El Chico Feo “Debido a que soy un chico feo, no te lo puedo decir, pero para acercarme más a ti… ¡Me esforzaré!” — ¿Quién es ese chico? —habla una chica en voz alta. — ¡No te acerques a él! —le dice su amiga con un tono prepotente, yo sólo me limito a seguir leyendo mi historieta— ¿No ves lo desagradable que es? — Si, es cierto —se ríen mientras me miran de reojo— es realmente un chico muy feo —susurra su amiga. Viajando en el tren se me ha vuelto algo cotidiano escuchar comentarios como esos respecto a mí, así que he aprendido a ignorarlos. El tren se detiene unos minutos después y decido bajar para caminar a la escuela, sosteniendo mi mochila y moviéndome por los lados. Mi nombre es Kagamine Len y soy un chico feo. Tengo 15 años, mido 156 centímetros, peso 95 kilogramos, mi cara está llena de granos, tengo pelo grasoso y para rematar uso lentes, ciertamente ninguna chica quiere salir conmigo y se limitan a hablar a mis espaldas. — ¡Hey cerdito! —comenta un compañero mientras me da un golpecito en la espalda corriendo a un lado mío— si no te apuras llegarás tarde —me dice para posteriormente rebasarme, yo sólo lo miro a lo lejos. — ¿Cuál es la prisa? —pregunto, iba un poco apurado pero no era para tanto. Al llegar a clase me siento con pesadez en mi asiento, me tocaba en la última banca de la última fila, pegado a la ventana que daba la vista a los patios. Cuando miraba por la ventana me sentía triste y me daba cuenta lo solo que estaba, todos los días era lo mismo: insultos, humillaciones y darme cuenta de mi fealdad, a veces me preguntaba qué hacía ahí todos los días. — Len-san… —pero al escuchar su voz, al verla— ¿Hiciste tu tarea para entregar al profesor? —su sonrisa me hacía saber que ella era mi razón para venir cada día más a este lugar. — Sí, Kagamine —ella era Rin Kagamine, a pesar de nuestros apellidos parecidos no había ningún parentesco, ni físico ni mental, pero aún así verla me hacía sentir feliz. ¿Cuándo exactamente me enamoré de ella? ¿De ese perfil suyo? ¿De esa mirada? ¿De esa voz? Con sólo verle siento mi corazón acelerar, nublando mi vista, como si en cualquier momento todo dentro de mí fuera a explotar en un enorme huracán de emociones incontrolables. Sin importar por donde la mires, ella es perfecta, una alumna buena en: estudios, deportes, popularidad y es amada por todos, ¿Cómo puedo compararme con ella? Un chico como yo que es malo en: estudios, deportes, popularidad y el más feo de todo el colegio, y al pensar en eso no puedo evitar deprimirme y llorar. Pero a pesar de eso, a veces me pregunto el porqué ella es tan amable conmigo, digo, alguien como yo no vale la pena, y no es ni si quiera digno de respirar el mismo aire que ella. Aun así, cuando ella me saluda cada mañana me siento feliz y eso llena mi corazón de esperanza y me hace pensar que, si me esfuerzo más, quizás ella no sería tan inalcanzable. — ¡Kagamine! —sus amigas la llaman y ella sonríe de forma radiante. — ¿Qué sucedió Hatsune? —una chica de pelo verde empieza a susurrarle algo. — ¿No te da asco saludar a ese de Len Kagamine? —ella me mira de reojo, con una expresión de repudio y luego vuelve a mirar a la linda Kagamine. — Mmm… ¿Por qué? —ella ladea la cabeza, me mira, me sonríe y se gira a la chica de pelo verde. — ¿¡No me digas que te gusta!? —ella grita, mientras otras chicas a su alrededor, que parecen que también estaban escuchando, gritan al unísono. — ¡Diuh! —escucho de unas cuantas chicas. — ¿Qué?… no —Kagamine empieza a reír de forma dulce, rompiendo un poco mi corazón— sólo me parece alguien agradable. Me quedo mirando a la ventana, deseando que fuera más fácil. ¿Por qué es tan difícil acercarme a ella? ¿Por qué es tan difícil hablarle? Quisiera ser un chico más guapo, más hábil, más seguro de mí, para poder levantarme de este pupitre, verle fijamente a los ojos y decirle: “Hola, ¿Quieres salir conmigo?”, pero no es algo que sea fácil. Tal vez, sólo tal vez, si mi físico cambiara los suficiente, tal vez ella me miraría. Yo no quiero rendirme sobre ella, porque es la única persona que siempre me ofrece su sonrisa, a pesar de mi fealdad. ¡Deseo estar a su lado, por eso no me rendiré! Ese fue el deseo que me motivó a salir corriendo del salón de clases aquella tarde, apenas sonó la campana de salida; no me podía quedar llorando, ¿Cuánto tiempo llevaba así? Una parte de mí estaba asustada, con el corazón acelerado, pero entendía que, si quería una pequeña oportunidad a su lado, debía esforzarme, debía dar de mi parte para lograr ese cambio y lograr ser parte de su vida. Fui a la primera tienda de conveniencia que encontré, fui a todas las secciones que consideré pertinentes para mi plan: belleza, moda, alimentación, ¿Cuántos cambios tendría que hacer? Tomé aire mientras escogía qué comprar, me dirigía a pagar y salía de aquel lugar; ese día pondría fin a mi fealdad. Empecé a leer mangas románticos, a las chicas les gustaba esas cosas; ¿Qué tipo de chico tendría que ser para gustarle a Kagamine? ¿Rudo? ¿Gentil? ¿Energético? ¿Indiferente? Había tantas cosas inexplicables en esas historias, como cuando la chica tímida por alguna extraña razón conquistaba al protagonista, el cual dejaría todos sus prejuicios para estar junto a ella. — ¡Que tonto! —grité mientras aventaba aquel manga— prefiero los comics de acción —me quedo mirando al cielo, sintiéndome tentado a ir a comprar una hamburguesa doble con queso y tocino mientras leo uno de esos comics que tanto me gustan; pero luego me viene a la mente su bello rostro y decido tomar de nuevo ese tonto manga con esa absurda historia. Así mismo, revisé las revistas de moda: el mejor y peor vestido; el tipo de ropa que estaba de moda, los diferentes tipos de look que podía adquirir y como estos pueden darte una presencia diferente: popular, urbano, intelectual, lindo, amigable; ese último no sonaba mal, quizás es lo que necesitaba para poder estar más cerca de ella. Empecé a checar en internet lugares dónde comprar esa ropa, y la forma en que debía combinar dichas prendas; era más complicado de lo que pensaba y me causaba cierto dolor de cabeza, porque ni yo sabía que era lo que estaba haciendo. — Todo por ella —suspiré. ¿Cómo son los chicos populares? Chicos delgados y con hermosos rostros— ¡Agh! —frunzo el ceño al ver esa visión tan superficial y opuesta a mí. Debía rasurarme correctamente, eso era fácil, sólo me daba flojera hacerlo; recuerdo que me hice unas cuantas cortadas y me sentí más feo al ver mi rostro sin esa barba de tres días que normalmente me cargaba. Lo siguiente, era un corte de pelo, busqué una peluquería cerca de la ciudad, la que tuviera mejores críticas en internet, y pedí el corte más juvenil; recuerdo que me quedé dormido en la silla mientras la señorita que me atendió procedía a cortarme el fleco. — ¡Ay! —gritaba mientras me depilaba las cejas con una pinza— ¡Todo es por ella! —gritaba en el proceso. Esa fue la primera vez que no me reconocí del todo en el espejo, ya no tenía una apariencia tan desagradable, pero aún estaba gordo y lleno de granos. Empecé a ir con un nutriólogo y cambié mi alimentación, así como mi ritmo de vida; aprendí a pararme diferente, tratando de aparentar mayor seguridad. — ¡Hola Kagamine! —ahora las chicas me saludaban, de vez en vez. — H…hola —bajaba la mirada, tímido. — ¡Hola! —luego llegaba ella y me sonreía y yo trataba de corresponder aquel saludo. — Kaga… —pero antes de que pudiera decir su nombre, ella ya se había ido lejos. Mi rostro reflejaba tristeza, pero luego apretaba mis puños, aún me faltaba mucho para llegar a la meta. El sobrepeso había bajado, pero aún tenía que seguir corriendo cada mañana y comer más verduras, mientras buscaba nueva ropa que se ajustara a mis nuevas tallas… ¡Tenía mucho que hacer! — ¡Lo hago por ella! —gritaba lleno de sudor. Poco a poco dejaba de reconocerme a mí mismo; los granos habían desaparecido, mi rostro era menos redondo y el cabello caía sobre mis mejillas de forma natural, ahora notaba que tenía un rostro más femenino de lo que creía, y me daba miedo cambiar de esa forma. Aun así, creía que debía tomarme esa decisión con seriedad. — Rin… —escuché el nombre de ella mientras iba de compras por nuevas cremas para el acné y gel para el cabello; rápidamente me escondí detrás de un árbol. — ¿Qué pasa Akaito? —ella se sonrojaba y mi corazón me dolía. — ¿Ya pensaste en que película quieres ver ahora? —era un apuesto chico pelirrojo, alto y delgado; me parecía que él era de otro grupo, a lado del nuestro, y uno de los tantos pretendientes de ella. Cuando los vi alejándose entre risas, empecé a llorar un poco. ¿Por qué sus amigos tenían que ser tan apuestos? ¿Por qué no podía compararme con ellos? ¿Algún día iba a ser capaz de ser yo el que caminara a su lado? Debido a que soy un chico feo, no te lo puedo decir, pero con tal de estar a tu lado, no me rendiré, me esforzaré; o eso fue lo que pensé desde que empecé a hacer todos estos cambios. Aun así, ¿Por qué siento que nada ha cambiado? — Kagamine —se acerca esa chica de pelo verde a mi pupitre. — ¿Hatsune? —le miro de reojo mientras bajo la mirada al pupitre. — Llámame Miku —ella nunca me hablaba, pero recientemente me buscaba más. Tenía una amplia sonrisa mientras me tomaba del brazo— y yo te diré Len. — Ah, bueno… Miku —moví la cabeza a los lados— ¿Te puedo ayudar en algo? — ¿Estás libre el sábado? —ella me miró fijamente y me quedé pensando. Había cambiado mucho; el peso era el ideal, mi rostro ya no estaba lleno de granos, mi pelo tenía un nuevo estilo, había cambiado de uniforme a uno más ajustado que remarcaba mi nuevo cuerpo, incluso las chicas me buscaban más; pero ¿Por qué aún no me podía acercar a ella? ¿Por qué ella aún no me miraba? En ese momento lo entendí, no era sólo mi cara, no era mi físico, no era mi estilo, nada de eso era lo que me alejaba de ti; todo eso eran sólo excusas para no hablarte, para decir que no tendría oportunidad de estar cerca de ti… ¡Odiaba tanto eso! ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué!? ¿Por qué no podía ser alguien más genial que fuera digno de su amor? Era tan perfecta para mí, me hacía sentir que incluso alguien como yo tenía un lugar en este mundo, y era por eso por lo que me daba miedo acercarme a ella, decirle algo sobre lo que sentía; aún tenía miedo. ¡Pero aún me gustas mucho! ¿Qué tengo que hacer para gustarle? ¿Qué puede hacer un chico tan feo como yo? Aun así, deseo estar a su lado más que cualquier cosa en el mundo y por eso no me puedo rendir, porque ese día llegaría pronto, yo lo buscaría, y por fin me confesaría. — ¡Rin! —grité su primer nombre, después de clases, sin ningún tipo de educación. — Kagamine… —ella se giró sonrojada, estábamos completamente solos. Yo estaba jadeando, había corrido por toda la escuela, tratando de alcanzarla antes de que se fuera a casa. — ¡Tú me gustas! —grité por primera vez, y su respuesta fue…