Contra la Estupidez

Contra la Estupidez

Contra la Estupidez​

En sus oídos aun retumbaba el terrible y repetitivo beat de la música techno de la discoteca. Oía el bum bum bum bum bum, lo sentía, lo tocaba con cada uno de sus dedos, en tanto intentaba meter la llave incorrecta en la cerradura de la puerta.

Recuesta la cabeza sobre la puerta y aun siente el bum bum bum bum bum en sus carnes, quiere tirarse al suelo, vomitar y morir. Olvidar la sensación, vaciar esa bolsa de líquidos, ácido y cosa en la que se había convertido su estomago.

Siente como todo se viene, por la boca no, por la cabeza, o eso cree. Va reventar, va gritar, se sentirá mejor y amanecerá en la cama de algún hombre con traumas de colegio de varones.

Comienza dar golpes vehementes a la puerta con la llave, mientras siente que el cerebro se mueve en movimientos oscilatorios, siente que el cerebro se muere en movimientos oscilatorios, siente que el cerebro se cosea en movimientos oscilatorios. ¿A quién le importa realmente?

Tack, bum, tack, bum, tack, bum, tack, bum, los golpes de llave van con parsimonia con el beat de la discoteca.

La chica vomita en el baño. Se para, se arregla el cabello, se lava la cara, se corre el labial y limpia el rímel, se sube la falda por sobre los muslos y se desgarra el escote. La luz verde le ilumina el rostro, cierra con fuerza los ojos y se tambalea y cae. El suelo esta frió, y ella no lo siente, el tacón de una morena exhibicionista le rompe el labio, y no le importa.

Vomita, llora, empuja el suelo con sus brazos, tose y vuelve a caer sobre la cosa regurgitada. Huele a vodka, margarita y galletas de soda, el alma se harta de sufrir y la abandona.

El guardia ve a una chica tirada en la pista, la levanta y la lleva por la puerta trasera hasta el basurero, la despoja de la camisa con el escote rasgado, le sube la falda por encima de las caderas y con una mano en el seno izquierdo comienza a penetrarla empujando el cuerpo de la muchacha contra el basurero del callejón.

La chica cae desmayada como estaba, golpeándose la cabeza contra el suelo, por su mejilla corre una gota de sangre y que cae al suelo desde su mentón. El segurata se palpa las sienes, se sube el cierre del pantalón mientras guarda su miembro dentro de sus calzoncillos.

El chico recuesta su cabeza en la puerta, mientras tose y escupe alcohol al suelo, se guarda la llave en el bolsillo del mono deportivo y se deja caer sobre sus rodillas, en tanto apoya su cabeza a la pared. Ahora todo hace bum, bum, bum, bum, bum.

El portero discute en un taxi con el conductor, divaga sobre política en busca de calmarse, siendo un confeso admirador de las ideas derechistas estuvo hablando sobre la maravillas del sistema capitalista que comenzaba a desmoronarse días antes. El taxista ríe, se detiene enfrente de un edificio de un color gris sucio. Estira la mano para tomar el dinero y despidiéndose con una sonrisa en el rostro. '¡Tenés el cierre abajo, pendejo!'.

La amiga zarandea el culo sobre la entrepierna de un moreno promedio, la canción tecnho hace un bum bum bum bum bum que retumba en las paredes negras del antro. La amiga jala al moreno hasta el baño, metido en un cubículo el moreno baja el cierre de la falda que cae al piso. El moreno arremete contra la amiga que se apoya en la pared para aguantar los golpes.

Debajo del edificio el chino ve al italiano entrar por la ventana. 'Fuera de aquí, chino'. Se cubre la cara con ambas manos, llora y teme por su vida. Cuenta hasta tres, la amiga llega a un éxtasis de alcohol y orgasmos. Grita, empuja contra la puerta del cubículo al moreno y lo besa violentamente, ella cae sobre sus rodillas y comienza la segunda ronda. El italiano se ríe, saca el teléfono celular de su bolsillo y marca un número mientras sale por la misma ventana por la que entro.

Ya el chino no tiene nada porque temer.

El guardia sube las escaleras corriendo, tomado del barandal verde intenta ignorar el crujido del viejo metal, saca apresurado las llaves de su chamarra. Tropieza con un chico en el piso y se golpea contra la puerta. El chico despierta entreabre los ojos para ver como la gigantesca bota del un portero le rompe la cabeza.

Mario mira el rayado de cebra en la calle, lo detalla de arriba a abajo, memoriza los espacios que faltan, cierra los ojos con fuerza. Un motorizado dispara directamente a su cabeza, Mario cae, el mundo no se detiene, ni el mismo se detiene. Sonríe, muere sobre la acera mientras un niño pasea con su madre por el centro comercial.

A tres mil quinientos kilómetros en un estado contiguo al de Mario, Alan sale de una especie de hostal miserable, se recuesta en las puertas del panteón nacional (queda en el centro de la ciudad, justo al lado del metro), alza su mano y dice 'Una monea pa' el pan, seora'.

Han transcurrido aproximadamente doce horas desde los hechos antes relatados. La chica tuvo su santa sepultura en una fosa comunal de desperdicios de la morgue, acompañándole a su lado está el chico con la cara desfigurada. Un portero ebrio fue despedido luego de que una chica fuese encontrada muerta detrás del antro. Una amiga despierta en un burdel donde un italiano le besa la nuca y le manosea los pechos, en tanto un moreno es cien dólares más rico. Mario se convierte en una estadística en el periódico 'El Nacional', dejando de ser una desgracia para ser una mera excusa para quejarse del presidente que no les conviene.

Alan a tres mil quinientos kilómetros del estado de todos los personajes antes mencionados aun no se ha enterado de nada y no le importa realmente. Poco debe importarle lo que le suceda a aquellos que no conoce. En su palma descansan unas cuantas monedas que él rápidamente guarda en el bolsillo de sus andrajosos pantalones de un material que es irreconocible ya por la suciedad de los mismos.

El mundo aun gira y a nadie le importa nada de lo antes mencionado. El puesto del portero fue ocupado por alguien más preparado y con mejores aptitudes, y Mario solo era una mera escoria con cédula.

'Mit der Dummheit kämpfen Götter selbst vergebens'.(Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano) -Friedrich Schiller.
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Relato para eh… el concurso de historias extremas que no se llevo a cabo finalmente, nadie esperaba que lo hiciese realmente de todas formas.

El cuento no es muy bueno pero lo público de todas formas.

Se lo dedico a berlinQueer porque es la única persona que leerá el coso, por eso y por su reciente status de latin lover, ja.