Microrrelato Doloroso Adiós

—Estará bien.— Me dijo mi hermano. Apenas podía escuchar lo que pasaba a mi alrededor, estaba más concentrada en escuchar el incesante sonido de esa maquina que aún te mantenía con vida. Ese tintinear, ese maldito tintinear que me inquieta a cada momento en el que sonaba. Daba gracias a Dios porque esa estúpida maquina te mantuviera con vida.

—¿Debo creerte?— Pregunté más para mí que para él. Pero aún así me contesto después de un suspiro mío.

—No debes creerme, debes tener fe.— Me dijo, apoyando su mano en mi hombro.

—¿Cómo tener fe? Sí tan sólo...— Trate de contenerme, no quería poner más tensa esa situación, ya lo estaba bastante.— Si tan sólo... Yo... Y-yo...—

—No es tu culpa.— Me interrumpió, lo mire como diciendo que si la tenía.— No lo es. Tú le dijiste que debía cuidarse y no lo hizo... Él sabía y aún así te ignoró.— Trató de subir mi autoestima, pero no lo lograría... No importa qué, me sentiría culpable por no haber cuidado más de ti. Volví mi vista hacía ti:

—Eres todo lo que me queda.— Pensé, tratando de ser fuerte y no llorar.—¿Dónde estará ese doctor?— Dije con un poco de rabia.—¡El aquí, muriendo!— Me vi interrumpida nuevamente por él.

—No lo sé, pero sé paciente.— Fue lo único que pudo decirme.

Vi como el doctor, ese maldito doctor entraba a la habitación de mi hijo, vi cómo nos miraba con mucha seriedad. Lo ignoré, quería centrarme en él, centrar toda mi atención en mi hijo.

—Señora.— Me llamó el doctor, quería ignorarlo, pero sabía que si lo hacía sería lo peor. Lo mire.— Su hijo está muy delicado, más que eso. Lo siento, su hija está en estado vegetal, esa maquina lo mantiene con vida. Pero, si lo desconectamos...— Cayó, volví mi vista a mi hijo y dejé escapar una lágrima:

—Hágalo.— Él y el doctor me miraron con notable preocupación en sus rostros, él iba a hablar pero lo interrumpí.— No digan nada. Sólo... háganlo.— El doctor asintió y se acercó a la maquina con la que aún él sigue vivo.

Vi cómo, con lentitud, lo desconectaba. Sentí los brazos de mi hermano en mi cintura, esperando a que me derrumbará. Cuando al fin lo desconectó, sentí que las piernas me fallaban, mi cara se mojó y de mi boca salían gritos, sollozos y su nombre.

Escuchaba a duras penas a mi hermano, trataba de consolarme. Lo único que podía escuchar era esa maquina, me decía que él ya no estaba más conmigo.