El último y primer Halloween

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Este relato lo he creado para el juego "¡Pidamos dulces!", el dulce en cuestión me lo ha dado @Luix a quien se lo agradezco y espero que le guste el resultado.

El último y primer Halloween​

Había vivido casi toda su vida en aquel cementerio. Era el enterrador. No era que su trabajo fuese el mejor del mundo, pero era uno que no tenía cabida a irse a la quiebra. La gente siempre moría. El viejo Jebediah siempre había sido bastante supersticioso, así que las noches de Halloween no le gustaban en absoluto. Por lo que se limitaba a meterse en cama y a intentar dormir. Normalmente se agolpaban las pesadillas en esa noche, pero tampoco era algo que le trastornase demasiado. Normalmente dormía a pierna suelta, por lo que esa noche solamente era algo que tenía que pasar.

Solamente le quedaba ese Halloween para jubilarse. Era el último y podría irse a vivir a otra parte con todos sus ahorros, vivir una vida que aunque no fuese a la que estaba acostumbrado, le atraía demasiado.

Cuando la noche cubrió con su manto el cementerio, Jebediah se metió como siempre en su cama, dispuesto a enfrentarse a cualquier pesadilla.

Pasaban las horas y el viejo enterrador no conseguía conciliar el sueño. Lo intentó contando ovejas, pero aquello nunca le servía. Quizás los años le estuviesen pasando factura y empezasen los desveles por algún medicamento de los que tomaba.

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Serían más o menos las dos de la madrugada cuando empezó a escuchar el llanto de lo que parecía ser un bebé. No era posible, el cementerio no era frecuentado por nadie y además, nadie en su sano juicio traería a una criatura indefensa en una noche tan horrible y helada como aquella. Echó un vistazo por la ventana y lo que vio le dejó helado. El cementerio estaba repleto de calabazas con figuras tétricas simulando un rostro y en el fondo del mismo, pudo ver lo que parecía la figura de un hombre que llevaba un bebé en brazos. Estaba parado en frente de una tumba, una que el viejo Jebediah conocía de sobra y que le erizaba el bello con solamente rememorar quién estaba ahí dentro. Ahí descansaba el viejo Jack.

Jebediah cogió su vieja lámpara de aceite y la encendió, se puso el abrigo por encima del pijama y calzando unas botas altas, se dispuso a salir fuera.

Cuando estuvo más o menos a unos diez metros de la persona que había visto, se propuso romper el silencio de aquella macabra noche.

—¿Qué demonios hace usted aquí? Este no es un sitio para pasar una noche como esta.

En el momento en el que aquel hombre se giró, Jebediah pudo reconocerle, aunque su rostro estuviese putrefacto, era el viejo Jack.

—Jebediah, viejo amigo, tú me enterraste, ¿Eh? Al igual que enterraste muchos de los cadáveres de bebés que había en mi casa. Eras un buen amigo Jebediah, lástima que tuvieses que venir a interrumpir mi ritual.

—No eres real. Es imposible que tú estés aquí. Esto tiene que ser una pesadilla.

—En eso tienes razón Jebediah, soy una pesadilla, la peor de todas. Pero hoy en esta noche, me he levantado para llevarme a la pequeña Margaret de su cuna, al fin y al cabo, fue el Sheriff el que me quitó la vida, es justo que yo le arrebate la de su pequeña. ¿No crees?

Aquello dejó completamente helado al viejo enterrador. Aquello no podía ser real, pero notaba el frío en su cara, notaba el aire que se filtraba entre los árboles que rodeaban el cementerio. Fuese o no una pesadilla, tenía que hacer algo.

—Jack, viejo amigo —empezó a decir Jebediah- ella solamente es una criatura indefensa, yo ya voy viejo, posiblemente no me queden más de diez años de vida, ¿Por qué no me llevas a mí y la dejas a ella?

La risa gutural de Jack se escuchó por todo el cementerio.

—¿Por qué crees que iba a aceptar tu sacrificio? ¿Acaso se me mató por darle muerte a ancianos decrépitos? No, se me mató por asesinar bebés e infantes.

Aquello le dolió en parte a Jebediah, más porque no sabía qué hacer, que por las hirientes palabras de aquel monstruo de Jack.

—No lo entiendes, a estas alturas el Sheriff ya habrá notado la desaparición de su pequeña, seguramente ya le has hecho sufrir, ¿Para qué acabar con ello? Podrías hacerle más daño atormentándolo año tras año, raptando a su pequeña o de cualquier otra forma. ¿Qué te parece?

Jack ladeó levemente la cabeza, parecía interesarle lo que el viejo enterrador le ofrecía como medida desesperada.

—Piénsalo Jack, si te vengas ahora, tu alma dejará de estar aquí e irás al infierno, pero si no lo haces, si disfrutas cada noche de Halloween aterrorizando a aquellos que te hayan hecho daño, hasta que decidas irte para siempre, será más satisfactorio. ¿No crees?

En ese momento, pudo ver como Jack esbozaba algo parecido a una sonrisa, que era extremadamente tétrica dado que su rostro estaba putrefacto.

—Eres un tipo listo Jebediah, espero que disfrutes de tu jubilación, está bien merecida. El mío fue un entierro digno, aunque en vida fuese un asesino, te lo agradezco. Me has dado la mejor de las ideas.

Y sin más, desapareció.

Jebediah se quedó un rato pensando en lo que había hecho, se fue a su casa, se metió en cama y esta vez, se durmió con la certeza, de que había creado una verdadera leyenda, que había creado un monstruo. Pero había salvado a la pequeña Margaret, eso era lo que más le importaba ahora. Después se jubilaría y ya no sería su problema.