Cuando se acerca el fin

Tema en 'Relatos' iniciado por Muddy Waters, 18 Septiembre 2008.

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    Muddy Waters

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    Cuando se acerca el fin

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    Subo mi cabeza para mirar fijamente ese gran y mugriento letrero que en decoloradas letras doradas pone ''Hospital Nuestra Sagrada Familia''. Empujo suavemente unas sucias puertas de vidrio para abrirme paso hacia el recinto, en una televisión colgada en una pared solo centímetros por debajo del cielo raso, se veía una de esas telenovelas típicas de los canales venezolanos.

    Con una mano en la parte baja de mi tórax, camino con dificultad hasta la recepcionista en un intento desesperado de ayuda.

    Basta decir que no funciono, la mujer solo me dijo que llenara una formulas y esperara en aquellos asientos de aquel plástico azul tan típico, casi arrastrándome llego hasta allí y me dejo caer, sin dejar de presionar la parte adolecida.

    Me veo rodeado de enfermos y ese inconfundible olor de desinfectante que se respira en los hospitales también estaba presente en aquí, mientras las paredes blancas escondían aquellos enfermos y enfermedades sin dejar pasar aquellas terribles heridas, todo se ocultaba detrás de aquellos muros.

    Aun mi cuerpo manifestaba como todo se sentía mas frió mientras mas tiempo pasaba ahí, a mí alrededor encontraba niños gritones, gente que parecía que simplemente desfallecerían o que en cualquier momento se irían de este mundo terrenal, para abrazar aquella muerte.

    Las enfermeras caminaban por ese pasillo llevando comida o medicamentos a aquellas personas mórbidas que se instalan en habitaciones mientras estas no le miran como más que una camilla ocupada, tenia el presentimiento de que no podría ser una de estas. Pasado un tiempo las enfermeras de congregaban alrededor de esa pequeña televisión para ver aquella telenovela de malas actuaciones y baja producción pero increíblemente populares por estos lugares. Una de las enfermeras más torpe que las demás, se distrajo viendo este programa y tropezó tirando todo el carrito de comida convirtiendo el suelo en un desastre.

    -¡No toques eso! – Le gruñía su madre a un niño que quería coger algo de la comida que se encontraba en el suelo producto de la ineptitud de la enfermera.

    Me recuesto un poco mas intentando relajarme, mientras siento mi mano mas húmeda que antes, en un asiento lejano se podía ver a un decaído anciano vestía una camiseta azul a cuadros y un pantalón por sobre la cintura de color marrón claro, un conjunto muy particular, en su cara se veía cierta frustración y a la misma vez se sentia una paz al mirarle, conservaba sus ojos cerrados y tenia una cara completamente llena de arrugas y ojeras, y una manos que concordaba con su semblante, su cabello completamente blanco, de uno verdaderamente pulcro y resplandeciente, estaba casi calvo y solo le quedaban unos resto de cabello a los lados de su cabeza, mientras en la parte alta de su calva tenia una cicatriz que se perdía entre las marcas de edad, a su diestra se dejaba ver un bastón de de acero resplandeciente un tanto oxidado.

    El solo estaba ahí, sentado, no abría los ojos, ni hacia ningún movimiento para demostrar conciencia. Nadie le miraba, como intentado ignorar su existencia, las enfermeras pasaban de el como pretendiendo que no estuviera y que si no estuviese ahí, los pocos doctores que se veían le dedicaban una mirada de recelo pero por sus expresiones parecía aterrarles que el permaneciera ahí, pero el no hacia ningún amago de movimiento, ningún intento de llamar la atención, el solo estaba ahí, todos parecían tener un rechazo a su persona, pero cierta resignación a que su presencia fuese inevitable.

    Siento cada vez mas el frió definitivamente ya había perdido mas sangre de la que debería, visiblemente en mi camisa se comenzaba a expandir la mancha de sangre.

    Sin darme cuenta volteo a ver a quien antes fuera mi objetivo de mis miradas, el anciano había abierto su ojos de un verde olivo y relamía su secos labios, con una mano temblorosa por el parkinson toma su bastón, se levanta y con cierta dificultad camina hasta mi lado y se sienta a mi en una silla a mi zurda.

    -He notado que te perturba mi presencia, hijo.
    -Si, algo. ¿Por que esta ahí sentado en el puro abandono?
    -Esa es mi posición y mi labor, hijo, permanecer inerte hasta que sea el momento de llevar acabo mi tarea.
    -Supongo que usted sabrá.


    Ya había dejado mi mano a un lado, no tenia caso intentar detener la hemorragia, ya era muy extensa ya solo me quedaba abrazar la muerte y cesar en mis intentos, solo aceptar el azote.

    -¿Debes saber a que vengo no?
    -Efectivamente.
    -Pues levántate, que es hora de irnos, hijo.
     
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