Harry Potter Dragón-[Fantastic Beasts]

Es un total misterio como comenzó todo. Sobre todo para Molly que no dejaba de escuchar a su pequeño hijo hablar sobre los dragones. No recordaba en ningún instante, durante ningún día pasado, en que se hubiera hablado sobre estas criaturas que, sin embargo, habían cautivado al pequeño Charlie Weasley.

—Son criaturas horrendas y feroces, Charlie —no dejaba de repetirle hasta el cansancio, sin llegar a herir sus sentimientos. Porque, bueno no quería hacerlo, pero sí convencerlo que cuidar de dragones era sin duda una tarea peligrosa. Y es que, como madre, lo único que quería era protegerlo.

Pero nada de lo que le dijera había logrado siquiera, que el pequeño, revoltoso y escurridizo Charlie, olvidara a esas criaturas. Arthur pensó que si veía uno, el encanto de ser algún día protector de dichos animales moriría al notar lo arriesgado que era convivir con ellos.

Parecía una buena idea a simple vista. Y Molly tampoco logró hacerlo cambiar de opinión. La terquedad de su pequeño, se dijo a sí misma, definitivamente era culpa de su amado esposo.

Arthur por su parte estaba convencido de que así sería y muy confiado en darle una lección a su niño; ahorró por varios meses la cantidad de galeones necesarios para llevar a Charlie a Rumania a conocer los dragones. Mentirían si dijeran que no se habían conmovido por la expresión de absoluta felicidad de él al enterarse. Ese brillo en sus ojos y el latir desbocado de su corazón.

Charlie podía afirmar que, después de Navidad, aquel acontecimiento único en su vida jamás lo olvidaría. Y es que muy en el fondo se sentía el niño más afortunado del Mundo Mágico y quizá hasta del planeta entero.

—¿Y habrán muchos de ellos? ¿Qué tan grande son? ¿Nos dejarán verlos de cerca? ¿Crees que nos escupan fuego?

—Espero que eso último no, Charlie —rió algo nervioso, el aún jovial, Arthur mientras lo arropaba. En dos días partirían a ver los dichosos dragones y el único entusiasmado por tales días era sin duda el más pequeño de los pelirrojos; Bill apenas se veía sorprendido por la enfermiza obsesión de su hermano, él lo único que esperaba con tanto desespero era su carta de Hogwarts —. Descansa ¿sí? Y tú igual Bill.

—Buenas noches, papá —respondieron ambos. Bill no tardó en caer al más profundo sueño mientras que Charlie, aferrado a su pequeño secreto, no podía pegar un ojo. Pero pronto, al menos minutos después, cayó a los brazos de Morfeo con una inigualable sonrisa estampada en su aniñado y pecoso rostro.

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—¿No es genial? Mañana sabré al fin que tan grandes son, bueno, sé que tan grandes son, pero no es lo mismo leerlo que verlo ¿no? ¿Que opinas Bill?

—No lo sé, Charlie. Mamá dice que son peligrosos.

—Mamá jamás los ha visto ¿y si no son malos? ¿Y si son amigables? ¿Y si lo único que quieren es alguien en quién confiar?

—Bueno, mañana lo sabrás.

—Sí, es cierto, tienes razón. ¡Dragones! ¡Que maravilloso, fascinante, increíble! —Bill soportó aquella efusividad unas largas cuarenta y ocho horas, cualquiera podría haber intentado ahogarlo con la almohada o tirarle un zapato por la cabeza con tal de que dejara de parlotear, pero Bill, Bill era muchas cosas, entre ellas, muy paciente. Además, sus padres le habían enseñado que debía proteger a sus hermanos; Charlie y Percy eran su responsabilidad aún cuando el último apenas había salido al mundo y el primero era irritante cada vez que podía.

Molly, con Percy en brazos y Bill a su lado despidieron a los viajeros empedernidos. Arthur había terminado por ser contagiado por el entusiasmo de su hijo, así que ambos pelirrojos se habían despedido con una gran sonrisa.

Llegar a Rumania a través de un traslador había sido divertido para Charlie. Aquella extraña sensación de vértigo, como si miles de mariposas revolotearan al mismo tiempo en el estómago y aquel torbellino succionándolo, había hecho del viaje algo mucho más especial para él.

Había leído incansablemente un viejo libro de Criaturas Mágicas, escrito por un tal Newt Scamander desde que lo había encontrado en aquella caja en las profundidades del ático de la Madriguera; un día de esos en que su curiosidad lo había dominado y le había obligado a cometer vandalismo. Como exageradamente, su querida madre, lo habría llamado.

Pero, aquel particular libro, le había despertado en su interior una creciente admiración por los dragones. Gigantescos reptiles alados y con aliento de fuego. Considerados terribles y muy destructivos. Capaces de volar y de expulsar fuego por sus fosas nasales; una de las criaturas más peligrosas y difíciles de ocultar en el Mundo Mágico. Sin embargo, Charlie creía que más bien eran criaturas incomprendidas, hermosas y temidas por su carácter. ¿Pero a caso, no existían humanos peores que ellas?

Su padre le sonrió y se acercó a un hombre que los había recibido calurosamente. Pocas visitas llegaban a aquel santuario de dragones y era siempre muy bienvenida la presencia de más humanos por aquellos lugares.

—No es que me queje, pero es un trabajo muy solitario. —Arthur asentía en comprensión mientras Charlie ya había perdido el hilo de la conversación al encontrarse con algo majestuoso —Oh, ya veo que has captado algo interesante ¿eh? Se llama Colacuerno húngaro —el pequeño Weasley recordaba que éste era considerado el más peligroso de todos los dragones; el colacuerno húngaro del otro lado de ellos tenía escamas negras, y su cuerpo le recordaba al de un lagarto. Tenía los ojos amarillos, cuernos broncíneos y pincho de un color similar que surgían de su larga cola —¿sabías que el colacuerno posee una de las llamas de mayor alcance? 12 metros hasta ahora, pero yo creo que puede ser más si quisiera —rió fascinado al igual que Charlie—. Sus huevos son de color cemento y de una cáscara particularmente dura; las crías se abren camino utilizando sus colas, ya que tienen los pinchos bien desarrollados al nacer. Rob ama alimentarse de cabras, ovejas y claro que, si no lo cuidáramos tan bien, de humanos -ambos volvieron a reír pero a Arthur no le pareció gracioso en lo más mínimo esta vez —. Vengan, síganme, no se aparten. Se sabe que las diferentes partes de los dragones tienen propiedades mágicas: la piel, el corazón, los cuernos, el hígado y la sangre. Esta última tiene doce usos ¡y su descubrimiento fue realizado por el mismísimo Albus Dumbledore! También se utilizan los nervios de corazón de dragón para la fabricación de varitas. El hígado de dragón es utilizado generalmente para hacer pociones. Es una lástima que sea tan útiles; hemos luchado para que ninguno salga lastimado pero hacemos lo que podemos. Existen al menos 10 especies de dragones, aunque en algunas ocasiones pueden haber un cruce y producirse híbridos. Algunos utilizan estos últimos por no ser puros.

Al final del día Charlie había caído rendido en los brazos de su padre. El mismo que se dio cuenta que en ningún momento se vio espantado, ni siquiera cuando Rob casi se traga a su guía.

Molly, tal vez había tenido la razón, pero jamás lo admitiría. Charlie sin saberlo ya había elegido su vocación y Arthur no esperaba ser aquel típico padre que se opondría a ello. Si su pequeño al crecer deseaba convivir entre tales criaturas, no sería quién para impedírselo.

Porque Charlie, Charlie amaba a los dragones. Y sabía que sin importar qué, nada lo detendría. Lo supo en el mismo instante en que la palabra dragón apareció de la nada en su vocabulario.

—¿No son bonitos los dragones? —murmuró entre sueños el pequeño Weasley.



*Información de los Dragones sacada de internet y de Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos.*