El armario. Este no es un cuento del Colmillo Sangriento. Ashurama-san no va a salir de un armario para comerse a nadie, ni nada por el estilo, sin embargo, el humor es el mismo, ya que todas estas historias tienen como denominador común la misma escritora, por suerte —o por desgracia—. El armario es uno de los lugares más especiales de la casa. En el armario, pasan cosas increíbles, interesantes, cosas graciosas. Hay muchas personas que tienen la fantasía de tener sexo en el armario, ahí adentro es estrecho y hace calorcito. Lucy llega a Narnia por primera vez a través de la puerta de un armario, personalmente, me gustaría tener el privilegio de llegar a otra realidad a través de un portal en un armario, como Kagome, cuando viajó al pasado por accidente. La diferencia es que un armario es más íntimo. Cuando éramos niños, nos asustábamos porque creíamos que un monstruo podía salir del armario, justo como le pasa a Emily en “el Expediente 39”, así que procurábamos tenerlo bien cerrado para que nada se atreviera a asomar. En la parte de arriba de mi armario hay oculta una katana, dios quiera que nunca pase por mi mente la idea de salir a matar con ella. También hay un libro de Kamasutra, por si alguien se muestra interesado. En mi armario hay abrigos de pieles con los que me disfrazo cual si fuera Ashurama-san y hay todo tipo de ropas de diferentes texturas y colores, desde los vestidos más brillantes hasta las camisetas más viejas y llenas de agujeros, esas que sólo uso para dormir. Hay zapatos, todas las clases de zapatos, viejos y sin suelas, nuevos y lustrosos, raros, prácticos… aunque todos amontonados en un rincón, tanto que, al abrir el armario, siempre se me viene encima la ola de zapatos. Abrir el armario me provoca terror. Los zapatos asoman como si esperaran el momento adecuado para caerme encima. A tientas, estiro con cuidado la mano, tratando de sacar la bolsa de las medias, sin que ningún calzado salga de su lugar por accidente. Pero de inmediato, los calzados parecen darse cuenta y empiezan a golpear contra la débil puerta, intentando salir y yo debo apoyarme contra la misma, intentando evitarlo. Las camisas tienen problemas psicológicos. Entran perfectamente planchadas y salen completamente arrugadas, es posible que sean víctimas de bullying cuando estoy ausente y quisiera ayudarlas, pero el armario es muy pequeño y las ropas están hacinadas. Es común que las ropas fuera de estación quieran caerme encima cada vez que abro la puerta de arriba, porque arriba no hay suficiente lugar para alojar a la mitad de la población de ropas. Casi todas las semanas, una ropa nueva entra en la lista de las más usadas… pero el armario ya no tiene suficiente lugar, se me ha quedado pequeño. Hay muchas ropas homeless, que deben esperar afuera hasta que surja algún nuevo lugar. Esto no siempre ocurre. Sin duda, el armario es muy divertido, pero ya es hora de comprarme otro más grande.
Me ha gustado mucho, yo tengo problemas similares con mi armario, en especial con las ropas, que parecen querer agarrarme con las mangas, jalarme por el cuello, entrarme y asotarme a golpes para despues sacarme abruptamente, pero aparte de eso mi armario me encanta, pues en su puerta tiene un gran espejo de cuerpo completo, lo adoro. Tu escrito a sido gracioso, me lo he leido par de veces, levanta el animo de cualquiera, tambien se lo he leido a familiares y amigos, mandaron a decir que le ha gustado, tus minis historias son muy buenas, sigue así, eres una gran escritora, esperare otra de tus minis historias.