Era una noche algo más oscura de lo normal, sin luna y nublada. En el bosque que rodeaba la ciudad de Krysnel se podía distinguir el olor a ceniza y sangre. En el centro de un claro había una pequeña montaña de polvo gris, rodeada de tres hombres, o chicos, pues no parecía que sobrepasaran los dieciocho años. -Pues vaya, qué débil era -dijo un chico de pelo castaño y despeinado, con una gran guadaña plateada goteando sangre sobre su hombro. -Vamos, no seas así. Ya habrá más hishis que matar la próxima vez, solo hay que esperar -dijo apresuradamente otro de los chicos, pelirrojo, mientras empezaba a caminar en dirección a la iluminada ciudad. -¡Hermano! -exclamó el tercer chico de allí, que parecía ser gemelo del chico de la guadaña-.No te preocupes, ya tendremos misiones más importantes en el futuro. El joven de la guadaña suspiró, cogiendo el arma por el mango y viendo como se encogía, escondiendo sus hojas ensangrentadas detrás de una gema azul con un mango de unos treinta y cinco centímetros. Se metió la vara en una cinta atada en la pierna derecha y empezó a caminar, mientras hablaba con su hermano. Sin embargo, en medio de la oscuridad, había una figura de estrechos hombros cubierta con una capa detrás de un árbol, observando a los chicos alejarse. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, la figura se adelantó y se paró al lado de el montón de cenizas que había en el claro, que se levantaron y esparcieron al venir un fuerte viento de improvisto. -Al fin los encontré -dijo la figura, con voz aguda.
Oniji se despertó esa mañana temprano, aunque la noche anterior la pasó de misión con sus compañeros. Los mechones pelirrojos de su cabeza estaban despeinados y sus ojos verdes entreabiertos y con pequeñas ojeras. Se levantó de la cama y se dirigió a la cocina, bostezando e intentando no despertar a sus amigos, que dormían en la habitación que había junto a su dormitorio. Al entrar en la cocina, abrió el frigorífico y cogió una botella de leche, sirviéndosela en una taza. Después la metió en el microondas y la calentó mientras se rascaba la mejilla izquierda, en la que tenía tatuadas unas espirales negras justo debajo del ojo. -¿Por qué haces tanto ruido? Estaba durmiendo. Oniji se giró en redondo y vio al chico que estaba en la puerta. Era unos centímetros más bajo que él, con ojos verdes y pelo castaño. Abrazaba una almohada mientras se frotaba un ojo con la mano. Oniji suspiró y sonrió. -Lo siento Dereck, no pretendía despertarte. Solo estaba preparando un vaso de leche. En ese momento apareció en la puerta otro chico bostezando. El gemelo de Dereck. Lo único que los diferenciaba era que éste tenía los ojos azules, el pelo un poco más largo y era más bajo que su hermano. -¿Queréis parar de hacer ruido? Me molestáis. -Buenos días Kenny, veo que sigues tan amistoso como siempre -se burló Oniji, viendo como el chico le ponía mala cara. -¡Kenny! ¡Buenos días! -exclamó Dereck, soltando la almohada y abrazando a su hermano. -Te he dicho mil veces que no me abraces -dijo mientras correspondía el abrazo con las mejillas rojas. Oniji se rió al ver la escena, sacó su taza del microondas y preparó dos mas para los gemelos. Después sacó de una estantería masa para tortitas y empezó a hacerlas en una sartén. -Sentaos a la mesa y decidme cómo las queréis. -¡Con caramelo! -dijeron a coro los gemelos, sentándose en la mesa con las tazas de leche. Mientras se hacían las tortitas, Oniji cogió un bote de sirope de caramelo y lo puso en la mesa. Después, con un hábil giro de muñeca, sacó las tortitas de la sartén y puso los platos con el desayuno en la mesa, sentándose en una silla. -Estas últimas semanas han aparecido bastantes hishis -comentó Kenny-.Aunque no hayan sido hishis poderosos, es extraño que aparecieran tantos alrededor de las ciudades y pueblos del país. -Algo los está alterando, es la única explicación para ello -sugirió Oniji, bebiéndose la taza de leche casi vacía ya. -Chicos, hay una admiradora acercándose a la puerta principal -dijo Dereck, mirando por la ventana. Oniji y Kenny se giraron y miraron por la ventana también, confirmando lo que Dereck decía. -Oh, genial. Tan temprano y abriendo la puerta a las chicas. -Siendo tan famosos entre los clanes de cazadores es normal -susurró Dereck, terminándose la última tortita de su plato-. ¿Quién irá esta vez a abrir y mostrar sus encantos? -Yo fui la última vez -sonrió Oniji-. ¿Por qué no va Kenny esta vez? -¿Yo? -Sí, tú. Las chicas te adoran por ser mono y bajito -rió burlón. -Mejor que cierres esa bocaza antes de que te la parta, Oniji. -Mi hermano no irá a recibir a nadie -dijo Dereck, con voz firme y seria. -Lo que me faltaba, un hermano posesivo -se quejó Kenny, oyendo el timbre de la puerta sonar-Ah, iré yo… -se levantó de la mesa. -¡No! -le gritó Dereck, pero ya se había ido. Oniji y Dereck se levantaron y se escondieron para ver lo que haría Kenny con esa chica. Kenny tenía fama de ser el peluche del grupo según las chicas porque tenía buen parecido y era el más bajo de los tres. Sin embargo, su personalidad era fría, llegando a la indiferencia. Era sádico y él que mejor manejaba las armas de los tres. Tenía madera de líder, pero ese puesto lo tenía Oniji. * * * Kenny abrió la puerta, pasando de tener una cara de desaprobación a tener una sonriente. Miró a la chica que estaba al otro lado. Era de su misma estatura, con una capa azul por encima. La capucha de la capa le tapaba casi la cara entera, pero pudo distinguir una especie de parche en su ojo izquierdo. Se cruzó de brazos y apoyó su cuerpo contra el marco de la puerta. -¿Qué deseas, preciosa? -¿Esta es la casa de los Dragon Fantasy? -Efectivamente. -Tú eres uno de los gemelos, ¿verdad? -Así es, Kenny Blackburn. ¿Puedo hacer algo por ti? -Me gustaría hablar con el clan al completo. -¿Es por alguna misión? -No exactamente. * * * -Míralo… Mintiendo, como siempre cuando está con una chica-dijo Dereck, sentándose en el sofá del salón, enfadado. -Vamos, Kenny es el guaperas conquistador del grupo, tú eres el infantil despreocupado y yo soy el líder sensato-explicó entre risas Oniji, sentándose junto a Dereck-. Debe de interpretar su papel. -Pero Kenny en realidad es el duro y sensato, no sé por qué oculta su personalidad. -Porque él es demasiado frío, a la gente no le gustaría. Solo muestra su frialdad cuando lucha. -Ya, pero… -Chicos -era Kenny, que había aparecido en el salón con la chica detrás suya-.Esta chica quiere hablar con los tres. Oniji se levantó del sofá y le ofreció a la chica un asiento en frente de ellos. Kenny se sentó muy cerca de su hermano, que aun tenia los brazos cruzados. -Bien -empezó Oniji, sentándose al lado de Kenny-. ¿Qué querías? -Para empezar, es de mala educación no presentarse a una dama-replicó la chica. -Oh, lo siento mucho -dijo sorprendido-.Soy Oniji Blackburn y ellos son los gemelos Blackburn, Dereck y Kenny. ¿Cuál es su nombre, señorita? -Soy Megumi Otôri. –los miró detenidamente-¿Sois hermanos? No os parecéis entre sí, menos los gemelos, claro. -No, no somos hermanos -dijo Dereck, sonriendo-. Una pareja nos adoptó a los tres hace trece años, cuando teníamos cuatro años, por eso tenemos el mismo apellido. -Bueno, dejemos ese tema aparte. ¿Qué querías decirnos? Megumi los miró en silencio, con las manos entrelazadas en su regazo. Suspiró y empezó a hablar lentamente. -Necesito ayuda. Hace meses que estoy intentando encontrar a personas fuertes y de confianza. Ayer vi la eficacia que teníais matando hishis, aunque no es eso a lo que os enfrentaréis si aceptáis. Megumi paró de hablar y se quedó en silencio durante largo tiempo. Después alzó las manos y descubrió el rostro que tenía tapado con la capucha. Los chicos la miraron impactados. Su cabello era largo y de un azul turquesa, con orejas de gato azul oscuro en la cabeza. Cuando se quitó el parche de su ojo, vieron que éste ojo era verde con dos tatuajes de rombos negros bajó el, mientras que el otro era azul. -Soy un hishi humano -confeso la chica. Kenny se levantó rápidamente del sofá y cerró las cortinas del salón. Dereck se llevó las manos a la cabeza sin creérselo y Oniji bajó la mirada al suelo, maldiciendo. Fue Kenny el primero en hablar. -Eso es imposible. Todo el mundo sabe que los hishis son criaturas con sangre demoníaca que se trasforman en animales para atacar a los humanos. Los hishis humanos son solo mitos, una leyenda. -Pues yo soy ese mito. No puedo trasformarme en animal, pero mi forma hishi es diferente a la que conocéis, no soy un demonio. -Pero esto no tiene sentido -era Oniji, que intentaba mantener la calma-. Si eres un hishi humano, ¿por qué has venido a nosotros? Somos los Dragon Fantasy, el clan de cazadores de hishis más poderoso de todo el mundo de Aldara, estás firmando tu sentencia de muerte. -Confío en vosotros. Vuestras auras son diferentes a las de los humanos normales. -¿Auras? Por favor, explícate mejor -suplicó Dereck, que le empezaba a doler la cabeza. Kenny permanecía de pie, con los brazos cruzados. Megumi, al mirarlo, se dio cuenta de que no tenía la misma sorpresa que Oniji y Dereck al verla, parecía que sabía algo. Volvió a mirar a Oniji, buscando las palabras adecuadas para explicárselo. -Los hishis humanos –comenzó a decir-, tienen unos poderes especiales. Poseen poderes para curar a los enfermos a punto de morir o incluso revivir a alguien. Además de eso y muchos otros poderes, sobre todo curativos, pueden ver el aura de las personas, así pueden saber su carácter o alguno de sus secretos. -¿Y qué aura tenemos nosotros, si se puede saber? –dijo Kenny con nerviosismo. -Auras de secretos. Dereck posee un aura naranja, que significa que posee un poder oculto, tal vez pueda ser magia –Dereck se tensó de repente-Oniji tiene un aura gris. Significa que tiene cercanía con el mundo no terrenal, el sobrenatural... Puede que posea algo de sangre de ser mágico -Oniji, sin poder creerse lo que oía, apretó la mandíbula- Y tú… Tú me has llamado la atención, Kenny. -¿Yo? ¿Por qué? -Tu aura es azul. Eso significa que tienes mucha energía psíquica y que ocultas algo grande… -la boca de Kenny se crispó-. Algo sobre hechos pasados con seres que no pertenecen a tu mundo. Oniji y Dereck miraron sorprendidos a Kenny. El chico alzó las manos y después miró con frialdad a Megumi. Se fue hacia ella y se colocó enfrente. -¿Qué me estás diciendo? ¿Qué veo fantasmas? No me hagas reír, zorra. Y ahora para de decir tonterías y dinos de una maldita vez qué quieres. -¡Kenny! Oniji no podía creer lo que había dicho Kenny, ni tampoco la actitud del chico. Hizo un ademán para que se sentara junto a su hermano. Megumi miró a Kenny atónica mientras se iba a su asiento. Dereck le dijo algo a su hermano en el oído, haciendo que se ruborizara y se pegara más a él. Megumi observó pasar el brazo por el hombro de Kenny. -Lo siento –dijo Oniji-. Él normalmente no es así con la gente. -No pasa nada –respondió Megumi, sonriendo-. Kenny tiene razón, debería contaros la historia desde el principio, así decidiréis si realmente merezco vuestra ayuda. Los tres chicos miraron fijamente a la chica, despertando en ellos una curiosidad inesperada. Se pusieron cómodos en el sofá, después Megumi se aclaró la garganta y empezó a hablarles con calma.
-Seguramente conoceréis el reino de Zenthia, ¿verdad? Lo habréis leído en algún libro. -Sí –dijo Kenny más tranquilo, aun rodeado con el brazo de su hermano-, Zenthia es un reino de leyenda. Se dice que en ese reino viven los seres mágicos. Vampiros, elfos, licántropos, ángeles y hishis humanos. Pero es eso, una leyenda, nadie lo ha visto jamás. -Y así es, nadie lo ha visto, pero eso no asegura que no exista. Yo vengo de ese reino. -¿Entonces los seres mágicos existen? –preguntó Dereck, con los ojos iluminados como un niño pequeño. -Sí, existen –confirmó Megumi, antes de proseguir con su relato-. Zenthia está dividida en tres regiones, y en cada región viven unas razas de seres mágicos. Hace unos meses, un cazador de hishis apareció en nuestra región, la de los hishis humanos. No sabíamos cómo había entrado en el reino, es imposible. Hay barreras invisibles que impiden la localización del reino y también impiden que alguien entre en él. Empezó a destruir el palacio real de la ciudadela principal, después toda la región. Solo los hishis humanos estábamos en su objetivo –Megumi hizo una pausa y tragó saliva- Después de destruir toda la región, descubrí que yo era la única superviviente… Así que ese cazador, al que llamaban Nick, me persiguió sin descanso. Yo no soy muy fuerte, por eso busco a alguien para que me ayude a vengar a mi pueblo. -¿La… única superviviente? –la cara de Kenny se puso blanca. -Todos estos meses has estado huyendo… -musitó Dereck. -Y viniste a nosotros porque a un cazador solo lo vence otro cazador, ¿me equivocó? –concluyó Oniji. -Exacto. Por favor, os los ruego, ayudadme a cumplir mi venganza… Los chicos miraron la cara de desesperación de la chica detenidamente. No parecía ser una mala chica, una mala hishi. Oniji y los gemelos intercambiaron miradas, como si hablaran sin palabras. Megumi los miró mordiéndose el labio inferior, esperando una respuesta. -Yo… -comenzó Kenny-, yo creo que dice la verdad. Confío en ella. -Estoy con mi hermano. -No pareces mala chica… -suspiró Oniji-. Te ayudaremos. Megumi no podía disimular su alegría. Al fin habría encontrado a alguien que la quería ayudar. Sonrió ampliamente, deseando que aquello no fuera un sueño. Los chicos, al verla tan feliz, no pudieron ocultar una pequeña sonrisa. -Muchas gracias, no sé como agradecéroslo. Si hay algo que queráis… por favor, decídmelo. -Bueno, de momento no queremos nada. Si con el tiempo queremos algo, te lo haremos saber –dijo Oniji. -¿Te corre mucha prisa empezar a viajar? –preguntó Dereck. -Me gustaría empezar cuanto antes. -Teniendo en cuenta que estaremos fuera mucho tiempo, tendremos que preparar bastantes cosas. -En primer lugar creo que deberíamos ir a Zenthia. Si Nick persigue a Megumi, nos lo encontraremos en el camino y cuando lleguemos a Zenthia, a lo mejor encontramos alguna pista de por qué destruyó todo –sugirió Kenny. -Zenthia está muy lejos de aquí, a varios meses de viaje. -En ese caso, saldremos de aquí dentro de tres días. Nos prepararemos bien antes de salir. -Te quedarás aquí hasta que salgamos. No saldrás de esta casa bajo ningún concepto, ¿entendido? –dijo a Oniji a Megumi. -Entendido –dijo la chica. Oniji suspiró y se rascó la cabeza, sin saber si hacían bien en ayudar a un hishi humano o no. Se quedó mirándola un rato a los ojos, ahora que se fijaba, Megumi era bastante joven, y también guapa, muy guapa. Se preguntó si era la misma belleza que te seducía hasta la perdición, como la de los vampiros en las novelas que había leído o en las películas que había visto. Cuando se dio cuenta de que la chica también lo estaba mirando, se sonrojó. -Pareces joven –dijo al final-. ¿Cuántos años tienes? -Quince, aunque dentro de poco cumpliré los dieciséis. -¿Tan joven y ya pensando en venganza? –dijo Kenny, enarcando una ceja. -Ese cazador merece morir. Los hishis humanos hemos sido siempre pacíficos, inofensivos. ¿Por qué ha tenido que matarnos? ¿Por qué toda esa masacre sin haber echo nada? –Megumi miró al suelo, apretando la mandíbula e intentando no llorar- Mató a mi familia, a mis amigos… Destruyó todo lo que amaba… Quiero verlo muerto. Los chicos se volvieron a mirar. Parecía haber sufrido mucho. Aunque el tal Nick fuera un cazador, no podía matar hasta extinguir toda una raza entera, aun siendo hishis. Oniji suspiró y miró el reloj de la pared, fijándose en que habían pasado horas y que ya casi era la hora de la comida. Se levantó y le quitó la capa a Megumi, dejándola sobre la silla. Megumi lo miró sorprendida. -Pronto comeremos, ¿qué es lo que quieres? -Para el carro, Oniji –dijo Kenny, alzando una mano- Yo soy el cocinero, yo decido. Antes de que Oniji pudiera contestar, Kenny se levantó del sofá, algo que no hizo a Dereck mucha gracia. Se dirigió a la cocina y miró lo que había en el frigorífico. Mientras, Oniji, Dereck y Megumi hablaban sonoramente, compartiendo risas. Kenny posó su mirada en Megumi, no se creía aun que aquello fuera real. No podía creer que estuviera viendo de nuevo a un hishi humano. Se sonrojó al recordar eso y suspiró, preparando, esta vez, comida para cuatro. * * * Oniji había pedido a Kenny que por la tarde llevara los trajes de combate a la tintorería porque estaban manchados de sangre de la última misión. Kenny, a regañadientes, había aceptado, después de que Dereck hubiera decidido acompañarle. Lo que más reconfortaba a Kenny era pasar tiempo a solas con su hermano. Le gustaba esos momentos. Dereck caminaba por delante de Kenny de regreso a casa. Las farolas de la calle se encendieron de improviso, haciendo que Kenny mirara al cielo ya anochecido. Hacía frío, aunque ya casi estaban en primavera, y esto hizo que metiera sus manos heladas en los bolsillos de su chaqueta de cuero. -¿Te gusta hoy la noche? Kenny dejó sus pensamientos de lado al oír la voz de su hermano. Es más grave que la mía, pensó, pero aun así es dulce. Kenny apretó el paso para seguir el ritmo de Dereck. Lo miró de reojo, pero parecía que Dereck no lo miraba. -Sí –musitó al final-, es bonita y fría. -Pareces preocupado por algo. -No es nada. Solo estoy algo trastornado por lo ocurrido. Parece surrealista lo de los hishis humanos, lo de Zenthia… -Reconozco que es algo raro, pero esa chica parecía que necesitaba nuestra ayuda desesperadamente, parecía haber sufrido mucho. -Lo sé… -No te preocupes hermanito –Dereck sonrió y giró de repente una esquina y después otra, llegando a una calle desierta. -¿Por qué tiramos por aquí? Vamos a tardar más en llegar a casa. Oniji se preocupará –se quejó Kenny, sorprendido. -Bueno, no pasa nada si se preocupa de que lleguemos tarde, creo que nosotros tenemos preocupaciones más importantes, como la de que nadie sepa nuestro secreto. Dereck se acercó a Kenny más, hasta que pudo coger el brazo de su hermano y sacarle la mano del bolsillo, estrechándosela. Kenny sintió un escalofrío, no supo decir si por el frío o por el contacto de la cálida mano de su hermano sobre su mano helada. Pero, en vez de separarse, le cogió fuertemente la mano y se pegó más a él. Nuestro secreto, esas palabras le retumbaban en la cabeza. -Tengo frío –dijo cuando se pegó a él. -No me separaré de ti –contestó Dereck, caminado. Hacía ya un par de meses que Dereck le había dicho a Kenny que lo amaba más que a un hermano. Era extraño, Dereck se había enamorado de si mismo, porque ellos eran gemelos, aunque él aseguraba que era por su personalidad peculiar. Kenny siempre había sido un mar de contradicciones, bipolar, así se podía describir. Kenny no había podido decir nada el día que su hermano se le declaro, solo asentir en modo de aprobación y sonreírle. Le gustaba mucho Dereck, le gustaba todo lo que le hacía, era feliz a su lado. Pero también, en su interior, estaba dolido por esta situación. -Tienes razón, nadie lo puede saber –susurró Kenny, apoyando la cabeza en el hombro de su hermano. Dereck se paró de repente y miró a Kenny. Le pasó la mano por su mejilla y se pegó más a él. Kenny lo miró con los ojos abiertos, sabiendo que pretendía. -Dereck… para de hacer esas cosas, nos puede ver alguien. -¿En una calle desierta? Dereck se inclinó hacia Kenny sonriente, posando sus labios en la fría mejilla de Kenny. Éste apartó la mirada sonrojado y murmuró un te quiero antes de pegarle un tirón del brazo, haciendo que caminara de nuevo, con las manos cogidas. Aquello no estaba nada bien, pero le gustaba. * * * Oniji estaba viendo la televisión junto a Megumi. Le había dado a la chica un pijama que le quedaba pequeño a él, aunque a ella le quedaba bastante grande. Al ponérselo, Oniji descubrió que tenía una cola de gato persa azul con las puntas en morado. A Oniji le hubiera gustado ver su forma hishi, pero no se atrevía a pedírselo. Cambió el canal de la televisión y lo puso en una película de vampiros que estaban echando. -Sobre lo de tener cercanía a lo no terrenal… -dijo Oniji, sin apartar la mirada de la televisión-, ¿puedes explicarme eso mejor? -No mucho mejor. Si quieres que te explique, por ejemplo, a qué ser mágico estás ligado, no lo sé. Tal vez tengas a algún familiar que sea un ser mágico. ¿No te acuerdas de nadie así en tu familia? -No sé nada sobre mi verdadera familia –dijo seriamente Oniji-. Como dijo Dereck esta mañana, fuimos adoptados por una pareja cuando no teníamos más de cuatro años. Nunca nos contaron nada sobre nuestra vida anterior y no creo que lo hagan, murieron hace unos años. Los gemelos son mi única familia. -Vaya… –Megumi apartó la mirada de Oniji, mirando nuevamente a la televisión-. Lo siento… Pero antes de poder decir algo, Oniji escuchó la cerradura de la puerta de entrada girarse. Giró la cabeza y vio a Kenny y a Dereck entrar en el salón. Oniji hizo un ademán para que los chicos se sentaran a su lado. Se sentaron, saludando a los dos. -Habéis tardado. -Había mucha gente en la tintorería –dijo Dereck calmadamente, mientras Kenny se ruborizaba. -Ya veo. ¿Y cuando los hay que recoger? -Mañana por al tarde. -Entonces saldremos pasado mañana a primera hora, ¿os parece bien? -Estupendo –dijeron a coro los gemelos. -Está bien –dijo Megumi, sonriendo. -Bueno, pues vamos a prepararle el sofá-cama a la señorita mientras Kenny prepara la cena –sonrió Dereck. -¿Dónde ha quedado lo de no te preocupes, duerme en mi cama y yo dormiré en el sofá? –se burló Kenny. Se rieron, mientras Kenny iba a preparar la cena y Oniji y Dereck preparaban la cama para Megumi. La chica subió las piernas en el sofá, abrazándolas y apoyando la cabeza en las rodillas. Observó a los chicos hacer las cosas, con una sonrisa, Aun no se creía que la estuvieran ayudando. La trataban muy bien, eran amables con ella. Al fin había encontrado a los chicos que necesitaba.
Al día siguiente, por la tarde, Dereck fue a la tintorería a por los trajes de combate y Oniji fue a comprar cosas para el viaje. Kenny se quedó en casa cuidando de Megumi. Estaba fregando los platos, pensando en lo que Megumi había dicho el día anterior y como le había contestado. Se arrepentía de haberla insultado. Cuando terminó de fregar, se secó las manos y fue a sentarse al lado de la chica, que estaba leyendo un libro que le había prestado Oniji. Kenny la miró, sin saber muy bien qué decirle. -Si quieres decirme algo, hazlo –dijo de repente Megumi, sin apartar la mirada del libro. Kenny se recostó en el respaldo del sofá, vacilando por un instante, sin saber por dónde empezar la conversación. -Quería disculparme por lo que te dije ayer, por los insultos y mi actitud tan agresiva. No pretendía decirte esas cosas, es solo que me puse… nervioso. -No pasa nada –le respondió Megumi, cerrando el libro-. Pero creo que eso no es lo único que me quieres decir, ¿verdad? -Me gustaría contarte algo, pero no sé cómo –suspiró Kenny. -¿Es sobre ese secreto que mencioné ayer? Kenny apartó la mirada, mirando la ventana. Observó que estaba a punto de llover y agradeció no estar fuera de casa. Suspiró levemente, cerrando los ojos. Echó el cuerpo hacia delante, apoyando los brazos en los muslos y entrelazando los dedos de las manos. La miró fijamente, con el ceño un poco fruncido. -El secreto debe de quedar entre nosotros dos. Ni Oniji ni Dereck pueden enterarse de esto. -Tienes mi palabra, Kenny. -Tú… -empezó Kenny, cerrando los ojos-,… tú no eres el primer hishi humano que conozco. -¿Conociste a otro hishi humano? –Megumi parecía sorprendida, aunque no mucho. -Sí –suspiró. -Pero ningún hishi humano puede salir de Zenthia, está prohibido, los hishis o seres mágicos que salen del reino son ejecutados –la chica parecía nerviosa, como si supiera algo. -Conocí al hishi –continuó Kenny, sin perder la calma- cuando tenía diez años. Tenía el pelo anaranjado, con orejas de tigre. En un principio creí que era una chica por su pelo largo, pero descubrí que era un chico. Creo recordar que me dijo que su familia estaba… buscando algo en el mundo humano, por eso estaba aquí. -¿Buscando algo? –la cara de Megumi palideció. -Sí, pero él no sabía mucho sobre ello por aquella época –tragó saliva, mirando al frente-. Cuando lo vi por primera vez me asusté, por las orejas y sus ojos de distinto color, pero cuando él mostró más miedo que yo, me reí y le empecé a hablar. Cuando sonreía sí que parecía una chica –es su cara se dibujo una pequeña sonrisa-. Nos hicimos amigos, y quería contarles a Oniji y a Dereck mi secreto, pero nos empezaron a preparar para convertirnos en cazadores de hishis. -Entonces te asustaste, pensaste que lo matarían si revelabas su existencia. -Exacto –suspiró Kenny, recostándose en el sofá-. Me asuste muchísimo, así que lo oculte y seguí viéndolo. Y así estuvimos durante cinco años. Recuerdo que él tenía trece años cuando me dijo que se iría. Me dijo que habían encontrado lo que su familia buscaba y tenían que ocultarlo, tenían que huir de aquí… No lo he vuelto a ver desde entonces –la voz de Kenny se fue apagando mientras cerraba los ojos. -Kenny… -Megumi parecía conmovida por el relato. -Intenté esperarlo, quería volver a verlo porque nos habíamos hecho grandes amigos, pero las esperanzas se iban… -tragó saliva-Cuando apareciste pensé que aun había una oportunidad de encontrarlo, pero cuando dijiste que eras la única superviviente de toda tu raza… -Kenny… yo… -No digas nada –le pidió-. No quiero hablar más sobre el tema. -Pero, Kenny, creo conocer al chico que describes. Kenny alzó la mirada, los ojos azul mar del chico se clavaron en los de Megumi. La chica advirtió el repentino interés del muchacho, parecía que ella le estuviera dando la esperanza que había perdido. Sin embargo, no sabía si sus palabras serían suficientes para que Kenny confiara en que su amigo siguiera vivo. -El hishi del que hablas… ¿por casualidad no se llamaba Jake? -Sí, así se llamaba –los ojos del chico se iluminaron. -Jake ha sido desde siempre uno de mis mejores amigos –dijo Megumi-. Cuando lo conocí, estaba llorando y cubierto de sangre, con algo entre las manos. Acababa de perder a sus padres en un extraño ataque y él había conseguido escapar, refugiándose en Zenthia. Lo acogimos… acogieron en el palacio real. Nunca quiso hablar de su pasado, y nunca me dijo que tenía ese día entre las manos. -Pero… ¿sobrevivió al ataque de ese cazador, Nick? -No lo sé… -dijo Megumi con voz quebrada-. Me ayudó a escapar del reino para que pudiera escapar de la masacre. Cuando estuvimos fuera de Zenthia, me pidió que huyera lejos y él volvió a entrar en el reino… A Megumi le ardían los ojos, pero no quería llorar, no quería mostrar debilidad. Miró a Kenny, que parecía estar igual o más dolido que ella. Pensándolo bien, él había estado siendo amigo de Jake durante muchos más años que ella, así que era normal. -No te preocupes, Kenny. Jake es muy fuerte, debe de haber sobrevivido. Kenny la miró, observando la sonrisa de la chica. Se forzó a sonreír, aunque no estaba seguro de que las palabras de Megumi fueran ciertas. El Jake que él había conocido no era muy fuerte, era frágil y débil. Suspiró, desviando la mirada y volviendo a tener un semblante serio. Megumi, al ver que desconfiaba, decidió cambiar de tema. Pensó que sería lo mejor para que no estuviera triste. -Dijiste que a los diez años empezaste a prepararte para ser cazador. Pero, por lo que yo tengo entendido, los cazadores no empiezas a prepararse hasta los trece años. ¿Por qué vosotros empezasteis antes? -Bueno, nos eligieron antes porque dijeron que teníamos algo especial, poderes o algo así. -¿Poderes? -No eran exactamente poderes. Oniji tenía mucha fuerza por aquella época, más de la normal, y su agilidad era mayor a la de los adultos. Dereck diseñaba armas que resultaban ser letales, además de saber a la perfección movimientos de lucha bastante difíciles. En cuanto a mí, poseía una gran destreza con las armas aunque nunca hubiera cogido una y era un gran estratega para los combates. -Entonces, ¿por esas habilidades os preparasteis desde tan pequeños? -Sí, estuvimos entrenando hasta los trece años. Llevamos siendo cazadores desde hace cuatro años, y en ese tiempo hemos llegado a ser los cazadores de hishis más jóvenes y poderosos de todo Aldara. -Vaya, interesante –dijo Megumi, incrédula-. ¿Y por qué decidisteis el nombre de Dragon Fantasy para el clan? -En realidad nosotros no lo decidimos –parpadeo Kenny-. El primer hishi que matamos fue un dragón esqueleto que se ocultaba en forma de ratón, creo recordar, y los del pueblo nos empezaron a llamar Dragones. A la semana siguiente, matamos a sesenta hishis en cuatro días. Nadie se lo creía y empezaron a pensar que éramos unos chicos fuera de lo común para nuestra edad, entonces nos empezaron a llamar Dragon Fantasy. Nos gustó el nombre y así se quedó. -¿Un dragón esqueleto? ¿Vuestro primer hishi fue de ese tipo? ¡Con razón os habéis hecho tan famosos! –la chica parecía sorprendida. Cuando Kenny le iba a contestar, escuchó las voces de Oniji y su hermano en la puerta, discutiendo. De repente se escuchó un fuerte golpe, haciendo que Megumi pusiera sus orejas azules tiesas. Kenny se levantó y fue corriendo a asomarse al pasillo, seguido de Megumi. -¿Eres idiota? ¡Mira lo que has hecho! –era la voz de Oniji. -¡El único idiota que hay aquí eres tú, vas a mojar los uniformes! –se quejaba Dereck. Kenny frunció el ceño al verlos. Oniji estaba encima de Dereck, que agarraba los brazos de Oniji forcejeando, tumbado en el suelo de la entrada. Estaban totalmente empapados de agua, con dos bolsas a sus lados. Kenny miró de reojo a la puerta abierta, confirmando que estaba lloviendo con fuerza. Se cruzó los brazos sobre el pecho, caminado y parando a unos centímetros de ellos. Megumi miró la escena y se intentó aguantar la risa, sin mucho éxito. -¿Qué demonios estáis haciendo? Oniji y Derek pararon de forcejear y miraron hacia arriba. La cara de Kenny estaba hecha una furia. Dereck pegó un fuerte empujón a Oniji, haciendo que cayera hacia atrás. Oniji se quejó por el golpe y miró mal a Dereck, apretando los dientes. Éste se levantó y miró a Kenny sonriéndole. -Oniji y yo nos encontramos por el camino y empezó a llover de repente. Corrimos hasta aquí y quisimos entrar los dos a la vez por la puerta, así que terminamos cayéndonos uno encima del otro-explicó Dereck, divertido- ¿Te molestó? -Ah, está bien… Y no, no me molestó –protestó Kenny, moviendo la cabeza con desaprobación. Kenny fue a cerrar la puerta para que el agua de la lluvia no entrara dentro de la casa y tendió la mano a Oniji, para ayudarlo a levantarse del suelo. Él la aceptó, no sin antes vacilar. Volvió a mirar a su hermano, dándose cuenta que estaba bastante mojado. El pelo castaño se le pegaba a la cara, y la ropa se le pegaba al cuerpo, igual que le pasaba a Oniji. Sus mejillas se enrojecieron un poco al verlos así, dirigiéndose al salón con las manos metidas en los bolsillos del pantalón. -Id a daros una ducha, que vais a coger un resfriado. -Vale –dijeron a coro Oniji y Dereck. Kenny se puso al lado de Megumi, que no podía evitar las risas. Oniji y Dereck dejaron las dos bolsas de plástico que llevaban encima de una mesilla que había en la entrada y se fueron al baño, sacando la lengua a Kenny al pasar a su lado y saludando a Megumi con la mano. Kenny los miró furtivamente y los chicos se rieron, mientras corrían como dos niños pequeños por el pasillo. Megumi no se aguantó más y rió fuertemente. -Oye Oniji, ¿nos duchamos juntos? –se oyó decir a Dereck, entre risas. -¡Claro que no, idiota! –se rió Oniji. -¡¿Queréis de una maldita vez parar de decir estupideces y ducharos?! ¡Pronto cenaremos! –les gritó Kenny al escucharlos. -Pareces su madre, Kenny –rió Megumi-. Eres el más maduro de los tres, por lo que veo. -Lo soy, mis dos hermanos con unos críos aun, ¿no los has visto? –resopló sonoramente, sonriendo. -Sois muy divertidos. -Vete acostumbrando, los verás haciendo tonterías todos los días. Kenny fue a la cocina y cogió unas sartenes, poniéndolas en el fuego. Sacó unos vasos y los puso en la mesa. Megumi lo miró mientras hacia la cena, apoyando su cuerpo en el marco de la puerta de la cocina. Aunque fuera gemelo de Dereck, Kenny daba la impresión de ser más serio y responsable, además de tener un buen parecido, pensó Megumi. Mirándolo, dejó caer sobre el marco de la puerta la cabeza también. -Oye Megumi –dijo el chico, sacándola de sus ensoñaciones- hay algo en ti que me hace confiar plenamente en que el viaje que vamos a empezar terminará bien, así que… bienvenida a la familia –le lanzó un zumo de naranja a Megumi, sonriéndole. Megumi cogió el zumo entre las manos sorprendida y lo miró con los ojos abiertos. Cuando pudo asimilar las palabras de Kenny, se sonrojó y entrecerró los ojos, devolviéndole la sonrisa, conmovida. -Gracias…
A Megumi la despertó la luz del sol que le entraba por la ventana y la voz de Oniji ordenando a los gemelos. Abrió lentamente los ojos, se incorporó un poco en la cama y se frotó los ojos con ambas manos. Había dormido bastante bien en el sofá, era muy cómodo y grande. Sintió una mano posarse suavemente en su hombro, haciendo que girara un poco la cabeza y mirara hacia arriba. Quien la tocaba era el pelirrojo de Oniji, sonriéndole. Llevaba puesta una chaqueta naranja, con las iniciales “DF” un poco más abajo del pecho; guantes y pantalones negros. Las botas militares con tonos naranjas y negros. Debe ser su uniforme de combate, pensó Megumi. -¿Te hemos despertado? –le preguntó Oniji. -Sí. Pero de todas maneras ya tenía que despertarme –bostezó- Veo que ya estás preparado. -Sí, Dereck y Kenny se están terminando de preparar. -Será mejor que yo también empiece a prepararme. ¿Dónde está mi ropa? -Está en el baño. Megumi se levantó y se dirigió al baño. Cuando entró, vio como su capa y su ropa estaba encima de una silla, al lado del lavabo. Se quitó el pijama ancho que llevaba, impregnado con el olor de Oniji, y se puso sus pantalones cortos y su camiseta de cuello alto y sin mangas blanca y rosa. Cogió los dos calentadores anchos de los mismos colores que su camiseta, subiéndoselos hasta los codos, dejando sus manos tapadas. Se colocó las botas cortas y la capa sobre sus hombros, saliendo al pasillo. Oniji, Kenny y Dereck estaban hablando frente a la puerta de entrada. Kenny estaba apoyado en la pared, con una chaqueta de color azul marino, las mangas remangadas hasta los codos. Al igual que Oniji, las iniciales “DF” a la altura del pecho, los guantes y los pantalones negros. Se fijó en las botas del muchacho, una que le llegaba por la rodilla y la otra a mitad del gemelo, en tonos azules y negros. Dereck estaba con los brazos en jarra, su mirada clavada en Oniji mientras hablaba, pero con apariencia despreocupada. Llevaba la misma ropa que sus hermanos, solo lo diferenciaban sus tonos verdes y sus mangas remangadas hasta los hombros. Sus brazos estaban desnudos, solo con un brazalete verde en el izquierdo y en el derecho un guante sin dedos negro. Oniji se giró al oír los pasos de la chica a su espalda. Los gemelos dejaron de hablar, mirándola también. -¿Lista para salir? -Sí –respondió, su mirada pasando por los tres rostros- ¿Iremos a pie? -Claro que no –le contestó Kenny, ladeando la cabeza, burlón- Cogeremos el transporte público. -¿Transporte publico? –Megumi parpadeó, sin poder creer sus palabras. -No le hagas caso, princesa –rió Dereck, guiñando un ojo a la joven-. Iremos a caballo. Los caballos pueden oler a los hishis, así nos avisan si hay alguno cerca y nos ahorran trabajo que hacer. -Vaya, no sabía que los caballos nos olieran –los miró, con la boca abierta, aparentemente sorprendida. -Ya sabes algo más –exclamó Oniji. El pelirrojo cogió de la mesilla dos palos cubiertos de vendas, metiéndolos en una bandana que tenía en el muslo derecho. Dereck, a su vez, cogió una vara metálica, que en uno de sus extremos tenía un semicírculo con un zafiro azul. Kenny hizo lo mismo, y Megumi reconoció la vara plateada y con la gran gema que había visto cuando los vio en acción la primera vez, donde se había escondido la guadaña del muchacho. -¿Esas son vuestras armas? -Sí –dijo Oniji, girando el pomo de la puerta y saliendo al exterior- Ponte la capucha de la capa y no te la quites en ningún momento, Ponte también el parche en el ojo y oculta la cara, nadie te puede ver con esos rasgos. Megumi hizo lo que le ordenaban, saliendo la última de la casa. Mientras Dereck cerraba con llave la puerta, la chica miró al frente, descubriendo a cuatro caballos allí, equipados con las sillas de montar, las riendas y el bozal. Sobre sus lomos, unas especies de cajas tapadas con sábanas, posiblemente serían los víveres para el viaje. Oniji dio una palmada en el hombro de Megumi y, cuando esta giró la cabeza para mirarlo, caminó hacia un caballo de pelaje cobrizo y crin rubia, una mancha blanca en forma de cruz en su cara. Se sacudió al sentir al pelirrojo encima. Kenny montó en un caballo negro totalmente, aunque su crin era grisácea y, Dereck, fue hacia el caballo gris claro con una pata negra, montándolo. El que quedaba era uno de un tono marrón claro, crin incluida. Megumi corrió hasta él, apoyó el pie en un estribo y se impulsó con un salto para motarse, con destreza. Adoraba montar a caballo, se sentía libre cuando cabalgaba a lomos de uno. Era el mejor transporte para Zenthia, pues allí no había tecnología, aunque la conocieran, sino magia. En ese instante, Oniji habló: -Kenny, ve el primero junto a Dereck, yo iré con Megumi atrás. Y no tonteéis con la gente que se os acerque, y tampoco les deis explicaciones de a donde vamos. Megumi, tú no hables con nadie, solo sonríe. Intercambiaron miradas, asintiendo. Los cuatro jinetes cogieron las riendas y empezaron a cabalgar en la formación que Oniji les había dicho. Y, durante el viaje hasta las afueras de la ciudad, Megumi pudo ver mejor Krysnel. Las calles anchas y abarrotadas de gente aunque aun fuera temprano. Los comercios acababan de abrir, al igual que las cafeterías y algunos bares. Ellos circulaban por el borde de la carretera, a su lado pasaban los coches y otros transportes. A Megumi siempre le asombraba visitar una ciudad humana, pues en Zenthia todo era muy diferente a aquel mundo. Dos dimensiones paralelas en el mismo mundo. Cuando volvió al presente, dejando los pensamientos de Zenthia atrás, comprobó que estaban rodeados de gente, y los que no se paraban a hablar con los chicos, los miraban y murmuraban. Parpadeó y miró a los lados, observando cada rostro, la mayoría jóvenes y femeninos. Supongo que son muy queridos por matar hishis, pensó, tristemente. Los tres muchachos sonreían a la multitud y respondían cada pregunta que les hacían. Como Megumi suponía, solo la miraban de reojo y ella sonreía, aunque no le hicieran mucho caso; la atención la tenían los cazadores. Y, entonces, tras varios minutos así, Oniji azotó las riendas del caballo, seguido después de Kenny y Dereck. Cuando la chica se dio cuenta, se había quedado atrás, la multitud a su alrededor, sorprendida, miraba como se alejaban. Oniji giró al cabeza hacia atrás para gritar a Megumi, sin parar el caballo. -¡Corre! ¡Un hishi anda cerca! La multitud empezó a murmurar y algunos incluso silbaban y aplaudían, dándole ánimos al equipo a pleno pulmón. Megumi reaccionó y agitó las riendas. El caballo empezó a galopar hasta que estuvo a la altura de los chicos. Se introducieron en el bosque en el que hacía unos días mataron al otro hishi. Megumi notó como su caballo se ponía nervioso, al igual que los otros tres, parando y sin obedecerla, casi tirándola al suelo. Soltó un pequeño grito, mientras Kenny desmontaba su caballo y los miraba a los tres. -Bajad de ellos –dijo, con la misma firmeza que Oniji hablaba cuando daba las órdenes- Está cerca, hay que dejar aquí los caballos. Oniji y Dereck desmontaron y amarraron en el tronco de un árbol los caballos; después los siguió Megumi. Kenny avanzó el primero, seguido de Oniji, Dereck y Megumi, una de sus manos en la vara con la gema, a punto de sacarla de la bandana atada en su muslo. Megumi empezó a sentirse nerviosa, aunque fuera un hishi humano, los hishis demoníacos le asustaban. Esas criaturas que atacaban a todo lo que se les pusiera por delante, no distinguían entre buenos y malos. Incluso en Zenthia había un clan de cazadores de hishis, aunque no seguían la misma doctrina que los cazadores humanos. De repente, las hojas y arbustos detrás de ella se movieron, como si alguien o algo pasara entre ellos. Se volvió con brusquedad, su corazón acelerándose. No vio nada. Después miró a los tres jóvenes, sin reconocerlos. Estaban alerta, eso estaba seguro, pero sus rostros estaban serios, muy serios. Y, en ese momento, oyó un fuerte rugido y, cuando volvió a girarse, vio que una especie de tigre dientes de sable con cuernos y cola de dragón se abalanzaba sobre ella, las garras saliendo de sus patas. Cerró los ojos y… Sintió un líquido frío salpicar su cara. Abrió los ojos, llevándose una mano a la mejilla, para descubrir que era una sangre negruzca la que había en su cara. Enfrente de ella, Dereck. En el suelo el hishi, convirtiéndose rápidamente en cenizas. Miró la mano del joven. Una espada tan grande como él y ancha goteaba sangre. Oniji y Kenny se pusieron a los lados de la chica, que estaba aterrada y temblando. -La manada pronto aparecerá –susurró Kenny. Megumi abrió como platos los ojos al escucharlo y, al instante, oyó una serie de rugidos, cada vez más cerca de ellos. -Dereck, protege a Megumi –dijo calmadamente Oniji, cogiendo los palos vendados, uno en cada mano. Kenny siguió los pasos de Oniji y, en muy poco tiempo, vio una manada de tigres demonio a su alrededor. Megumi sintió cómo le flaqueaban las piernas. No era la primera vez que veía un hishi demoníaco, pero tampoco de acostumbraba ello. Se ocultó tras Dereck, mientras este sostenía firmemente entre sus manos la enorme espada. Oniji y Kenny miraron a cada uno de los hishis, analizándolos. De repente, la vara de Kenny se transformó en una gran guadaña, mientras que los palos vendados que tenía Oniji se transformaron en dos grandes espadas curvadas. Megumi observó con asombro las armas, preguntándose cómo podrían tener unas armas tan peculiares. En cuanto las armas aparecieron, los tigres demonio rugieron más sonoramente, haciendo un círculo aun más cerrado alrededor de ellos. Uno de los hishis se adelantó y se abalanzó sobre Oniji, pero con suma rapidez el pelirrojo movió su muñeca y cortó por la mitad al demonio, salpicando sangre en gran cantidad. Megumi se percató de que otro hishi se le abalanzaba a Oniji por detrás, pero antes de que pudiera advertirle, el otro lo había atravesado con su espada libre. Y entonces, los demás hishis se abalanzaron sobre ellos, todos a la vez. Megumi gritó y no pudo ver muy bien lo que sucedió después. Los tres jóvenes formaban un círculo alrededor de ella, protegiéndola, mientras daban espadazos precisos y descuartizaban a cada uno de esos tigres demonio. La chica miraba con horror todo lo que alcanzaba a ver a su alrededor. Pero lo que más le sorprendía era que aquellos muchachos tan animados y alegres que había conocido hace unos días ahora fueran unas esculturas de hielo en movimiento, unas máquinas de matar perfectamente programadas. Sus rostros sin expresión alguna mientras hacían lo que siempre les habían enseñado. Megumi cerró los ojos, deseando que todo acabara mientras seguía escuchando sonidos de guerra, hasta que no oyó nada. Mantuvo un rato más los ojos cerrados, esperando algo, pero nada sucedió después. Entreabrió los ojos para ver a su alrededor. Solo había cenizas. Cenizas y tres figuras mirando todo aquel mar gris a sus pies. La joven tragó saliva, temblando y empezando a tener miedo de los que pensaba serían sus protectores. Ahora entendía perfectamente por qué eran los mejores cazadores de hishis de aquel mundo; eran auténticos asesinos de sangre fría. Oniji, Dereck y Kenny se dieron la vuelta para mirar a la chica; Megumi los miró, empezando a recorrerle una pequeña lágrima por la mejilla. -Sangre, ceniza y miembros cortados… Este es el trabajo que escogimos, el de cazadores de hishis –dijo Kenny fríamente, cuando vio a Megumi llorar. Megumi no dijo nada al respecto. Cuando se dio cuenta, las armas que tenían volvían a su estado original. Los chicos se acercaron a ella. Dereck y Kenny se dirigieron, sin decirle nada, a sus caballos, Oniji le puso una mano sobre la mejilla, pasándole el pulgar por debajo del ojo para quitarle las lágrimas, con una sonrisa cálida en los labios, como si quisiera tranquilizarla con eso. Ahora más que nunca sentía un miedo incontrolable en su interior.