One-shot Deck [Gakkou Roleplay]

En vez de terminar The Justice o de hacer el fic del concurso de una puta vez me tienen aquí, escribiendo esta wea. La idea fue de Gigi y fue hermosa, así que aquí dejo el fic de sus niños a los que amo con todo mi corason de pollo: Estrellas en la azotea.

Deck: puede que sea obvio con la lectura, me refería la baraja del tarot, porque sí no puedo dejar esta shit del tarot y me ha estado gustando un huevo para indicar quién está narrando. Hice las de Altan en la clase y puse a todos mis hijos sobre la mesa como las cartas.

Nunca me quise meter con el resto del mazo porque no lo conozco muy bien ni cómo interactúa con las demás cartas, pero en lo que no he publicado de The Justice estoy por colar a Laila como la Reina de Espadas, así que cuando caí en que Hiro estaba con Shiori busqué asociarlo a uno de los arcanos menores igual, porque bueno, se me habían acabado los mayores ya (?) podía narrarlos a ambos como XIII, pero eso implicaba decir el deseo de él, al menos en mi modo de ver la asignación. Terminé asociándolo al Rey de Oros (King of Coins), que aparentemente al lazarlo a The Popess, pueden significar lealtad lo que es super accurate y así, aunque aparece, no dije su deseo porque bueno lo quiero como si fuese mi hijo pero mira lo no es (?)

En fin, dejo la palabrería.

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Deck​

The Magician

No iba a mentir, el mundo me daba vueltas, los malditos seis shots de tequila y el beso de Jez me habían dejado absolutamente inútil. Tenía el cerebro frito y quizás por eso había interactuado con Akaisa con cierta normalidad.

Al final me había tumbado en el suelo, sin prestar atención a la conversación que se pudiera estar desenvolviendo. Apenas escuchaba la bolsa de frituras ir y venir.

Podía quedarme dormido o caer inconsciente en cualquier momento, a decir verdad. Ojalá fuese la segunda.

"¡Una estrella fugaz!".

La vocecilla de Hiradaira había logrado colarse en mis oídos y me hizo frotarme los ojos, buscando enfocar algo en cielo encapotado. Me costó lo suyo, vi la cola de la estrella antes de que desapareciera.

¿De verdad Wickham había pedido pasar los exámenes? Bueno, con la única neurona que parecía servirle tenía sentido. Además, ¿qué había dicho Meyer? Su nombre no aparecía nunca en las listas.

Bufé.

El deseo de Hiradaira era, al menos a mi pensar, más centrado.

No olvidar.

No pensaba abrir la boca, ni aunque estuviera malditamente ebrio. Además no creía del todo en esa mierda, en pedirle deseos a un trozo de roca cruzando el cielo.
Las palabras hicieron eco en mi mente.

Deseo no perder a Jez. ​

No había sido específico, sólo no quería perderla a secas. No había deseado que fuese mi pareja ni siquiera.

Al final no era más que otro chiquillo aterrado. No importaba cuánto cerebro tuviese, qué tanto pudiese leer a los demás o cuánto pretendiera desviar mi aburrimiento a peleas sin sentido. Tampoco tenía control de nada.

En ese momento, quizás, entendí de pies a cabeza a Katrina Akaisa y a Shiori Kurosawa, a su deseo de control y su terror a perderlo. No había nada más espantoso que no poder controlar lo que ocurre a tu alrededor y yo, ciertamente, nunca tuve control sobre las piezas del tablero a pesar de que deseaba el poder absoluto.

***​

The Temperance

Me había incorporado con rapidez en cuanto escuché a Anna decir que había una estrella fugaz, si acaso vi su cola perderse entre las nubes que cubrían el cielo, apenas dejando algunos parchones descubiertos del vacío del espacio.
Me sentía algo mareada, pero podía ser peor.

Sentí la brisa acariciarme el rostro, el cabello me hizo cosquillas en las mejillas. Arrastró consigo el aroma de la colonia de Altan en su chaqueta. Reconocería su olor en cualquier parte, así como el perfume de nani, la colonia de tío Vic y el shampoo de mis primos. Olía a algo que identificaba como mi hogar.

Era una completa tonta.

Me hice pequeña bajo la chaqueta y mi mente me arrojó a Sirius, a esa estrella tan particular.

¿Un deseo?

Mis padres.

No, era un deseo posible, no algo como resucitar a los muertos. No existían los milagros. No existían, pero sí algo muy parecido, ¿no?

Ya no importaba por qué estaba allí, por qué Joey me había invitado ni la estupidez que impulsada por el alcohol acababa de cometer. Importaba que estaba allí con ellos, que era parte de algo que iba más allá de Altan y Laila.

Mi voz se alzó ligeramente.

—Deseo que sigamos siendo amigos, sin importar qué pase. —Escuché que Altan soltó una risa nasal.

—Buen deseo, Jezzie.

Era realmente lo que yo quería, lo deseaba con fuerza, tener amigos así. Reír, incluso llorar, quería sentir algo que no fuese el vacío y sentía que con ellos podría lograrlo. Confiaba en que fuese así.

Estábamos vivos.

Yo estaba viva.

Aunque a veces sentía que no debía estarlo.

***​

The Hanged Man

Luego de que Kurosawa me regresara la llave, subí a la azotea con pasos algo más lentos. La tenue luz de la luna y del alumbrado exterior me acompañó, alargando mi sombra, creando en ella una compañera de viaje.

Siempre era yo y solo yo.

A veces era yo y mi madre.

Durante un tiempo había sido yo y los Kurosawa.

Pero al final siempre era yo y la sombra con forma de zorro.

Había arrojado la colilla en una de las papeleras del tercer piso, antes de cerrar la puerta de la clase que habíamos estado usando.
Al entrar a la azotea lo primero que me recibió fue la voz de la chica de la coleta teñida.

¿Estrella fugaz?

Alcé la vista sólo para verla perderse en la absoluta oscuridad del cielo nocturno, tan negro como las lagunas en mi memoria, como el tinte con el que pretendía cubrir mi cabello rubio de muñeca, con tal de demostrar que nada ni nadie iba a obligarme a bajar la cabeza.

No iba a inclinarme frente a nadie nunca. Ni frente a mi padre.

Avancé hasta la reja luego de darle la llave faltante al inglés y recosté la espalda en ella. Desde allí veía con toda claridad el patio frontal, bañado por la luz amarillenta de los postes, detallando las siluetas de los dos idiotas por excelencia.

La víbora azul de Shiori Kurosawa resaltaba como un relámpago en la negrura, incluso desde allí podía notarla. Era un azul distinto al que brillaba en la mirada de fuego de Rachel Gardner y aún así me lanzó a ella, a su imagen, a su figura menuda y a su voz alzándose en defensa de un desecho social como yo. Me envió también a los ojos violeta de Emily Hodges y a su beso en mi mejilla.

¿Mi deseo?

—No me dejes cometer una injusticia —murmuré para mí misma y las lágrimas volvieron a arder tras mis ojos, cargadas de ira—, por lo que más quieras. No me dejes convertirme en él.

¿A quién le pedía eso? A mí misma.

Vamos, Kurobaka, levanta la vista. Tienes un deseo que pedir.

***​

The Popess & The King of Coins

Luego de entregarle la llave a Katrina habíamos avanzado por la primera planta con pasos lentos y amortiguados, no dejé ir su mano en ningún momento. Ni siquiera cuando bajamos a la planta baja, dejamos atrás las líneas de casilleros y llegamos a la entrada de la academia.
Me detuve allí unos segundos, como si temiese que al dejar los muros de la escuela lo que sea que acababa de pasar y acababa de unirnos fuese a desvanecerse.

No quería perder.

—¿Qué pasa? —preguntó, haciéndome reaccionar y volver a caminar.

—Nada, me distraje.

Avanzamos por el patio frontal en silencio, con nada más que la compañía del otro. Sentía el cuerpo resentido y la mente nublada todavía, confusa, desconectada. La pregunta que no quería que me respondiera seguía rebotando en las paredes de mi cabeza, casi hasta el punto de hacer daño.

¿Qué se supone que somos ahora?​

Aumenté ligeramente la fuerza del agarre en torno a su mano y me detuve de nuevo a mitad del patio frontal, como si una fuerza mayor me lo hubiese ordenado, mezclada con mi miedo. Me hizo alzar la vista al firmamento oscuro, fue un destello, no pude verla bien, pero estuve casi segura de lo que era.

—¿Shiori?

—Una estrella fugaz —murmuré aún con la vista puesta en el cielo.

—¿Ah?

—Tonto, ya te la perdiste —solté junto a una risa—. Pide un deseo, Hiro.

Reinicié la marcha, aferrada a su brazo. Sentí la brisa acariciarme la piel de las piernas, enfriándolas debido al sudor; agitó mi cabello ligeramente, además de la pelusa en la chaqueta ajena, que me hizo cosquillas en el cuello.

—¿Crees en eso? —preguntó como quien no quiere la cosa.

Me encogí de hombros en respuesta.

—Supongo que no deberíamos creer en deseos dados por piedras cruzando el espacio, ¿no? —Lo atajé—. Nosotros en particular.

El hijo de un padre alcohólico y maltratador.

La hermana de un chico que había acabado molido bajo las ruedas de un auto.

>>Pero se vale tener sueños, ¿o no?

Lo escuché reír, otra de las risas genuinas que se había permitido en la mañana, pero mucho más sosegada. Me recorrió el cuerpo con una calidez increíble.

—¿Qué mierda se supone que pedirías entonces?

—Es secreto~ —Lo escuché bufar y esta vez fui yo quien rio—. Ah, ¿ahora te interesa? ¿Qué pedirías tú?

Lo que recibí por respuesta fue algo parecido a un gruñido, aunque deshizo el agarre de nuestras manos para pasar su brazo sobre mis hombros.

Aniki, ¿creías en los deseos de las estrellas fugaces?

Si eres una estrella, por favor, concédeme un solo deseo.

No quiero perder a este estúpido cachorro.​