Vislumbró una familiar figura entre la multitud. El corazón le dio un vuelco dentro del pecho y sintió que las piernas comenzaban a fallarle al reconocer ese bello y amado rostro. Su respiración trastabilló e inevitablemente caminó hacia ella con pasos inseguros y siendo prisionero de una emoción desbordante. ¿Podría ser que después de todo ella no hubiese muerto en aquel terrible accidente? Su labio inferior tembló ante esa posibilidad. Cerró los ojos un momento y al abrirlos se encontró frente a frente con esos, añorados, orbes chocolate. ¿Cuántas noches no había pasado rememorando aquellas dulces miradas que sólo a él le dedicaba? Presa de un impulso, tomó la mano de la joven y se deleitó ante la calidez que esa caricia le proporcionó. Su cuerpo tembló y en un intento de mitigar ese dolor que por tanto tiempo lo estuvo consumiendo, la abrazó. Los ojos se le anegaron en lágrimas y no pudo hacer nada más que repetir como si de una plegaria se tratase: ¡Kikyo! ¡Kikyo! ¡Te he extrañado tanto, Kikyo! La mujer se movió suavemente y deshizo el asfixiante abrazo. Lo miró con un mar de emociones reflejadas en esa, familiar y desconocida, mirada. Había desconcierto, melancolía y, en su mayor parte, vergüenza. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de su error y permitió que sus brazos cayeran inertes a su lado. Ella se separó con las mejillas sonrojadas y una evidente incomodidad. Fijó su inocente mirada en él y al ver su empapado rostro, sacó un pañuelo del bolso que llevaba y se lo ofreció. —Lo lamento, pero creo que me has confundido. Mi nombre es Kagome. Y con esas simples palabras, su mundo otra vez se derrumbo. Debía comenzar a aceptar que la mujer que tanto amo, a la que prometió proteger, murió por salvarlo a él. El dolor nuevamente explotó en el centro de su pecho y se sintió despreciable una vez más. Se disculpó con la voz rota y se alejó del lugar. Ahora era un alma en pena que trataba de encontrar la paz y el perdón que nadie le sería capaz de dar... Estaba condenado a tratar de subsistir a través de los ecos de la imagen de su amada Kikyo que por la calle podía encontrar. Siempre deseando verla una vez más.
¡Guao! Debo admitir que hubieron algunas cosillas que no entendí; realmente me encantaría verte hacer un pre de este escrito, porque, ¡guao! Me sentí angustiada leyendo, con esta sensación de tristeza. Reflejaste muy bien ese anhelo, esa pérdida... y, ¡Dios! Ese encuentro fortuito con Kagome, en esa búsqueda de reflejar tantos sentimientos... creo que supiste crear un Universo Alterno en el que bien podría caber la trama original. Me gustó mucho, aunque sentí que hubo cierto vacío. Quizás porque sentí que el inicio se desarrolló un poco veloz, pero tal vez sean ideas mías. Te felicito, Kikuz. ¡Espero verte más por acá!
Al leer el título me he imaginado que la historia se desarrollaría en una cueva, más no en que el corazón de Inuyasha hacía eco en sus dolencias. Lograste trasmitirme ese sentimiento de tristeza al describir el dolor, la sorpresa y angustia que sintió, lastima lo sucedido. Quedé con ganas de que no fuese solo un encuentro casual, si no que de ahí en más hubiera una posibilidad de entablar una conversación. El final te salió en rima, fue cautivador. Se te escapó poner una tilde en "derrumbó" Y nada más. Me ha gustado, me pasaré más seguido por acá <3
