Culminación de una pesadilla [Torneo]

Tema en 'Relatos' iniciado por Kirino Sora, 5 Julio 2013.

  1.  
    Kirino Sora

    Kirino Sora Entusiasta

    Aries
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    4 Octubre 2011
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    189
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Culminación de una pesadilla [Torneo]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2146
    Si dispusiera del tiempo suficiente habría sido diferente, pero tendré que conformarme con la caca más caca de todas las cacas -3- (?) no me hagáis mucho caso; estoy delirando a las una de la madrugada y quince horas antes de irme de viaje

    Bueno, no creo que tenga mucho que decir, aparte de que este one-shot es para el torneo y que no me ha quedado más remedio que terminarlo lo más pronto posible pese a la semana de plazo que hay *bostezo* A pesar de ser una caca, insisto Espero que os guste. Y como siempre digo, cualquier crítica, comentario, opinión, y en este caso, voto será bien recibida; ¡todo por la mejora y la superación personal! (?)

    Pero, sobre todo, deseadme un buen internet allá dónde me vaya a quedar durante un mes; como he dicho, me voy de vacaciones y por ello no sabré si tendré internet, y más, si podré continuar en la competición, en el caso de pasar a la próxima ronda. (Si alguien me puede contar la diferencia horaria entre América -la hora de Venezuela, creo- y China, se lo agradeceré para toda la vida).

    PD: Perdonadme por las faltas de ortografía en el caso de que haya, pero sobre todo, espero que me disculpéis por no haber hecho nada mejor; no poseía realmente de mucho tiempo para revisar ni cambiar apenas nada, por lo que no lo veo muy bueno que digamos... especialmente al final, según mi punto de vista

    PDD: Buena suerte a los demás participantes :3

    Culminación de una pesadilla


    Los copos caían sobre la inmensa ciudad.

    El niño se abrazaba a sí mismo bajo la nieve blanca.

    Y Ray contemplaba nuevamente la escena en el interior de aquella espiral de sueños.

    Como en todas las noches, cada vez que cerraba los ojos, Ray se quedaba encerrado en la profundidad de su mente hasta que el sol se alzaba en lo alto y su cuerpo se estremecía bañado en sudor, alterado.

    Porque, si había un medio por el que le hacían rememorar las cosas, ese era a través de este mundo, y en estos instantes se encontraba dentro de él.

    Ray clavó la vista en el pobre niño, cuyas lágrimas ocultaba debajo de su bufanda color crema. Hoy tampoco había sido capaz de detenerlo.

    Desde el principio, estuvo advirtiéndole que no fuera por allí, que lo mejor era que diera media vuelta y regresase a casa, que por nada del mundo se separase de esa mano... Sin embargo era como si no pudiera escucharlo, y entonces simplemente ocurría.

    También probó con agarrarlo del brazo pero Ray era incapaz de tocarlo, como si no existiera. Y volvía a suceder; una y otra vez el niño experimentaba sensaciones que para su edad no debería de haber conocido. Era demasiado cruel.

    No obstante, era una crueldad que hasta el día de hoy consideraba que se lo tenía bien merecido.

    Y sin embargo, todavía se atrevía a sentir pena por el chico. Porque, de alguna forma, lo comprendía mejor que nadie. ¿Cómo no iba a ser así?

    Ray desvió la mirada al sentir que estaba siendo contagiado por su tristeza, y frunció el ceño a la vez que apretaba los labios con fuerza; no quería seguir mirando.

    Entonces, de repente, una voz le gritó desde la distancia, haciendo que diera un respingo.

    ¿Por qué apartas los ojos? —Ante tal inesperada llamada, el muchacho tragó saliva y optó por girarse para ver quién era. Ray no pudo evitar abrir los ojos como platos.

    Jamás había visto a una chica con una apariencia tan inusual como la suya.

    Y, menos aún, a una que supiera volar.

    Sin poder salir de su asombro, la joven aterrizó sobre el suelo y se volteó hacia él, haciendo que sus mechones plateados ondeasen al compás del giro. Sus ojos eran normales, de un conocido color azul, y aun así no se veían reales.

    Contesta, ¿por qué sólo te quedas aquí, observándolo? —atacó la misteriosa chica con sus rudas palabras.

    Podía ser hermosa, sí, pero también era innegable que necesitaba urgentemente unas clases para aprender buenos modales.

    Aunque fuera él no puede escucharme —explicó Ray, olvidando por un instante el fenómeno que acababa de presenciar y con cierto tono molesto—. Además, ¿quién demonios eres?

    El deber de un ángel consiste en guiar a las almas hacia el descanso eterno. ¿Con eso es suficiente para que comprendas a qué he venido?

    Ray bufó.

    No me lo creo. Y de todas formas, ¿a quién vas a salvar?

    Al niño que tienes delante de ti.

    A Ray le fue imposible replicar ante la seriedad de su rostro. Callado, observó cómo se acercaba al chico de la bufanda y, para su sorpresa, logró que levantara sus ojos verdes de la bufanda, algo que ni siquiera él pudo conseguir.

    ¿Qué te ocurre? —Su voz, al contrario que antes, había sonado mas suave; por un segundo Ray se quejó en su interior, en desacuerdo por aquella diferencia. Después, se agachó para poder estar a su altura y acarició su pelo rojo—. ¿Por qué estás llorando?

    No contestó, pero prefirió no insistir. Minutos después, entre sollozos e hipidos, fue capaz de formular unas cuantas palabras.

    Yo... Yo he matado... —confesó, de manera entrecortada.

    ¿A quién has matado?

    A mamá...

    Y dime, jovencito, —cogió una pequeña pausa antes de continuar—, ¿cómo mataste a tu mamá?

    ¡Tú! ¿¡Cómo se te ocurre...!? —Pero Ray no fue capaz de terminar la frase; el nudo que se había formado en su garganta se lo impedía. El niño, al contrario que él, pareció no importarle la gravedad de la pregunta y prosiguió; lucía como si estuviera a punto de reanudar su llanto.

    Mamá me prometió que hoy jugaríamos en el parque —comenzó a relatar él, escondiéndose inútilmente detrás de su bufanda—. Íbamos de la mano porque siempre me dice que si no lo hacía podría perderme. Pero quería tantas de llegar que me solté, y empecé a correr. Entonces escuché un pitido, después la voz de mamá, y luego un fuerte estruendo. Tenía miedo y cerré los ojos. Cuando los abrí, mamá me estaba abrazando, pero no era cálida; mamá estaba fría, muy fría. Aunque la llamaba, no se despertaba. En ese momento unos hombres extraños vestidos de blanco se la llevaron; me dijeron que estaba “muerta”. Daban tanto miedo que corrí, corrí para que no me cogieran.

    De repente el joven no continuó, volviendo a culparse de la tragedia y dejando tras de sí un ambiente lúgubre. Ray frunció aún más el ceño y bajó la cabeza. La chica permanecía indiferente, aunque con un cierto brillo de tristeza en sus ojos... O eso fue lo que le pareció al principio.

    Repentinamente, ella se puso de pie y se dirigió hasta donde se encontraba él.

    Y, sin previo aviso, le dio una fuerte bofetada.

    ¿¡Por qué has hecho eso!? —cuestionó Ray, sin saber el porqué de su acto.

    ¿¡Y tú cómo puedes ser tan estúpido!? —le reprendió—. ¿Después de tanto tiempo, eso es lo que sigues pensando?

    Ray no contestó; se sentía realmente dolido.

    Pero lo que más le hería por encima de todo era cuánta verdad se hallaba en esas palabras tan carentes de tacto que le había gritado una desconocida.

    Porque, en el fondo, puede que sí supiera la razón por la que le había pegado. Sólo que no se atrevía a aceptarlo.

    Ray, sabes perfectamente quién es ese niño, ¿o no?

    ¿Cómo no voy a saberlo? Después de todo, él...

    ... es tú —completó ella, a la vez que dirigía su vista hacia el aterrado niño, hacia él. Ray la imitó, mas no tardó mucho en desviar la cabeza nuevamente—. Oye, ¿vas a dejar que las cosas se queden así?

    Su impotencia era tan grande que no supo en qué momento fue que tenía los puños cerrados hasta tal punto que sus nudillos se volvieron blancos.

    ¿Y qué puedo hacer de todas formas? No cambiará el hecho de que mi madre esté muerta por mi culpa —trató de convencerse, aun siendo consciente de que no debía de ir por allí...

    Nunca antes había visto a alguien tan patético como tú —comentó la muchacha para luego suspirar—. Seguramente ahora está llorando por tener a un hijo así.

    ... Cállate.

    Sabes perfectamente que tengo razón. Además, incluso si eso no consigue regresar a tu madre, incluso si de verdad piensas que es tu culpa, no puedes seguir aferrándote al pasado. Debes de tomar una decisión: o caminas o te detienes aquí mismo. Así que elige, aquí y ahora, ¿qué es lo que quieres hacer?

    Pero, de no ser de nuevo por su intervención, nunca habría llegado a escoger el camino correcto, el que realmente había ansiado por andar.

    Ray dio un paso, luego otro, y así continuó hasta arrodillarse frente al niño de la bufanda, frente a sí mismo, frente a su propia pesadilla.

    Hace tiempo, en una ocasión, se planteó si había alguna posibilidad de que se perdonase a sí mismo, de poder seguir avanzando. Pero si lo hacía, pensó, sería muy injusto y egoísta por su parte; porque aquello suponía aceptar su muerte... y olvidar, ya sea su tristeza o a su madre. Y Ray no se veía capaz de enterrar esos recuerdos, en primer lugar, porque antes que ellos había otras memorias, más cálidas y felices. No podía aceptar una disculpa, incluso si ésta provenía de él y para él; su conciencia no se lo permitía.

    Sin embargo, esto no consistía en si debía perdonar o no, tampoco si debía hacer desaparecer esos días o atesorarlos.

    La única decisión que tenía que tomar ahora era si continuaría hacia delante o, por el contrario, seguiría mirando hacia atrás. Si hoy sería o no la culminación de esta repetitiva pesadilla.

    Yo... Quiero seguir caminando... —se dijo a sí mismo, decidido, y extendió su mano—. Por eso, ¿me dejarás ir por este camino?

    El otro no pareció dudar en aceptarla.

    Sí.

    En ese momento, la chica se acercó a ellos y, con la mano posada en el pequeño Ray, susurró:

    Descansa en paz.

    Y, bajo un brillante resplandor, desapareció.

    ¡Bueno, bueno, por fin ya se ha terminado el trabajo! —comentó ella aliviada, a la vez que estiraba los brazos—. Ahora podré regresar.

    Decías que eras un ángel, ¿verdad? ¿Entonces por qué estás dentro de mi sueño?

    Los humanos no sois los únicos que poseéis almas, ¿sabéis? Las pesadillas no son la excepción.

    Jamás lo había pensado... —soltó el chico, pensativo—. Entonces eres como una especie ángel de las pesadillas.

    Algo así. —Rió—. Espero no volver a verte nunca más —añadió ella con ironía.

    Lo mismo digo —afirmó él, imitando su tono lo mejor posible.

    Entonces Ray despertó, no antes de que el ángel musitara: «Que tengas dulces sueños».
     
  2.  
    Love Temari

    Love Temari Entusiasta

    Aries
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    Que linda tu historia, me conmovió n.n
    Ray creía que había matado a su mamá por salir corriendo, me dio mucha pena esa parte T.T es como que te llega al corazón
    lo que no me gusto es que le dijeran de una forma tan fría, que ella estaba muerta
    Me gusto mucho el final, de verdad fue bonito, el angél dándole otra oportunidad de vivir y que no se quede en el pasado, pegado, sin avanzar hacia su futuro, que la vida siguie y tiene que vivirla.
    Hermosa historia :D

    Saludos!! n_n
     
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