Crónicas vampíricas: Un final feliz para todos

Nombre: Crónicas vampíricas: Un final feliz para todos.
Autor: Kayr.
Libros: Crónicas vampíricas de Lisa Jane Smith.
Disclaimer: Ninguno de los personajes aquí nombrados me pertenecen. Todos son propiedad de L. J. Smith.
Advertencias: En esta historia hay spoilers del último libro publicado en España: Damon, Medianoche. Por ello aquellos que no lo han leído no les recomiendo que entren.

Prólogo.​

«Un buen lugar para honrar a Damon –había dicho Elena, con lágrimas en los ojos, frente a la tumba improvisada del chico– espero que nadie, de los que estamos aquí presentes, olvide lo que él hizo por Fell’s Church»

Todos los allí presentes bajaron la cabeza esperando que Elena depositara el ramo de flores que tenía entre sus manos. Las lágrimas en los ojos de la pelirroja comenzaron a salir, de nuevo, entre fuertes temblores de su cuerpo. No había querido decir completamente adiós al vampiro por lo que ahora no se podía contener.

«Ni siquiera tenemos su cuerpo –pensó la joven psíquica mientras apartaba la mirada de la lápida. Bonnie cerró los ojos con pesar mientras cubría su boca con una de sus manos, para evitar así que se escucharan todos sus sollozos– maldición, Damon, si no me hubieras protegido nada de esto hubiera pasado. Todo es mi culpa.»

«Bonnie –la intentó tranquilizar Stefan mediante su voz telepática– Bonnie, escúchame, nada de esto fue tu culpa.»


En ese momento Bonnie sintió un espasmo que hizo que se despertara. Miró a su alrededor desorientada y, justo a su lado, vio a ese chico con el que estaba saliendo. ¿Cómo podía seguir soñando con eso? Hacía tres años que se había marchado de Fell’s Church para comenzar con la universidad, tres años en los que no había podido olvidar, ni por un instante, el rostro de aquel vampiro que la salvó en más de una ocasión.

Bonnie cerró los ojos y suspiró devastada mientras escondía sus ojos tras las manos y comenzaba a sollozar. El chico a su lado se removió y ella vio como abría sus ojos.

«Tan oscuros como una noche sin luna –pensó Bonnie mientras detallaba todo en él– tan parecido a él.»

–¿Qué me ves con tanta insistencia, mi pelirroja? –preguntó el chico en un tono algo burlón. Él se acercó a su rostro y limpió las lágrimas con delicadeza– Bonnie, ¿Qué te pasa? Cuéntamelo mi pajarito.

Algo en el interior del corazón de Bonnie se resquebrajó un poco más. Las lágrimas fueron más abundantes en sus ojos y caían con más frecuencia mientras se escondía en el pecho de su novio.

–Él solo pensaba en ella. Todo lo que hacía lo hacía para contentarla a ella. Y me duele, duele saber que te has enamorado de una persona que ya no existe –Bonnie se aferró con fuerza a los hombros desnudos de su pareja. La joven sintió como sus rizados cabellos eran acariciados con sutileza y eso hizo que elevara un poco el rostro anegado en lágrimas– lo siento, perdóname. Te estoy haciendo sufrir por algo con lo que no tienes nada que ver.

–No te preocupes, pequeña –musitó el joven mientras continuaba acariciando los cabellos de la muchacha. Besó su cabeza mientras la recostaba en la cama y se quedaba junto a ella.


Ajustó sus nuevas gafas Ray-ban recién adquiridas y miró por sobre su hombro intentando ver quién había a su alrededor. Unos cabellos rojos como el fuego aparecieron en su campo de visión y pudo apreciar, claramente, como la joven que se hallaba a unos pasos frente a él se había detenido. Nunca, nunca, en la vida había sentido lo que sentía estando con esa pelirroja. Ni siquiera con... Pero había algo seguro, y era que nunca en la vida se enteraría nadie.

Meneó la cabeza e hizo que sus pensamientos se enfocaran en la joven que se hallaba frente a sus ojos. Era simplemente hermosa. Parecía un delicado duendecillo de piel pálida, cabellos rojos y ojos marrones. Su rostro con forma de corazón estaba levemente sonrosado y sus grandes ojos la hacían parecer que poseía un aire infantil todavía. Eso le gustaba de ella, que nunca, pasara lo que pasara, perdía su aire infantil.

–Cuando desperté no estabas en mi casa –musitó mientras se abrazaba a la camisa blanca que llevaba el chico bajo una negra chaqueta de cuero.

–Tuve un... problema –contestó como toda respuesta. Había sido tajante cosa que no dejaba a Bonnie volver a preguntar sobre el tema. Al ver el rostro preocupado de la muchacha suspiró sonoramente– Todo está solucionado ya.

–Matt... Yo... – la pelirroja dirigió sus ojos al suelo. No estaba totalmente preparada para hablar pero no quería seguir guardando un secreto que la hacía despertarse cada media noche entre terribles llantos– ¿Podríamos ir a tomar algo a algún bar cercano?

La pregunta tomó desprevenido al joven que asintió mientras la tomaba por la cintura y comenzaba a caminar.