Colossus, la última civilización

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por joseleg, 6 Junio 2016.

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    joseleg

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    Colossus, la última civilización
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    6
     
    Palabras:
    136
    La última civilización

    Este es el mundo de espada y magia, unos tiranos que se hacen llamar a sí mismos dioses han creado un mundo donde la civilidad es un pecado, los hombres están condenados a vivir en pequeñas aldeas que no pueden asentarse en un mismo lugar por más de una generación, la agricultura es un pecado siempre que no la hagas con tecnología y la escritura es un sacrilegio que se paga con la destrucción de tu familia y tu clan.

    En un mundo así, los últimos hombres civilizados se aferran a una ciudad escondida entre la neblina y un mar de monstruos al cual solo se puede acceder con naves capaces de navegar por encima de las aguas o del suelo.

    Estas son las historias de la última civilización.
     
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    Colossus, la última civilización
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    1739
    Duelo de caballeros
    El anfiteatro Silano, era una estructura enorme construida en medio de la gran ciudad blanca, sus murallas se elevaban sobre cincuenta metros del nivel luminoso de la ciudad y penetraba otros tantos en el laberinto oscuro, de forma tal que podía albergar con facilidad a 50 000 personas al mismo tiempo. El lugar se encontraba a reventar debido al espectáculo del día, el cual no era otra cosa que dos nobles peleando, no hasta la muerte, pero sí de forma bastante entretenida. Aunque algunos combates si eran hasta la muerte, las personas no iban allí por eso, sino por los grandes regalos de los dioses hechos a la clase gobernante de aquel gran país, el don de la magia.

    Los nobles que entrenaban en la magia la llamaban el arcano, que significaba lo oculto, y debelar los secretos de aquello que estaba oculto en las manos de los dioses era el deber de los arcanitas, quienes al mismo tiempo eran sacerdotes de la diosa de la guerra estratégica y la sabiduría técnica Asana.

    A diferencia de otros países antiguos, los únicos que peleaban en un coliseo eran los nobles arcanitas, algunas veces hasta la muerte, otras veces solo hasta la catarsis emocional de la plebe, después de todo las brillantes demostraciones de fuerza mantenían a los plebeyos bajo control, llenos de una inmensa mezcla de miedo, admiración y reverencia religiosa, por una casta opresora y avara que les privaba incluso de la luz del Sol.

    Todos los plebeyos pobres eran extremadamente pálidos y solo veían el Sol en pocas ocasiones, una de ellas era precisamente cuando los nobles peleaban en sus duelos. Por su parte los nobles y comerciantes ricos tenían pieles morenas por el Sol de la costa del mar de la Hidra, así como un cabello más oscuro. La mayoría era más alto debido a que el Sol fortalece naturalmente los huesos, por lo que muchos plebeyos eran naturalmente más bajos y débiles, algunos incluso habían desarrollado algunos tipos de albinismo por lo que tenían cabelleras más claras y ojos rojizos.

    El combate se desarrollaba bajo la extraña normalidad de un combate entre arcanitas, su fuerza era grande, pero dentro de los parámetros normales, lo que sorprendía era la velocidad y cantidad de impactos que podían realizar, el tintineo de las espadas era constante, así como las chispas que se arremolinaban alrededor de los dos guerreros como si se tratara de las llamaradas de un incendio. De vez en cuando realizaban proezas del arcano, como empujar objetos solo al señalarlos sin tener que tocarlos, o saltar a grandes altitudes para luego lanzar ataques que rompían las rocas, y habrían orificios en el suelo.

    Adicionalmente cada arcanita podía invocar sobre sí un halo divino que los protegía de algunos impactos, que de no ser así, terminarían por cortar extremidades, decapitar cabezas o partir torsos a la mitad. Aunque los mantos eran un halo místico que protegía todo el cuerpo generalmente tomaban forma de placas de metal parciales semejantes a armaduras coloridas que aparentaban proteger solo algunas secciones del cuerpo.

    –Aun tienes mucho que aprender “gato” –dijo uno de los guerreros, un muchacho alto y espigado con una sonrisa demoledora y una actitud altiva, era evidente que sus movimientos refinados no estaban pensados únicamente para la batalla, sino también para complacer a las damas que se encontraban en la audiencia, fueran estas nobles o plebeyas, el no discriminaba.

    –¡A quien le dices gato! –repuso el otro muchacho algo más bajo pero con una complexión algo más promedio, ni muy gordo ni muy delgado, lo cual le otorgaba un poco más de poder muscular cuando forcejeaban en el combate cerrado, aunque al parecer su contendiente lo único que hacía era rehuir a la batalla –Yo soy un Leo, como mi padre y el suyo antes de él.

    El otro muchacho sonrió mientras movía su delicadamente peinada cabellera, y con un pequeño gesto de su rostro enloquecía a las muchachas más cercanas de la tribuna.

    –Telequinesis, manipulación de objetos de nivel 1 –luego con un gesto el chico espigado levantó una roca de unos sesenta quilos para obstaculizar al “gato”.

    El muchacho extendió su mano y dijo –Telequinesis, ataque de duelo de nivel 2, ¡Impacto de Fuerza! –cuando sus dedos tocaron la roca esta se abrió violentamente casi pulverizándose en el centro de la gran grieta.

    Al hacer esto la gente estalló en júbilo.

    –Leo Julio Varo, prometedor pero impulsivo, más aun cuando alguien cuestiona el valor de su familia para Clarinium, y Albión Cadmo Aneo, su mejor amigo y sin duda la persona que sabe que botones emocionales tocar para hacerlo enfadar, no han cambiado nada desde que los hice mis aprendices hace años –dijo un hombre alto de cabello largo y barba descuidada que se encontraba ataviado con una toga marcada por dos líneas rojas y un manto oscuro que le cubría hasta la frente, en su cinto se encontraba la funda de una hermosa espada con una extraña gema de color negro mate justo en la cruz –es solo un juego de niños, y tenemos más cosas por hacer –dijo el a su ayudante, un hombre corpulento y calvo de barba abundante y salpicada de numerosas canas.

    –Maestro Amano ¿está seguro de marcharnos? El joven Albión es el hijo heredero del segundo clan más rico de Clarinium, y su familia podría tomarlo a mal –dijo el ayudante mientras que Amano avanzaba ya hacia los túneles de acceso a los pasillos laterales del anfiteatro.

    –¿Te refieres a Cadmo? Lo único que lo molestaría sería que le privara de compañía femenina por un día –contestó Amano –como te dije, es solo un juego de niños, diversión para la plebe.

    Mientras dos muchachas se encontraban en una de las torres para personas importantes, una de ellas vestía como las mujeres adultas, un quitón largo ataviada de perlas en el cuello y en el cabello atándolo en forma de una cola de caballo, mientras que sus vivaces ojos se encontraban enmarcados por un resaltador de un colorante extraído de un artrópodo marino bastante raro. La otra muchacha vestía como un soldado, un quitón muy corto que dejaba a la vista sus torneadas y musculares piernas, aunque debajo del quitón, estaba cubierta por un pantalón de cuero muy corto. La chica del vestido largo se llamaba Priscila Mucia y la chica del vestido ligero Aismira Lartia.

    –No sé porque tenemos que ver eso –dijo Aismira suspirando con molestia, sabía de antemano quien sería el ganador –No puedo creer que Julio se pusiera tan histérico solo porque Cadmo llegó tarde, ya sé que Cadmo es un poco irresponsable, pero esto es ridículo –dijo la chica del vestido corto.

    –No entiendes aun los sentimientos de los adultos “Aismi” –contestó la otra muchacha –los dos pelean por saber quién tendrá mi mano.

    Aismira miró a su compañera con una mirada rayada, a pesar de ser un poco más “niño” que muchas muchachas de su edad, Aismira sabía muy bien que las pataletas de Julio se debían a trivialidades relacionadas con su obsesión con el servicio militar y el prestigio de su familia.

    En eso llegó un muchacho ataviado con una fina capa de terciopelo que se quitó y se la entregó con desdén a un esclavo.

    –¿Por qué pierden el tiempo viendo esa farsa? – dijo el muchacho con un tono altivo –los dos pueden generar un manto defensivo de nivel 2, aunque se golpeen directamente no se cortarán nunca.

    Aismira observó al muchacho con mirada de pocos a amigos, pero Priscila simplemente le dedicó una tenue mirada.

    –¿A caso ya puedes hacer un hechizo de duelo de nivel 3 mi señor Dastio? O ¿puede atravesar una armadura mística de nivel 2 con su lanza?

    El chico tragó saliva, pero luego lleno de confianza reivindicó.

    –Ellos tampoco.

    Priscila era muy efusiva, pero muy interesada, al ser la hija favorita del comerciante más rico de la ciudad pensaba que era su destino casarse con uno noble, y para ella eso significaba el más fuerte, guapo y con estilo de toda su isla. Aunque Dastio quien se encontraba a su alrededor encajaba en esa descripción bastante bien, ella detestaba su actitud altiva, y se conformaba más con el romanticismo descarado de Cadmo o con la suprema pasión que podría llegar a tener Julio, así que si alguno de los dos iba ganando la ventaja, ella los apoyaba con grito en cuello y brazos altivos, por lo que en algunos instantes perdía su aire de dama refinada.

    Golpe tras golpe ella agitaba sus brazos igual que los esclavos en la multitud, aunque otros muchos no miraban el combate sino a ella maravillados de su gran belleza y fuerte vivacidad. Priscila podía ser superflua a veces, pero la plebe la amaba, no solo por su belleza sino porque todos sabían que era una ama amable e incluso descendía al infierno de las cloacas internas de la ciudad de vez en cuando junto con curanderos del templo de Asana, aunque Clarinium no era un reino, muchos consideraban que Priscila era la princesa del país.

    –Julio es muy violento– repuso Aismira al observar como uno de los ataques del chico casi impactan el cuello a Cadmo, quien había hecho una broma especialmente cruel sobre su padre, Julio se había puesto rojo de la cólera, y al mismo tiempo había perdido la concentración en su pisada. La armadura mística no tenía una densidad uniforme y golpes certeros en zonas como el cuello, podían llegar a ser fatales.

    La concentración era vital en el estilo de combate con espada empleado exclusivamente por los arcanitas denominado el Camino de los Lobos. Julio tenía un gran potencial, pero a menudo perdía la paciencia, y en esos momentos Cadmo aprovechaba para poner la cuchilla de su espada justo sobre la piel de su cuello, terminando el duelo de práctica.

    –Lo hace mucho mejor cuando pelea con migo –dijo Aismira cerrando los ojos con algo de enojo, pero al mismo tiempo sintiendo algo de alivio ya que los ojos de su amiga ahora solo eran para el apuesto, pero descarado Cadmo.

    –Parece feliz mi señora campeona –dijo Dastio con una voz punzante –imagino que debe sentirse aliviada que ninguno de los dos esté aun a su nivel, pero el torneo de pajes iniciará pronto y podría ser destronada.

    Aismira era la mejor espadachín de su generación y algunos decían que su nivel podía compararse a cualquiera de los Generales Arcanitas.
     
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    Arcanita de Asana
    El templo de Asana era el único templo construido en la ciudad de Clarinium a los dioses seculares de la era antigua, pero desde que los demás dioses fallaron en proteger la antigua ciudad de Virsa, forzando a su gente a escapar a una isla aislada del resto del mundo, además de que aquellos quienes salvaron a la gente eran guerreros dedicados a Asana, la gente exiliada decidió centrar su adoración en una sola diosa.

    El templo de Asana se dividía en cuatro áreas principales. El área inferior donde la luz solo podía ingresar mediante un astuto sistema de espejos y candelabros de alquimia era un enorme hospital. Allí se encontraba la mayoría de los arcanitas, en su mayoría mujeres quienes habían dedicado sus estudios del arcano para sanar enfermedades, especialmente aquella relacionada con la falta de luz en la piel y los huesos. El hospital de la diosa era enorme y bien organizado, algunos sabían muy bien que era el corazón latiente de la sociedad, ya que mantenía a los plebeyos con una sensación de bienestar aun cuando fueran fuertemente sometidos a impuestos y tratos excluyentes.

    El segundo sector del templo de Asana era lo que se conocía como el templo de la memoria, allí los nobles aprendían sobre aritmética, algebra, caligrafía, retórica, filosofía, música y deporte. Aquellos que destacaban eran enviados a las clases de alquimia. Aquellos que revelaban su capacidad en el arcano eran llevados al templo de los arcanos, donde entrenaban para convertirse en máquinas de muerte formalmente conocidos como los pajes. Los pajes eran guerreros poderosos que no dudaban en demostrar su fuerza ante cualquier plebeyo o esclavo que osara mirarlos a los ojos. Anualmente se realizaba un torneo donde los tres Sumos Sacerdotes elegían a los mejores pajes para convertirse en Generales Arcanitas encargados directos de la seguridad del país.

    El tercer nivel era un capitolio donde se encontraban los estrados del alto consejo de los arcanitas.

    Los Generales Arcanitas era muy pocos en comparación con los pajes y estos a su vez eran inferiores en número a los arcanitas sanadores, pero eran más poderosos. Uno de dichos generales era Amano Antonio Quinto, un hombre sumamente inteligente que había llegado a la conclusión que la situación actual de Clarinium y su gente era detestable, sometidos a un aislamiento del resto del mundo por miedo a la invasión de bárbaros llamados Siondu, los cuales eran comandados por guerreros equivalentes a los arcanitas, pero con habilidades mucho más sorprendentes, era como vivir en una cárcel pensando que eso era libertad. Antonio pasó mucho tiempo estudiando algún método para rescatar a su gente del borde de un peligroso abismo, la posibilidad de que los Siondu atravesaran el mar de la Hidra y los invadieran. Clarinium no tenía un ejército formal, los únicos guerreros eran los pajes y los generales, pero entre todos no sumaban más de unas 50 personas, además de la legión pretoriana con 2500 efectivos, pero ellos solo sabían controlar turbas o regular situaciones civiles como robos o asesinatos, mas no batallar en una línea de combate.

    Antonio se encontraba feliz, aunque su expresión era bastante estoica, mientras observaba el capitolio que coronaba el fastuoso templo de Asana creado en mármol y un infinito bosque de columnas de mármol blanco, en aquel momento recordó un evento sucedido tres años atrás.



    El consejo de los arcanos se reunía pocas veces cada década, pero esta sesión era especial. Los 3 sumos sacerdotes de esta generación presidían el consejo delante de los 7 generales y los 50 pajes activos.

    Frente a los ancianos se encuentra un arcanita de unos cuarenta años de edad, su cabello con pocas canas y mandíbula firme expresan que se encuentra en la flor de sus poderes, aunque su barba descuidada y largos cabellos demostraban irreverencia por las formas corteses y correctas.

    –Amano Antonio Quinto, has convocado este consejo extraordinario, así que expresa cuáles son tus necesidades –dijo el más anciano de los ancianos, un hombre de cabello rapado y barba perfectamente peinada, pero casi ciego, era el más grande de los arcanitas de su generación y su conocimiento en el arcano no tenía igual.

    –Hace tres meses mi madre, a quien todos ustedes conocieron pues hacia arte de este honorable consejo de sumos sacerdotes murió –dijo Antonio quitándose la capucha del manto blanco marcado por dos líneas paralelas de rojo escarlata típica de los nacidos en familias prestigiosas –pero en su lecho de muerte tuvo una visión del futuro, una visión en la que los bárbaros Siondu invadían nuestra patria. Como saben, ella poseía el donde la visión del futuro, y por ello les ruego, como les he rogado por varias décadas que se reactive la formación militar de la plebe, así como las forjas de guerra, ¡debemos estar preparados!

    Los ancianos contrajeron sus rostros mientras que todos los presentes comenzaron a murmurar.

    –Mi señor Marcelo –dijo Antonio mirando al anciano a los ojos –necesitamos estar preparados para una guerra que ha estado en tregua pos casi dos siglos, tiempo en el que no nos hemos preparado.

    –Antonio, siempre has estado enfocado en la guerra, pero sabes que aun para nuestros navíos del cielo aventurarnos por el mar de las hidras es peligroso, las naves de agua de los bárbaros jamás podrían atravesar el mar sin despertarlas –Antonio lo miraba con gran fuerza, así que el viejo Marcelo decidió hacer algo para sacarse de encima a su pupilo favorito.

    –Hace siete años pasaste una solicitud para viajar a la ciudad de Drogos –dijo Marcelo.

    Debajo de sus largos mechones Antonio sonrió y sus músculos se relajaron, era como un pescador que había sacrificado un gusano para capturar un pez.

    –Era una oportunidad para mejorar la defensa de Clarinium mi maestro –contestó Antonio.

    –¿Y piensas que esa posibilidad es equivalente a levantar un ejército? –pregunto Marcelo.

    –Es una posibilidad –dijo Antonio –pero como usted mismo lo dijo, lo que le solicité fue la autorización para conducir una investigación, y cuando la concluya tal vez sea demasiado tarde.

    –Ve entonces con prontitud niño –dijo el maestro Marcelo finiquitando la reunión, la posibilidad de reclutar un ejército era inaceptable, entregar tal cantidad de poder en la plebe era algo que no le gustaba a los nobles, aun cuando ostentaran el poder de dioses.


    Para Antonio el temor que sentían los gobernantes por un ejército profesional y bien adiestrado era evidente, pero al mismo tiempo muy inconveniente. Ellos se estaban arrojando sobre si mismos derechos que no les correspondían totalmente –El país puede sobrevivir sin nobles, pero sin los plebeyos no seriamos más que una banda de ladrones caminando de pueblo en pueblo como buitres detrás de la carroña.




    –Amigo, ¿Por qué te enojas? Lo de gatito fue con cariño –decía Cadmo mientras avanzaban por las blancas calzadas de la ciudad blanca, la cual estaba colmada de arroyos cristalinos y fulgurantes jardines con flores de todos los colores del arcoíris.

    –Julio avanzaba molesto, pero lo estaba consigo mismo, sabía que se había dejado llevar por otro ataque de cólera, un mal hábito que su madre le había dejado tomar y que él había adquirido conciencia de tratar de evitar hacía muy poco tiempo.

    Priscila avanzaba sosteniendo el brazo de Cadmo quien era bastante alto –deberían hacer las paces con Cadmo, Juli no seas así, deberías tomarlo con más tranquilidad.

    –Déjalo –dijo Dastio hastiado de la conversación centrada en Julio –no es más que un niño llorón que no sabe cómo afrontar la vergüenza de la derrota.

    –¿A caso tu eres diferente? –preguntó Aismira sin tan siquiera mirarlo.

    –Yo nunca he sido derrotado por un hombre y jamás lo seré –contestó Dastio orgulloso de ser un genio de la batalla.

    –Pero si por una mujer –contestó Priscila con una risita maliciosa, entonces Dastio recordó un par de derrotas humillantes que había sufrido a manos de Aismira y de ella misma un año atrás. Si Aismira era la Paje más fuerte, Priscila podía sentirse segura de ser la segunda más hábil, era casi segura que en ese año las dos fueran proclamadas como Generales Arcanitas, pues había el rumor de que el consejo de Asana había decidido aumentar el pie de fuerza.

    –Ya cálmense –contestó Aismira –¿han olvidado que el maestro Antonio regresa hoy?

    –Hace años que no lo vemos –dijo Priscila –tu padre viajo con él, ¿no es así Aismi?

    –Lo que haga o no ese señor no es mi problema –repuso ella poniéndose ella roja de la cólera, en eso Cadmo no pudo evitar sonreír ya que cuando a Aismira le mencionaban a su padre se ponía igual de colérica que cuando a Julio le hablaban de forma poco amigable del nombre de su familia y ancestros.

    Frente a ellos se alzaba el templo de Asana, en la zona norte de la ciudad. El capitolio del templo era alto, levantado sobre columnas de mármol blanco y una enorme cantidad de figuras en bajo relieve talladas con gran profundidad.


    Al ingresar al templo de la memoria observaron el lugar como si se tratar de la primera vez, lleno de estatuas conmemorativas, y en el centro la estatua de los hermanos Leo, los héroes que guiaron a la gente de Virsa a la salvación. Julio se arrodilló ante la estatua de sus célebres ancestros y comenzó a orar.

    –¿Siempre hace lo mismo cuando le ganas? –preguntó Priscila con un tono de aburrimiento.

    –Casi siempre –respondió Cadmo –aunque he de admitir que ganarle al niño se está haciendo cada vez más difícil, cada vez más tengo que recurrir a la distracción, aunque no es que sea dificil. Sin embargo cuando su temperamento maduro es posible que supere a Aismira o incluso al maestro Amano.

    –Eso es sucio –repuso Dastio avanzando con su capa –los guerreros debemos enfrentarnos limpiamente para ver cuál es el más fuerte.

    –Es la batalla –repuso Aismira mientras observaba una estatua cercana, la estatua de una heroína tan fundamental para el éxodo virsio como los hermanos Leo.

    –Él tiene razón –repuso Cadmo rascándose la cabeza y riendo de forma nerviosa, era obvio que su victoria no le provocaba orgullo alguno –es algo sucio.

    Entonces con el rabillo del ojo Cadmo se topó con una imagen celestial, se trataba de una muchacha de su edad, con el cabello claro como el trigo, pero una piel sana aunque clara, era esbelta pero sus brazos revelaban una buena condición física, lo más extraño eran sus sandalias que le cubrían todo el pie y estaban hechas de unos relucientes colores.

    –¿Quién es esa lindura? –preguntó Cadmo, recibiendo un codazo por parte de Priscila –Pareciera que sus sandalias fueron hechas por el propio Hermes.

    –¿Aun vistiendo el quitón de una niña? –repuso Priscila manteniendo su glamur –parece ser otro niñito igual que tu Aismi.

    –Nunca la había visto antes –dijo Aismira mientras sentía como alrededor de aquella muchacha convergía una extraña sensación de peso que se la tragaba, como si se tratara de una cascada.

    –Debe tratarse de una plebeya –repuso Dastio con indiferencia –al parecer los otros ya han subido, es la segunda reunión extraordinaria en tres años. Debe estar pasando algo importante.
     
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    985
    Los recuerdos de Virsa
    –Tu hermana me preocupa –decía Antonio a una mujer cubierta por un fino manto de seda blanca, estaba vestida con un atuendo de una dama rica, pero sus zapatos no eran sandalias, eran unas extrañas botas de color blanco cuyas suelas no se parecían a nada de lo que alguien en Clarinium o en el mundo conocido pudieran hacer, además se veía que no era capaz de caminar adecuadamente con aquella parafernalia.

    –Ella está molesta por que no podremos regresar a nuestra casa en mucho tiempo, es solo una adolescente –contestó la mujer, su voz clara mostraba que se encontraba en sus veintes, era una mujer capaz de controlar sus emociones y de hablar de igual a igual a un hombre.

    –¿Que significa la expresión adolescente? –preguntó Antonio


    Julio observaba con los ojos grandes como platos las estatuas de los hermanos recordando la voz de su abuelo, y la historia de su prestigiosa familia.

    Cuando los bárbaros Siondu descendieron al reino del norte de Etrus, Leo Quinto Aneo fue enviado a la ciudad de Virsa a entrenar con los guerreros de Asana, una nueva clase de sacerdotes soldados con habilidades sobrehumanas. Durante su estancia las personas de su pueblo fueron acogidas en Virsa, pero el rey de Etrus traicionó a su pueblo y se unió a los bárbaros, la guerra civil duró poco y los sobrevivientes leales a los dioses seculares de Tialia escaparon a Virsa.

    La guerra de Virsa y Siondu estalló, pero los barbaros eran comandados por hechiceros capaces de invocar a bestias místicas de nivel 4, 5 y 6. El sumo sacerdote de Asana fue proclamado como gran Consul del estado, y después de una batalla pírrica decidió emprender el exilio.

    Durante ese momento el ejército se quedó en la ciudad junto con los héroes. Durante la gran batalla de Virsa ambos ejércitos se consumieron y Quinto el héroe se impuso sobre la comandante enemiga llamada Abhira la invocadora de Lobos. Ella le juró lealtad a Quinto por su derrota

    Y ayudó posteriormente al sabio Patro a crear las naves flotantes que permitieron la parte final del gran éxodo. Atravesar el mar de las Hidras a una isla secreta donde podrían esconderse de los Siondu y sus interminables hordas que descendían del norte.


    Cadmo observaba las curvilíneas formas de una chica que estaba entretenida viendo su pequeña palma, pero al pasar de los bien cuidadas que estaban sus uñas Cadmo se percató de que la muchacha estaba manipulando una pequeña llama azul sin que estuviera portando un arma mística en el cinto, la espalda o la otra mano. Eso sí que llamo la atención de Cadmo que se aproximó a la muchacha.

    Priscila también se aproximó a la muchacha increíblemente molesta.

    –¿Qué te pasa? –preguntó Priscila sacando a la muchacha de su éxtasis con el fuego, la llama se dispersó en la nada mientras que la muchacha observaba con ira a Priscila –nadie debe realizar encantamientos en el templo de Asana a menos que se trate de la arena de… –Priscila estaba hablando del reglamento hasta que se percató de dos cosas, la primera aunque el cabello de la muchacha era claro como el trigo pero su tez no era pálida, y la segunda, que no portaba un arma mística que le permitiera el acceso al arcano ¿Cómo podía conjurar un hechizo de fuego de nivel 0 sin un arma mística? –¿Quién eres tú? – preguntó Priscila.

    La chica balbuceó algunas palabras, que aunque parcialmente reconocibles, sonaban ininteligibles a los oídos de todos, era evidente que se trataba de una extranjera, por lo que Priscila levantó su brazo izquierdo, preparada para lanzar un hechizo de nivel 2 que sería mortal para cualquiera que no portara una armadura o que no fuera capaz de desplegar un manto protector. Incluso su propia arma mística apareció en su mano derecha, un bastón cilíndrico cuyas dos puntas estaban encerrados por placas de un metal muy brillante de color azul cielo con alto relieves.


    –¡Alto! –gritó una voz poderosa, su entonación grave y autoritaria era al mismo tiempo muy sensual a los oídos de Priscila, se trataba del maestro favorito de todos Amano Antonio Quinto el Primer General –sabes muy bien que los duelos aquí están prohibidos.

    –Pero maestro –contestó Priscila –¡es una espía extranjera!

    –No es una espía –contestó Antonio llevándose la mano al cabello que cubría su frente –son mis invitadas, mis muy importantes invitadas.

    Detrás de Antonio ingresó una mujer muy hermosa que llamó a la muchacha en aquel extraño idioma, y la muchacha salió corriendo tras ella –si mi hermana provocó un altercado les pido disculpas, es que aún no domina el idioma y comunicarnos aún resulta problemático –dijo la mujer con un acento algo cantarín pero aun así muy ecuánime, sonaba más relajada que cualquier noble, y todo su aire se asemejaba más al que emitían los grandes maestros del templo de Asana, los sumos sacerdotes.


    Priscila se molestó mucho –¡creo que no tengo nada que hacer aquí!

    Dicho esto se marchó del lugar, Antonio se preocupó mucho y después de acariciar su barba de chivo observó a Julio –vallan a cuidarla niños. Si es necesario deberían llevarla a entrenar un par de días para que se relaje un poco.

    –Pero maestro –dijo Cadmo –fuimos convocados para presenciar un consejo de los maestros.

    –Bueno esi algo parecido, pero creo que no dejarán entrar a los pajes, así que pueden pasar mejor su tiempo cuidando a la señorita Priscila o cazando camadas de lobos de los hielos en el bosque.


    Julio hizo una venia y se apresuró a salir.

    –¿A dónde vas? –preguntó Cadmo.

    –Ya escuchaste las órdenes –repuso Dastio con una risa burlona saliendo igualmente, ya que a el le gustaba mucho ir de cacería–probablemente tengamos que ir a buscarla camino a la salida del norte, ya sabes que a ella le gusta el paisaje del Gran Bosque del León.
     
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    Colossus, la última civilización
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    2132
    Monstruos místicos

    –¡Priscila! –dijo Cadmo interceptándola en una de las amplias aceras –¿porque te molestaste tanto?

    La muchacha se acarició el brazo y con una mirada algo perdida respondió con la cabeza de forma negativa.

    –Creo que hay algo en esa muchacha que me parece fuera de lugar, su cabello es semejante al de un esclavo, pero su expresión es semejante a la nuestra, he leído en los documentos históricos de muchos siundu tenían el cabello claro de forma natural.

    –Las mujeres se tornan sentimentales muy rápido –dijo Julio de forma fría –Yo también ley el mismo escrito, se encuentra en un dialecto antiguo por lo que no habrás leído bien, allí dice que los Siondu poseen un cabello rosa claro y que sus nobles tienen un cabello azulado. En ningún lado hay un reporte de alguien con un cabello de color del trigo.

    Dastio pasó de ellos bastante animado.

    –¿A dónde vas? –preguntó Priscila

    –Al bosque a cazar –dijo el joven noble hacia Priscila, y la muchacha después de haber suspirado profundamente tratando de calmar sus sentimientos repuso.

    –No entiendo –dijo ella, porque no han ingresado a la asamblea, no me digan que me han seguido a mí, se trata de un berrinche tonto.

    –Qué bueno que lo admitas –contestó Dastio –pero no es por ti, parece que lo que hablaran es tan delicado que solo los generales y los sumos sacerdotes están invitados a la fiesta.

    En eso llegaron Cadmo y Aismira. Cadmo abrazó a Priscila como todo un galán sosteniendo su rostro con sus manos grandes aunque flacuchas y haciéndose el hombre más preocupado, compasivo y sensible del universo.

    –Deja la melosería –dijo Aismira observando a su amiga –Priscila está bien, solo desea ser el centro de atención.

    Las dos muchachas cruzaron miradas hasta que Priscila rompió en risas.

    –¿Qué hacemos ahora? –preguntó Dastio quien se notaba bastante ansioso por el al bosque.

    –Vallan al bosque sin mí –dijo Aismira –debo ir a mi casa.

    –¿Para ver a tu padre? –preguntó Julio –creí que lo odiabas –una acotación insensible pero inocente, a Julio muchas veces se le pasaban esos comentarios, aunque Aismira ya estaba acostumbrada, para ella Julio era el tonto hermano menor que nunca tuvo.

    –Él es un general –contestó Aismira frunciendo el entrecejo –aun cuando tenga mis problemas personales con él, debo seguir sus órdenes y reportarme.

    Dicho esto Aismira se separó del resto, Priscila se veía triste por ella.

    –Aismi quiere mucho a su padre –dijo Priscila.

    –En mi opinión Aismira lleva demasiado lejos lo sucedido –dijo Cadmo –la vida personal de un hombre no tiene nada que ver con el amor que siente por sus hijos.

    –¿Cómo sabes? ¿A caso ya tienes hijos? –preguntó Priscila con una mirada de soslayo que puso nervioso a Cadmo.

    –Eso es cosa de familia –contestó Julio.

    –Bueno, nos vamos que cacería o nos quedamos como viejas chismosas –interpuso Dastio dañando la situación sentimental que los invadía a todos.


    Los muros de Claronium eran de unos 100 o 200 metros de altura gracias a un artilugio mágico que mantenía el nivel superior de la ciudad flotando, de ese modo la ciudad podía construirse como una estructura colgante que arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, por lo que los terremotos rara vez afectaban las estructuras ancladas al nivel flotante donde vivían los nobles. Las gruesas murallas impedían incluso que monstruos de nivel 6 pudieran afectar a los pobladores, además los campos de cultivo se encontraban en otras tres plataformas llamadas islas flotantes, lugares donde podía cultivarse toda clase de cereales de forma intensiva sin el miedo de las bestias místicas que pululaban en la superficie. Las murallas se extendían hasta bien entrado el mar de la isla creando un puerto marítimo que jamás había sido concluido, técnicamente la ciudad era vulnerable a un ataque de desembarco por mar, pero ningún pirata podía adentrarse en el mar de la Hidra sin ser destruido, por lo que la playa central cerca al astillero naval era más un lugar de recreación para los ricos.

    Había otro astillero hacia el norte, pero era un astillero dedicado para naves que podían surcar los cielos, elevarse a las islas flotantes para transportar alimento, o descender a puntos estratégicos en el bosque del León para cazar y obtener objetos raros y valiosos.


    Los jóvenes nobles llegaron al astillero norte, allí se encontraban un sin número de navíos con formas extrañas, pues no tenían formas largas con punta cortante, más bien parecían manta rayas o pájaros con alas anchas, algunos bastante grandes, otros parecían una mezcla intermedia con barcos. El astillero norte se encontraba a unos 90 metros de altura en un muelle evidentemente seco. Priscila observó como uno de esos navíos avanzaba por el aire como si hubiera una corriente de agua imaginaria, la estructura se acopló a su puerto como un guante mientras emitía una corriente de aire que puso en movimiento su manto y su amplia falda, revelando sus tobillos y pantorrillas.

    –Sécate la baba –dijo Julio a Cadmo mientras este último miraba el muelle de barcos de cacería, allí se reunían mercenarios y uno que otro arcanita que viajaban regularmente a los peligros del Bosque del León. Los mercenarios por lo general también tenían una que otra habilidad con el arcano, ya que muchos eran bastardos de nobles, por lo que sus padres les enseñaban algo de las artes de combate para que pudieran forjarse una vida fuera de las cloacas de la ciudad.


    Cadmo se encargó de negociar. Los pajes no estaban autorizados o desautorizados a ir al Bosque del León, era una tradición que ellos fueran por su cuenta a demostrar su valía, pero muchos maestros no lo veían con buenos ojos ya que algunas veces segados por su éxito en las zonas externas, los pajes se internaban demasiado donde los monstruos místicos eran más viejos y peligrosos.


    La nave descendió rápidamente de las murallas al gran valle al norte donde comenzaban los bosquecillos y claros antes del denso bosque. Los cazadores que los habían aceptado a cambio de algo de oro se enfocaban de cazar monstruos místicos de nivel 0 y de nivel 1.


    Los monstruos de nivel cero son aquellos incapaces de hacer daño real a un ser humano, pero que poseen una infusión mágica leve que les otorga ciertas propiedades místicas como las aves de Esperides cuyas plumas poseían propiedades medicinales potentes o los cuervos de Wutan con los que se podían hacer sopas que restauraban la capacidad de un arcanita de comiscarse con el arcano después de sufrir un bloqueo por exceso de conjuración.


    Los monstruos místicos de nivel 1 se denominan crías menores y son capaces de hacer daños a los seres humanos, especialmente a los niños. Se ven, comportan y funcionan casi como animales normales, pero son menos numerosos y más astutos, aunque su rasgo principal era el odio por los humanos a quienes cazaban a la menor oportunidad, entre ellos se podían contar las crías de leones dorados, las crías de lobos de los hielos o las crías de esfinges, estas bestias se encontraban en los linderos de los bisques, y debido a su astucia debían ser cazadas con alta planificación y gran riesgo, especialmente los lobos de los hielos que suelen vivir en camadas de 7 a 15 individuos.


    Algunos monstruos místicos de nivel 1 especialmente mortíferos eran los duendecillos, unas criaturas simiescas que habitaban los bosques en bandas armadas, como si se tratara de trogloditas en miniatura, son capaces de trabajar la piedra y el cobre, y algunos pueden fabricar arcos que aunque de alcance limitado pueden ser mortales en emboscadas, especialmente si un arcanita descuidado no mantiene desplegada su armadura mística.


    Una vez pisaron tierra los cazadores les dieron a los jóvenes pajes equipo de campamento, algunos mulos y un mapa, así como la orden expresa de encontrarse en el valle solo cada tercer día si es que deseaban regresar a la ciudad.


    Al tocar tierra todos cerraron los ojos mientras que sus mantos protectores se proyectaban a su alrededor, generando placas de metal brillante y colorido, para Julio rojo, para Cadmo Gris, Para Priscila azul cielo y para Dastio púrpura oscuro. La habilidad de generar la armadura así como casi todas las capacidades de un arcanita dependían de su contacto con un arma mística, y estas también se clasificaba en varios niveles. Las armas de nivel 1 eran consideradas como normales, las armas de nivel 2 permitían el acceso al arcano, las armas de nivel 3 el acceso a los mantos místicos, las armas de nivel 4 podían cambiar a una forma secundaria, las armas de nivel 5 permitían el acceso a magia de alteración de la realidad y las armas de nivel 7 permitían invocar un monstruo místico. Forjar un arma mística no era sencillo, y las más poderosas necesitaban el poder de un monstruo místico de alto nivel o muchísimos monstruos de bajo nivel, y ese era el principal objeto de las partidas de caza. La mayoría de los pajes podían forjar fácilmente armas de nivel 3 como signo de su avance pero siempre con el apoyo de sus maestros y compañeros, pero para obtener armas de nivel 4 necesitabas ir de cacería por ti mismo o tus compañeros del mismo nivel.


    Priscila iba montada en uno de los mulos con algo de molestia.

    –Esta no es la montura digna de una dama de mi nivel –decía ella mientras roseaba un poco de perfume en el lomo de la paciente bestia de carga.

    –Yo creo que le gustas –contestó Julio.

    –¿Y a ti quien te preguntó?

    –Yo creo que son adorables –repuso Cadmo mientras le daba un poco de pasto al segundo mulo que era un poco más terco, especialmente cuando Dastio se acercaba con su actitud arrogante.

    –¿Hace cuánto que no salen de cacería? –preguntó Dastio tomando un arco y disparando una flecha justo hacia un ave de Esferides clavándola como un insecto coleccionable contra el árbol.

    –Una vez vinimos con el maestro Antonio –dijo Cadmo –pero Julio hizo uno de sus berrinches cuando no lo dejaron ir detrás de una camada de lobo de los hielos. Al final el maestro cazó dos monstruos de nivel 3, un león dorado y un lobo de los hielos, con eso pudimos hacer nuestras armas.

    –Hoy voy a desquitarme –repuso Julio sin prestar atención a Cadmo, o al menos intentándolo, ya que Priscila podía observar jocosamente como la vena de su frente se manifestaba, tratando de tolerar las puyas de su amigo.

    En eso un lobo apareció de la nada tomando a Julio por sorpresa, pero en ese momento Priscila levantó su cetro.

    –Telequinesis, defensa física de nivel 2: ¡El Muro! –gritó ella, y acto seguido la criatura se estrelló en el aire contra… nada, era como si existiera un muro invisible.

    –Telequinesis,¡ proyectil ofensivo de nivel 3! –gritó Dastio extendiendo si mano izquierda, mientras que la camada de lobo era golpeada fuertemente, al punto en que todos pudieron escuchar el crujir de sus huesos romperse.

    –Espero que no se haya cansado –repuso Cadmo sacando su espada mientras miraba a Dastio de soslayo quien ya tenía su lanza de batalla preparada, los dos avanzaron sobre el lobo. El hechizo defensivo de Muro solo retenía los atacantes, pero no impedía que los defensores lo traspasaran, por lo que Cadmo avanzó sobre el lobo cortándole la cabeza de un tajo, mientras que Dastio lo atravesaba como una brocheta de pollo.

    Julio se sintió como un niño nuevamente, no pudo moverse mientras que todos sus compañeros demostraron una capacidad de combate excepcional, no cabía duda que el corte de Dastio y Dastio eran de nivel 3, un ataque mortal que podría acabar con un animal de normal del tamaño de un oso, o en este caso de una camada de lobo de los hielos.

    Las camadas de lobos de los hielos se parecían a los lobos normales, pero no eran para nada normales, no eran ni machos ni hembras, por lo que nadie sabía cómo se reproducían, adicionalmente eran más pesados y emitían un halo frío, esto era especialmente malo cuando mordían, ya que congelaban la sangre causando una muerte lenta conocida como sangre negra o necrosis ascendente.

    –No te sientas mal niño –dijo Dastio avanzando, mientras que Cadmo habría el pecho de la bestia y le extraía el corazón. Luego con un cuchillo abrió el corazón y de una pequeña bolsita donde debía encontrarse el tejido de marca pasos extraño un extraño polvo cirstalino que roseó sobre su espada.

    –¿Cuánto le falta para que “Alanis” aumente sus poderes? –preguntó Priscila, Alanis era el nombre del arma de Cadmo, cada arcanita poseía un arma mística alimentada por los núcleos de los monstruos místicos que cazaban.

    –Creo que podría avanzar a nivel 4 si cazo unos 1000 lobos más –contestó Cadmo sonriendo.

    –Supongo que será sencillo –contestó ella con algo de sarcasmo devolviéndole la sonrisa.
     
  6.  
    joseleg

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    León dorado

    Por alguna razón desconocida, los monstruos místicos parecían evitar las fuentes de agua fresca, aun en las noches, por lo que eran buenos lugares para acampar.

    –¿Puedes sentirlo? –preguntó Dastio mientras partía los huesos de una liebre común que habían cazado no hacía poco.

    –“Instinto asesino” – dijo Priscila mientras pulía su bastón de batalla, aunque parecía un bastón de mando simple con puntas de bronce azulado, en realidad se trataba de un arma mística de bastante prestigio, ya que era una de las doce armas de familia que habían alcanzado en nivel 4, sin embargo ella aun no la dominaba del todo.

    –Yo no lo siento –contestó Julio.

    –Es por eso que siempre pierdes con migo –dijo Cadmo sacudiendo la cabellera de Julio como si se tratara de su hermanito pequeño, aunque para tener casi la misma edad Cadmo le sacaba casi una cabeza y media de ventaja –si te calmaras un poco y dejarás de centrarte en ti mismo lo harías.

    –Yo no soy vanidoso –contestó Julio ofendido.

    Priscila decidió no intervenir en la discusión, aunque siempre admiraba la faceta de Cadmo como maestro o hermano mayor, permaneció puliendo su bastón de batalla sonriendo para sí misma, esperando de Julio madurara. Al mismo tiempo pensaba en sus propias acciones, el modo en que se había comportado con el maestro Antonio era impropio, si él había decidido que aquellas extranjeras eran necesarias para la prosperidad de Clarinium debía haber una buena razón.

    –No se trata de eso –contestó Cadmo mirando seriamente a Julio, y ante esa mirada el joven noble siempre parecía calmarse y entrar en un estado más calmado –tienes que aprender a leer las emociones de los demás, es algo que no puedo explicarte realmente, pero que solo se alcanza si te dejas de encerrar en ti mismo, porque lo haces, no porque seas vanidoso sino porque deseas cargar con una responsabilidad demasiado grande. Deberías ser más como tu padre.

    Julio bajó su cabeza con vergüenza mascullando entre labios –mi padre es solo un cobarde.

    Dicho esto Julio se metió bajo su manto y se echó a dormir.


    El día siguiente fue mejor para Julio, encontraron un gigantesco monstruo humanoide que los bárbaros del norte solían denominar troles de montaña, se trataba de un monstruo descomunal, aproximadamente de unos cuatro tres metros de altura, aunque bastante lento. Su piel coriácea hubiera sido un problema para armas de hierro o bronce, incluso las armas de acero meteórico simple no sería bastante útiles, pero las armas místicas podían atravesarla con facilidad, y la anatomía del monstruo seguía siendo la de un primate, por lo que se lo podía derrotar fácilmente cortando los tendones de los tobillos y luego apuñalando zonas vitales con rapidez, mientras que Priscila desplegaba escudos invisibles para evitar los contraataques, Julio combatió con arrojo y atravesó la garganta de la bestia con su espada.

    La espada de Julio se llamaba Virtus y había sido forjada por el mismo a partir de un león dorado de nivel 3 que había cazado con la ayuda de Cadmo y de su maestro Antonio. La verdad es que ellos hicieron aquel día la mayoría del trabajo, por lo que Julio no se sentía digno de su arma, tal vez por eso había adquirido una forma tan sosa, se trataba de una espada simple de hoja ancha mas semejante a las empleadas por los bárbaros del norte que a las nobles espadas cortas de los pueblos civilizados.

    Era la primera batalla en la que se sentía útil, y por un instante se dejó ir, por un instante el peso sobre su espalda se dispersó, permitiéndole pensar más allá de sí mismo, entonces por un instante pudo escuchar una vibración que provenía de su espada, era una sensación extraña que podría ser descrita como un susurro en la cabeza, una sensación de embotamiento y al mismo tiempo de despliegue de su percepción de espacio, era como si por un instante le hubiera aparecido unos potentes ojos en la nuca que le permitieron ver hacia lo profundo del bosque, y en el fondo pudo notar un destello dorado y luego una sombra oscura que parecía desperezarse después de un largo sueño.

    –¡Ese trofeo es de Julio! –dijo Cadmo.

    –El que se duerme pierde –contestó Dastio abriendo el pecho del trol y sacándole el corazón –a demás parece que no se molesta.

    Julio estaba consciente de que Dastio le había sacado la delantera para obtener el polvo místico que se encontraba en la parte de la corona del corazón, pero no le molestó, pues sentía que aquello que se escondía en el bosque merecía más de su atención.

    –¿No te molesta que te hallan robado tu trofeo? –preguntó Priscila, pero Julio simplemente se concentró más en lo profundo del bosque.

    –Creo que el niño quiere que nos adentremos más.

    –Vámonos –contestó Julio con una expresión preocupada, pero tranquila.

    Priscila levantó la mirada mirando los árboles, se trataba de árboles tenebrosos que se caracterizaban por una altura mucho más grande y un mayor espesor en el follaje, lo que hacía de la parte central del bosque algo más oscura, además a esa ahora del día una de las islas del cielo se colocaba encima de esa zona, creando una enorme sombra, en efecto se creaba un atardecer artificial, lo cual le permitía a algunos monstruos místicos aparecer.

    –Al fin un reto –dijo Dasto sosteniendo su masiva lanza que él llamaba Empalador, luego miró a Cadmo y susurró –a menos que seas un cobarde.

    –No lo soy –contestó Dastio – pero promete que el siguiente trofeo lo respetarás.

    –Está bien, como quieras –contestó Dastio mientras se internaban en las sombras. Julio repitió su consejo pero era como si no lo escucharan, incluso Priscila siguió dejándolo atrás.

    –Deberías moverte o jamás harás que tu espada se vuelva digna de tu nombre –dijo ella con una cálida sonrisa, en aquel momento Priscila planeaba cazar a una criatura fuerte y entregarle el trofeo a Julio.

    Al tocar la fibra sensible del honor familiar Julio pareció olvidar aquella extraña sensación, como si desoyera el consejo de un padre angustiado.

    El grupo avanzó en la zona oscura del bosque y tuvo que enfrentar a un trol algo más fuerte. Pero en esta ocasión la coordinación de Julio y Cadmo fue tan buena que Dastio no tuvo oportunidad de asestar un solo golpe.

    –Es tu turno –dijo Cadmo respirando algo agitado.

    Pero nuevamente Julio sintió aquel presentimiento, era como si algo lo succionara hacia un pasillo construido por gruesos árboles, densos como pilares de bronce, podría sentir la respiración de “algo”.

    Dastio extendió la mano frente al pecho abierto del trol, Julio se exasperó porque todos parecían muy enfocados en los trofeos, dejando de lado la seguridad, estaban en una región del bosque para la cual no estaban preparados, así que decidió actuar.

    –Piroquinesis, ataque de duelo de nivel 2: ¡esfera de fuego!

    Dicho esto una esfera de plasma brillante apareció de la palma de su mano, la cual salió flotando a una velocidad bastante lenta, y al tocar el corazón de aquel cadáver se convirtió en una flama que engulló todo el cuerpo, convirtiéndolo en una pira, destruyendo todo, incluso el corazón y su trofeo.

    –Solo lo diré una vez más –dijo Julio con una voz llena de autoridad a pesar de que aún no había adquirido toda la gravidez de un hombre adulto –no me interesan los trofeos, solo me interesa la seguridad de mis compañeros de armas, sé que me llamarán cobarde, pero en serio debemos marcharnos.

    Dastio rompió en carcajadas, pero luego sintió un sonido ronco y áspero que provenía de la oscuridad, y luego un par de luces amarillas y perfectamente esféricas, como un par de soles eclipsados por dos lunas negras se movían oscilantemente en la oscuridad, pero delante de aquellos ojos marchaba una sensación asfixiante, los maestros la llamaban como el hijo del dios de la guerra que portaba el terror de los campos de batalla, el aura de Fobos.

    Todos quedaron paralizados ante aquella sensación de pánico asfixiante, todos menos Priscila que puso su cetro frente a ella unido a sus dos manos con firmeza y confianza.

    – Telequinesis, defensa física de nivel 3: ¡Fortaleza!

    Justo en el momento en que el muro se despegó, todo el bosque pudo sentir el rugido ensordecedor de una criatura de nivel 5, se trataba de una bestia mística de nivel elevado que ni los arcanitas de alto rango se atrevían a enfrentar en un lugar cerrado sin un plan real, se trataba de un león dorado anciano, un monstruo místico viejo que había crecido en poder y astucia con los años. Su solo rugido equivale a recibir una tunda de garrotazos, que incluso los arcanitas podían sentir gravemente, al nivel de romper huesos y desgarrar la piel, aunque por suerte dicha técnica solo podía hacerla una vez, o al menos eso decían los viejos pergaminos.

    Priscila sintió que se le fueron las fuerzas, después de todo los hechizos de nivel 3 se consideraban por encima del nivel de los humanos normales. Sin embargo esa técnica consumió casi toda su energía.

    Dastio sentía su sangre helada, mientras que Cadmo solo podía escuchar su corazón palpitar en su cabeza a punto de estallar, tanto así que comenzó a sangrar por la nariz. Julio sin embargo no se sentía tan incómodo, posiblemente el hecho de que su propia arma mística hubiera sido forjada del núcleo de una bestia de la misma raza le proporcionaba algún tipo de protección extra ante el aura de Fobos que rodeaba al león dorado.

    Sin embargo los cuatro sabían que estaban muertos, no había escapatoria ni posibilidad de rasguñarlo incluso, la piel dorada de un león de nivel 5 era impermeable a ataques normales, se necesitaba un arma capaz de cortar semejante cosa, pero solo el arma de un Dios podría penetrarla, en cuanto a la magia, solo los hechizos de nivel 6 podrían penetrarla, pero ni siquiera el viejo maestro podía hacer tal proeza, se trataba en efecto de un monstruo que solo un semidios o un Dios podrían enfrentar.

    –Julio, Cadmo jamás olviden que los amé a ambos por igual –dijo Priscila con una sonrisa cálida mientras una lágrima surcaba su bello pómulo arrastrando su pulido maquillaje –Telequinesis, defensa física de nivel 4: ¡piel de Erimanto!

    Dicho esto la enorme zarpa del león quedó paralizada a medio vuelo, justo antes de que pudiera decapitar a Julio. El león dio un salto hacia atrás concentrándose en la doncella, mientras esta le daba un beso en la mejilla a Julio, este solo podía sudar sin poder moverse, pero jampas olvidaría los rojos ojos con lágrimas de sangre en su rostro maquillado.

    –Espero que lo cuides –dijo Priscila a Cadmo mientras extendía su bastón nuevamente –telequinesis, defensa física de nivel 4; ¡piel de Erimanto!; ¡Cuña!

    En este caso al escudo tomó la forma de una cuña invisible que dispersó parte de la energía de la embestida de la gran bestia, haciéndola volar por los árboles para estrellarse abruptamente en uno de los enormes árboles. La madera de esos árboles era más densa que el hierro meteórico, por lo que algunas astillas se le clavaron en uno de sus insondables ojos, pero en su mayoría estaba intacto, el árbol por su parte perdió sustento y terminó en el piso en medio de un gran alboroto.

    –Ahora les digo adiós –dijo ella mientras sacaba un par de espadas gemelas del bastón – Vita, sacrifico mi vida a cambio de tu poder.

    Dicho esto se clavó las dos cuchillas en el vientre, las cuales resplandecieron con una luz intensa, lo cual le otorgó el control de una cantidad enorme de poder mágico, cuando ella retiró las cuchillas sus heridas quedaron cerradas por una cicatriz dorada, y al mismo tiempo su armadura mística se extendió y engrosó –Campo de tiempo y espacio de nivel 4, ¡teletransportación!

    Todos aparecieron en la gran plaza, donde se reunían los esclavos de las familias ricas junto con los Pater Familias para hacer las compras, era como salir de una pesadilla y Dastio así lo pensó hasta que su mirada se posó en el cuerpo de Priscila, la armadura se estaba descomponiendo en cenizas mientras que las cicatrices doradas también se dispersaban, generando una hemorragia masiva que le quitaban la vida poco a poco.

    La muchacha tambaleó y terminó en el suelo mientras los tres jóvenes y una multitud de arremolinaban a su alrededor.

    Había muerto la mujer más amada de todo Clarinium y todos la lloraron.
     

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