One-shot Dante's Inferno: Redención

Tema en 'Fanfics sobre Videojuegos y Visual Novels' iniciado por Scarlet Blackrose, 23 Junio 2013.

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    Scarlet Blackrose

    Scarlet Blackrose Cazando sueños

    Piscis
    Miembro desde:
    14 Diciembre 2012
    Mensajes:
    45
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Dante's Inferno: Redención
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1218
    Desafío de Umbra :3

    REDENCIÓN
    Esta es la mayor y más dolorosa de las torturas, el perder a un ser amado. Y lo peor de todo, es que fue culpa mía. No digo que sea la mejor de las personas, el más valiente de los hombres, ni mucho menos. Un cobarde, eso es lo que soy; un cobarde que tuvo miedo al amor, un cobarde estúpido que lo tenía todo y se quedó sin nada. Y aquí se halla este cobarde, en medio de los fuegos feroces del Averno luchando por recuperar aquello que me permití perder.

    Una de las cosas que más me atormenta es la causa por la que lo perdí todo, y aún tras tanto tiempo me pregunto por qué lo hice, por qué confié en aquel sacerdote que me dijo “todos vuestros pecados serán perdonados”. Jamás debí convertirme en un templario, o quizás sí; después de todo aquello me había cambiado la vida. Yo, Dante, lo tenía todo. Tenía riquezas hasta decir basta, tenía una familia, una hermosa mujer a mi lado…Ah, Beatriz, qué estúpido soy, por romper la promesa que te ha arrastrado aquí. Lamentaré durante toda mi vida aquellos pecados que cometí. Pero arrepentirse no sirve de nada, mi amada Beatriz, porque por mucho que lo haga, tú estás ahora en esta mansión del dolor, a merced de Lucifer, obligada a permanecer en sus brazos. Qué atrocidades estará cometiendo ahora mismo con tu dulce cuerpo de porcelana y azúcar.

    No sé si debí haber acudido a las cruzadas o no, lo que sí sé es que todos creímos al sacerdote que juró y perjuró que todos nuestros pecados serían perdonados. Maté niños cuyo único mal era haber nacido bajo la estrella equivocada, hombres que ningún mal habían hecho al mundo. Así es la guerra, absurda, un cúmulo de sinsentidos que de nada sirven y a nada conducen. Y lo único que les ha conducido a esto es Dios, o eso dicen, porque ¿Dios no buscaba la paz en el mundo entre todos los hombres? ¿Qué importa si se llama Alá o Yahvé? A fin de cuentas, es el mismo Dios. Pero en aquellos momentos la Iglesia dominaba a los Templarios, todos creíamos con gran firmeza en todos aquellos principios, todas las ideas que nada tenían que ver con las Sagradas Escrituras. Allí se hablaba sólo de morir en nombre del Cristianismo y matar a los “perros musulmanes”, que digo yo, para mí eran hombres simplemente, pero en aquellos momentos mi mente sólo se centraba en que había de matarlos para obtener toda la riqueza que tanto ansiaba.

    Sin embargo, de lo que más me lamento no es de la cruenta batalla que durante tantas horas libramos, sino de lo que vino después. Aún sigo sin poder alcanzar a comprender cómo pude hacerlo. Quizás fue aquel vino que bebí, o la euforia de una batalla ganada. No lo sé, el caso es que sucumbí a esas profundas curvas, a esas piernas seguramente bien conocidas por muchos hombres. Caí a los brazos de aquella mujer. Jamás me perdonaré haber provocado tu pérdida a cambio de unas horas de salvaje placer. Sí, fue placentero, pero efímero como el tiempo que se nos escapa de las manos cuando menos lo esperamos. Yo sabía bien que aquella mujer no era como tú, que ella no estaría junto a mí para siempre como tú lo estabas. Si al menos pudiera entender por qué renuncié a la mujer que amo por alguien que bien sabía no era para mí…

    Amada mía, ¿llegarás alguna vez a perdonar los pecados de esta sucia rata? ¿Conseguiré de nuevo tu amor? Mi dulce Beatriz…Cuán difícil es arreglar con palabras el daño que se ha infligido con actos. En fin, sólo espero poder enmendar mis errores, sacarte de aquí y que el fuego del infierno consuma mis pecados.

    Ahora me hallo aquí, en el mismo Infierno, con Virgilio y mi dolor como únicos compañeros de viaje, en esta infinita travesía por los círculos en busca del ser al que amo. ¿Por qué? ¿Por qué no pude permanecer fiel a mi amor? Si yo la amo, y a nadie más, ¿por qué tuve que cometer aquella atrocidad? No voy a lamentarme eternamente maldiciendo a mi destino, pues mi destino lo he forjado yo mismo con mis errores. Pero si al menos el dolor sólo me lo causara a mí… ¡Oh, mi dulce Beatriz! Soy un egoísta, sólo me lamento de mi dolor sin pensar en todo el que mis actos te han causado. Pero las palabras de nada sirven, sólo me queda enfrentarme al mismo Lucifer para librarte de la tortura.

    Sumergido en mis pensamientos, camino con mi guía Virgilio tras haber abandonado muy poco atrás el río Caronte que tanto nos ha costado poder cruzar, sin decidirme aún a romper el sórdido silencio que parece separarme de él. Apenas hemos hablado a lo largo del poco camino que hemos recorrido, y si continúo atormentándome a mí mismo durante todo lo que queda de recorrido me volveré loco, he de romper el silencio.

    -Virgilio…-interrumpí sus pensamientos con timidez.
    -¿Sí, Dante?-me respondió algo sorprendido.
    -¿Por qué te ha enviado Beatriz? ¿Acaso no está enfadada por lo que he hecho?
    -Por muy enfadada que esté, Beatriz te ama. Dante…
    -¿Me perdonará entonces?
    -Por otro lado-prosiguió Virgilio-como castigo por tus pecados has debido venir aquí a rescatarla. Aunque creas que has venido voluntariamente, por amor a esa dama- me miró como adivinando mis pensamientos- se te impuso ese como castigo porque Lucifer sabía perfectamente que acudirías a rescatar a tu amada.
    -¿Entonces? ¿Una vez llegue hasta ella podré rescatarla?-inquirí ilusionado.
    -No va a ser tan fácil, Dante. Está en manos de Lucifer, y como bien deberías saber, Lucifer se encuentra aquí por pecar de traición a Dios. Es lujurioso y peca con la carne, no te dejará llevártela por las buenas. Esa es la verdadera prueba de tu amor, si estás dispuesto a arriesgar tu vida enfrentándote al mismísimo Maligno para recuperar a tu amor.
    -¡Por supuesto que lo estoy! ¡La amo, Virgilio!-exclamé
    -Bien, pues, aceleremos la marcha, aún nos queda mucho camino por recorrer y poco tiempo para hacer la travesía.

    Dicho esto, Virgilio y yo aceleramos el paso. Quizás aquella conversación con el maestro, el poeta de los poetas, me motivara aún más a acudir a la llamada de mi querida Beatriz. ¿Una prueba? ¿Beatriz me estaba probando? Creí que ella ya sabía lo que le amaba. No, espera…la traicioné. Maldito seas, Dante…Perdí hasta la confianza de la única persona a la que le podía conferir mis más íntimos secretos. Oh…mi Beatriz, cuán grande será tu dolor. Un momento, Virgilio ha dicho que Lucifer peca con la carne. ¿Acaso está deleitándose con la dulzura de tu cuerpo? Soy un maldito. Yo soy quien merece el castigo, no tú, mi amor. Yo soy quien debería estar ahora consumiéndose en las eternas llamas por haberte traicionado. Pero es tarde para lamentaciones, el camino es largo y esta es, seguramente, la única solución que cabe hacer en estos momentos. Jamás me perdonaré lo que te hice, pero ahora debo de pasar a la acción. Mi dulce Beatriz, mi hermosa amada…juro que te voy a rescatar
     
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