Dime que es un Sueño

Tema en 'Relatos' iniciado por Namida, 4 Octubre 2012.

  1.  
    Namida

    Namida Entusiasta

    Escorpión
    Miembro desde:
    10 Septiembre 2011
    Mensajes:
    176
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Dime que es un Sueño
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    942
    Me miré una vez más al espejo. Observé como mis lacios cabellos caían desordenadamente sobre mis hombros, de un color negro azabache. Me apuré a peinarme y prepararme, como casi todas las mañanas. 7:00, era la hora de irme. Cogí mi mochila y, bajando las últimas escaleras del piso, subí rápidamente de nuevo. Mi merienda, y, además, la noche anterior no tuve tiempo para preparar los libros del día de hoy. Metí el bocadillo y preparé la mochila lo más rápido que pude. No me preocupé demasiado por llegar tarde al instituto, dado que los profesores se solían retardar unos 5 o 10 minutos.

    Cuando llegué el panorama era el mismo de siempre: bromas entre adolescentes, pequeños grupos hablando, otros hablando con algunos profesores y, sobre todo, los pasillos llenos de gente platicando tranquilamente. Suspiré profundamente, no llegaba tarde al examen. Cuando entré a mi aula, tercero de ESO, la imagen era totalmente diferente. Algunos de ellos pintaban en la pizarra y comentaban las típicas estupideces, como siempre, pero un gran grupo se encontraban en círculo, sosteniendo el libro de Geografía con ambas manos. Saludé a algunos compañeros y me paré a hablar con una amiga, dado que, afortunadamente, el tema que estábamos dando de Geografía se me daba bastante bien.

    Después de hacer el examen, -más fácil de lo que imaginaba, por cierto-, las clases continuaron como todos los días, hasta después del recreo. Las calificaciones del examen de francés. Mi nota no fue de las peores, ya que a nadie se nos daba demasiado bien el francés, pero igualmente suspendí, eso era lo importante. Sí, estoy hablando de un 4. Fijé la mirada en el examen durante unos minutos, hasta que empezamos con el nuevo tema y acabó la hora.
    Me acerqué a la mesa de mi profesor, quien se encontraba bastante ocupado ordenando diversos papeles en su carpeta, aunque esto no influyó a que no me atendiera. Mi voz volvió a cambiar a aquel tono infantil e inocente. Con una voz quebrada y casi ininteligible, pedí, rogué, que no me suspendiera ese examen. Es bastante obvio que rechazó de inmediato pero, después de insistir seguidamente, llegamos a un trato: podría subir al 5 si hacía un trabajo. Acepté sin pensármelo dos veces.

    Tras llegar a mi casa, solté la mochila en mi habitación y me dirigí al comedor a comer.
    —¿Y te han dado ya las notas del examen de francés? —preguntó mi madre con un tono sereno.
    Asentí ligeramente mientras masticaba, apartando mi cansada mirada de sus ojos.
    —¿Y bien...? —volvió a preguntar, esperando una respuesta.
    —Casi nadie ha aprobado —respondí tras tragar.
    —Bueno, pero ¿y tú? —insistió, evitando que me desviara del tema.
    —Tampoco he aprobado —confesé casi en susurro—. Pero el profesor dice que me aprobará si entrego un trabajo el próximo día —añadí con una falsa sonrisa, apresurándome en informar a mi madre y casi liándome con mis propias palabras.
    —Hablaremos más tarde —se interpuso mi padre en la conversación.
    Yo bajé la mirada y asentí, sintiendo un escalofrío que atravesó todo mi cuerpo.

    Después de comer y realizar mi tarea, algo monótono, mi padre empezó a hablar del tema conmigo, como acordamos. Tras platicar durante un largo rato, su tono de voz fue algo más intenso y rotundo, mientras yo escuchaba callada, inmóvil.
    La conversación pasó a ser cada vez más incómoda, hasta convertirse en una seria regañina. Los gritos de mi padre impactaron contra mi y unas lágrimas brotaron de mis ojos. Ignoró esto y sentí un sabor amargo en mi interior. Sus gritos pasaron a ser cada vez más fuertes a cada segundo que pasaba. Las lágrimas seguían decorando mis ojos verdes pálidos, mientras seguía inmóvil, cabizbaja. Las manos me empezaron a temblar y un cosquilleo recorría seguidamente mi cuerpo.
    Entonces sentí un dolor punzante en mi cabeza y el frío del suelo. Rompí en el llanto mientras escuchaba con atención sus amenazas de dar un segundo golpe si no callaba. Intenté detener las lágrimas que se deslizaban sobre mi rostro, pero fue en vano. Sentí una fuerte patada que impactó sobre mis piernas. Cerré los ojos con fuerza y escuché el gran portazo que dejó al irse. Después los abrí suavemente, continuando mis intentos por parar el llanto, sintiendo como cada vez la sangre aumentaba.

    —Pregunten, ya quiero salir de aquí, por favor... —supliqué.
    La pelirroja asintió con una sonrisa.—Necesitamos que nos digas exactamente lo que pasó, nosotros te escucharemos y te prestaremos nuestra ayuda, ¿sí? —preguntó amigablemente ella.
    Asentí manteniendo mi expresión desolada.— Era un día normal, como todos. Simplemente bajé corriendo las escaleras, pero mis pies se entrelazaron y caí —reinó el silencio durante escasos segundos—. Eso es todo —finalicé, levantándome—. ¿Puedo irme ya? —pregunté con una voz apagada. Uno de ellos asintió con una sonrisa y me acompañó a la salida.
    Un coche de policía me llevó hasta mi piso y, una vez allí, mis padres me esperaban en la puerta.
    —¿Podría quedarme unos días más? Por favor... —musité a uno de los policías.
    —No, pequeña, es hora de que vuelvas con tus padres. No hay mejor cura que el amor y el cariño de una familia —respondió con una sonrisa.
    —No quiero ir —dije con la voz quebrada y los ojos húmedos.
    —¿Eh...? Seguro estarás mejor con ellos.
    Me esperaban con una sonrisa, de brazos abiertos. Mi padre se acercó con paso decidido.
    —Gracias por su atención —se dirigió a los policías—. Vamos, cariño, tienes que entregar aquel pequeño trabajo, ¿no? —me miró de manera directa, con una amplia sonrisa.
    Yo cerré los ojos, dejé caer las lágrimas y musité: dime que es un sueño.
    —Querida, es hora de despertar.
     
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