Prólogo Las teorías sobre la creación del mundo eran tantas como los dioses que mantenían a éste en movimiento. Los seguidores de Hastaiff, dios de los ladrones, crían firmemente que su Dios había robado la creación en el momento en que esta surgió en el firmamento como una joya reluciente. Los adoradores de Iwënea, la madre verde, imaginaban el surgimiento de la vida a partir de una semilla que la diosa acunó en su vientre y regó con sus propias lágrimas. Palanthas enseñaba que la creación surgió a través de su divino aliento en el momento en que pronunció el primer cantico que trajo la luz. Zergoh no decía a sus seguidores ni una palabra al respecto. El aberrante Dios no tenía el menor interés en la creación del mundo. Estaba allí y era cuanto necesitaba saber. El poder que despedía la creación no era propiedad exclusiva de nadie y solo servía a aquellos osados que se atrevían a reclamarlo. Por consiguiente, cada región donde uno u otro Dios dominaba la vida, la religión tenía su propia visión del tema, según cómo había llegado a ellos, a través de las generaciones, desde sus tátara-tatarabuelos. Y, ni que decir tiene, todos los demás estaban equivocados, y ésta era una cuestión que había provocado derramamiento de sangre en incontables ocasiones. No solo de los hombres, sino también de las divinidades en sus eternos enfrentamientos. Y es que, las fuerzas gemelas de la Luz y las Tinieblas se han manifestado de muchas maneras diferentes: el Día y la Noche, el Bien y el Mal, el Orden y el Caos; y como en muchas de las antiguas religiones, estás grandes fuerzas ambivalentes estuvieron personificadas en formas, a veces humanas, a veces no humanas, de deidades en guerra: Soul y Akhram, en los desiertos del Este, Ahura-Mazda y Marduc para las tribus errantes de las estepas, Iwënea y Nëfferi en disputa de las ocultas ciudades boscosas de los druidas y muchas más. Cada personificación tiene a sus seguidores, cada personificación es única; pero todas ellas toman su verdadera naturaleza de la misma fuente universal: las fuerzas eternamente conflictivas de una dualidad manifiesta. *Fragmento de la profecía de la caída de los señores del Orden. >>Me queda poco tiempo para escribir este relato. Incluso mientras se seca la tinta en mi pergamino, siento que se acerca el destino que se cierne sobre nosotros, tal y como mis visiones me han revelado y sé que no confundo su causa ni su propósito. Es posible que nuestros días estén contados y después de mi muerte, la magia sea erradicada de la memoria de todos los seres en estas tristes y condenadas tierras que, alguna vez vieron florecer el esplendor del Círculo de Arcanos. El poder de este castillo, durante tanto tiempo centro de las fuerzas que nuestros magos e iniciados atrajeron a través de las puertas del propio Abismo, se están derrumbando rápidamente. Para cuando vuelva a salir la Luna, veremos la horda en nuestro portal, vociferando por el triunfo de sus Señores, y un certero instinto me dice que, antes de que asome el sol en el este, veremos la cara maldita de Palanthas acompañado por sus siete hijas y moriremos. >>Hemos servido bien y fielmente al Abismo develando sus secretos llevados por su sabiduría. Trajimos conocimiento a esté mundo de zafios que temerosos por el inmenso poder que despertamos nos condenaron al exterminio ¡Ignorantes necios! Pero ahora, ni siquiera todo nuestro conocimiento o nuestra fuerza pueden salvarnos, pues somos débiles, tal y como nuestros Señores del Abismo. Merced a la traición de aquellos a quienes gobernamos, el Dios Palanthas y sus siente hijas han vuelto al mundo; el eterno enemigo, el Orden, ha desafiado al Caos y ha prevalecido. Nuestros dioses se están retirando y no pueden salvarnos. Hemos apelado a las más poderosas fuerzas ocultas que conoce nuestra raza pero nuestra sangre no es suficiente para pagar el precio. Y aunque tal vez podemos destruir uno, diez o cien enemigos mortales, somos impotentes contra el inmenso poder del Orden. >>Y así nos preparamos para abandonar este mundo y afrontar el destino que nos deparé la vida futura, conscientes de que nuestro ado nos retornara a nuevos cuerpos mortales en el futuro. Los que vendrán, los ciegos partidarios de Palanthas, destruirán la sabiduría que hemos acumulado durante siglos de nuestro gobierno. Se regocijaran con la destrucción de nuestra hechicería, celebrarán la aniquilación de nuestros conocimientos. Morarán en nuestra fortaleza, se consideraran líderes y creerán que son nuestros iguales. Nosotros, que situamos orígenes más allá de la mortalidad, casi podríamos sentir compasión por la ignorancia y el miedo que acarrearán su ruina, con tanta seguridad como han ocasionado la nuestra. Pero no puede haber compasión para esos humanos traidores que han vuelto la espalda a los verdaderos caminos, para seguir la falsa senda del poder. Habrá derramamiento de sangre; habrá terror; habrá muerte… Pero nuestra hechicería no sé extinguirá, será perpetuada en nuestra descendencia que se levantará desde las sombras a reclamar la venganza de los caídos y en ellos, con el fulgor de nuestro odio enterrado por diez generaciones; se alzará un líder destruyendo todo lo que Palanthas protege y nos fue arrebatado, asesinará a las hijas encarnadas del Dios benévolo y con su sangre reconstruirá los cimientos de las fuerzas del Abismo, que regresará a la tierra azolando a sus criaturas con miedo y destrucción. >>Nuestros dioses se encaminan al exilio; nosotros vamos hacia la destrucción. Pero nos consuela la certidumbre de que el rígido y estancado reino del Orden no puede durar eternamente. Pues mientras sobreviva un ser que lleve una gota de nuestra sangre, el circulo se cerrara una vez más. Nuestros dioses son pacientes, pero a su debido tiempo se lanzará el desafío. La magia volverá al mundo. >>Firmo este documento de mi puño y letra el día de nuestra caída: Ethram Du´Raziel, Arcano Mayor de la Orden. <<Este manuscrito es uno de los pocos fragmentos que se salvaron de la purga realizada en el Castillo de Isla de Media Noche hace cinco años, después de la caída definitiva y la aniquilación de la infame raza pecadora conocida como los Hechiceros. <<Los que por la gracia de Palanthas, sobrevivimos a la guerra del Justo Castigo (como ha sido llamada) y tras la inquisición llevada en toda la tierra purgando el mal de los hombres que contaminaron sus almas con las ciénagas del Abismo, y desde entonces prosperamos en la misma sede del poder de los tiranos, tenemos consciencia de la gran responsabilidad que nos han atribuido los dioses, cuyas manos nos elevaron del reino de la esclavitud al del gobierno. Los males causados a nuestro pueblo por los Señores del Caos y los hechiceros que siguen sus nefastas doctrinas son múltiples; ha habido sufrimiento, terror y opresión. Ahora es nuestro sagrado deber, en nombre de la Luz y la Cordura, bajo el brillante estandarte de Palanthas, enderezar nuestro mundo y borrar el nombre del Caos de todos los corazones y de todas las mentes. <<Con este fin la Sagrada Hermandad de las Hijas de Palas y la beata Ordenanza de los Caballeros de Palanthas han celebrado el Gran Cónclave en el Monte de Cadiz, en el mismo lugar donde el propio Palanthas tomó forma humana en respuesta a nuestras plegarías de salvación. Mientras caminó por esta tierra con carne mortal, el gran Dios nos ordenó que gobernaramos con prudencia y defiendesemos sus leyes, y bajo nuestra custodia un orbe de oro que debía permanecer oculto en las entrañas de la montaña bajo la responsabilidad de sus Paladines; y entre las hijas de Palas repartió el santo salmo de invocación que lo llamaría de vuelta al mundo de los mortales, el cual, nosotros sus humildes siervos habitamos. El excelso dios blanco profetizó en su infinita sabiduría que el Mal regresaría y que, cuando el momento llegará él acudiría por segunda vez a nuestras plegarías de salvación. <<Escrito el primer día de primavera del quinto año de paz, por Alanna Lowwe Vagaarj, Abadesa de la Hermandad de Palas por la gracia de Palanthas.>> Pero el Caos volverá…