Cut Era una noche fría, qué esperar en la selva de concreto con soles neón, ahí todo era artificial. Frío, como el escalofrío que me hizo mirar sobre mi espalda... solo para encontrarme una cría con un montón de correas cubriéndole el pecho, tenía una navaja. La miré extrañado, escéptico, y antes de poder juzgarla con mi voz mis ojos repararon en sus peluches. Uno grande tras su espalda, casi como si tratara de una mochila, mientras que otro pocos colgaban con arneses por distintas partes de si cuerpo. La pequeña, no muy alta, cargaba una navaja, ¿Cuántos tendría, trece años? —¿Qué haces? —preguntó quieta desde su lugar. ¿Sabía que iba a explotar este edificio destruyendo todos a la redonda por un efecto en cadena? Apreté los dientes y temí por mi vida, ¿Tenía que seguir el plan incluso si moría de por medio, escapar, qué tenía que hacer? Me levanté de sopetón, preparado para pelear, pero cuando gané posición esa chica ya se había movido con una velocidad silente quedando así delante de mí y ahora tenía la navaja que nunca ocultó clavada en mi vientre, me sonrió con suavidad, casi parecía que quería ronronear. Me sacó la navaja y con las fuerzas que me quedaban intenté agarrar su mano y sacar mi propia arma, pero antes de lograr eso algo mordió mi mano y otra cosa me empujó como una pelota a velocidad tocándome mi reciente herida. Grité de dolor con cada golpe recibido y pronto me vi en el suelo peleando por mi vida contra dos criaturas que yo creí que eran peluches. Mientras mi vida se desvanecía y esa chica caminaba a desactivar lo que empecé con la bomba... o eso creía, me miró por sobre el hombro. El pelo naranja le contorneaba la cara, sus coletas le hacían ver pequeña, aniñada, pero sus ropas eran tan oscuras como el par de mechones que seguro se tiñó. Era algo como una locura, una punk, aunque... Sus ojos, verdad, parecían carente de brillo... no... Su sonrisa era carente de brillo, Porque sus ojos estaban repletos de una angustia...