One-shot Dulces sueños

—¡AHH!

He vuelto a despertar de golpe, abrumado por las pesadillas que mi destino me ha otorgado. Las pesadillas que mi buena o mala suerte ha traído a mí junto a la captura de un Darkrai. Prometí hace mucho encargarme de él, se lo prometí al Hada Soñadora y a la Guardiana de los Sueños, además de haberlo prometido a uno de mis amigos: Hubert. A ellos tres les hice la promesa de que en el momento en el que el Señor de las Pesadillas apareciese yo estaría ahí no solo para enfrentarlo, sino que para confinarlo en un esférico y así proteger al resto de que los malos sueños se expandiesen… Pero a veces siento que me pasa la cuenta.

¿Cuánto irá? Cuatro, quizás cinco o seis meses en los que de verdad mi vida no se ha centrado en nada más que estar moviéndome de edificio de batalla a torre desafío constantemente sin poder pegar ojo por más de diez minutos. Todos los días despierto en menos de quince minutos, perseguido por la voz de una chica que gritaba mi nombre mientras mi cuerpo inerte no se permitía ningún movimiento. Solo escuchar todos los días la voz desgarrada. De vez en cuando el sueño cambiaba. Me hacía recordar mis últimos minutos con mi querida Destiny… “Eres muy idiota como para ayudar, ¿acaso no lo entiendes?” Esas palabras siempre se repetían en ese sueño… Ese dolor en el pecho me abrumaba en cada momento que despertaba de ello.

Pero bueno… Si no puedo dormir supongo que tocará darse una vuelta. Son las tres de la mañana. Afuera está apenas iluminado por algunos faroles de las múltiples calles de la ciudad… ¿Témpera? Sí, cierto… Acabo de salir de un combate… Estúpidos Slaking que no dejan de aparecer. ¿A qué iba? Cierto, cierto, iba a salir del cuarto a dar una vuelta.

Cerré la puerta con suavidad con intención de no despertar a los vecinos, me abrigué con una manta y entonces empecé a caminar. En recepción no había nadie, imaginaba que a esta hora la enfermera Joy debía tomarse algún tipo de siesta o algo… Quizás estaban en cambio de turnos incluso. La cosa es que simplemente continué hasta llegar a las canchas de entrenamiento. Recordé las veces que había estado aquí con mucha gente. Rojo, Hubert, Effy, Brendan y muchísimos más nombres se venían a mi cabeza… Qué nostalgia todo eso, ¿sabes? Espero que todos se estén cuidando mucho y sean cada vez más fuertes… Diablos, qué ganas de derrotarles a esos tres. Ian… Tu muro es tan alto que no puedo superarlo aún, ¿verdad? Sonreí. Por eso es mi rival más grande… Desde el primer combate que tuvimos… No, espera, ahí me impacienté y le dije que se jodiera o algo así porque no sacaba Pokémon de manera rápida. Supongo que son cosas de la edad, ¿no? Reí para mí entre tanto recuerdo.

Me quedé un rato ahí afuera hasta que el frío llenó mi cuerpo, entonces decidí entrar y caminar por los pasillos, pero para mi sorpresa encontraría a una persona conocida ahí.

—Alpha.

Me asusté un poco cuando se dirigió a mí, pues justo estaba pasando entre las intercepciones de los pasillos que el edificio tenía. Me giré hacia él y saludé con la mano. No es que tuviéramos una relación demasiado cercana, pero era una persona que en el pasado me había ayudado y por eso tenía no solo mi gratitud, sino que respeto por la situación en la que lo había hecho.

—Yo—Susurré. —. ¿Te desperté? Lo siento, desde que Darkrai está conmigo no duermo mucho y ya sabes… Buscaba un paseo nocturno para poder entretenerme.

—Ya veo—Contestó a secas. Sentí como su mirada iba de arriba a abajo y se quedaba por unos segundos en mi rostro, lleno de ojeras por el hecho de no dormir y seguramente destrozado por el cansancio. —. Dime, ¿por qué no duermes conmigo? Dudo mucho que las pesadillas me afecten.

Eso me choqueó bastante, de verdad que no esperaba una proposición así de su persona. Bueno, sabía que era alguien que ayudaría a cualquier persona que pudiese, y compartíamos un poco de pasado en común… Supongo que no tengo problemas en eso. De seguro mi sueño solo duraría el usual cuarto de hora y luego acabaría por despertar.

—Está bien, no suena mal.

Caminamos hasta su cuarto, entramos en sigilo y entonces él me arropó con las sábanas como si de un taco se tratase. Fue un poco vergonzoso he de admitir, me sentía como un niño pequeño a su lado… Normal, era mayor que yo. Tras eso, se recostó a mi lado y apagó las luces del cuarto, solo quedando iluminados por la luz de la luna.

—Gracias, Dante.

Y cerré los ojos, cayendo en un sueño profundo y duradero finalmente.