Corazón de Vampiro.

Corazón de vampiro​

Prólogo​

Nombre: Inuyasha

Edad: Mi apariencia, chico de diecisiete años. ¿Edad real? Te lo diré más adelante.

Género: ¿Quién puso esa estúpida pregunta? ¡Hey! Contraten a otro escritor, y de pasada díganle que especifique bien esa parte de ‘género’, si se refiere a Género ¿qué sexo eres? O si se refiere a ¿Qué tipo de ser eres, a caso eres un ovni? Yo si fuera ustedes ya habría despedido al escritor.

Intereses: Uhh, ¿las chicas? A eso se refieren con intereses, ¿no? Y si no se refieren a eso, ya jubilen al escritor.

¿Qué odias?: ¡Hasta que por fin hace una buena pregunta! ¿Qué odio? Odio lo que soy

¿Cómo te ves dentro de 10 años?: El escritor me comienza a sorprender, ¡amigo hasta que despertaste! Ponte las pilas que si no te van a correr. Con respecto a tu pregunta, ¿cómo me veo en 10 años? Esa esta simple, me veo igual que ahora.

Opinión: ¿Me van a pagar por responder esta cosa?

*-*-*-*

Hay veces que simplemente deseo no ser lo que soy. Solo ser un común chico de diecisiete años y tener como problemas las matemáticas o en todo caso hasta química. ¿Por qué ser lo que nunca deseamos ser? ¿Por qué debemos soportar a los demás si a penas logro soportar mi existencia?

Pertenezco al clan ‘Diamante rojo’. No sé a qué se deba aquel nombre, y no me interesa saber. Hace quinientos años morí. Pero, ¿cómo es posible que siga vivo? Es una respuesta fácil, soy un vampiro. Vivíamos en lo más alejado de Inglaterra, una pequeña aldea que a penas y rebasaba los cincuenta aldeanos. Ahora, con este dato, dime… ¿cómo es que sabríamos del ataque que tenían pensado los vampiros? No teníamos nada, a penas y se cosechaba la comida suficiente para comer, no teníamos minas de las cuales sacar ricos minerales, no teníamos nada.

Tal vez con ese simple pensamiento que teníamos fue lo que nos obligó a tener demasiada confianza. ¿Por qué unos vampiros atacarían una pobre aldea? Tiemblo de coraje cada que el recuerdo viene a mí, el recuerdo de ver a tus amigos correr tratando de salvar sus vidas para que al siguiente segundo un vampiro estuviera desgarrando su garganta.

Y lo peor, es el saber que tus padres murieron salvando tu vida, en todo caso mí estúpida vida. Estoy seguro que si hubieran sabido lo que me esperaba hubieran dejado que el vampiro me matara. Odio a los vampiros, odio mi vida.

Sí, lo sé, se han de estar preguntando, “¿y por qué no te matas? Solo acaba con tu vida y listo.” Créanme, no es tan fácil como todas aquellas historias o mitos dicen, una estaca te puede matar, sí, pero solo una que esté impregnada por la esencia de una hechicera. Es por eso que los hechiceros son los peores enemigos de los vampiros, no hay ni un solo día que no se sepa de la muerte de un vampiro por culpa de un hechicero.

Todos los días despierto con el mismo pensamiento “Sí, hoy debe ser el día. Hoy estaré con mis padres” Solo algo les puedo asegurar, llevo años deseando lo mismo.

Capítulo 1 ​

“Si la muerte no va hacia ti, tu ve hacia ella.” ​

—Inuyasha Taisho​

En serio no sé cómo comenzar con esto, quizá con un ¿bienvenido seas? O tal vez un ¿bienvenido a mi vida? O lo más apropiado ¿de verdad quieres leer lo que sucede en mi vida cotidiana? Tengo que aceptar que mi vida no es taaaan aburrida pero, tampoco es la gran cosa como para que sea leída por muchas personas. Y si aún así después de decirte la verdad deseas leer mi vida, solo me queda decir:
“Bienvenido a la vida de un vampiro”

Consejos que todo vampiro debe seguir​

Consejo número 1: ¿Estás frente a un hechicero? Busca varias maneras o ventajas que tengas a la mano, guarda la calma, y habla tranquilamente con el hechicero, si este no muestra apoyo y conforme hablas este se enoja aún más, olvida el consejo uno pasa inmediatamente al dos.

Consejo número 2: Si hablar no dio resultado, debes pasar a la fase física: golpearlo. Primero que nada, actúa tranquilo, como si su presencia no te afectara en nada, busca algún objeto cercano y duro (preferiblemente de vidrio) y con movimientos rápidos golpea el objeto en la cabeza del hechicero. Si te topaste con un hechicero muy resistente y lo único que lograste con el golpe fue hacerlo enojar más, ¡pasa inmediatamente al consejo tres!

Consejo número 3: Si después de hablar y haberlo golpeado el hechicero sigue frente a ti con intensiones asesinas:

a) Busca alguna salida cercana, y corre.

b) Si después de correr más hechiceros se topan en tu camino, (y estás seguro que no hay una
escapatoria) lo más adecuado sería rendirte.

c) Los vampiros se cuidan los unos a los otros, por lo que se te aconseja que no vayas a decirles a los hechiceros la localización de tus compañeros.

d) Si tienes, o crees en algún Dios, es el momento más adecuado en el que rezas por tu vida.

Consejo número 4: ¿Quieres evitar todo eso? ¿Quieres seguir disfrutando de la hermosa inmortalidad, y sin mencionar la suculenta sangre? Solo hay una cosa efectiva que te mantendrá vivo:
Mantente alejado de los hechiceros.

Después de releer una vez más los consejos que se nos proporcionan a todos los vampiros, doblé la hoja y la coloqué de nuevo en mi cartera, agarré la única maleta que contenía mis pertenencias ‘importantes’ y cerré la puerta del departamento tras de mí. Nadie sabía de mi partida, en realidad con ‘nadie’ me refería a ningún vampiro, ¿saben por qué? Porque me tacharían por loco-suicida-vampiro-que-busca-su-muerte-sin-que-esta-la-llame. Es mejor ahorrar los problemas, ¿no?

Me dirigí hacia el elevador y oprimí el botón, después de unos cuantos segundos este llegó con un suave pitido y las puertas se abrieron. Para mi suerte estaba solo, no quería tener que lidiar con algún humano, no ahora. Las puertas se cerraron y oprimí el botón de Recepción, la música inundó el elevador. Podía ver mi cara por todas partes, mi piel tan pálida, mi largo cabello, y si no fueran por los lentes de contacto mencionaría mis extraños ojos dorados… apreté con fuerza la maleta y casi enseguida de que el elevador se abriera salí de él.

Steve se encontraba tras el escritorio. Era el recepcionista del hotel y era un buen chico, con mi pequeña estadía aquí ya se había ganado mi cariño. Y le deseaba lo mejor, en pocas palabras le deseaba que no se topara con un vampiro. Irónico viniendo de mí, ja ja.

—Hey, Inuyasha, que onda—. Caminó rodeando el escritorio y llegando hasta donde me encontraba, chocamos las manos. Seeeh, haciendo eso me hacía sentir un chico normal—. De nuevo de viaje, ¿eh? —Afirmó.

Me encogí de hombros. —Ya sabes que me gusta viajar, y sí prometo regresar amigo—le respondí antes de que formulara la pregunta, una de las cosas que aprendí de Steve es que es muy obvio con lo que preguntará.

Suspiró. —¿Ahora quién me dejará pasar a ver televisión por satélite? ¿Quién me dará buena propina? ¿Y ahora quién…?

—Steve—dije serio—Deja de ser un payaso y dime si mi auto ya está preparado.
Roló los ojos. Caminó de nuevo hacia su escritorio, abrió una pequeña compuerta ubicada en la pared, y después de mover varias llaves sacó unas y me las lanzó. Una buena cosa de ser vampiro son los reflejos, sin si quiera pestañear y mover solo un poco el brazo derecho las llaves fueron a dar a mi mano.

—Y te vuelvo a repetir que lo tuyo es ser jugador de baseball, hermano—dijo Steve, cerró de nuevo la pequeña compuerta y se colocó frente a un ordenador. Suspiré, cuando Steve se colocaba frente al ordenador…digamos que es difícil sacarlo de su trance.

—Steve, nos vemos amigo—sin esperar un adiós, pasé por las puertas y me dirigí al estacionamiento buscando el auto que me llevaría a mi destino… y algo me dice que me estoy poniendo cursi.

.-.-.-.-.​

Después de manejar por dos horas, hice una breve parada en una cafetería llamada ‘La casa de Luli’ Después de un encogimiento de hombros entre a la pequeña cafetería. Bueeeno, no exactamente a lo que estaba acostumbrado pero era acogedor, unas cinco mesas se encontraban intercaladas por el pasillo y por último una mesa más grande que las anteriores en la esquina. Unos cuadros con fotografías de los Beattles se encontraban adornando cada espacio de las paredes, sin mencionar los manteles que se encontraban en cada mesa con un lema de: ‘Esta era la cafetería favorita de los Beattles’ falso o verdadero no lo sabía, solo de una cosa estaba seguro: alguien era mejor fan que yo.
—Bienvenido a la cafetería la casa de Luli, cafetería preferida por los Beattles, ¿en qué puedo servirle?

Tuve que bajar un poco la vista para darme cuenta que una chica estaba hablándome.
Unos dieciséis años como máximo, cabello recogido en una curiosa coleta, y un enorme sombrero sobre la cabeza con una imagen de los Beattles. Sonreí.

—Te queda bien el sombrero—apreté los labios y me costó unos dos suspiros ahogar la risa.

La chica suspiró con frustración—Haber si nos entendemos amigo, yo—se señalo a sí misma—, necesito este trabajo, no me importa si te parece gracioso mi sombrero. No.Me.Importa. Solo dime lo que quieres y olvida que alguna vez te dirigí la palabra—sus mejillas tomaron cierto color carmesí—Lo siento, por favor ¿Qué va a ordenar?

Totalmente decidido, esta chica me agradaba.

Moví la cabeza con una sonrisa en los labios. —Un café estaría bien, no muy caliente si se puede—la chica tomó nota y se giró para entrar a otra puerta—. ¡Oh! Y espera—traté de tomarme mi tiempo viendo el menú, mientras que la chica movía con impaciencia el pie—Nah, creo que así está bien.

Después de un suspiro de frustración la chica se giró de nuevo y desapareció tras la puerta. Con una sonrisa en los labios, caminé a la mesa más cercana y me senté, quedando de frente a la puerta donde estaba la chica. Era tan fácil hacer enojar a los humanos.

—Hey, chico.

Moví lentamente la cabeza para posarla sobre un chico. Este se movió de la última mesa para dirigirse a la mía colocarse frente a mí.

—¿Te doy un consejo?

—En realidad no quiero gracias—agarré una servilleta y comencé a romperla. El chico ignoró mi respuesta.

—No te fijes en ella, te vi desde que llegaste y sé que te ha gustado. Pero no sabes con quien te estás metiendo.

Dejé la servilleta en paz, y una sonrisa salió de mi boca. —¿Me estás diciendo que no me acerque a ella porque es peligrosa? Es solo una chica de dieciséis años, ¿qué puede hacer una chica de dieciséis años?

La puerta por la que había desaparecido la chica se abrió, y salió de ella la misma chica, maldiciendo en voz baja mientras trataba de no tirar el café. Solté un bufido.

—Solo te estoy dando un consejo, no te quieres meter con una chica que trae tras de sí una maldición—levanté las cejas con interés y sorpresa. ¿Una chica con una maldición? Lo que los humanos sacaban hoy en día.

El chico se fue una vez que ‘la-chica-con-una-maldición’ (nótese el sarcasmo), llegó a mi mesa con el café.

—Aquí tiene su café, si ya no va a querer nada me retiro con su permiso—la chica dijo sin verme a los ojos, su vista puesta siempre en algún punto fijo. ¿Avergonzada? No lo creo.

—Uhm, en realidad necesito otra cosa—coloqué al café una cucharada de azúcar, y comencé a moverla.

—¿Si?

—¿Cómo te llamas?—saqué la cuchara, y di un leve trago al café. Suspiré, nunca llegaría a estar como el del hotel.

Levantó una ceja, sus ojos cafés escudriñándome profundamente— ¿Para qué quieres saber?

Le di otro trago al café. —Podríamos llamarle curiosidad.
Se quedó por un momento en silencio, ¿quizá meditando? ¿Viendo la forma de llamar a la policía? Las dos eran muy probables.

—Primero dime el tuyo—. Dijo después de, que serán… ¿tres minutos?
Dejé el café sobre la mesa, y giré mi cuerpo para quedar frente a ella, y me encogí de hombros—Soy Inuyasha—le ofrecí la mano.

Después de un momento de titubeo agarró mi mano y la estrechó con la suya—Soy Kagome.

Diez minutos después me encontraba de nuevo en mi auto, manejando por la misma carretera y cantando una canción de los Beattles, estar rodeado de ellos, hace que se te pegue más lo fan. Unos minutos más, pude distinguir a los lejos un pequeña pancarta, colocada sobre un semáforo, teniendo como contenido: “Bienvenido a Carterville. Ciudad de las leyendas.”

Sonreí. Mi verdadera sonrisa genuina después de varios años. Y como vengo diciendo desde…bueno desde que soy esto: Si la muerte no va hacia ti, tú ve hacia ella. La mejor frase que puede existir.