Rurouni Kenshin [Drabble] Siempre el cazador, nunca la presa.

Título: Siempre el cazador, nunca la presa.
Fandom: Rurouni Kenshin [Samurai X]
Tipo: Drabble
Personajes: Sôujiro Zeta (Mensión de Makoto Shishio]
Resumen: Si Sôujiro se hubiese rendido a la triste vida que le esperaba, hubiese sido él el fallecido y no ellos.
Advertencias: Basado en un capítulo del anime.

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Siempre el cazador, nunca la presa.​

Sôujiro no sabe cuántos deseos pidió en su infancia, añorando ser acojido con cariño por aquellas personas que se hacían llamar ante el público su familia y que, sin embargo, le daban la espalda y lo reducían a nada. Pensó que soportar los golpes y maltratos de sus hermanos y los hirientes comentarios de su abuela eran su destino, y que dormir en el granero transportando pesados paquetes de arroz por mandato de su padre era más de lo que merecía.

Se convenció a sí mismo de que mostrar una sonrisa luego de ser apaleado cruelmente hasta quedar moribundo sería la solución a sus problemas, y que no importaría cuánto suplicara, nadie se dignaría a ayudarlo.

Era por ello que permanecía en aquel estado: sucio, cansado, mal alimentado y sin embargo, alegre de poder ayudar; Y claro que jamás pensó en una salida óptima, para él, todo debía ser llevado a cabo de la buena manera.

Por supuesto que aquello cambió con la inesperada llegada de aquel hombre vendado y de mirada oscura, penetrante y hasta atemorizante. Makoto aseguró al pequeño que sus creencias eran erróneas, y que solamente los fuertes lograban sobrevivir en aquél tiempo de caos, muerte y corrupción.

Fue entonces cuando el criminal entregó al pequeño Zeta una katana. Lucía como nueva, intacta y bañada en la escencia del pecado. Sôujiro la cogió con miedo entre sus manos, sabía que aquello era algo invaluable, y sin dudas muy peligroso.

Entonces se vio a sí mismo en la necesidad de utilizarla por primera vez, y la sangre de aquellos que le habían hecho daño corrió entremezclada con el agua de lluvia que bajaba del cielo con furia. Expectante el pequeño miró su mano y sus ropas, bañados en rojo carmín.

Sonrió, y lágrimas traicioneras recorrieron sus blancas mejillas de niño. Se negaba a llorar, Makoto al fin y al cabo había tenido razón; si se hubiese rendido a la triste vida que le esperaba, hubiese sido él el fallecido y no ellos.

¡Y se supone que debía encontrarse feliz! Era libre al fin, pero la culpa de haber matado era más grande, y sin lugar a dudas, le oprimía el corazón… Sólo le quedaba sonreír y ser el más fuerte, ocultar ese dolor y evitar caer en la debilidad de nuevo, se negaba a sufrir más de lo que ya había sufrido.

De ahora en adelante sería él siempre el cazador, nunca la presa de alguien más.