One-shot Combustión [Gakkou Roleplay || Shiori Kurosawa]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Zireael, 20 Agosto 2020.

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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Escritora
    Título:
    Combustión [Gakkou Roleplay || Shiori Kurosawa]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2293
    Hold my beer cuz I'm on a rush, si me mamo puede que termine The Justice hoy también luego de clase.

    Se me encendió una luz luego de leer el fic reciente de Gigi sobre Annita y pues terminé aquí. Ahora no recuerdo la idea inicial que tuve, porque se deformó apenas empecé a escribir y tampoco recuerdo por qué pensé en Shiori al leer la tremenda rage de Anna, pero well aquí estamos.
    Empecé a escribir con una canción de The Pretty Reckless pero luego mientras ponía las canciones de la actividad caí de nuevo en LP y fue como wOAH.
    El archivo lo tengo guardado como Ignite me, por los lyrics de una canción de Halsey, pero idk cuando vine a publicar sentí raro ese título y lo pasé a combustión.

    Shiori era una Jez 2.0, eso decía su ficha de Persona, pero apenas la asocié al fuego y la junté con Nagi y Hiro algo raro pasó, y ahora tenemos... esto (?) Es una Jez muy desviada, si me lo preguntan, por eso las vibes de Kat a veces.
    Soy pesadísima con esta niña, lo sé, disfruto rolearla casi tanto como disfruto rolear a Kat y como disfruté rolear a Jez ya bien avanzado Fate (aunque me hacía mierda el corazón).

    En fin, que me voy por las ramas.






    Believe in the light 'cause it's true that we burn with blue light.
    Something so wild, shows its teeth and its worst when it bites.
    .
    Surrender our life to the flame I hold on to survive.






    Combustión






    Era una absoluta estúpida, ¿no? Siempre lo había sido, incluso antes de que los neumáticos de un auto me arrebataran a mi hermano y con él a mis padres, mis figuras de autoridad.

    Había sido siempre una niña enérgica, curiosa, interesada por el mundo, pero en el fondo cargaba una inmensa ansiedad dentro de mí. Era como un conejito aterrado.
    Kaoru había sido siempre mi pilar, con él podía explorar ese mundo que en el fondo me aterraba, porque él estaba siempre para cuidarme.
    Me sujetaba antes de caer, me guiaba como una línea de ojos de gato en la carretera cubierta de neblina, me levantaba y me limpiaba los golpes.

    Era un guardián.

    Y yo en el fondo no era más que una llorona.

    Qué bien había aprendido a disimularlo.


    Era sorprendente lo que podía hacer en la psique la muerte de un ser querido, de un hermano y un protector.

    Allí, entre la piel y huesos destrozados, me había visto forzada a levantar el rostro de mi hermano y colocarlo encima del mío. En el momento no lo supe, por supuesto, sino hasta el funeral. Con tal de poder levantar a mis padres fracturados levanté el rostro de Kaoru del pavimento y este tomó la forma de una elaborada máscara de kitsune con una mandíbula articulada, que se mueve en perfecta sincroniza conmigo.
    Los fuegos fatuos aparecieron y evaporaron el frío de mi propio cuerpo, luego inicié un incendio con tal de evitar que mis padres cedieran a la hipotermia.

    Es curioso que la calle haya quedado teñida de rojo pero yo no incluyera ese color en la paleta hasta cuatro años después, en un solo día.
    Había que ver el poder destructivo que tenía la electricidad y la fuerza de las cadenas que había usado para envolver mi propio cuerpo, con tal de evitar sentir y desaparecer, porque no fueron fundidas ni siquiera por mi propio fuego. Había creado un metal resistente a mis propias llamas, pero no al chispazo de una fuerza externa.

    Era el hueco en mi plan.

    No era capaz de sentir total alegría, mucho menos tristeza o enojo, si acaso era capaz de sentir frustración cuando mis planes fracasaban y poco más. Estaba bien con ello, ciertamente, me permitía controlar todo, cuidar a quienes me importaban sin flaquear ni un instante.

    Ni siquiera cuando la pregunta me llegaba a la mente me permitía detener mis labores de eterna guardiana, ni cuando me preguntaba qué debía pensar la gente de mí. De Shiori Kurosawa, quien no había llorado a su hermano muerto.

    ¿Debí morir yo?

    Sí.

    Pero no tenía tiempo para detenerme.

    Había que ver, por otro lado, lo acostumbrada que parecía a moverme entre lobos por alguna razón. Katrina Akaisa, Altan Sonnen y Hiroki Usui entraban en una categoría muy particular de personas a las que me acercaba aunque podían arrancarme la mano de un mordisco.

    Confiaba en mis habilidades después de todo.

    Katrina no podía librarse de mí porque me había conocido antes de arrojarse por la borda de su propio barco y convertirse en aquella bestia furiosa. Pretendía molestia ante mis aproximaciones, pero ambas sabíamos que yo era lo más cercano que tenía a una amiga y sobre todo que era lo único que le quedaba vivo del recuerdo de mi hermano.

    Altan era más que todo un pobre miserable que había tenido la mala suerte de toparse conmigo en un momento en que tenía algo más de tiempo para pensar en otras cosas, donde me di cuenta que me sentía sola y quería compañía. Había sido siempre atractivo, con todo y su carácter de mierda, o era quizás que yo simplemente me sentía atraída por ese carácter indómito.

    Hiroki aparecería para respaldar esa teoría, con su inexistente paciencia y perpetuo mal carácter, daba la sensación de ser un animal a medio domesticar.

    Y a mí me gustaban los retos, supongo.

    Pero era interesante por demás, bastaba un toque de mi parte para detener la vorágine, confundirlo lo suficiente para que detuviera su agresividad dirigida a cualquier pobre idiota que se le acercara y encendiera la cerilla junto a su fuga de gas. Era como meter el freno de mano.

    Quizás en el fondo más que haber sentido una corazonada de su verdadera personalidad, solo había caído redonda por un cabrón pandillero al que pretendía domar, incluso antes de darme cuenta.

    Bastante cliché, a decir verdad.

    Me acerqué, presioné y quizás hasta mentí. Al menos ahora parecía que le había mentido no solo a él, sino a Nagi Watanabe en el momento en que le dije que no había nada entre nosotros.

    ¿Qué entendía yo por nada?

    No había mucho que hacer, de todas formas, me había acostumbrado a hacer las cosas cómo me viniera en gana y nadie reclamaba ya por ello. No conocía realmente la autoridad y por ello la ejercía yo sobre los demás. La colaba con mi calidez, mi cariño y mi carisma, a pesar de que debajo de mi piel corría la eterna ansiedad.

    Él hacía siempre la misma pregunta, buscando el porqué a que una chica como yo se acercara a él de esa manera, sin miedo siquiera. Siempre le dije que no habían motivos, que solo pretendía ser su amiga, aunque quizás desde el principio fueron claras las verdaderas razones que hasta yo desconocía.

    Sin embargo, aprendí pronto que incluso si se dejaba hacer, tendía a trazar su propio camino y mi plan en general terminaba alterado por sus reacciones.

    Debí notar también que quizás sus propios motivos para quedarse estaban desdibujados, al menos debí sospecharlo por su reacción a las palabras de Honda sobre nuestra relación y su reacción al conocer la existencia de Sonnen.

    Éramos, a fin de cuentas, un par de idiotas.

    Había negado todo lo dicho por la princesa para un día después llevarle un almuerzo completo y que él me diera el suyo, saliéndose de mi plan. Para terminar de armarla, me había mostrado otro fragmento de sí cuando me echó la chaqueta sobre los hombros esa misma tarde.
    Me había confiado un atisbo de su pasado y como agradecimiento hice lo mismo.

    Era torpe, brusco, pero podía intentar ser cuidadoso. Lo intentaba conmigo.

    Mimiko Honda era una huraña agresiva que mordía ante la mínima señal de algo que considerara extraño o mínimamente peligroso para su máscara, así era, y aún así había preparado galletas para demostrarme que podía sola. También había empujado a Hiroki hacia mí cuando se dio cuenta antes que nosotros dos de lo que pasaba, Altan como el insoportable que era, se le había sumado. Lo presionaron lo suficiente para que me pusiera las manos encima por fin.

    En el fondo ninguno de esos tres era demasiado diferente. Eran ariscos y orgullosos, pero llevaban mucho más dentro de sí de lo que pretendían mostrar, quizás por miedo.

    Sería mentira decir que no deseaba que me notara, que me aceptara, que me reconociera como un igual. Así como sería mentira decir que no quería el cuidado que había mostrado que podía brindarme, su calor y su cariño.

    Y era increíble que aún así se las hubiese arreglado para sacarme de quicio en un abrir y cerrar de ojos.
    Era, además, un idiota celoso. Se negaba a dejarme entrar completamente pero pretendía que no tuviese cabeza para nadie más que para él, incluso cuando me había visto a punto de soltarle un golpe a Honda por hablarle de forma despectiva, cuando le había preparado comida, le había guardado galletas y más.

    Era siempre bondadosa, cálida y suave, incluso cuando a veces me divertía un poco a su costa, pero había sentido esa demostración de celos sin fundamento como una mordida injustificada y me había enfurecido, porque le había sido sincera y él se había vuelto en mi contra.
    Había dejado entonces que Altan hiciera el imbécil a mi alrededor, para que se molestara con motivos tan siquiera, y era evidente que el moreno iba a tomar la oportunidad de fastidiar a alguien sin siquiera dudar.

    Había sido egoísta.

    Había sentido.


    En ese momento fue cuando el rojo se coló en mi paleta de color, representando esa ira que no había sentido con tanta claridad nunca antes. Él había logrado bajar el interruptor lleno de telarañas, desatando las emociones que me negaba a aceptar como parte de mí.
    Habría bastado con la ira, ciertamente, si no fuese porque yo era una codiciosa de mucho cuidado.

    Quería más.

    Y más.

    Y más.


    Quería que la electricidad fundiera mis fusibles. Quería que fuese un relámpago lo que me recordara que estaba viva, y vaya si lo había logrado.
    Lo había subestimado además, a él y su capacidad para desafiar la autoridad. Era, después de todo, un animal salvaje.

    Y me había derrotado en mi propio juego.

    Cuando cedió a sus impulsos quise jugar, tentarlo, dominarlo, pero no cedió. Se revolvió, buscando quitarse la correa del cuello, y fui yo quien tuvo que agachar la cabeza, incapaz de seguir tensando la cuerda.

    ¿Qué había dicho del carácter indómito?

    Me gustaba. Lo tuve claro en ese momento, me volvía absolutamente loca esa resistencia, que el cachorro que había acariciado con tanto mimo fuese capaz de intentar asestarme un mordisco era inesperado y, por primera vez, que algo se saliera del plan en vez de frustrarme, atizó el fuego.
    Era una muestra de carácter, de independencia.

    Durante años creí que mi orgullo era tal que me impedía pedir cualquier cosa porque significaba debilidad, pero a eso había llegado por su jodida culpa.

    Incluso si lo intentaba, si pretendía llevar el control, no estaba en mis manos. Nunca lo estuvo quizás.
    Una parte de mí se revolvía furiosa al sentirse controlada, al verse aprisionada por su cuerpo y acorralada. No quería eso, quería poder y se me fue negado. Sin embargo, la otra parte era la que se derretía allí bajo sus manos.

    No me di cuenta hasta la mañana siguiente. Que hubiese logrado colocar una suerte de autoridad sobre mí era lo que me había enloquecido, que alguien hubiese tenido al fin esa capacidad había puesto algo en su lugar, pero lo había logrado porque yo lo quería, porque estaba absolutamente enamorada del denso de Hiroki Usui.

    Y por eso había cedido.

    Por eso lo dejé disponer de mí.


    Había sido una patada a mi orgullo, a mi lado racional y a la máscara que tenía adherida al rostro. De hecho me la había desprendido de un solo movimiento, dejando todo lo que me negaba a aceptar al descubierto.

    Lo había visto todo.

    El placer era absurdamente parecido a la ira avasallante, tenía la misma fuerza, y me había consumido en cosa de segundos, como una llama al alcohol en un fluido. Había deseado que me tocara por meses y no lo supe hasta esa mañana y esa noche.

    Había destrozado mi necesidad de control para pedir, para suplicar que me hiciera derretirme bajo ese placer, que acabara conmigo, que me consumiera. Le había cedido el poder absoluto para hacerme desaparecer aunque me daba terror.
    Le había entregado todo incluso cuando pretendí desconectar mi mente y actuar como el kitsune en que me había convertido.

    Había pedido más.

    Y entonces él regresó la correa a mi mano…

    como un buen cachorro.

    O había pretendido hacerlo, al menos.

    Acompasó su corazón al mío. Esta vez no había sido yo haciéndolo seguir el son de mi melodía.


    ¿Qué había dicho durante meses? Hiroki haría cualquier cosa bajo la mano correcta.

    Estúpida.

    ¿Qué había hecho yo entonces?

    ¿Qué iba a seguir haciendo?

    ¿Dónde estaba mi propio carácter indómito?
    Ahora él tenía la chispa para iniciar el incendio forestal.

     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    OMG OUR QUEEN SHIORI

    Oh boy cuando me pasaste el mini adelanto aquel la verdad es que no sabía que esperarme, and i was so excited. Pensé por un segundo que a lo mejor ibas a hacer un fic más basado en eso, en el accidente en sí porque idk, pero la verdad es que ha estado mucho mejor así, porque podemos conocer un poco más las motivaciones y cómo es ella bc damn, es rara y es difícil a veces ver por dónde va (?)

    Debo decir que la escena en la que dice lo de colocarse la máscara de su hermano se siente tan... idk, la siente con mucha fuerza. Like es muy gráfica y kinda que me imaginé la situación así como muy real y no sé, fue fuertecillo pero a la vez creo que fue efectivo porque así lo ves más directo y idk como explicarlo pero en definitiva me ha gustado mucho esa parte por todo lo que implica y como está escrita y todo.

    Y pues luego se va desarrollando ahí nuestra reina y la verdad es que dios, sí que se junta solo con amargados, f por ella (?) Pero obviamente Hiro es el importante, es el turning point realmente y es super interesante como se da su relación. Personalmente mientras lo leí estaba pensando que quizás... Shiori piensa que ha perdido el control con Hiro y es bastante probable que así sea pero también lo veo como que lo ha perdido porque ella ha querido y cuando ella ha querido, porque pienso en su relación con Altan que cortó justo cuando estaba viendo que empezaba a perder el control de la situación y no le gustaba pero con Hiro ha sido a pesar de ello y quizás porque quería que así fuese y... lo veo como una manera de seguir manteniendo el control, ¿sabes? A pesar de ser mucho más sumisa que en otras situaciones pues... eso. Idk.

    Anyways, yo adoro a Shiori, de verdad que sí. Like es una tremenda jodida que perdiese a su hermano y tuviese que madurar y tomar las responsabilidades que no le tocaban y no pudiese ser la niña llorona que en realidad es, pero por otro lado la veo tan fuerte y es kinda cool poder hacer siempre lo que quieras sin medio a represalias porque nadie te va a exigir nada. Buenos, las circunstancias no fueron las mejores pero al menos algo relativamente bueno ha tenido: tener el control sobre tu vida desde tan joven no es tan catastrófico, yo creo.

    Pero bueno, que por el camino ha conocido a personas que la han ayudado a recordar que sigue siendo una niña de 16/17 años y que puede sentir cosas como la ira o el deseo, que puede disfrutar, que puede perder el control de vez en cuando y que no pasa nada. Aunque bueno, ahora esté en breakdown por ello, pero yo creo que poco a poco va a saber unir las dos partes que, al fin y al cabo, ya forman parte de ella: la niña sumisa y la controladora, y va a acabar siendo la Shiori definitiva (?)

    So anyhow, adoro leer de todos tus bebos omg you don't know how much i love it, y Kurosawa-chan no es la excepción y he disfrutado mucho el fic como siempre <3
     
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