One-shot El compositor de sueños

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Lelouch, 14 Septiembre 2020.

  1.  
    Lelouch

    Lelouch Rey del colmillo

    Aries
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    Escritor
    Título:
    El compositor de sueños
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1328
    Rol: Pokémon Rol Championship
    Personajes: Hubert Matson
    Nota: no puedo dormir; esta idea la tenía en mi cabeza desde hace mucho. Consideró que no la he desarrollado como me gustaría en este fic, pero probablemente jamás la hubiese escrito de todos modos. Así que al menos la he sacado de una vez. Es una pena, pero al menos es algo. Una disculpa por el tremendo OoC que seguro me he marcado, como digo, no puedo dormir y quería escribir algo. Esto debería haberlo hecho con más tiempo y dedicación.

    El compositor de sueños

    Hubert miró una vez más aquel organelo, medio onírico y medio real, que había frente a él.

    Se había convertido, aunque estuviese mal que él lo dijese, en un experto en el uso del mismo con el pasar del tiempo.

    El mundo de los sueños había despertado en él un interés bastante profundo desde el momento en que supo de su existencia, y teniendo en su equipo tanto al hada de los sueños como a la guardiana de dicho mundo, no había dejado pasar la oportunidad de preguntar todo lo que pudo sobre aquél fascinante plano de la existencia.


    El cómo surgían los sueños era, de entre todas las cosas, lo que más interés le suscitaba. Científicos, psicólogos y muchos otros expertos y profesionistas se habían hecho la misma pregunta desde hacía muchísimo tiempo, y aunque habían intentado hallar una respuesta, el asunto seguía sin descubrirse. ¿Por qué dormimos? ¿Qué son los sueños? ¿Dónde se generan?

    Gardevoir y Cresselia le explicaron que, aunque no sabían cómo se había formado el mundo onírico en primer lugar, ni cómo o porqué habían nacido ellas, los sueños se producían principalmente como una manera de darle descanso y paz al cuerpo, mente y alma de los seres vivos. Al mismo tiempo, los sueños alimentaban al mundo onírico y eran lo que lo mantenían existiendo, volviendo aquello una relación simbiótica.

    Por supuesto, las pesadillas también existían, y en principio iban en contra del propósito del mundo onírico, pero aquellos sueños eran responsabilidad de Darkrai, que se alimentaba de la energía que las pesadillas producían.

    De todos modos, en lo que a los sueños comunes y corrientes se trataba, estos surgían gracias a un "instrumento" abstracto y propio de aquel mundo: el órgano de los sueños.

    Carecía de forma definida, pues tomaba la forma que más se acoplase a su usuario, y sólo podía ser usado por los habitantes del mundo onírico, o por aquellos a los que se les otorgase dicho privilegio, como era el caso de Hubert.

    Se sentó frente a él; ya había tomado la forma habitual con la que el chico lo manipulaba: un enorme piano con 4 "niveles", cada uno conformado por una hilera completa de teclas. Abrumador, sin duda, pero necesario para evocar recuerdos, pensamientos, ideas abstractas y todo lo que el cerebro humano podía crear y procesar.

    Una tecla, por si sola, no hacía gran cosa. Muchas, de hecho, no hacían nada. Pero si se les combinaba entre sí podían crear imágenes, sonidos y sensaciones en la psique del soñador. Las combinaciones eran prácticamente infinitas, y a Hubert le había costado mucho tiempo lograr cierta maestría en el uso de aquel instrumento.

    Sus primeras composiciones, si es que se les podía llamar así, no habían sido más que una combinación de imágenes y recuerdos inconexos, carentes de sentido y con una duración de escasos segundo o minutos, antes de que su pobre sujeto de pruebas terminase despertando del sueño por la impresión. Se había sentido bastante mal por hacerle eso a sus amigos.

    Pero la curiosidad era más fuerte, y siguió adelante con aquellos sueños, por más que fuesen un fracaso y le robasen el descanso a sus camaradas. Con el tiempo comprendió la idea general, encontró combinaciones de teclas que iban bien entre sí, secuencias lógicas que podía seguir y, como si se tratasen de melodías reales, sus dedos viajaban con fluidez de un lado a otro de aquel instrumento, a un ritmo acompañado y certero.

    Aquel día la afortunada (o desafortunada) fue Mimiko Honda. Hubert había desarrollado el deseo de ayudar a sus amigos a superar sus problemas dándoles un empujón en el mundo de los sueños. Sabía que era egoísta hacerlo sin pedir el consentimiento para ello, pero consideraba que a veces era necesario hacerlo.

    El sueño comenzó con un sentimiento de alegría; los brazos de Alpha eran reconfortantes para ella, se sentía segura. Su padre y madre estaban con ellos, riendo y charlando, y todo estaba en su sitio. Las suaves melodías de un piano se escuchaban levemente.

    Entonces el piano se detiene, los brazos de Alpha se vuelven fríos, muy fríos, y al levantar el rostro la chica se encuentra con la mirada de Alpha, distante, seca, con un deje de miedo y repudio. Su corazón se encoje. Mira a su madre, dónde debería estar, pero solo están la arpía de Delia y el cerdo de Matt. Y su padre tampoco estaba. El que estaba sentado a su lado ya no era su padre, aunque se viese igual, aunque tuviese los mismos gestos y ademanes, era una persona completamente distinta para Mimi, ¡¿Quién era ese hombre?!

    Desesperada, mira en todas direcciones, sin saber por qué, y entonces la encuentra. A aquella chica que había sido su luz y su guía, a Emily. Sentada en el otro lado de la mesa, mirándola sonriente e impasible. Quiere alcanzarla con desesperación, pero no puede. Sus piernas no le responden, está pegada a la silla, al cuerpo de aquel chico que no reconoce, que ahora le produce tanto dolor cuando lo mira. Estira su brazo tratando de alcanzarla con todas sus fuerzas, y Emily estira el suyo también, y cuando está por sujetar su mano la morena la aleja. Ella también parece alejarse, mientras Mimi grita su nombre. Emily no la escucha, nunca lo ha hecho. Se marcha sin más.

    Mimi intenta levantarse una vez más, saca fuerzas de cada célula de su ser. Su padre, Alpha y todo lo demás parece pasar a segundo plano y Hubert hace todo lo posible para darle el empujón que necesita. Sus dedos se mueven de una tecla a otra, y las emociones de Mimi reciben todo el impulso que pueden. El chico trata de encaminarla en la dirección que él cree la correcta pero sabe que, en última instancia, todo dependerá de la chica.

    Al final de todo Mimi cae de nuevo en su silla y contempla con impotencia cómo su amiga se aleja. Entonces las piezas del órgano se enclavan y el sueño termina.

    ...

    Hubert se dejó caer de espaldas en el respaldo de la silla, exhausto, frustrado y sintiéndose una vez más como una mierda, apretando los puños con fuerza. Porque sabía que, en ese mismo instante, Mimi estaba llorando en su habitación, como todas las noches, por su culpa, preguntándose porqué no podía parar de sufrir, de atormentarse a sí misma. Maldecía a su cabeza por seguir soñando con ellos, ¿por qué no podía olvidarlos y seguir adelante? Se culpaba continuamente por ello. Y Hubert se sabía responsable de todo.

    Su amiga sufría por su culpa. El quería ayudarla, ¿Pero quién le había dado ese derecho? El derecho de decidir qué era lo correcto, el cómo Mimi debía enfrentar sus problemas. El órgano de los sueños parecía la respuesta a todo el sufrimiento de sus amigos, ¿No debía intentar hacer todo lo posible por ayudarlos?

    ¿O es que a acaso sólo se mentía a sí mismo, y sólo usaba aquella excusa para hacerse sentir mejor a sí mismo? ¿No hacía todo por mera curiosidad, por ver hasta dónde era capaz de llegar? Deseaba con todas sus fuerzas que no fuese el caso, pero, ¿Cómo podía estar seguro?

    El mundo de los sueños le hacía cuestionarse su propia realidad.

    Su mano se movió sola, volviendo a pasar sus dedos por las teclas. ¿Quién sería el siguiente ahora?
     
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