Harry Potter Ciervos y lagrimas

El señor tenebroso había pedido por mi presencia, a la cual no podía faltar, ya tenia una excusa del porque no blandía mi varita contra los estudiantes pero el temor de ser descubierto yacía perenne dentro de mi.

—Tranquilo Severus, has demostrado tu lealtad— pensaba sin demostrar expresión alguna en mi rostro.

Me apareci ante el señor tenebroso el cual lucia confiado pero inquieto por alguna razón, acababa de dar el tiempo muerto al ataque al castillo por lo cual espero que Minerva y Pomona pusieran a buen recaudo a los estudiantes heridos.

—Me mando a llamar Señor— exclame fríamente

—Ah Severus... Severus te mande a llamar porque debía preguntar, ¿crees que me e debilitado?—No lo creo, pero entonces porque la varita de Saúco no me obedece— dubitativo expresaba junto a su andar de lado a lado

—No sabría decirle el porque, señor usted es el único con el poder de controlarla— mencionaba pensando fugazmente el joven Malfoy.

— Lose, por ello Severus, e pensado que no fui yo quien gano su posesión, no soy yo el dueño de esta varita tan poderosa sino quien mato a Dumbledore y ese hombre eres tu Severus, dicho esto creo que tus servicios no serán necesarios desde ahora— Sin dar oportunidad de gesticular otra oración escuche un...

Nagini, Mátalo!

A lo cual la despiadada criatura salto desde la túnica de Voldemort a mi cuello, destrozándolo tan rápidamente que no estoy seguro de sentir dolor o un simple escape de mi frió aliento.
Abandonando mi cuerpo en aquel lugar, quede solo...

No sabia si pensar en lo que pasaría ahora con el castillo...
con Potter...
Lily...

—Profesor...— se escuchaba a lo lejos... bajo... débil...

¿Lily todo este tiempo esperaste por mi?...
Intente protegerte, intente protegerlo...
Desde ese fatídico día...
Desde Hogwarts...
Desde niños....
Desde... tus ojos verdes...
yo te amaba...

—Profesor.

Desde nuestro primer encuentro hasta ahora me e sentido en deuda contigo...
Castigándome con el nunca demostrar mis emociones y ver morir a quienes me rodeaban...
Atormentándome con ese día...
intentando expiar mis pecados ante tus ojos...
mediante los de el...

—Profesor— escuchaba decir a tu hijo mientras tomaba mis últimos deseos, mi amor, mi dolor y di vida a un recuerdo... tu recuerdo.

—Tómala... tómala!.

Gracias, Lily...
Gracias por darme otra oportunidad...
Gracias... por mirarme otra vez...

—Tienes los ojos de tu madre...