One-shot de Inuyasha - Desesperanza

Desesperanza

Desesperanza.​

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Caía ya la noche cuando salíamos lentamente de aquel bosque de apariencia tan tenebrosa. La oscuridad del crepúsculo hacía que lo confundiéramos todo. Hacía mucho que no sufría por ver un paisaje inhóspito y oscuro pero, es que tenía miedo de quedarme solo, que, al llegar al otro extremo, los demás desaparecieran y yo no pudiera volver a encontrarlos.
No quiero sufrir más, no quiero perder a nadie más, no quiero volver a sentir este dolor que me atraviesa profundamente y no me permite pensar. A veces, me siento tan impotente y tan asustado, aunque finja fortaleza e indiferencia, para que los demás no tengan que preocuparse o sufrir por mí.
Sé que ellos se preocupan por mí, pero volteo a verlos y parecen tan ajenos a mi dolor. Siento que nadie puede comprenderme ni sacarme del pozo profundo en el que he caído. Ellos no pueden ver lo que para mí es totalmente claro y, seguramente, piensan que he enloquecido. Tal vez, tienen razón.
Nada importa. No me importa nada que no seas tú. Y tú te has ido, entonces, no hay ninguna razón por la que yo pueda o deba quedarme en este mundo de espejos rotos y falsas ilusiones. Si pudiera escapar de mi propio cuerpo, escapar de mí mismo, sería tan feliz y me sentiría tan afortunado. El tiempo me ha enseñado que escapar de los problemas no es, precisamente la mejor forma de solucionarlos, pero ahora, no veo ninguna otra salida. Mi corazón se ha hecho añicos y no puedo reunir los pedazos: tú te llevaste la mayor parte de ellos.
Hubo un tiempo en que tu muerte me tenía confundido y nuestro peor enemigo se aprovechó de eso para hacerme ver fantasmas. Te veía a ti, cubierta de sangre, atacándome e hiriéndome, o gritándome tu odio. Pesadillas. Ríos de sangre, un espíritu lleno de rencor y odio. Tú creías que había sido yo el que te había traicionado en el pasado pero, en realidad, yo había querido regalarte mi corazón, mucho antes de que sucediera todo eso. Ojalá nunca hubiera sucedido. Yo sufría, porque creía que tú sufrías. Y ahora que te has ido definitivamente, vuelvo a ver tu fantasma, persiguiéndome en cada rincón oscuro de este bosque, del que quiero escapar a saltos. Pero la procesión va por dentro. No digo nada. Ellos no tienen por qué preocuparse por mí y, aunque se los dijera, sé que no entenderán. Ellos no tienen forma de saber lo que estoy sintiendo a cada instante que revivo tus muertes, por culpa de estos fantasmas a los que no puedo odiar. Quiero correr hacia ti, para tratar de ayudarte, pero cuando me acerco, tu fantasma desaparece, burlándose cruelmente de mí. Y no eres tú, porque tú nunca volverás a ser. Estás descansando en paz, después de todo lo que tuviste que sufrir, intento recordarme, pero eso no es suficiente para acabar con mi desesperanza. Es que tu ausencia se siente con fuerza.
Finalmente, logramos salir. Estamos en lo alto de un barranco. Las estrellas parecen antorchas, las aldeas, allá abajo, parecen espejismos, el olor del viento me trae recuerdos. Veo luces y me imagino que son las almas de las que te alimentabas, en un intento de seguir existiendo. Pero esas serpientes no están ayudándote, por el contrario: están robándote tus almas hasta dejarte en la nada. El cielo cambia de color, hacia un púrpura furioso y su cruel risa se escucha en el aire. Te veo llorar de dolor y gritar de sufrimiento, colgada de una red de telarañas que no te deja escapar. Intento correr hacia ti, pero no consigo avanzar, estoy paralizado.
Me incorporo, sin aire, en la oscuridad. Después de un rato de confusión, me doy cuenta de que estoy bajo el techo de una posada y los demás duermen tranquilamente a mi alrededor. Otra pesadilla más. Deseo tanto poder ponerle fin a esto. Deseo que vuelvas, en alguna forma, para sanar mi desesperanza.