Self-insert El aislado corazón de la Hidra.

Tema en 'Literatura experimental' iniciado por Zireael, 16 Febrero 2019.

  1.  
    Zireael

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    Escritora
    Título:
    El aislado corazón de la Hidra.
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    956
    Este relato tuvo una primera versión en julio del 2017, aquí las aclaraciones que le coloqué en aquel entonces:
    • La breve mención de la mitología (Ícaro) no la consideré suficiente para publicarlo en dicho foro, pues es más una "analogía". Idk.
    • Sirius: estrella más brillante del cielo nocturno, estrella alfa de la constelación del Can Mayor (Canis Maior).
    • Las referencias a la "estrella solitaria" o al "corazón de la hidra" se refieren a Alphard/Alfard/Cor Hydrae estrella alfa de la constelación de Hidra (Hydra).
    • Digamos que tiene dedicatoria don't you say pero como es prácticamente imposible que dicha persona lo lea, pues por eso lo publico en realidad. Estamos mejor con que el joven desconozca todo, pero principalmente que soy una cursi de mucho cuidado.
    • Romance pues porque YOLO.
    Hace cosa de dos semanas decidí sacudirle el polvo a este escrito, editarlo y, finalmente, luego de un año y medio, dárselo a la persona a quien siempre perteneció. La vida da muchas vueltas, qué decir.
    Única aclaración de hoy:

    • Que Hidra esté en mayúscula en el título refiere directamente a Dhaval Krall aka Hidra, un personaje de Cielo Nocturno, basado en la persona a quien le entregué este relato.








    El aislado corazón de la Hidra





    La historia se repite una y otra vez.
    Cuando salgo de la jaula y extiendo las alas después de tanto tiempo sin utilizarlas, me acerco ridículamente al sol, como quien no teme morir quemado; creyendo que como el cuervo creador puedo robar la estrella del Sistema Solar.

    Ingenuidad. No hay otra palabra para esto.

    Una y otra vez la cera que une las oscuras plumas de mis alas de Ícaro se derrite en mi intento por alcanzar una estrella. Una y otra vez las reconstruyo solo para volver a caer ante el tentador brillo de un nuevo sol que consumirá todo mi esfuerzo e, inevitablemente, me hará desplomarme hacia el océano.

    Es la autodestrucción que tanto parezco disfrutar. Sufrir de esta forma ha terminado por resultarme placentero.
    Al final, puede que no sea más que un insecto que choca contra una bombilla.
    Mi personalidad se ha transformado en una criatura extraña, que absorbe absolutamente toda la luz y no deja más que una oscuridad densa, pegajosa y palpitante.


    Sin embargo, esta vez algo ha escapado.

    Fue así como comenzó esto.
    Con las alas destrozadas y el cuerpo helado por las aguas oceánicas, yacía a las orillas de la costa, tratando torpemente de reconstruir lo que el calor abrazador de mi anterior estrella había destruido casi en su totalidad. Mi representación de Sirius me había consumido.
    Apareció lentamente, como el sol cada amanecer, pero en esta ocasión no pude apreciarlo bien. Una gruesa capa de niebla todavía cubría mi visión, aunque los delgados hilos de luz perlada que se filtraban a través de ella eran tibios.
    Para cuando la niebla se disipó, el brillo que había estado percibiendo se intensificó un poco, pero el roce de sus rayos seguía siendo tibio y agradable. No se parecía a ese molesto calor seco y asfixiante al que estaba acostumbrada.

    Un finísimo hilo de luz escapó a través de mis grietas. Tardé demasiado en darme cuenta.

    Las plumas húmedas se secaron a su debido tiempo, mi cuerpo recuperó su calidez y lo que antes era un huracán se volvió una brisa suave.

    Seguí apreciando esa curiosa estrella que ahora me brindaba su compañía mientras me observaba reparar a paso lento el armazón de mis alas. Esa solitaria estrella que, sin saberlo, era parte de una enorme constelación. Era bellísima a su manera, a pesar de que su brillo era difícil de percibir incluso cuando la niebla había dejado de cubrirla.
    Lo supe entonces y lo acepté no sin cierta amargura… Volaría hacia mi nuevo sol incluso si eso significaba desplomarme hacia el océano una vez más.

    Cor Hydrae había comenzado un incendio en mi interior. La luz que escapaba provenía de sus llamaradas.

    Confiaba en que esta estrella me envolviese en su cálida atmósfera durante más tiempo antes de deshacer mis alas y quizás consumirme totalmente; pero sobre todo, confiaba en continuar contando con su compañía mientras me reconstruía para el nuevo viaje, con el que esperaba poder estrechar aún más el lazo que nos había unido.

    Había terminado la estructura en la que trabajé durante meses. Las inmensas y oscuras alas volvían a estar en mi espalda, pero permanecían cuidadosamente plegadas. No era tiempo de usarlas.
    Me limité a permanecer a la orilla del océano, disfrutando de la calidez de esa solitaria estrella y de la brisa marina.

    Los pensamientos me arañaban la mente con una insistencia ridícula. Rebotaban entre sí, haciendo ruido, pero ya ni siquiera mi terquedad me permitía negar lo que era obvio.

    Lo quería, por supuesto que lo hacía. Su brillo era precioso y constante, su calor era como una caricia a la piel. Lo quería de una forma tan pura e inocente que me sorprendí a mí misma cuando comprendí por qué seguía tomándome tanto tiempo decidir alzar vuelo: no quería que se extinguiera como lo habían hecho otras estrellas.
    De todas formas, el corazón de la hidra parecía difícil de alcanzar. Lo único que realmente esperaba era que me abriera las puertas como sentí que estaba dispuesto a hacer, pero siempre podía haberme equivocado.
    Deseaba profundamente estar en lo correcto esta vez.


     
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