Contenido oculto: Ost Día 1 Mediodía La cabaña central era, sin lugar a dudas, el espacio más amplio dentro del complejo de Whispering Pines. El comedor albergaba la suficiente cantidad de amueblado como para acoger a todo el alumnado, evitando así largas esperas y grupos asignados por franjas horarias. Los campistas tenían a su disposición varias vitrinas de entre las cuales escoger su almuerzo. Dos encargados, posicionados al otro lado del cristal, atendían amablemente a cada alumno que se paseaba bandeja en mano, con claras muestras de indecisión. Un pequeño cartel ubicado en la parte superior de la vitrina, junto a los botes de salsas varias, indicaba que habría menú del día designado para cada día de la semana. Lunes: Opción 1: Pasta con salsa de tomate y champiñones Opción 2: Albóndigas veganas con arroz Opción 3: Lentejas estofadas con verdura Bueno... S-Suponía que tenían variedad, ¿no? Momo Después de dejar sus pertenencias y acomodarse en su nueva cabaña, Momo se dirigió al comedor tras el aviso de su monitor, ese tal Hunter. Había visto en primera plana en revuelo que había ocasionado aquel loco que llevaba un arma de fuego en su cabaña. Y si no, los gritos de los alumnos y sus constantes rumores le habrían hecho llegar toda la información, pues en la cabaña Cedar no se hablaba de otra cosa. Tenía entendido que ese chico había hecho buenas migas con el pelirrojo con cara de culo de su misma cabaña, uno que parecía querer irse de allí a como diese lugar. Menudo, asocial y esquivo, era difícil no hacerse la idea de que ese lugar no estaba hecho para él. Había que darle puntos por eso, desde luego. La mesa de madera en la que se encontraba era amplia, y en ella se entremezclaban alumnos de todas las cabañas. A pesar de haberse sentado con los chicos de antes, aún tenía hueco a su lado para alguien más, y fue entonces cuando otra alumna no dejó pasar la oportunidad. —Tal vez habéis ganado esta batalla, pero no la guerra —Una joven de cabello gris y aspecto cansado se dejó caer en el banco, en mitad de un resoplido de derrota—. Ya hablaremos cuando tenga mi plato de la cena para apostar. ¿A...postar? Ahora que Momo se fijaba, la chica se había sentado con su plato prácticamente vacío. Tenía un par de migas de pan encima, pero poco más. Apoyó la frente en la mesa y su estómago gruñó, haciendo que se encogiese sobre sí misma. La política del comedor decía que solo un plato por persona... ¿Qué le había pasado a esta chica entonces? ¿Se había quedado con hambre, acaso? Hazel Hazel, habiendo recuperado su cargador después de que aquel cachorro mojado se apersonase en su cabaña al grito de "Ángela Hazel" para encontrarla y devolvérselo, se acomodó en su cabaña y se alistó para dirigirse así hacia el comedor. Por el momento, su cabaña no le había dejado una mala impresión. Su monitora parecía estricta, pero algo le decía que podía llegar a aprender mucho de ella. Su mirada, usualmente severa y centrada cuando se trataba de su oficio, parecía suavizarse al hablar con sus compañeros, haciéndola ver casi como una persona completamente distinta. Tal vez era de esas que separaban su vida personal del trabajo. Solo el tiempo lo diría. Había coincidido en la mesa junto con alumnos de otras cabañas, pero parecía centrada en su propio almuerzo como para concederle mayor importancia. O al menos así fue, hasta que una cabellera de fuego se abrió paso en mitad del gentío, sacándola de su ensimismamiento. —En-chan, ¿no habíamos practicado ya la solución a tus caras de culo? —Te he dicho que no me llames así. ¿El agua te taponó los oídos acaso? —Ah~. Tan encantadora como siempre. Fue solo un instante. En mitad del gentío, el azabache que la acompañaba se adelantó para tomar su bandeja, y entonces su mirada carmín se cruzó con la de Hazel en la distancia. Sus ojos se abrieron, como si su presencia fuese casi un fantasma del pasado. Uno al que no creyó volver a ver. Entonces la sorpresa mutó en algo más; su mirada se ensombreció y Sora la rodeó del hombro, apartándola de la escena sin ser siquiera consciente de lo que sucedía. >>Va, ¿quieres la opción veggie? No te pega nada comer pasto, pero seguro eres una caja de sorpresas. Las voces se perdieron en la distancia. Para su sorpresa, la joven que se sentaba frente a ella pareció reconocerlos. O, al menos, al chico de cabello azabache. Rodó los ojos, irónica. —Ni privarme de uno de mis sentidos me ayuda a huir de él. Qué escandaloso. ¿Huh...? Ahora que lo decía... ¿Sus ojos no eran especialmente llamativos? Albus Junna Para su sorpresa, cuando se adentraron en el bullicio del comedor y terminaron de escoger sus menús, el destino quiso que ambos encontraran asiento al lado del otro. Se reconocieron, cómo no hacerlo: era el mismo chico que había estado secuestrado y retenido junto a él de manos de uno de los monitores del campamento. Hunter había acabado en otra mesa, charlando junto al monitor de cabello blanco, de modo que al parecer no iban a tener percances en esas condiciones... De momento. P-Pero, por si acaso, mejor estar atentos. Solo por si acaso.
Hazel Bell Albóndigas veganas con arroz. Sabía que habituarme a una alimentación puramente vegana requeriría no solo sacrificio por mi parte si no también la prescripción de vitaminas para suplir las carencias devenidas de la falta de ingesta de carne o pescado. Llevaba mucho tiempo con esa idea en mente, especialmente después de concientizarme de la explotación a la que sometía a las reses la industria cárnica. Era... atroz. ¿Cómo podía estar estudiando medicina y preocuparme de las vidas humanas cuando ignoraba las demás? Haze, ten un poco más de consideración. Lógicamente a mis padres no les había hecho ninguna gracia. Ambos eran médicos y estaban muy preocupados por las carencias vitamínicas que me supondría ese estilo de vida. Tomar vitaminas sintetizadas no era la mejor idea. Y aunque no era algo que podía discutir, nadie iba a privarme de comer comida vegana de tanto en tanto. —¿De qué está hecha la carne?—pregunté al empleado tras la vitrina—. ¿Es Heura? ¿Es cierto que es uno de los pocos alimentos que no posee contraindicaciones? Por un momento tuve la impresión de que me había salido una segunda cabeza. El empleado me miró como si hubiera hablado en mi alemán natal. —¿Heura? —Es un preparado de habas de soja que se toma como sustituto de la carne animal—le expliqué con calma—. A diferencia de la mayoría de productos veganos, tiene un gran aporte de vitamina B12 para suplir la carencia de carne en la dieta. El chico esbozó una sonrisa nerviosa, adiviné que algo tensa. ¿Había dicho algo mal? —Ah, pues... no tengo ni idea. —Descuida—respondí negando con la cabeza y le resté importancia con una pequeña sonrisa. No quería avasallar al pobre muchacho—. Es un producto muy reciente. >>Me llevaré las albóndigas. De momento todo iba bien. Estaba disfrutando de estos instantes de independencia sin la constante sobreprotección de mis padres. Jamás había dudado que todo lo que hacían era por mi bien, pero mis ansias de libertad eran demasiado grandes para ser contenidas. ¿Cómo no podría un ave criada entre barrotes apreciar la inmensidad del cielo? Cada vez que pensaba en libertad mi mente volaba al ejemplo más intenso que había conocido nunca. Una persona que antaño fue mi mejor amiga y la que me había enseñado a valorar mi propia individualidad lejos de la mirada protectora de mis padres. Los años habían pasado casi sin notarlo, pero a veces, sin quererlo, me acordaba de ella. De su cabello rojo que hacía un contraste vivo con mis hebras níveas o la propia palidez de mi piel. Como el fuego y el hielo. Partí una albóndiga a la mitad con el tenedor. ¿Qué estaba haciendo? Me preguntaba qué hacía pensando en ella en ese momento. Lo último que había recibido por su parte era el sonido parco de una línea sin respuesta y mensajes que ni siquiera eran leídos. Nunca pude disculparme porque nunca quiso oírse. No podía culparla, pero si volviera a verla ahora... ni siquiera sabría cómo reaccionar. El universo tenía formas muy particulares de jugar sus cartas. Pero era una persona de ciencias, me guiaba por la razón y la lógica y decidí pensar más que se trataba de una casualidad que de un designio del destino. Las probabilidades eran mínimas. Pero aunque improbables, nunca serían cero. En-chan. Jamás pensé volver a oír ese apodo de unos labios que no fueran los míos. En el momento en que nuestros ojos se cruzaron el mundo se detuvo por una décima de segundo. Por supuesto esto era tan solo un engaño de la mente y del profundo impacto que me produjo volver a verla, pero lo sentí así. Un efímero instante detenido en el tiempo. Con su cabello rojo, ahora más largo, y sus ojos que parecían ver a través de mí. Su mirada se ensombreció instantáneamente y la mía quizá hizo lo propio, aunque no tenía una forma precisa de saberlo. ¿Qué estás haciendo aquí, Enya? Volví la mirada a mi plato. Repentinamente se me había cerrado el estómago. —Disculpa, ¿le conoces?—inquirí cuando la joven que se sentaba frente a mí hizo ese comentario. ¿Había dicho algo de privarse de sus sentidos? Alcé la mirada del plato en ese momento por simple deferencia hacia mi interlocutora. Sus ojos... estaban nublados. La imagen me produjo desazón. Esa joven... ¿era invidente?