Diálogo floral

Tema en 'Relatos' iniciado por Heros, 23 Marzo 2010.

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    Diálogo floral
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    Para todas las edades
    Género:
    Fantasía
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    Palabras:
    869
    Diálogo floral

    El sol había alcanzado su cenit aquel día de primavera en la que vi por curiosidad un suceso mágico. Siempre había sido un escéptico con respecto a las historias que los niños relataban sobre la vida que adquirían los objetos cuando nadie les observaba y de sus conversaciones, pero confieso que esta vez me asombró que fuera verdad. Tal vez parezca que esté desvariando –no lo dudaría, si otra persona me contara lo mismo que yo vi y escuché le tomaría por loco- o que haya sufrido una insolación y todo sea producto de mi imaginación, puede ser. Eres tú, lector, el que debe juzgar al respecto.

    Como dije, el sol estaba en la parte más alta de la cúpula celestial irradiando luz y calor. Cabe citar que el gran jardín de la señora Llorens era más bello que de costumbre: los pájaros trinaban dulces melodías junto a otros que parecían hacerles el acompañamiento; al fondo el sonido claro de la fuente se dejaba escuchar, mientras reflejaba la superficie acuosa el verdor de los árboles; las flores mostraban alegremente sus pétalos de variados colores a la vez que miraban abiertamente al disco solar. En fin, un paisaje bucólico digno de Bocaccio en su Decamerón.

    Me había tumbado durante largo tiempo bajo la sombra de un árbol para descansar mientras esperaba a que bajara la temperatura para unirme a la reunión que se celebraba en el interior de la casa, cuando me pareció escuchar unos susurros. Al principio creí que eran producidos por la conversación de dos invitados de mi anfitriona, pero pronto me percaté que estaba solo y que el rumor aún seguía. Podía haberlo ignorado, pero mi carácter curioso hizo que me acercara hacia el origen de ese sonido y he aquí la sorpresa que me llevé. ¡Una rosa y un lirio conversando! Como dije, mi interés era tan grande que permanecí oculto y escuché el asombroso coloquio:

    — ¡Ay, qué suerte tienes flor de rojizos pétalos, pues eres admirada por tu belleza por todos sin igual, desde niños a ancianos! Tu nombre y tus atributos han sido cantados a lo largo de todo el mundo, y los virginales enamorados suspiran ante ti mientras dibujan en su memoria la figura idealizada de su amada. Te envidio por ello.

    — ¿Por qué te lamentas y envidias mi suerte? ¿Acaso tú no eres alabado también y apareces en cuadros y en poemas? ¿Ignoras que mi belleza efímera no puede compararse con tu simbolismo hacia lo imperecedero? Olvidas que todas las flores, sin importar su aparente delicadeza, son bellas para aquella persona que contempla la naturaleza, como un pintor que expone su alma en el dibujo y sabe que todos los elementos que aparecen en ella tienen un significado propio.

    —Es sencillo para ti decirlo, ¿al fin y al cabo no eres la flor de esa deidad que se ha asociado al amor, bien sea Venus para los romanos, Afrodita para los griegos o Esther para los hebreos? Yo por el contrario soy, junto al lánguido sauce, el seguidor romántico de la muerte. Acompaño al suicida o a la violenta muerte de una enamorada, a quien simbolizo como una suplantación de su novio en el más allá. Puedo estar asociado a lo eterno, sí, pero no es agradable ver con qué dulzura te tratan.

    La conversación se cortó cuando se escucharon unos pasos en las cercanías, pero se reanudó al presentir que muy pronto el diálogo terminaría para siempre. La rosa respondió con compasión:

    —No pienses eso, mi futuro es desagradable a pesar de ser la más hermosa de las flores para muchos. Cuando me recogen sufro duros tormentos antes de morir ¿Te gustaría que te deshojaran entre suspiro y suspiro? ¿Pretendes olvidar que suelo marchitarme cuando soy regalada a una novia que sabe que puedo ser reemplazada con mucha facilidad por otra rosa mucho más lozana? Los cuentos de hadas, los poemas y los románticos se olvidaron de este cruel destino. Pero ahora debemos callar, se acerca alguien y debemos mantenernos en este estado mudo.

    Tal como dijo la flor, los pasos anteriores volvieron a oírse. Un joven de dorados cabellos arrancó del suelo a la pobre rosa a la que muy posiblemente le sucederían aquellos castigos amorosos. Se alejó el muchacho murmurando el nombre de una mujer, sin percatarse de todo cuanto se dijo.

    Yo, por mi parte, también me levanté y refugié dentro de la casa para sentir el calor humano, pero mantuve esta extraña conversación en mi memoria para dártelo a conocer y le des un significado a las extraordinarias palabras que se dijeron entre ambas plantas.
     
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