El barco

Tema en 'Relatos' iniciado por Red, 28 Marzo 2012.

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    Red

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    Aries
    Miembro desde:
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    Mensajes:
    88
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    El barco
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1634
    No hay demasiados pájaros en el ocre cielo. Aún algo cansado, nuestro protagonista camina por el muelle entre un montón de barcos suplicando que les saquen a mar abierto. Esta amaneciendo, él mira al horizonte, le gustan los amaneceres, son bellos.

    Él mira con pereza los números situados frente a los botes, y finalmente encuentra el suyo, el nº 23. Un barco no demasiado grande, de color blanco, oxidado por muchos lados, tiene unas rayas azules que cubren los laterales del casco del barco, cubierto por lapas que decidieron que aquel sería un buen lugar para vivir. La cubierta está llena de defecaciones de las gaviotas, que surcan el cielo cada día y se adentran en el mar el último para descansar en paz. Sonríe cansado y suspira mientras se monta en el barco y se prepara a limpiar todo aquello, aquel día el barco debía estar perfecto. Mira su reloj, apenas las 7 de la mañana. Se queda un momento, viendo aquel viejo reloj que heredo de su padre, con su característico cristal roto que divide al mismo en tres partes, se pregunta como se haría aquel daño, realmente no le importa, le gusta aquel reloj tal y como es, así ha sido siempre.

    Hace años que no se monta en aquel barco, y hace años también que quería volver a montarse en él. El barco esta deteriorado y sucio, pero no le importa, es su barco. Recuerda la última vez que se subió a aquel barco, hacía ya casi 6 años, desde la noche antes de su boda, nunca tuvo demasiados amigos así que la despedida de soltero fue descartada. Él mismo la celebró cogiendo un pack de 6 latas de cervezas y adentrándose hacia el mar para disfrutar de la paz y el silencio. Para él fue una noche inolvidable.

    Mas lo fue el día de su boda. Sucedió tal y como lo había imaginado, una iglesia, muchos invitados, mucha música y mucho griterío. Lo que mas recuerda era lo preciosa que estaba la novia con el vestido de blanco, a pesar de que ella no fuera ni virgen ni mucho menos pura. Él había estado enamorado de ella desde hacía años, ella siempre fue la típica chica popular a la que todos querían, bella y con un cuerpo único, era siempre el objetivo de pensamientos impuros que cualquier chico adolescente tenía cuando se aburría y tenía papel higiénico cerca.

    Ella siempre era objeto de cotilleos y de chismes, como cuando se lo hizo con todo el equipo de fútbol, al mismo tiempo, en su 16 cumpleaños, o cuando aprobó matemáticas por ir a visitar al profesor el último día en su despacho. Siempre fue ese tipo de chica, aún así era la principal atracción del pueblo, todos querían montarse en ella en cualquier contexto posible, todas las chicas querían ser su amiga, ella iba a todas las fiestas, y se metía cualquier cosa por cualquier sitio. Por otro lado, él fue el típico chico solitario que lee libros en su tiempo libre o que apenas tiene 3 o 4 amigos con los que pasar el fin de semana, nadie le conocía y nadie le quería conocer.

    Aún a pesar de su imposibilidad, el siempre la quiso, incluso antes de que se volviera popular por así decirlo. En 5º de primaria le regalo mas de 5 tarjetas de san Valentín, en 6 º de primaria se gasto todos sus ahorros para comprarle un collar, en 3º de ESO compró dos entradas para un concierto y se las regaló, y en 1º de Bachiller compuso una canción y aprendió a tocar la guitarra para ella. A ella no le importó nada de eso, tiró las tarjetas de san Valentín, tiró el collar a la basura por considerarlo una baratija, cogió las entradas y fue con una amiga al concierto, allí se tiró al guitarrista, y colgó la canción en youtube con el título de “Friki enamorado”. Las burlas aún le seguían en la carrera.

    A pesar de todo, el la siguió amando.
    A los 23 años, se casó con ella, contra todo pronóstico y a pesar de todo lo que ella había hecho. Quizás influyera el hecho de que ganara una fortuna jugando en bolsa. Dos días después de volverse millonario ella apareció en su puerta toda enamorada, el muy imbécil se lo creyó. El sabía que ella quería dinero, pero aún así le dio por pensar que con el tiempo ella le querría, el aún lo creía posible.

    La felicidad de ella era proporcional al dinero que gastaba, pero él solo quería verla feliz, en realidad nunca usaba el dinero para nada.

    Por fin termina de limpiar la cubierta, sonríe animado. Enseguida deshace el cabo que une el barco al puerto y arranca para salir a mar abierto. Son las 2 de la tarde, el sol está en lo alto, el cielo es azul y bello, y el mar refleja esa belleza. El barco se separa del muelle y comienza a alejarse de tierra.

    El movimiento de las olas mueve ligeramente el barco, pero enseguida gana velocidad y este comienza a notar el frío viento en la cara, y el olor a sal que atraviesa sus pulmones, eso le encanta, sonríe animado y se dice a sí mismo cuanto deseaba volver a notar esa sensación de libertad.

    Aquel barco no era muy bueno, pero era perfecto para él, fue el único capricho que se tomó cuando se hizo millonario, era lo que siempre había deseado sin contar a su adorada esposa. Mira el barco con calma y en silencio, adora cada detalle y cada imperfección de aquel barco, las grietas en el cristal delantero de cuando una gaviota se estrelló, las barandas oxidadas desde siempre que rodean la cubierta, el sonido a barco de vapor que emite el viejo motor, y el ligero olor a aceite que cubre la cabina de dirección. Muchas veces le han dicho que arregle el barco, pero... ¿para qué? Entonces, ya no sería su barco, sería otro diferente, y el adora ese barco con todas sus imperfecciones, por que son lo que hacen de ese barco único y perfecto.

    Piensa entonces en su mujer, con sus ojos verdes profundos, su pelo castaño largo y ondulado, su esbelto cuerpo de diosa, y sus largas piernas sin fin donde mas de un hombre se ha perdido. Pero mas que nada, recuerda su sonrisa, esa sonrisa de dientes perfectos que abarca toda su cara y le hace olvidar cualquier problema o cualquier circunstancia, que le hace perderse en el infinito y recordar por que es feliz.

    Ella es maravillosa.

    Para el motor del barco y sale a cubierta, el sol le destella, el aire le reconforta, el silencio le calma, el suave movimiento de las olas sobre el barco le hace sonreír. Disfruta de aquel momento de suprema paz, de quietud, de felicidad.

    Al instante se acerca a su pequeña nevera azul portátil repleta de cervezas que espera que nunca caduquen, la abre y el líquido le salpica la cara, entonces suspira y toma un refrescante trago mientras se sienta en la deteriorada barandilla de la cubierta, a disfrutar del bello mar y del brillante cielo.

    Le cae una lagrima por la mejilla, se sorprende y toma la lágrima con el dedo índice, la mira con sorpresa pero enseguida cae en la cuenta, sabe por que llora. Sonríe triste y melancólicamente.

    Recuerda lo que pasó la noche anterior, cuando llegó del viaje a suiza días antes tan solo para ver al ser que mas quería.

    Sonrió con ánimo y nerviosismo, ¿se sorprendería de verle? Enseguida su sonrisa se cortó al oír ruidos en el piso de arriba. Sin perder un segundo corrió a la cocina y tomó un cuchillo, no pensaba permitir que nadie le estropee la felicidad, ningún ladrón le jodería la noche. Con sumo sigilo subió las escaleras. Los ruidos se hacían mas notables y también mas claros. Empezaba a bajar el cuchillo, se acercó a su habitación, la puerta estaba entreabierta. Podía verlos, al jardinero y a su mujer yaciendo sobre la misma cama, mientras ella gime de alegría y placer y mientras el jardinero sonríe animado sin perder un solo segundo de disfrutar aquel perfecto cuerpo.

    Las lagrima brotaban de sus ojos rotos, sus hombros caídos se alzan y el abre la puerta lentamente mientras agarra el cuchillo con fuerza y dolor.

    El mira entonces al cielo, llorando y sonriendo, mientras sostiene la lata de cerveza con la mano roja y el traje cubierto de la sangre de su mujer y del jardinero. Se mira así mismo y apenas reacciona, se mantiene en silencio, esperando que la policía que el mismo llamó hacía escasas horas le encontrara en mitad del mar en silencio y ensangrentado. La lata se le resbala de las manos, maldice por lo bajo y acerca la mano derecha para cogerla, es entonces cuando ve su anillo de casado cubierto de la sangre su esposa. Cae en la cuenta, su esposa está muerta, el la ha matado. Mira su anillo con terror mientras acerca la mano y se pone de pie caminando hacia la cubierta. Respira agitadamente, cae de rodillas y grita con todas sus fuerzas, grita de miedo, dolor, angustia, terror e ignorancia, mientras llora sin consuelo en mitad del mar que acuna el barco mientras el cielo le mira en silencio.

    Él podía haberla cambiado, podía haber hablado con ella, haber sido mas rudo, quizás haberla mandado lejos para que pudiera vivir su vida, podía haber buscado otra chica. Pero no... el la amaba a ella, la quería, la quería con todas sus virtudes e imperfecciones, como a su viejo reloj roto. La quería tal y como era, como a aquel barco desgastado por el tiempo que ahora vaga en silencio por el mar con un corazón roto a bordo.
     
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