No debe ser tan horrible el infierno. Las preguntas son más ambiguas conforme la embriaguez de mi mente es menos mansa. El escritorio estéril, sin hojas pulidas ni ideas desechadas, me recuerda a una pista de un viejo acertijo. Empezaba así: ¿Qué camina en cuatro patas, luego en dos...? Preferiría conservar mis ojos, la verdad. Cruel destino de existir una deidad. Prefiero creer en un sinsentido, que en un plan divino y maquiavelico. ¿Cuántos suspiros agotados se necesitan para tener una buena idea? Divagar, divagar, divagar... ojalá fuera un arte.
A veces la divagación podría serlo, un arte. De divagar puede salir un sin fin de ideas y en ocasiones se necesita una sola palabra para dar luz a la musa. Me gustó mucho este pensamiento. Saludos.