Otro El Gran Secreto de Vladimir

Tema en 'Relatos' iniciado por Luncheon Ticket, 12 Junio 2020.

  1.  
    Luncheon Ticket

    Luncheon Ticket THE BE(a)ST

    Virgo
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    Título:
    El Gran Secreto de Vladimir
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1137
    El dueño del restaurant estaba muy angustiado en ese entonces, casi nunca tenía siquiera una aceptable cantidad de clientes. Por más que redujera los precios, hiciera diversas promociones o declarara ofrecer todo tipo de platos exóticos, nadie acudía a su establecimiento culinario. Incluso los escasos comensales que visitaban el lugar no parecían dignarse a querer volver. Estaba profundamente desesperado. Tanto, que tuvo que reducir su plantel de empleados, despidiendo a dos ayudantes de cocina, a un camarero y a la cajera, ocupando él mismo ese último rol. Por exceso de trabajo, el único ayudante de cocina que le quedaba, acababa de renunciar al ya no poder tener la paciencia suficiente para atender él solo las diversas solicitudes que le demandaban sus demás compañeros.

    Es ahí cuando entró el buen Vladimir, un enigmático y retraído inmigrante de quién sabe qué país lejano, que apenas si dominaba el idioma local, por lo cual suponía la ventaja de que su sueldo no fuera el mismo que su antecesor; habida cuenta de su supuesta ingenuidad, conformismo e ignorancia. Es más, por la mitad de precio, el jefe podía tranquilamente ordenarle hacer el doble de trabajo, sin ningún tipo de queja ni reclamo posterior de su parte. Empezó lavando los trastes, limpiando el piso, llevando y trayendo recados; pero de lo referente a la gastronomía, eso sí que nada. El dueño no consideraría jamás el arriesgarse a que ese “zafio” tocara siquiera un pelapapas. La mala fortuna que aquejaba a su negocio podría empeorar aún más.

    Por lo tanto, grande fue el susto que él se llevó en una ocasión en el que uno de los chefs le llamó para advertirle, entre alarmado y encolerizado, que a Vladimir se le había ocurrido la inoportuna idea de retocar el sabor de la sopa para entrada que estaba preparando en ese momento y que en poco tiempo se debía servir a algunas mesas que previamente la habían solicitado. Cuando lo descubrió, ya era tarde para detenerlo. Nadie estuvo presente en el instante en que Vladimir había intervenido la cocción de la olla. El sudor que le corría por la frente y toda la cara al jefe era cuantiosa. No era para menos, tenía un gran dilema: si preparaba la sopa desde cero otra vez, la espera generaría críticas muy negativas de parte de los ya hambrientos clientes. Si lo servía tal como estaba, el esperable horrible sabor del plato desembocaría en el mismo resultado. Salvo que no fuese tan grave, en realidad. Tuvo que aferrarse a esa esperanza, como un salto de fe.

    No se animó a probar el preparado, ni que ninguno de sus empleados lo hiciera. Habría que servirlo, tal vez solo pudiera haber quedado un poquito amargo o más salado. Tal vez con un matiz más intenso de un ingrediente en especial. Pero contra todo pronóstico, la sopa fue un éxito. Las órdenes de esa misma noche aumentaron al triple e incluso al cuádruple de lo habitual. Tanto él como los demás cocineros veían con incredulidad cómo los comensales pedían hasta dos o tres platos más para sí mismos, dejando de lado el principal y los postres. Se miraban los unos a los otros, y luego, a Vladimir. Desde ese entonces, aquel hombre foráneo, de estatura baja, piel grasienta y con una gran cantidad de vello que le crecía casi por todo el cuerpo, pasó a encargarse de preparar todos los platillos del menú. Y receta que tocara, receta que se volvía un manjar absoluto.

    Ninguno sabía cómo lograba sus prodigios. Creían que se trataba de un ingrediente secreto, era lo más esperable. Pero él nunca revelaba ni admitía nada. Al dueño eso no le preocupaba. Su suerte había cambiado para bien, y eso era lo único que lo satisfacía. Al cabo de unas semanas, las mesas siempre estaban llenas, había una fila de gente muy larga afuera que esperaba a entrar, las ganancias que registraba en su caja eran ingentes y la crítica especializada no paraba de elogiarle en los artículos que se publicaban en diarios y revistas. Se cansó de colgar cuadros autografiados de las estrellas y personalidades que visitaban su restaurant, y hasta se había quedado sin espacio en las paredes. Nunca se había detenido a pensar sobre cómo había hecho Vladimir para conseguir tal efecto en los clientes que probaran sus platillos. Pero muy lentamente esa idea iba cobrando intensidad en su fuero interno.

    Más de una vez las preguntas irrumpieron en su mente, pero él las eludía de inmediato, como queriendo evitarlas con el fin de ahorrarse lo que consideraba como una “trivialidad poco práctica”, porque solo le interesaban las ganancias y el reconocimiento. Esos momentos de aparente ansiedad e incertidumbre se daban cada vez con más frecuencia, pasando de ser tan solo una fugaz inquietud nocturna a conformar el cuerpo de una obsesión. La gota que rebalsó el vaso se dio en una velada con el mismísimo alcalde de la ciudad, quien, al comer al lado de su anfitrión y degustar un bocado de su plato, le preguntó, con una sonrisa de curiosidad en el rostro:

    «¿Cuáles son los ingredientes? ¿Cómo se prepara?”»

    El jefe, quien se atribuía sin chistar todo el éxito de tales logros culinarios, pareció quedarse desencajado, como si de repente lo hubieran dejado al desnudo. Avergonzado, no sabía qué responder, y ante nada menos que el funcionario más notable y poderoso del lugar. Disimuló que era un secreto (o más bien una burla a la verdad, irónicamente), para evadir una respuesta sincera.

    Esperó a que la velada terminara, a que todos se marcharan, no sin antes pedirle a Vladimir que le esperase después de hora. Ya estando los dos solos, por fin lo enfrentó. Le gritó, le increpó, le amenazó, le exigió que le dijese de una vez por todas cómo preparaba los platillos del menú, qué ingredientes usaba, si cambiaba un poco el método, si utilizaba algo en especial. El extranjero se negaba sacudiendo frenéticamente su cabeza, asustado. Pero ante la insistencia del dueño, no tuvo más remedio que hacerle una demostración. Tomó una olla, la dejó en el suelo y, bajándose los pantalones, procedió a orinar en ella. El jefe observó el infame espectáculo, totalmente petrificado. Sintió en su paladar un regusto nauseabundo, se le palideció su semblante, y exhibió una mueca de horror. La olla contenía lo que momentos antes había ingerido. Salió corriendo hasta el baño para vomitar sobre el inodoro, expulsando todo lo que había tragado. Expulsando su aparente buena fortuna y prosperidad, la cual solo había cambiado de sabor, pero no de forma. Durante todo este tiempo había disfrutado de un éxito que se sostenía por un recurso tan vulgar como despreciable. Vomitó casi hasta perder la conciencia.
    Poco después cerró su restaurant, y nadie volvió a saber nada de él ni de Vladimir.
     
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    Elliot

    Elliot Usuario común

    Tauro
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    Interesante relato cuanto menos. Durante la lectura pensé en broma que el ingrediente secreto sería el semen de Vladimir, la verdad no sé si lo que resultó ser al final es peor es mejor, pero impactante desde luego.
    No se si sea mi mentalidad conspiranóica a la hora de hacer teorías de historias o que, pero no puedo evitar pensar que ese no era el verdadero ingrediente secreto sino que Vladimir solo estaba fingiendo para sacarse al dueño de encima, como si fuera un ser de cuento de hadas dando una lección moral a un avaricioso. ¿Estoy bien encaminado o no era para nada la intensión del relato y estoy sobrepensando mal las cosas?

    Un saludo!
     
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    Luncheon Ticket

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    Virgo
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    Yo creo que es peor, porque... no te sorprendas, pero... hace un par de años escuché sobre un libro con recetas para preparar comidas con semen masculino como ingrediente principal (sí, hablo muy en serio, y hasta no descartaría la posibilidad de que hubiese más de un libro que trate el tema, ugh). No así sobre orina o heces, que preferiría no meterme en ese campo, y sé que en este mundo todo es posible; hasta las ideas más descabelladas.

    Curioso, originalmente había pensado en que Vladimir usase solo su saliva (acaso menos "ofensivo" que la orina, aunque no menos repugnante), pero me decanté por la cuestión presente para generar aún más impacto al lector (cosa que ya he visto que al menos ha funcionado contigo, por tu rating). Está claro que, cualquiera que leyera esto, sabría que Vladimir no usaría un ingrediente convencional. Se pensaría carne humana, saliva, quizás algo más turbio, pero orina está bien. No es ni tan "genérico" ni tan "gore", el punto medio.

    En cuanto a la moraleja, si la hay, no fue intencional. Y si vamos a buscar alguna, pues creo que pueden ser dos.
    La primera, hay que tener mucho cuidado con lo que se desea, porque el éxito que uno tiene no siempre ha de darse en los términos correctos, y menos si se carece de escrúpulos.
    La segunda, trata bien a tus allegados siempre y no te aproveches de ellos, ¿quién sabe si Vladimir hiciera lo suyo por la explotación de la cual era víctima? Reincidiendo despreocupadamente mientras el éxito durara, hasta que el dueño finalmente lo enfrentase...
    Aunque tu consideración también es perfectamente válida.
    Bueno, gracias por leer y comentar, un saludo.
    ;)
     
    Última edición: 16 Junio 2020
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    Its

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    Tauro
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    ¡Qué asco por dios!

    Mira que de primeras el dueño del restaurante me ha caído fatal. Sólo pensando en su propio beneficio y aprovechándose de una persona extranjera sin ningún escrúpulo. Al principio Vladimir me ha dado mucha pena y he sentido mucha empatía hacia él, si bien la descripción de su persona ha sido bastante desalentadora. Me he ido alegrando viendo que mejoraba en su empleo, con la esperanza de que fuera ascendiendo y ganando más dinero. Pero parece que el dueño sólo pensaba en sí mismo haciendo oídos sordos a lo verdaderamente importante. Y el final... todo ha dado un giro inesperado. Vamos, sabía que no iba a usar un ingrediente tradicional pero orina... ¡Pis! No sé cómo he terminado mezclando los sentimientos, el dueño me ha dado pena por un ligero momento y pensar en Vladimir repulsión. Pero realmente es lo que el jefe se merecía, un buen escarmiento por querer ganar dinero pisoteando a los demás. Realmente es un buen final, después de saborear la cima darse de bruces descubriendo cómo lo ha conseguido y tener que cerrar el restaurante. Vladimir por su parte, entiendo que lo hizo para vengarse de él cuando nadie lo veía y el resultado fue inesperado. No me ha disgustado para nada su personaje incluso después de hacer algo tan... puaj, repugnante. Ahora si, no sé cómo habrá conseguido mear tantas veces en los platos sin que nadie se de cuenta.

    Creo que lo que más me ha gustado es el fuerte impacto que deja el relato al final y esa reflexión posterior, una advertencia de lo que puede llegar a pasar si no prestamos atención a lo realmente importante y nos tratamos y respetamos como corresponde.

    Creo que se lo dije hace poco a Mori también. Me resulta gracioso cuando me encuentro palabras, que aquí no se llevan, para denominar objetos o expresiones que estoy acostumbrada a decir de otra forma. Clara muestra de lo rica que es nuestra lengua. En ninguno de tus escritos me había encontrado con tantas palabras de este tipo como en éste: plantel (plantilla), trastes, pelapapas (pelapatatas), la gota que rebalsó el vaso (la gota que colmó el vaso).

    Un gran escrito como siempre.
     
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  5.  
    Luncheon Ticket

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    Virgo
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    ¡Jajaja! Eso pensé en generar...
    XD

    ¿Sabes? A veces peco (demasiado) de detallista. Pero esta vez lo dejé pasar. Quise ahondar en el detalle de cómo Vladimir se las apañara para añadir su "ingrediente" a cada preparado (la idea era que empleaba una botella que tenía escondida), pero quise omitir tal cuestión para centrarme únicamente en el impacto del final (además, con tanto "detallito" temí que me tomaran como alguien que tiene una fijación o algo).
    XDU

    ¿Qué le dijiste exactamente?
    Sé que suele haber variaciones de algunas frases, expresiones y conceptos. En España es "normal y corriente", y aquí, "común y corriente". Allá es "quieras que no", y aquí es "lo quieras o no". También pasa con "vídeo" y "video" (ambas son correctas, supongo). Incluso entre países de Latinoamérica puede haber ese tipo de variantes lingüísticas. Sin ir más lejos (literalmente, ¡já!), en Argentina se denomina al rebozado para alimentos como "pan rallado", y en Paraguay es "galleta molida". "Palta" y "aguacate", "morrón" y "locote", "piña" y "ananá", etc.
    Como aquel famoso video, ¡Qué difícil es hablar el español!


    Saludos cordiales, señorita It's
    :DD!
     
  6.  
    InunoTaisho

    InunoTaisho Orientador del Mes Orientador

    Leo
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    Puaj, de sólo conocer el ingrediente secreto amo más la comida de mi mamá... XDXDXD


    Me provocaste un revolcón de las entrañas que dejé de leer con ganas de no volver para comentar; pero bueno, lograste lo que querías como le comentaste a mis antecesoras y eso es un mérito bien ganado, así que sin más que agregar porque todo te lo han dicho, vine aquí a dejar mi huella haciendo bulto y ganando moneditas para cambiar por cintitas... XDXDXD


    P.D. desde el nombre Vladimir es horrendo, y conste que no soy discriminadora de rusos ucranianos con sangre siberiana
     
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  7.  
    Luncheon Ticket

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    Necesito una nueva cinta, "Amo del Impacto".
    Vamos, Inuno, dámela. Yo se que quieres (??)
    XDD
    Saludotes, amiga. Espero no volver a causarte náuseas más adelante...
    ;)!!
     
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  8.  
    Sonia de Arnau

    Sonia de Arnau Let's go home Comentarista empedernido

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    Hace tiempo que leí el relato y apenas ahora me dio tiempo de comentarlo. ¿Qué puedo decir además de que me gustó? La verdad di click al leer el e título. Pensé que el relato en cuestión estaría centrado en Vladimir, pero no, en realidad fue del Dueño del restaurante. Aunque en cierta forma creo que el dueño si que mereció un poco lo que le pasó, ya que, cuando su restaurante comenzó a ser popular este se jactaba que esos platillos eran cosa de él cuando en realidad no.

    E igual, cuando se sintió "avergonzado" de no poder responder al Mayor, aun allí ni siquiera me agradó, después de todo su ambición y codicia lo cegó a un punto en que no le dio importancia a eso, ¿no se imaginó que posiblemente podría utilizar animales, pelos o cualquier basura? Después, al leer cómo lo trató para que le contará todo; por esa razón también se me cruzó a la mente que quizá Vladimir le mintió al dueño, orinando la olla en vez de decirle el verdadero secreto... probablemente. Y si en verdad ese es su ingrediente secreto, me preguntó ¿por qué razón? ¿Fue por razón personal? ¿Cultural? (Sí, algo medio loco pero ¿por qué no?)

    Aun a pesar de que más o menos sabía como terminaría el relato, pues era muy evidente que desde que se puso a cocinar Vladimir y a tener fama, no estaba utilizando un ingrediente normal. Es más, cuando se dice allí que comenzó a bajarse los pantalones , me esperaba de todo; cualquier cosa, hasta que leí que hacia orina (¡qué asco!). Ya había leído algunos relatos (fuesen reales o no) de ese tipo, me di una idea. No obstante, ante eso, tu excelente manera de narrar hizo que eso fuera lo de menos y que disfrutara de la lectura.

    Aquí me entró la duda de si el dueño, en un arranque de ira, asesinó al Vladimir y luego huyó.

    Fue muy entretenido de leer. También me recordó mucho a ese tipo de platillos que suelen tener algo que a ti no te gusta o no te imaginas que posee y después que te dicen que tiene tal cosa, te da asco... eso demuestra que todo sabe bien ante la ignorancia¿?

    ¿Aprendemos algo de este relato? Por lo menos yo sí, que cada vez que un chef o cocinero diga que su platillo posé un "ingrediente secreto" me lo cuestionaré :)
     
    Última edición: 21 Junio 2020
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  9.  
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    Ey, a pesar de que lo dejo a una libre interpretación (o que quizás el dueño solo quiso desaparecer por no soportar el oprobio y que a la vez Vladimir volvió a su patria), tu idea es perfectamente plausible. Viéndose arruinado totalmente, avergonzado y con un shock contundente, el patrón bien podría haber caído en un estado de locura asesina u haber acabado con la vida de su infame y abyecto empleado (haya tenido o no razones para hacer lo que hizo), dándose a la fuga a continuación.
    (Adoro esto, departir sobre las múltiples interpretaciones de un relato, sean mías propias o de los lectores por igual).
    XD

    Se dice que está en la psicología humana: nosotros tememos más a lo que no conocemos que lo que sí, a pesar de que lo segundo sea algo sumamente peligroso. Un enfermó diagnosticado con una enfermedad desconocida se preocupará mucho, pero mucho más en comparación que uno que ya sabe que tiene cáncer o sida.

    ¿Hubiera sido un mejor desenlace si Vladimir simplemente se marchaba sin revelarle nada al dueño para dejarle con la duda y el consecuente fracaso que significaría su ausencia? Podría ser, pero preferí más el impacto. Creo que un impacto vale más que una intriga. Al menos para un lector en comparación con un personaje.

    Gracias por pasarte, dusfruté leyendo tus opiniones.
    Hasta otra ocasión.
    C;!
     
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