Cita a ciegas

Cita a ciegas

Yo me quedo en casa, una que está llena de lujos. Todo lo que cualquier mujer avariciosa habría soñado.

Pero...

Realmente siento un vacío. Ya que nada es lo mismo, los años han pasado, ya no soy la joven de 17 años y él tampoco, ya no estamos en esos tiempos cuando él me decía ángel y yo lo nombraba simplemente cielo. Ya somos personas adultas, pero la verdad quiero volver al pasado... ya que mí matrimonio con él a estado perdiendo color poco a poco.

Sus constates viajes me han dejado descuidada. Pero no puedo reclamar, gracias a eso vivo en está mansión. En el mismísimo centro de Tokio. Con piscina y sirvientes que pueden hacer y dar “todo” por uno.

—No hacen todo —digo con ironía, mientras camino a mi pieza con pesar, abro y entro a la habitación. Tomo aire para continuar mi monólogo— No me han hecho feliz, no me han llenado el alma, sino el que lo a hecho es...

Miro hacia mi laptop que reposaba en la cama matrimonial. Con ella pude encontrar a un hombre, en uno de los viajes de mi marido, cuando yo estaba sola en casa. Mientras conversaba con mi amiga enana red social, me llegó una solicitud de amistad. Acepté y empezó a hablar conmigo, yo le conté de mi problema y me comprendió, no solo eso, además me aconseja, hace que me ria, me hace...

—Sentir enamorada— digo, caminado hasta la cama, la verdad es que se parece a mi esposo cuando recién nos conocimos, cuando éramos jóvenes y el estrés no nos calaba la cabeza.

Me siento en él colchón, tomo la laptop, la prendo y me meto en la red, esperando así al hombre misterioso que ha asaltado mi corazón. Claramente aprovecho estos momentos en los que mi marido está de viaje. Se fue ayer, así que no temo ser descubierta.

Grande mi suerte que, ese hombre al que nunca eh visto se conecta.

Converso con él por un buen rato, hasta que me pide algo que jamás me habría imaginado.

— ¿Hacemos una cita a ciegas?—Escribió. Por supuesto que quiero, pero por otro lado está mi marido, el sentimiento de culpa se hace presente en mi cuerpo, haciendo que no sepa si aceptar o no. Finalmente hago caso a mi corazón, acepto preguntando donde y cuando. Grande es mi sorpresa que escribe hoy a las 8:00 en el restaurante Fuyoutei.

Vuelvo a aceptar, apago la laptop, me acuesto en la cama, dejando el aparato a un lado.

Tengo tantas cosas en la cabeza. Primero lo de la cita a ciegas, luego el restaurante, nuevamente la culpa se hace presente, es el mismo donde conocí a mi marido y eso me hace sentir pésima, más en cima lo voy a engañar y conocer a un hombre en el mismo restaurante que a él. Pero que le voy a hacer, y tanto así como arrepentida no estoy.

Me revuelvo incomoda en el colchón, la verdad no sé que ponerme para ir a la cita, me doy vuelta quedando boca arriba, para así mirar el techo blanco marfil, como si él fuera a dar la respuesta que ando buscando. Mágicamente la respuesta viene e mi mente ¡Bendito techo! Pienso, me paro y voy a el armario, que estaba detrás de una puerta, la verdad es que es una habitación grande, con paredes color blanco invierno e hileras de ropas. Me acerco hasta una de las esquinas que hay al otro lado. Allá encuentro lo que busco. Un vestido color esmeralda con volantes de gasa, sin un escote pronunciado, la verdad es que mi ropa no es provocativa, no me gusta lucir llamativa, prefiero mantener un perfil bajo.

Me dirijo con vestido en mano hasta la sección de zapatos, saco unos del color de mi vestido, uno tonos mas oscuro, es de tacón, sencillo y lindo.

Salgo de la habitación. Busco en mi cómoda lencería y me voy a bañar... en la ducha, siento como el agua que baja por mi piel, surte el efecto que yo deseaba; relajación. Me pongo a pensar nuevamente en la cita, parece que me estoy volviendo obsesiva, mejor me relajo...

Ya lista, peinada y perfumada. Me siento en la cama para tratar de calmarme, pues para ser sincera, estoy muy nerviosa, pero, tengo que calmarme. Definitivamente el baño no me sirvió de mucho...

Miro el reloj que tengo en mi muñeca y casi pego un brinco, ya solo faltan 15 minutos para encontrarme con aquel hombre. Tengo que apurarme, tomo un bolso que había dejado tirado en la cama minutos antes y salgo de la habitación para encontrarme con el gigantesco pasillo con alfombra de terciopelo rojo sangre, decorado con cuadros en las paredes. Es interminablemente largo. Prácticamente estoy corriendo por este, me encuentro con las escaleras. Tengo que bajar dos pisos, ahora sí que pienso que es grande esta casa, me estoy desesperando, la verdad es que estar bajando las malditas escaleras tan rápido como lo estoy haciendo yo trae la posibilidad de que uno se tropiece y tenga un golpe para lamentar. Por suerte termino en el primer piso sano y salva, me dirijo al hall, saco las llaves, abro la puerta y salgo hacía el exterior.

Noto que ya la luz se está yendo de la ciudad. Miro mi reloj y me espanto, solo quedan 3 minutos para llegar, por suerte ese restaurante queda relativamente cerca. Corro por las calles, dificultada por los tacones, pero realmente no quiero parecer una persona impuntual. La gente a mi alrededor me mira como si estuviera loca, claro, no todos los días se encuentran con una mujer corriendo como maniática por las calles, empujando a los demás para tratar de no retrasarse. Pero realmente no me importa, sigo corriendo y empujando, así gano tiempo.

Empiezo a divisar las luces del restaurante, apresuro más mi carrera. Llego casi asfixiada a las puertas de aquel edificio tan elegante, observo la hora en mi reloj y me relajo al saber que me queda menos de un minuto para entrar, ¡Bien! Tengo algunos segundos para relajarme. Inhalo lentamente y liego exhalo con pausas.

Ya más relajada me ánimo a entrar. Me siento en una mesa, en el segundo piso, cerca de los ventanales que dan a la calles. Habíamos acordado en que aquí nos reuniríamos, veo un moso acercarse, me pregunta el pedido, solo respondo que quiero té. Se va, dejándome sola. Aprovecho de observar la sala en la que estoy, elegante, con una orquesta en vivo tocando canciones de amor.

Distraída miro hacia afuera. Observo las luces que ya hicieron aparición en la ciudad, ya que la luz del sol se ha ido completamente, me aburro de la imagen que me quedé viendo, así que enfoco mi vista en otra cosa...

De repente llega el mozo con la taza de té, le doy las gracias, tomo la taza y la acerco mis labios. Al tocar la sustancia con la lengua me quemo y la alejo, sin derramar. Saco la lengua y hago muecas haber si se me quita el dolor, pero solo consigo las risas de los presentes en el local. Mi cara empieza a arder, realmente me da mucha vergüenza. Pero tengo que quedarme, no dejaré a aquel hombre misterioso plantado.

Trato de enfocarme en otra cosa, para así a ver si se me quita lo sonrojada, busco algo interesante, hasta que me fijo en el florero que está en mi mesa, me dispongo a mirarlo, ¡Pero que divertido es observarlo! ya me voy quedando dormida de lo divertido que es... mis ojos se empiezan a cerrar. ¡Perfecto, lo que faltaba, me voy a quedar dormida en una cita! Pero no puedo evitarlo, cada vez me pesan más...

De repente despierto y me fijo que han pasado dos horas, ¡Oh no, debió haberse aburrido de esperar a que yo despertara!

Mi ánimo se empieza a caer, lo más probable es que ya se haya ido, oh... también puede ser que no venga. Me levanto triste y, e dispongo a irme del lugar. Cuando algo me toma del brazo. Brinco de la impresión, la verdad es que tengo la sensación de que la persona que me tiene sujeto el brazo la conozco.

—Perdóname mi ángel, perdóname por haberte descuidado— Dice el hombre que me sujeta el brazo. Yo me doy vuelta y le doy un gran abrazo.

—Mi cielo...

—Eh llegado a la cita...

Abro los ojos con exageración, ¿Acaso él?...

—Si, yo soy la persona con la que conversas cuando te quedas sola, aquella persona que ha organizado la cita soy yo...

— ¿Pero porqué?—Logro articular, realmente no sé el motivo.

—Es que sentía que prácticamente te había abandonado, así que creé esa cuanta, para poder conversar contigo y saber que es lo que pasaba, ya que te habías vuelto más distante y si te lo preguntaba en persona no me lo hubieras dicho— Responde con algo melancolía.

Yo solo pronuncio un “ajá” mientras mis ojos se llenan de lagrimas, ¿Realmente lo hizo por mí? Estoy muy emocionada, así que me abalanzo contra él, besándolo apasionadamente. No me importa que la gente esté viendo, solo quiero mostrarle lo agradecida que estoy. Nos separamos por falta de aire, realmente quiero seguir besándolo, pero ni modo...

De repente me abraza y dice al oído.

—Vamos a la casa. Que quiero montarte lo mucho que siento mis descuidos, lo prometo, prometo hacerte sentir todo lo que extrañado estar contigo— susurra de manera bastante seductora. Y yo definitivamente no me voy a hacer rogar. Lo beso en forma de afirmación.
Se que cumplirá la promesa...