayó. —Lo sé, entiendo—. Ranma pareció tranquilizarse de una ante el abrumador peso de las últimas palabras de su papá. No dejaba parecerle una absoluta tontería, pero ya habían intentado otros métodos y no funcionaban, no le quedaba otra que arriesgarse con su última jugada. El plan era simple, Genma Saotome; su padre, y el amigo, además de compañero de entrenamiento, Soun Tendo, realizaron una promesa en la que algún día sus hijos se casarían, y continuarían con la mejor escuela de artes marciales de Japón. Cuando Ranma fue informado de esta singular manera de comprometerlo, no dudó un segundo en hacerle ver a su progenitor, que unirse en matrimonio de un día a otro no era una buena manera de comenzar una relación. Algo que no tenía en mente con apenas dieciocho años. Ahora, la situación era otra. Luego de casarse, él Dojo Tendo le sería heredado y el podría hacer uso completo de este, es decir, venderlo inmediatamente y obtener la mayor parte del dinero que necesitaban con urgencia. —Entonces, ¿cuento contigo? —Genma se acercó a su hijo al ver la mirada perdida de su hijo. —Sí, no te preocupes, voy a cumplir mi promesa—. Ranma volteó a verle un segundo, antes de volverse a perder en sus cavilaciones. Odiaba lo que su vida era desde un par de meses atrás, con esa maldición que le hacía transformarse cada vez que tocaba el agua fría, robar a gente inocente, cuyo único delito era cruzarse en su camino… y ahora… —Sabes, Tendo me ha mandado una foto de sus tres hijas. Son muy bonitas, ¿quieres verlas? —Hizo un intento por sacar algo de entre las ropas de su traje de entrenamiento, pero el ojiazul se lo impidió, tomándole del brazo. —Oye, no me interesa. ¿Ya lo olvidaste? La conoces, la enamoras, te casas, la estafas y la abandonas…En ningún lado leí el apartado en el que decía que tengo que enamorarme de la chica. Así que, no me importa cómo sea—. Declamó con tono orgulloso y la poca dignidad que le quedaba. —Bien, entonces preparémonos para el ataque, ¿tienes tu traje de batallal listo? —¿Mi qué…?—. El chico no terminó de formular la pregunta, cuando su padre cogió un paquete de la cama y se lo ofreció. El lo abrió con desgana y miró el contenido. —¿Una camisa china?—. Preguntó extrañado, mientras palpaba con escepticismo la prenda roja entre sus manos. —Así es, ¿no estás enterado? A las mujeres les encantan los chicos peculiares. Y que alguien vista ropas chinas en Japón, será uno de tus principales puntos. —Claro, o podría mostrarles mi maldición y elevar mi peculiaridad por los cielos—. Respondió con sarcasmo. —Vamos, hijo, no es momento de pensar en nimiedades. Ese problema lo arreglaremos en su debido tiempo Primero es lo primero, lo que significa, hacer que cualquiera de las hijas de Tendo se fije en ti. —Está bien, papá —suspiró derrotado—. Lo haremos a tu modo. Genma se fue a acostar; Ranma le imitó. Se cambió la mojada indumentaria y se arrojó sobre la dura cama. Le echó un vistazo a su padre; al menos hoy no le tocaba dormir en el angosto sofá, tenía bastantes cosas en qué pensar antes de presentarse ante aquélla familia. "Haré lo que sea para salvarte la vida" La promesa que revoloteaba en su cabeza cada vez que se daba cuenta del daño que estaba causando alrededor, y si para cumplirla, tenía que casarse con esa chica, la haría enamorarse de él a cualquier costo. Aunque al final terminara siendo como un águila: tomando a su víctima entre sus garras y alzándola hasta lo más alto, para luego dejar que se estrellara sin misericordia en el suelo… porque eso es justo lo que iba a hacer. Continuará
Hola me parecio muy interesante el fic me encanto la manera en la que escribes, eres muy buena ^^ me gusto el que los personajes aun mantenian su escencia, como en la serie pobre Ranma ¿en que problema estaria metido? yo pienso que las cosa no les salran a pedir de boca si , creo que ellos tambien sufriran :D se nota que Ranma tiene mucha determinacion ¬¬ ¿por que sera? espero pongas conti pronto ^^ att:Himeko-chan♥
Todos los personajes que aparecen en esta historia son propiedad de Rumiko Takahashi, y los utilizo sin ninguna intención de lucro.El hombre perfectoNada es lo que parece"…La mandíbula del joven se contrajo con nerviosismo, al mirar frente a si, el cuerpo grácil y el rostro angelical de aquélla chica de carácter fuerte e indomable, a quien conocía apenas unos días atrás pero, de la que estaba seguro, había atraído su corazón con un magnetismo que embrujaba, un deseo aflorando impetuoso en sus entrañas como un ave fénix resurgiendo de sus cenizas, después de años tortuosos de prometerse que jamás amaría a nadie como a aquél viejo amor de su juventud, con esa intensidad, con esa pasión…Sin pensarlo dos veces, lanzó la chaqueta de cuero negro que apretaba entre sus manos al suelo, y se arrojó desesperado a los brazos de ella…Mitsuko…" —Ahumm —Ranma bostezó, presa del aburrimiento, y arrojó, asientos atrás, el libro de historias románticas que su padre le entregara horas antes, cuando abordaron el tren que los llevaría a Nerima, lugar en donde vivían su gran amigo y sus hijas— ¿Cómo es que a las chicas les gusta leer esas bobadas? —Hijo, no te conviene hablar así. Recuerda que pueden contener alguna táctica útil. ¡Piénsalo! si lo leen es porque les gustan los galanes que describen en esos relatos. Yo sé lo que te digo, escucha a tu sabio padre. El pelinegro pareció tranquilizarse con el comentario de Genma y abrió su mochila, en donde observó otros de los títulos de la excelsa literatura que su ilustrador mentor le había conseguido: "Noches de pasión", "Amor en las montañas","El diario de los amantes", "Lágrimas, pudor y sexo", "El hombre perfecto"… —¡Rayos! —Ranma dio un resoplido, sonrojado y con sumo fastidio. Abrió una de las ventanillas del vagón y se deshizo de todos aquéllos libros—. Olvídalo, intentaré hacerlo a mi manera. —¡¿Te diste cuenta? Acabas de tirar las miles de técnicas milenarias que contienen esos libros sagrados…y el dinero de la cena—. Le habló exasperado. —¡No bromees, sólo son basura! —. El pelinegro se cruzó de brazos y cerró los ojos, fingiendo dormir, aunque tenía la ceja enarcada, gracias a las tonterías que decía el sujeto en el asiento de enfrente. —Por eso no te doy mesada ¡Eres un malcriado derrochador! —Genma alzó su vista al techo del vagón, con las manos apuñadas, clamando casi con lágrimas en los ojos—. ¡¿Qué hice para merecer esto? —¡Pero si nunca me has dado un solo yen!—. Ranma explotó con el comentario y tomo a su padre de las solapas de su gi, muy molesto. —Hemm…Bueno, ahora ya sabes por qué—. Respondió, lleno de desfachatez. —¡Eres un cínico! El tiempo pasó volando, y muy pronto estuvieron frente a la puerta de lo que sería su nuevo hogar. Genma, contrario a su hijo, se veía bastante confiado y su única preocupación parecía ser el llegar a esa casa, saludar a su viejo amigo y preguntar qué habría de cenar. Por el contrario, Ranma quedó hipnotizado apenas tocó la madera de la enorme puerta que yacía frente a ellos. —¿Qué pasa? ¿Te estás arrepintiendo? —. El regordete hombre se preocupó al ver al joven como una estatua y creer, por unos instantes, que podía echarse para atrás. —No lo sé…y-yo…no lo sé —. Su pecho se había oprimido de repente, y un maldito sentimiento de culpabilidad se negaba a abandonarlo. "¿Por qué tenía que ser todo tan difícil?" Fuera como fuera, estaban sujetos a un trabajo sucio que hacer; recogió la mochila con sus pertenencias del suelo, y se dispuso a abrir el portón que los llevaría dentro. —Ranma, espera—. La voz fuerte de su padre resonó a un lado suyo. —¿Qué hac…—. Su pregunta fue interrumpida cuando Genma cogió la manguera de agua y se transformó, ante la sorpresa de su hijo, en un gigantesco oso panda. — — — — Los murmullos reinaban en la casa de los Tendo. El patriarca se encontraba frente a sus tres jóvenes herederas, con un dejo de incredulidad en el rostro ante lo que su padre les había dicho, mientras que este, ocultaba su nerviosismo, sujetando tembloroso, las páginas de un diario. —¡Papá! ¿Cómo pudiste comprometernos así? Somos tus hijas—. Akane era la más rebelde de las tres. Años luchando por mantener alejados de ella al cuerpo estudiantil masculino de la escuela, le enseñaron que ningún hombre era de fiar. Así que no aceptaría ningún trato con ellos, y mucho menos, iba a permitir que alguna de sus hermanas saliera lastimada por esa misma causa. —Ella tiene razón. Debiste consultarnos primero—. Kasumi, la mayor, tampoco estaba de acuerdo, no obstante, tenía un enorme corazón que le impedía, siquiera, fruncir el ceño. —Lo siento, pero ya está decidido. Esta mañana recibí una tarjeta donde me informaban que llegarían hoy. No tienen de qué preocuparse, se trata del hijo de mi muy querido amigo, Genma Saotome —La alegría se marcaba en el rostro del mayor como dos fuentes inagotables de agua, saliendo de sus ojos.— Una de ustedes se casará con él, así, el futuro del Dojo Tendo estará asegurado. —¡Al menos yo no estoy interesada!—. La menor farfulló molesta, sin aceptar ningún tipo de explicación. —Akane, espera a ver si al menos es apuesto. ¿Podrías decirnos qué aspecto tiene, papá?—. Nabiki, la tercera de las hermanas, parecía bastante divertida con la noticia. O al menos estaba pensando en cómo sacarle provecho al asunto. Sabía que enojarse no le llevaría a nada. —No lo conozco —Reconoció sin pena—. Sólo sé que vienen de un exhaustivo entrenamiento por las montañas de China. —No porque haya ido a China, quiere decir que sea mejor—. Aseveró la menor peliazul En un momento de silencio, se escuchó el golpe de la puerta al ser azotada con fuerza, y un ligero temblor en la duela de madera. —Ah, parece que alguien llegó—. Soun Tendo salió al recibidor para darle la bienvenida a los invitados; seguido de Kasumi y Nabiki. Al segundo, todos los que habían salido, volvieron a entrar, temerosos. Ante la sorpresa de la familia entera, apareció un gigantesco panda cargando a un muchacho en sus hombros. Derrumbando con su inmenso tamaño, las reducidas paredes del pasillo de madera a su paso. —¡Bájame ahora mismo, papá! ¡Ya te dije que no voy a quedarme! ¡Tengo que regresar a China en este instante!—. El enfurecido chico, no se veía muy a gusto viajando en el hombro del fornido animal al que se refería como su progenitor. Sin excepción, los presentes llegaron a la conclusión de que el pobre sufría de lagunas mentales, o quizá se había golpeado muy fuerte la cabeza. —Oye, papá, ¿esos son tus amigos?—. Kasumi se asomó por la espalda de su padre para observar con curiosidad a los recién llegados. Él aturdido hombre se quedó mudo ante semejante espectáculo y apenas logró articular su cuello, girándolo negativamente. —Pues yo lo veo normal—. Murmuró, Akane, sin quitarle los ojos de encima. Omitiendo el salvaje aspecto que le daba el estar discutiendo con un oso, y las patadas a diestra y siniestra para que lo soltara, era un chico común y corriente. Así que no comprendía por qué el empecinamiento de casarlas con él. —Si lo quieres desde ahora, te lo dejo en nueve mil yens—. Nabiki, observando la atención que su hermana le prestaba al recién llegado, le habló al oído e hizo su peculiar ofrecimiento. —No pienso pagar un solo yen por él—. Rebatió Akane, ofuscada por la propuesta y echando humo por las orejas. —¡Te he dicho que me sueltes!—. Volvió a repetir el muchacho, más furioso que antes. El panda sacó de entre sus pieles un cartel de madera y habló, entre gruñidos, lo que parecía ser el mensaje escrito. "Como quieras" Dejó las mochilas de ambos en el suelo, y arrojó al testarudo muchacho al frente, justo a donde estaban las tres hijas de su amigo, Soun Tendo. El chico salió disparado como una bala hacia el frente, y se llevó a la menor entre las patas. Los dos cayeron sobre la mesa del comedor y él hizo un esfuerzo sobre humano por sostenerse en sus brazos para no aplastar a la joven de largo cabello azulado y ojos castaños. La madera de la mesa crujió, partiéndose en dos al no soportar el peso, y ambos acabaron en el piso. —Ho…hola—. Balbuceó sonrojado. Akane se revolvió molesta y más roja que un tomate maduro, sin poder liberarse de la prisión del invitado. —¡Quítate de encima, pervertido! ¡Me estás aplastando! —¡Vaya, ese chico viene con todo!—. Nabiki comenzó a calcular los miles de yenes que podría obtener vendiendo las noticias que se estaban generando en ese momento. —Pienso que es muy pronto para hacer esas cosas, deberían esperar hasta que estén casados—. Aconsejo Kasumi, algo sorprendida con el atrevimiento que tenían los jóvenes de hoy en día. Ranma, habiendo escuchado todo lo anterior, se quitó inmediatamente de ahí y los dos pusieron tierra y mar de por medio. —No lo entiendo —Soun se había quedado pasmado, mirando una y otra vez al peludo animal, sin encontrarle ningún parecido con su fiel compañero de entrenamiento que no fuera lo gordo y feo—. Él me dijo que llegarían hoy. El oso blanquinegro gruñó algo ininteligible mientras sacaba otro de sus carteles y se lo enseñaba al patriarca de la familia Tendo, quien ya tenía los inicios de un fuerte colapso nervioso. "Yo soy Genma Saotome"…Y el pobre hombre cayó desmayado de la impresión. — — — — —Lamento todo lo sucedido anteriormente —El mayor de los Saotome se vació el agua caliente de una tetera, mostrándose ante los atónitos ojos que le observaban, como lo que verdaderamente era. Ahora todos se encontraban alrededor de una nueva mesa, y él, después de dar una breve explicación sobre la maldición que los aquejaba, procedió a presentarse formalmente—. Yo soy Genma Saotome, y él es mi muchacho. —Cuánto tiempo sin vernos….y me alegra que hayas traído a tu hijo —Ahora se dirigió hacía donde estaba el pelinegro— ¿Así que tu eres Ranma? —Sí… yo soy el pervert…cof…quiero decir…yo soy Ranma Saotome —El joven bajó la mirada en señal de respeto, y también por la presión de tantas miradas sobre él—… para servirles. —Bueno, superando las primeras sorpresas, creo que no hay ningún motivo que sea impedimento en la unión de nuestras familias —El papá de las chicas se sentó junto a su futuro yerno y prosiguió—. Dime, ¿cuál te gusta para que sea tu esposa? Ella es Kasumi, tiene veintiún años y sabe cocinar estupendamente; Nabiki, diecinueve años, va a la universidad y es una experta en el manejo del dinero….y por último, Akane, ella es la más pequeña, tiene dieciocho años, va en el último grado de preparatoria y practica artes marciales, al igual que tú, según me ha contado tu padre en la tarjeta. El joven portador de profundos ojos azules, se quedó con un nudo en la garganta, sin saber qué decir. Sin duda, era más fácil pensar las cosas que hacerlas, y justo empezaba a darse cuenta de ello. —Creo que Akane será la mejor prometida para él—. Kasumi palmeó el hombro de su hermana menor y le sonrió con ternura. —¡¿Y por qué yo?—. Blasfemó ofendida. —Sí, y a ambos les gustan las artes marciales. Seguro que se llevaran muy bien—. Nabiki ignoró a la peliazul y secundó a su hermana mayor. —¡Yo no voy a casarme con ese chico! Ni siquiera sabemos si también se transforma en un bicho raro…y por si fuera poco, se viste con ropa extraña—. Haciendo alusión a la camisa roja que Genma le regalara a su hijo antes. Él sólo sintió deseos de estrangular al viejo por sus "extraordinarias" tácticas de conquista femenina. —Y-yo tampoco ten-tengo interés en hacerlo. En cuanto junte algo de dinero, me iré de regreso a China —Ranma empezó a hablar bastante nervioso, pero fue cambiando su tono a uno de total arrogancia al escuchar lo último que dijo esa pequeña salvaje, como mentalmente la había apodado —En cuanto a ti, no importa si yo me convierto en una rana, con el pésimo carácter que tienes, nadie se va a querer acercar a ti…¡niña boba! —¡Aprovechado!—. Alzando la nueva mesa sobre su cabeza. El resto de los presentes se hizo rápidamente a un lado. —O-oye, ¿No crees que estás exagerando un p-poco?—. Él retrocedió alarmado. —E-eres…—. Su mirada se agudizó y un aura rojiza emanando de su cuerpo, ondeó sus cabellos, dándole un aspecto siniestro. —Sa…sabes, olvida lo que dije antes, sólo estaba bromeando—. Intentó corregir lo que había dicho por inercia. —Sólo te lo diré una vez más: ¡Jamás voy a casarme contigo!—. Acto seguido, enterró al muchacho bajo la mesa y salió del comedor sin atender las súplicas de su padre. —¡Ni quién quiera hacerlo!—. ¡Era el colmo!, se maldijo interiormente, ni siquiera lo conocía, ya le llamaba pervertido, y peor aún, ya lo golpeaba, ¡Que se fuera al demonio!—. ¡Lunática Violenta! Sentados a la orilla del jardín, los dos alegres compadres, brindaban con tazas rebosantes de sake, por el gran éxito de su reunión, y sobre todo, de la próspera relación que tendrían sus hijos de aquí en adelante. —¿Tú también te transformas con el agua?—. Nabiki se acercó al joven y le ayudó a quitarse la mesa de encima. Él se incorporó adolorido, sin ninguna intención de responder a su pregunta. En un pestañeo, perspicaz chica volvió con un balde de agua fría y lo arrojó sobre Ranma, quien apenas lo evitó. —Hermana, ya déjalo en paz. De seguro han llegado muy cansados –Con el espíritu alegre que siempre mostraba, se acercó a Ranma y le ofreció un par de toallas—. Disculpa la actitud de mis hermanas, quiero que sepas, que tú y tu padre son bienvenidos en esta casa. —Gra-gracias. —Ahora, ¿Por qué no vas, guardas tus cosas en la habitación y te vas a dar un baño? lo he dejado todo preparado. —Claro, lo haré enseguida. Much…—. Intentó responderle a la hija mayor de los Tendo, cuando fue jalado por la trenza en la que traía sujeto su cabello, las toallas volaron por el aire y los pasos no se detuvieron hasta llegar al Dojo de la familia. Él observó con detenimiento el amplio lugar de entrenamiento; el verdadero objetivo de estar en ese maldito sitio. La presión sobre su cuero cabelludo se detuvo, y rápidamente volteó para ver quién rayos había sido. —¿Ak-Akane?—. Por la fuerza bruta, no podía pensar en alguna de las hermanas que no fuera la peliazul, pero la última vez que la vio, salió furiosa del comedor, y no creía volver a saber de su voluble carácter en un buen par de días. —Escucha, sé que no fuimos muy amables allá adentro, sin embargo, quiero decirte que no tengo nada en contra tuya —Síp, seguía con esa mirada altiva y llena de energía, aunque esta vez no parecía querer fulminarlo de un solo golpe—. Por lo que dijiste, sé que tampoco quieres este compromiso, y es por eso que quiero que nos unamos. ¡No podemos permitir que nuestros padres se salgan con la suya en esa idea tan absurda que traman! Ranma meditó muy bien la respuesta que iba a dar. No se lo esperaba, pero era justo la oportunidad que había estado esperando. Reflexionó sobre las tres; kasumi era demasiado buena para siquiera pensar en hacerle algo tan cruel, Nabiki muy astuta…y Akane, sin duda, la que más se opondría a los planes de los viejos. —Es-estoy de acuerdo contigo—. Mintió. —Entonces, todo resultará perfecto… ¿Cómplices? "¿Cómplices?" El chico le miró con un dejo de sorpresa, observó su mano extendida, y al final, terminó por sonreír nervioso, junto con ella. — — — — "Te espero en el parque en dos horas. Creo que se me acaba de ocurrir un buen plan: Akane" —¿Y vas a ir?—. Genma releyó una vez más, la nota que la chica peliazul le había dejado a Ranma. El artemarcialista masticaba un palillo sin prestarle mucha atención, acostado en el piso del dojo. Su mente estaba en blanco, simplemente admirando las tablas del techo. En cambio, su padre estaba muy preocupado, ya llevaban un par de días ahí, y aún no sucedía absolutamente nada… El fuego conquistador de su hijo, no era capaz de prender una cerilla. El chico le dijo que necesitaba pensarlo bien, sin embargo, el tiempo se estaba acabando—. Podría ser ella, ¿no te parece? —No, no lo creo. Akane fue la que más se opuso al compromiso. Dudo que vaya a cambiar su forma salvaje de ser de un día para otro. Además, es la que menos me agrada de las tres—. Exclamó tajante. —Yo pienso que no pierdes nada con intentarlo —El hombre del turbante le devolvió el pedazo de papel a su retoño, y se puso de pie para salir del lugar—. Por lo que he visto, tienen más cosas en común de lo que crees. Ranma se quedó en silencio, analizando el último comentario. — — — — Después de pensarlo un rato, Ranma decidió seguir los consejos de su padre. Se cambió de ropa y ahora esperaba en la banca del parque en el que Akane le había dicho. Ya era un poco tarde, y comenzaba a preguntarse si ella habría olvidado la cita, o simplemente le estaba haciendo caer en un engaño por el simple hecho de odiar a los hombres, como decía. "Bueno, sólo unos minutos" La esperaría un rato más, total, ya se encontraba ahí. Se recargó en el respaldo de la banca y cerró los ojos. —Por favor, tienes acompáñame a escoger el anillo de compromiso que le regalaré a Mikami —El ojiazul volcó su atención, con mucho disimulo, a la conversación telefónica que sostenía un distraído muchacho detrás suyo—. Hoy por fin me aceptaron el préstamo, y quiero comprarlo antes de que lo gaste en tonterías. El joven siguió su recorrido por el parque, inmerso en su conversación, mientras Ranma se ponía de pie y suspiraba derrotado. "Ni hablar…trabajo por hacer" — — — — —¡Atrápenla! ¡No dejen que se escape esa chica! Un policía, blandiendo un bastón en lo alto, se abría camino en medio del contingente, persiguiendo a una pequeña pelirroja vestida totalmente de negro. Unos minutos atrás, la había sorprendido cuando esta había chocado con un incauto y observó claramente cuando le sacó una billetera de los bolsillos de su chaqueta. Ranma maldijo por lo bajo cuando logró perderse de la vista del guardia, ocultándose en el verde follaje de uno de los árboles del extenso parque. Sólo era cuestión de minutos para que el gendarme se diera por vencido e hiciera como si nada hubiera sucedido. Debía encontrar un momento de distracción para transformarse nuevamente en hombre y buscar a Akane. Si llegaba tarde, echaría a perder una buena oportunidad de acercarse a ella. La voz del vigilante bajó de intensidad, y observando entre la sombra de las ramas cómo se alejaba, saltó de su escondite para volver sobre sus pasos. Necesitaba ir a la zona de las bancas. —¡Con que allí estás, ladrona! —¡Demonios!—. Masculló. A pesar de que el uniformado estaba a más de veinte metros de distancia, lo había descubierto. No importaba, corría más rápido que él, tantos años de entrenamiento inhumano con su padre, servían finalmente de algo. Aumentó la velocidad sin detenerse a mirar atrás y en un santiamén le triplicó la distancia. Miró sobre su hombro, disfrutando por un momento su victoria. Al volver la vista al frente, no tuvo manera de evitar el choque con una joven que venía exactamente en la misma dirección que él. Un segundo y sus ojos se abrieron desorbitados al descubrir que era Akane. Ambos cayeron al suelo empedrado. La cartera cayó a unos pasos de ellos y Ranma apenas tuvo tiempo de girar para que ella no se hiciera daño. Un quejido salió de su boca cuando su espalda impactó en el suelo, y el peso de la chica que protegía, caía sobre su pecho —¿Ranma?—. Ella le observó desencajada, aún sin comprender por qué le llamaba así a esa desconocida que, de algún modo, le resultaba tremendamente familiar —¿Akane?—. Se llevó una mano a la boca, pero ya era demasiado tarde. Ambas chicas se miraron con asombro. Él contestó sin proponérselo. Estando transformado en su pequeño cuerpo de mujer, era inaudito que le reconociera, y sin embargo, esa chica le estaba traspasando por completo. Un leve temblor le invadió por dentro… ¿cómo rayos era posible? No parecía haber visto su rostro, logró mirar dentro de su alma, y había descubierto que se trataba de él. - - Continuará - Hoola n_n Bueno, aquí vuelvo con la continuación de esta historia. Por motivos que ya expuse antes, decidí tomarme un receso en la redacción de mis historias, pero resuelto todo, me he propuesto seguir con lo que había dejado empezado XDDD. Hablando de este fic, bueno, este capítulo contiene muchos de los diálogos que se usaron en el primer capítulo del anime de Ranma. Me parecía de suma importancia incluirlos (de la forma más torcida que encontré, aunque tomados, al fin y al cabo :p) A partir de aquí, la historia tomará rumbos diferentes al del manga, y qué más, espero seguir contando con su apoyo…n_n Quiero darle un agradecimiento especial a todos aquellos que me dejaron sus comentarios, en verdad los valoro muchísimo y son una parte esencial de que continúe con este proyecto. Hablando de eso, quería responder a quien se preguntaba acerca del Ranma sin corazón de mi fic o_o…La verdad, es que soy nueva en esto de los universos alternos, y al ser la primera historia que escribo de ese tipo, no quería arriesgarme mucho XD, así que no, en mi opinión, es "Ranma, el chico tímido de siempre" intentando llevar a cabo, algo a lo que casi le han obligado a hacer. Nos vemos pronto n_n
Hola amiga que bueno que ya hayas subido conti estuvo genial, al parecer Akane se dio cuenta que Ranma es mitad mujer, es bastante observativa, me gustá la forma en que narras solo unas pequeñas recomendaciones: -Cuando escribas dialogos separalos ya que confunden al leer y molesta un poco -Cuando separes los textos mejor repite este símbolo: & Tu conti fue genial, espero ver la conti. ¡¡Saludos y sayonara!! :)
Todos los personajes que aparecen en esta historia son propiedad de Rumiko Takahashi, y los utilizo sin ninguna intención de lucro. El hombre perfecto Un secreto para dos — Un quejido salió de su boca cuando su espalda impactó en el suelo, y el peso de la chica que protegía, rebotó sobre su pecho —¿Ranma?—. Ella le observó desencajada, aún sin comprender por qué le llamaba así a esa desconocida que, de algún modo, le resultaba tremendamente familiar. —¿Akane?—. Se llevó una mano a la boca, pero ya era demasiado tarde. Ambas chicas se miraron con asombro. Él contestó sin proponérselo. Estando transformado en su pequeño cuerpo de mujer, era inaudito que le reconociera, y sin embargo, esa joven le traspasaba completamente. Un leve temblor le invadió por dentro… ¡¿cómo rayos era posible? No parecía haber visto su rostro, logró mirar dentro de su alma, y había descubierto que se trataba de él. —¿T-te transformas en mu…en un-una…?—. El término se negó a salir de su boca. Ella se sentó, sin quitarle la vista de encima a la pelirroja, quien también se incorporó. Lucía avergonzada. Sin mediar respuesta. Apenas sosteniendo la cabeza a la altura de sus ojos. De pronto, unos pasos presurosos se aproximaron a donde yacían y su ser se estremeció con un susto de muerte, volviéndole la vida al cuerpo de un solo golpe. —¡No es momento de explicaciones!… —Lanzó por fin. Poniéndose de pie, y ayudando, de un solo tirón de mano, a que la peliazul hiciera lo mismo—. ¡Tenemos que irnos de aquí! —¡Hey, ustedes dos, alto ahí! —¿Qu-qué está sucediendo?—. Akane siguió el sonido de las pisadas, y se encontró con que era un policía de aspecto furioso y agotado quien venia tras ellas. —¡Corre!—. Aún sin soltarle de la muñeca, Ranma se agachó un segundo a recoger la billetera, echársela a la camisa y jalar a su ahora "Cómplice", logrando que avanzara junto con él y desaparecieran de la vista del gendarme. No se detuvieron hasta que llegaron a la casa Tendo. Al atravesar la puerta, suspiraron profundamente aliviados, El ojiazul por haberse librado del peligro; Akane, por descansar de la auténtica maratón que esa… ¡ese! le hizo andar. Una rápida parada en la cocina por un balde de agua fría y una tetera de agua hirviendo, y de allí, se fueron a encerrar al nuevo cuarto del intruso. Al ser ocupada por él y su padre, era mucho más grande, y por ello, las paredes se encontraban mucho más alejadas y con reducidas posibilidades de que el resto de la familia les escuchara. —¡¿Me quieres explicar qué demonios fue todo eso?—. Akane se sentó sobre sus rodillas frente a la puerta para bloquearle la posible huída al joven y sacó de entre sus ropas una katana; simple y llana protección. A él empezó a sudarle la cabeza como si se hubiera metido a un sauna. Lo aceptaba, el "Intentaré hacerlo a mí manera" no incluía el revelarle su forma de chica, y mucho menos, a qué se dedicaba en su tiempo libre. ¡Era un idiota! si todo salía mal y no lograban su cometido, no podría perdonárselo jamás. —Bueno, cr-creo que ya te has dado cuenta, ¿no? —. Haciendo acto de valor, se abrió el primer par de botones de la camisa, permitiéndole a Akane observar con claridad, el inicio de su busto. Miró con recelo la tetera dorada a su lado, y tragando saliva con dificultad, terminó por vaciar el tibio contenido sobre él. Ella ya lo había descubierto desde el parque. Aún así, sus ojos se desorbitaron y la quijada vaciló con nerviosismo al mirar cómo el cabello pelirrojo se volvía cada vez más oscuro, para transformarse en negro azabache; el pequeño cuerpo recuperaba la altura promedio de un hombre, y finalmente, los prominentes senos se compactaban hasta formar los pectorales del chico al que conoció días atrás. —Es…esto es… Antes de que pudiera agregar algo más, Ranma se empapó de nuevo, esta vez con el agua fría de la cubeta. —Este es el bicho raro en el que me convierto—. Murmuró, torciendo los labios en una sonrisa vacía al volver a la forma maldita. —Es-eso no me molesta en lo absoluto —Akane se obligó a salir de su desmedido asombro para continuar con el interrogatorio. Si bien era cierto que seguía sin poder dar crédito a lo que sus ojos veían; había algo mucho más importante—. Lo que pretendo saber es por qué te seguía ese guardia. —¡No te importa!—. Respondió, tajante y altanero. Akane hirvió por dentro, "¡¿Qué se pensaba ese cretino?" —¡Claro que me importa! —De forma certera, mirándole fijamente—. Quiero una buena razón para no llamar a la policía en este mismo instante…Vi cómo levantabas esa cartera del suelo, ¿te la robaste? ¿Por eso te perseguían? Ranma perdió su recién adquirido valor y desvió la mirada a la raída madera del piso. "Las mujeres odian que les mientan, no obstante, no significa que tengas que decirles toda la verdad. Memorízalo. Te va a ser de mucha utilidad" La voz de Genma, retumbó en su cabeza. El joven ladrón, metió la mano dentro de su camisa, y sacó el objeto robado, arrojándolo en la falda de Akane. Ella lo abrió, y al ver en las credenciales, la foto y el nombre de un desconocido, comprobó su teoría; era hurtada. Unos ojos acusadores se ciñeron sobre él con sorpresa y decepción. —Se ve muy mal…p-pero las cosas no son como tú crees—. Trató de explicar. —¿Ah, no? Entonces dime, ¿por qué lo haces?, ¿A cuántos inocentes les has hecho esto?—. Si no hablaba, le atravesaría el estómago con su katana, Luego iría con su padre a reclamarle la amistad que guardaba con unos sujetos tan peligrosos. —No tengo idea…. ¿Veinte?... ¿Treinta?... No llevo el conteo, sólo sé que son demasiados —Las manos le temblaban al decir cada sílaba. Alguien le debió haber adormecido la lengua, porque hablaba a lo tonto, sin razonar…Lo único que si aseguraba…es que esa chica le transmitía demasiada confianza. Un sentimiento de complicidad que albergó cuando ésta le arrastró al Dojo y le propuso hacer un pacto, un secreto entre ellos dos—…Y no será el último. Clavó el azul de sus ojos en el furioso fulgor chocolate de ella, y luchó por atravesar esa banal cortina impetuosa, para encontrarse ante el sentimiento de indulgencia en el fondo de su mirada… "¿Por qué?" si apenas lo conocía. —¿Y lo dices así, como si nada?...¡No tienes vergüenza! Ignoraba la razón de no poder levantar el filo de su arma hasta su cuello y llamar a gritos a su familia para que trajeran a la policía de inmediato. ¿A qué se debía el que no lograra relacionarlo con los crueles criminales que todas las noches plagaban las listas de los noticieros. "¡Por dios! ¡Le estaba confesando sus fechorías!" —Ak…Akane…créeme…Si no necesitara el dinero con urgencia, no lo haría —Al final lograba comprenderlo, detrás de esa mirada zafiro, casi inexpresiva, se encontraba un atisbo de tristeza que le invitaba a contemplar la tempestad que en su interior se forjaba. Se vio forzada a dirigir su vista a las manos que jugaban a hacer figuras en el aire. De otro modo, terminaría contagiándose del mismo sentimiento de vacío en él—. No disfruto haciéndolo…t-te lo juro. —A…aún no me has dicho la razón—. Le daría una oportunidad. El chico claramente traía un enorme peso sobre sus hombros, y esa ola de sensaciones que le transmitía, no creía que fueran fingidas. —Está bien —Clamó derrotado—. Si quieres saberlo, te lo diré mañana. —¿Hasta mañana?—. Indagó con curiosidad. —Ya es muy tarde para las visitas —Habló con firmeza—. Akane, vas a tener que confiar en mí…hay…hay algo que quiero mostrarte. Después de esto… me entenderás. Ahora sí eran cómplices, y tenían un trato. "Porque reconocía que deseaba contar con alguien con quien pudiera desahogarse" "Porque guardaba la esperanza de que no fuera como los demás" — — — — Luego de ultimar detalles, Ranma volvió a transformarse en un varón y bajaron al comedor para probar algo de la cena. Ninguno de los dos había comido por el ansia de la cita, y luego de la charla improvisada que tuvieron, el apetito se incrementó al triple. —¡Chicos, siéntense! Dejé algo de comida para ustedes—. Kasumi abrió la vaporera del arroz con una sonrisa y se dispuso a servir un par de tazones. El resto de la familia ya daba los últimos bocados de sus platillos. —Ví que llegaron juntos, hija ¿A dónde andaban?—. Tanto Genma, como soun, estaban en pleno acecho de cualquier evidencia que les dijera que ese par de chiquillos aceptó el compromiso de buena gana, y que no era una farsa. —Al parque….y-yo…bueno…—. Tartamudeó sin saber qué decir… ¿Cuáles eran sus opciones? ¿Decir que se habían citado para planear el sabotaje de la boda….o el hecho de discutir los pasatiempos de su flamante prometido? —No conozco muchos lugares de la ciudad…ella me ha llevado a recorrer algunos—. Balbuceó el pelinegro sonrojado. Luego Kasumi les dio sus cuencos, y estos ocultaron sus rostros entre los granos blancos del arroz. —Te dije que se llevarían bien —Ambos viej…ambos patriarcas se abrazaron con efusividad—. ¡Pronto tendremos boda! Ranma gruñó en sus adentros. El inútil de su padre no tenía que exagerar. Le dedicó una mirada de pocos amigos, pero él se encontraba demasiado ocupado festejando, evitando por completo, sentir algún tipo de temor por los berrinches de su hijo. —Gracias por la cena. Me voy a mi cuarto. Tengo que resolver unos ejercicios y estudiar para el examen de mañana—. Nabiki se levantó del comedor. —Ranma y yo, dormiremos en su habitación—. Akane habló sin inmutarse ni dejar de comer, cual si hubiera compartido el estado del clima. Los ojos de todos quedaron abiertos como platos, incluidos los de cierto chico vigilado. —Y luego dice que no—. Sonrió la futura administradora, susurrando por lo bajo. —Descubrí que hay "ratones" en la casa…—. Replicó la ofendida. El pobre aludido, escupió el último trago de té en la cara de Genma. —…Y creo que el nido está en la recámara de ellos. Tenemos que vigilar por si sale alguno esta noche. —En ese caso, como anfitrión de esta vivienda —carraspeó Soun—. Es mi deber como jefe de familia, hacer guardia junto a nuestros invitados. —Yo también iré con ustedes —Kasumi intervino con alegría— Papá está en lo cierto, además, será divertido que durmamos todos juntos, ¿no les parece? —. Terminando por esbozar una enorme sonrisa. —Genial—. Farfulló Ranma fastidiado. — — — — —¿Qué pasa contigo, tonta? ¿Por qué lo hiciste?—. El pelinegro aprovechó que el resto de los inquilinos andaba a sus habitaciones recogiendo cobijas y almohadas para la "pijamada", acorralando a Akane a un lado de la puerta de la habitación e interrogándola por tan brillante plan. —¡¿Creías que iba a dejar las cosas así como así? ¡Alucinas! ¡Sólo es cautela por si a ti o tu padre se les ocurre querer escapar durante la madrugada. —N-no vamos a ir ningún lado—. Tartamudeó molesto. No importaba si era un ladrón o no, sabía mantener su palabra. —Eso dalo por hecho—. Contraatacó en el mismo tono. —Hola chicos. Ya es hora de ir a la cama —. Kasumi entró al cuarto, cargando unas sábanas, y ahora enfundada en un camisón de dormir. —Sí, hermana —Contestando amable— Mañana será un gran día —Cambiando su voz a uno sarcástico—. ¿Verdad, Ranma? —Eso depende de a quién le preguntes—. Comunicándole con una mirada, el gran amor que sentía por ella. Unos minutos después, llegaron Soun y Genma, Nabiki les dejó claro que era una locura hacer vigilia por un par de ratones, por lo que se encerró en su habitación y se negó a ser parte de tan alocado proyecto. Cada quien tendió sus futones en el lugar más cómodo que encontraron, y pronto, los ronquidos de los mayores se dejaron escuchar por toda la habitación. Kasumi se cubrió del frío, envolviéndose en las sábanas y apenas dejando un pequeño espacio para respirar. En pocos minutos, se quedó dormida con una pequeña sonrisa dibujada en su rostro. Más había dos personas que no durmieron muy bien esa noche. Uno tenía los ojos cerrados, aunque en realidad se pasó midiendo la distancia y el tiempo que tendría para moverse si a Akane se le ocurría que cualquier movimiento hecho por él, era un intento de escape…Por otro lado, después de la cena ya no tuvo tiempo de platicar con su padre de la idea suicida que intentaría llevar a cabo al amanecer. Todo quedaba en sus manos…Como si no tuviera otras cosas importantes en qué meditar. Akane se quedó semi sentada junto a la pared, justo a un lado de donde se encontraba su prometido. Guardada entre sus cobijas, una katana desenvainada esperaba dar el primer corte ante cualquier mala acción del chico. Quería confiar en él, sin embargo, ya tenía demasiadas cosas en contra. — — — — Luego del desayuno, Ranma y Akane inventaron diferentes excusas para salir de casa sin resultar sospechosos, y cuadras más adelante, reencontrarse e ir a su verdadero objetivo. Él la condujo hasta la estación de trenes y ella dejó que comprara los boletos sin preguntar a dónde iban. El resto del camino transcurrió en mutismo. La incertidumbre le carcomía por dentro, y deseaba preguntarle al pelinegro, aunque este lucía tan lejano de allí, con la vista atravesando el cristal de la ventana y perdiéndose en el paisaje del camino; ignorándola por completo. Varias veces intentó iniciar algún tema de conversación, cualquier broma que sacara al muchacho de su letargo, no obstante, siempre acababa decidiendo que guardaría sus inquietudes para después. "Total, ahora le constaba que el chico tenía palabra, ¿no?" — — — — Ranma notó en ella su desconcierto. Él mismo estaba agitado por dentro. Una parte de su ser le decía que revelarle su principal secreto, era exponerse exageradamente. No podía adivinar cómo iba a reaccionar la chica: a lo mejor comprendía el maldito motivo por el que se había rebajado a ser un animal destinado a realizar uno de los actos más bajos del ser humano, o por el contrario, iba inmediatamente a la policía y todo por lo que habían luchado su padre y él, llegaba hasta aquí… ¿Lograría estar más vulnerable? Él creía que no. —¿U-un hospital?—. Vacilo cuando vio frente a sí, la fachada del edificio. —Sí. Vamos adentro—. Pidió, casi en un susurro. La clínica era un lugar inmenso…Inmenso y pulcro; las baldosas blancas relucían con la transparencia de un cristal, reflejando hasta los más insignificantes detalles del techo. Los pasillos al interior se visualizaban como corredores inacabables, el poco tránsito de personas por el lugar, le hacían parecer un recinto exclusivo para cierto sector de los japoneses y, la vestimenta de las enfermeras era de un blanco impecable, dando un aspecto muy higiénico. Akane hubiera pensado que se prohibía hablar allí., si no fuera por el sonido de los altavoces clamando por un tal Doctor Gregory, Ranma le dejó parada en su sitio, y se acercó a una de las ventanillas, en donde se encontraban dos enfermeras de aspecto amable. Dijo algunas palabras que ella, a esa distancia no alcanzó a escuchar, pero supuso que no hacía otra cosa que identificarse, ya que le observó sacar una especie de credencial de los bolsillos de su pantalón y mostrársela a las encargadas. Ellas se quedaron con la tarjeta, hicieron anotaciones en unas agendas, y le entregaron otra, muy similar Luego de esto, el ojiazul le hizo una seña a Akane, y ella caminó hasta ponerse a su distancia. Hablando sólo con el cruzar de sus miradas, le indicó que tomarían el ascensor que se localizaba a un lado de la ventanilla de información. El viaje duró muy poco, apenas al tercer piso de los ocho con los que contaba el inmueble. Una vez allí, ella se sorprendió en demasía. Avanzaron unos metros y la chica pudo apreciar cómo parecía otro lugar completamente diferente. El piso; esta vez conformado por azulejos beige, que le daban más vida que el tétrico ambiente de abajo. Macetas con plantas verdes, aunque artificiales y cuadros de pintores desconocidos, que llenaban de colores las paredes y que invitaban a perderse entre sus trazos. —Este es el piso de los pacientes en recuperación, o…—Le sonrió con timidez, sin terminar la oración—… Es el cuarto que sigue. La densa saliva se estacionó en la garganta de Akane, para qué negarlo, se moría de los nervios. Ella también intentó forjarle una sonrisa, sin embargo, su mirada expectante, siguió con fidelidad, a la mano masculina que deslizó la tarjeta que le dieran las enfermeras en un pequeño aparato junto a la entrada de la habitación. Un sonido similar a un clic se escuchó a la altura del cerrojo, y la puerta se abrió automáticamente. Una leve punzada en los ojos, y el cuarto se reveló ante ella. Un sitio aún más acogedor que el piso por el cual transitaron, el mismo color de piso, unos cuantos floreros con rosas recién cortadas, y un enorme ventanal que colindaba con el área de paseo del hospital, es decir, dejaba apreciar por el cristal, la infinita belleza de la copa de los frondosos árboles, así como el inigualable color del cielo azul. Escuchó la puerta cerrarse tras de si, y su distracción momentánea le trajo de vuelta a la realidad. Él se quedó de pie junto al lecho, mirando con atención los grandes números que marcaban los monitores. El ambiente se armonizaba con el constante silbido de los aparatos, de donde salían más de una decena de tubos y cables, que conectaban con la persona tendida en la cama. Ella no entendía nada de eso, pero por cómo él los observaba, creía acertar al pensar que ya tenía bastante experiencia con ellos. La peliazul se acercó en silencio. Recostada en la camilla, se encontraba una joven mujer, vestida con una bata verde claro, que le llegaba a la altura de las rodillas. Las facciones de su rostro, cubierto con una mascarilla de oxígeno, le recordaron gratamente a las del chico que le acompañaba y el cabello castaño rojizo, que estaba recogido en una larga trenza, reposaba sobre su hombro. Aún sin importar la extrema palidez que le regalara la inconsciencia y el no tener encima una sola gota de maquillaje; era tan hermosa, que parecía un ángel. Las primeras palabras que forjó la chica de ojos marrones se mezclaron con el aire. Creía que si hablaba demasiado fuerte, irrumpiría su sueño. —¿Quién esta señora, Ranma? —Akane, ella…ella es mi mamá. Continuará