Saludos. Desde hace mucho que no comparto algo largo en este foro, desde mis inicios en la escritura. A continuación les presentó Chronicles of Arkaley, una burda colección de pequeñas historias en un gran universo, por eso mismo reservé el primer post para la explicación y para colocar elementos generales. Pero en general qué es esto, pues es una historia donde un 90% de los elementos son generados de manera aleatoria con tiros de dados, generadores aleatorios, etc. La idea es un experimento para construir historias a partir de elementos aleatorios. El género principal es la fantasía, aunque tiene elementos de fantasía épica, acción, cyberpunk y hasta ciencia ficción, todo depende de dónde la historia corta. Pues disfruten... o destruyan. Prólogo Cargando… Conectando a la red… Creando interfaz de usuario… Generando motores aleatorios… Creando vínculo con el usuario… Sustituyendo realidad… Bienvenidos a Chronicles of Arkaley, el universo de la aletoriedad. A partir de ahora tu realidad ya no existe. Sobrevive. Ideas base Chronicles of Arkaley es una realidad virtual aislada que suplanta tu propia realidad. Una vez dentro no puedes salir. Al llegar tu avatar se configura completamente al azar. Apariencia, habilidades, fracciones, etc. En el mundo hay tres fracciones principales: Los ocho reinos: Reinos con una estructura política, cada uno liderado de manera diferente y con características diferentes. Su principal misión es la expansión y la caída de los otros reinos. El culto de los diez: Diez diferentes cultos a dioses ancestrales que se representan físicamente en la realidad. Los cultos suelen pelear entre ellos, pero su principal objetivo es la destrucción de los que llaman herejes. Los forasteros: Son personas que no están con ninguna de las otras fracciones y viven más que nada como nómadas en pequeños grupos.
¡Herejes! El día en el reino de Blencathra era de lo más normal. Una pelea a muerte en uno de los coliseos de justicia distribuidos por la ciudad se llevaba a cabo. Así se arreglaban las cosas en ese lugar sin ley, si dos partes tenían alguna diferencia: pelea a muerte; a veces el ganador tenía piedad y dejaba vivir al perdedor, pero, ese día, en presencia del rey, Sifion, no podía ser así. El lugar estaba abarrotado. El público se encimaba uno sobre otro, empujando y golpeando para tener una buena vista. Las personas se pegaban a la jaula como moscas sobre una pared, sin embargo Sifion tenía su lugar de honor en un asiento al pie de la jaula, el perfecto lugar para percibir el olor de la sangre chorreando y los gritos de dolor ―que esperaba que hubiera―. Nadie le obstruía su vista, ninguna persona se atrevería siquiera a tocarle. Él era un hombre de cerca de treinta años, con una cara dura, marcada por años de peleas; tenía ojos color zafiro que combinaban con su desarreglado cabello corto que asemejaba las hojas de otoño. Vestía descuidado, a pesar de ello su sola presencia imponía. ―¡No! Yo no quiero pelear ―gritaba uno de los contendientes, era un hombre de menos de treinta años. Corrió hacia la puerta, tratando de empujarla―. ¡Déjenme salir! Detrás de él, caminaba con paso seguro una adolescente que aparentaba quince años. Mostraba una sonrisa cínica con ligero indicio de maldad. ―¡Por favor! ―Ahora estaba enfrente del rey―. ¡Tenga piedad, déjeme salir! El silenció reinó en el lugar. ¿Cómo se atrevía alguien como él a dirigirle la palabra a su señor? No hubo respuesta, ni siquiera una reacción. ―¿Ya terminaste? ―dijo una voz siniestra, pero infantil, su tono era burlesco. El señor volteó, detrás se encontraba la niña. Vio con temor su mano abierta enfrente de su cara, a escasos centímetros. Sólo pudo ver una esfera de luz antes de que su cabeza quedara desecha debido a un haz de energía. Salpicaron pedazos de piel y órganos internos, además de bastante sangre que cayó encima de Sifion. El cuello quedó cauterizado por la energía. El cuerpo sin vida cayó al suelo. El rey sonrió un poco y se levantó de su asiento. Comenzó a caminar hacia la puerta de la jaula y la joven igual. El público se apartó cediéndole el paso a su señor. Sus vistas se cruzaban, sus pasos iban coordinados. Por la mente de ella pasó el momento cuando llegó a esa realidad, a esa ciudad. Todo era un caos, pero un caos que funcionaba, lo que ella siempre había buscado. Recordó el primer momento cuando observó a Sifion, su rey; un bastardo asesino hipócrita. Para alguien como ella, que había sido criada en un entorno hostil donde lo más importante era sobrevivir, él cubría su visión del hombre ideal. Al llegar a la puerta la abrió y la niña salió con aire confiado, pero a la vez sumiso. ―Venga, cría, vamos a dar una vuelta ―dijo ante la mirada atónita de los espectadores. Ambos salieron, dejando a todos anonadados y con un desastre que limpiar. ―¿Cuál dices que es tu nombre, pequeña? ―dijo el rey a su súbdita. ―No soy tan pequeña como crees, tengo veinte años. ―Esa no fue la pregunta que hice. ―Me llamo Tinyi, señor. Habían llegado al mirador «Salto de fe», que estaba casi al final de la frontera de la ciudad, la construcción que ascendía más por la montaña que coronaba la ciudad. A lo lejos se veían los edificios que conformaban su hogar, y más allá, pasando las murallas, un oscuro bosque, que decían era parte de los dominios del culto al dios Curseleaf. ―¿Y por qué se originó el conflicto? Ella soltó una risa de burla, que no encajaba con su fina figura. ―El muy estúpido trató de abusar de mí, lo controlé y muy tarde fue cuando sus compañeros le dijeron con quien se estaba metiendo. Yo ya había ordenado el duelo cuando él quiso salir con el rabo entre las patas. Lástima por él. ―Entiendo. ―Dígame, señor, ¿por qué me trajo con usted? He visto otros duelos y no es algo que suela hacer. ¿Será que también desea abusar de mí?… pero en ese caso no sería abuso ―dijo Tinyi con una pícara sonrisa. ―Lamento decirte que te equivocas. Simplemente me gustó tu expresión, como para cortarte el rostro y enmarcarlo. ―Es usted bastante bizarro. ―Pero no lo haré. ―Lo sé. Le he observado, usted no suele matar personas como yo. Sólo mata a esos estúpidos parásitos sin ganas de vivir. ―Sifion rio. El silencio dominó el lugar. La fina y curvilínea figura de Tinyi se posaba estoica, sus ojos blancos como el marfil observaban la lejanía, y su corto y contrastante cabello color chocolate se mecía con el viento. ―El culto a Curseleaf, algún día vendrán a atacarnos, puede ser dentro de diez años o puede ser hoy ―pronunció ella sin apartar la vista del horizonte. ―Será hoy. Y como si sus palabras fueras profecías, un fuerte estruendo sacudió toda la ciudad. La muralla había caído. ―Ya sabes que hacer ―dijo el rey hablando por su intercomunicador. Cortó la llamada y dirigió la palabra a la joven―. Sígueme. ―Ella asintió. Comenzaron a correr por el borde de la muralla externa. En el pueblo ya había comenzado la batalla. Personas revestidas de madera simulando una armadura de tronco estaban combatiendo contra los pobladores que eran guiados por un ser inmenso de más de dos metros, que portaba dos espadas gigantescas. Tinyi no pudo contener la sorpresa. ―¿Te sorprende? Esa es la forma de Collus como avatar de la guerra. Collus era el líder militar de la ciudad. Un joven pequeño y delicado, pero que cuando se convertía en eso, no había nadie que pudiera hacerle frente. Siguieron corriendo y llegaron hasta la parte de la muralla que estaba justo arriba de la puerta principal, ahora destruida. Observaron como el bosque se erigía, no era el profundo y oscuro bosque de Curseleaf ―ese estaba más lejos―, pero aun así despedía un aire siniestro. Entre los árboles del lugar, había unos más oscuros que se movían ante los ojos sorprendidos de la joven. ―Usa tu habilidad y dispara a todos esos árboles que ves moviéndose. La joven estaba nerviosa, nunca había disparado desde tan lejos y con suficiente fuerza para tumbar algo tan enorme. Tenía dudas. ―¡Ahora! Pero no podía quedar mal contra el hombre que admiraba y que al mismo tiempo despertaba en ella sentimientos pasionales; alzó la mano y una bola de energía salió disparada. Por un momento pensó en usar fuego, sin embargo tenía miedo de causar un incendio forestal. Otra bola y otra más. Uno tras otro aquellos árboles fueron cayendo, falló algunas veces, pero de inmediato se redimió dando a su objetivo. De repente el cielo se oscureció, o más bien, una sombra se posó encima de ellos. Si no fuera por su color violeta hubieran dicho que era un águila gigante, pero no, era una persona, y que con una daga buscaba asesinar a Tinyi. ―¡Herejes! El golpe estuvo cerca de acertar, sin embargo Sifion lo bloqueó usando una gran lanza que había aparecido entre sus manos. La atacante cayó del otro lado de la muralla y quedando en medio de ambos, la joven. La mujer arremetió de nuevo contra ella, pero Sifion reaccionó al instante quitándola de en medio y bloqueando el golpe. ―¡Señor! ―gritó sorprendida. ―¡No te preocupes, sigue en lo tuyo, yo me encargaré de ella! ―Oh, el sádico Sifion preocupándose por alguien ―dijo la mujer con tono burlesco―, o sólo te preocupa de la utilidad que ella pueda ser. ―Eres una estúpida. Tus juegos no me afectarán en lo más mínimo. Eres una sacerdotisa de Curseleaf, ¿verdad? ―Exacto, soy Odinia y estoy aquí para asesin… ―No pudo concluir. Soltó un grito desgarrador. Sifión se había anticipado y había atacado, mas no con su lanza, sino con una espada que le penetró la parte lateral del abdomen. ―Ustedes y su tonto egocentrismo. ¡Esto es una batalla, no hay tiempos de presentaciones! La sacerdotisa trataba de levantarse, lanzándole una mirada de odio a su atacante. ―Con esta arma ―comenzó a decir, alzando su daga y mostrándola―, acabaré con… ―La daga cayó… junto con la mano de ella. El grito que soltó al darse cuenta de ese hecho fue demasiado fuerte. Nunca había sentido tanto dolor. Ya había perdido extremidades antes, que habían sido recuperadas gracias a la bendición de Curseleaf, pero esa vez era diferente. Sus cuerdas vocales comenzaron a destruirse, no podía callar. Se desmayó, sin poder tolerar tanto dolor. El rey se acercó, le cortó la cabeza y la aventó por el borde de la muralla para que sus seguidores vieran lo que había pasado. ―La painblade, un simple rasguño se siente como una herida profunda. Un corte como ese, es como la muerte misma. Tinyi había dejado su labor. Su mirada atónita veía a su rey pelear. Tantas cosas pasaron por su cabeza en ese momento. ―Será mejor que termines ―ordenó el líder. Ella agitó la cabeza, asintió y siguió con su tarea asignada. Dos horas después el asalto había terminado. Contar bajas, contar daños, quemar cuerpos… era lo que hacían después de un evento así. El rey seguía en la muralla, observando su pueblo casi destruido. Tinyi estaba al lado de él. ―¿Tardaremos en recuperarnos? ―Eres nueva, ¿verdad? ―preguntó. Cualquier persona que llevara más de medio año en la ciudad sabía que era un evento no tan aislado. Por su mente pasaron las imágenes de su entrada a esa realidad, no hace más de dos meses. La aleatoriedad la había puesto en Blencathra, sin embargo no se quejaba, tenía como señor al asesino hipócrita que tanto buscaba. ―Relativamente ―dijo sin extenderse. ―Bueno, cada cierto tiempo nos libramos un combate así y nos recuperamos rápido, no hay de qué preocuparse. ―Creo que es hora de irme, tengo que encontrar un lugar donde pasar la noche. ―El rey se burló, la risa no era siniestra como antes, sino divertida. ―La casa de gobierno es tu nuevo hogar. Ahora eres parte del Consejo de Blencathra. La cara de sorpresa de la joven fue incomparable. Asintió con la cabeza y cuando él comenzó a caminar, ella fue detrás, como si fuera su fiel mascota.
Asedio (Parte I) Los pasos resonaban en el lujoso pasillo. Una elegante alfombra roja se extendía por todo el piso, y en las paredes se encontraban colgados una infinidad de cuadros que retrataban paisajes de belleza sin igual. Fauldur, el rey de Icemeet, era un hombre pequeño, pero robusto, con un porte algo brusco, que contrastaba con sus rasgos juveniles, al mismo tiempo que con su larga cabellera rubia. Caminaba viendo con marcado orgullo cada una de las pinturas que él mismo había elaborado. Los pasos lo llevaron al final del pasillo donde una inmensa puerta de madera se alzaba imponente; la abrió, empujándola con ambas manos. Su despacho estaba oscuro, la única iluminación que tenía era la luz de la luna que atravesaba por los inmensos ventanales de lo que era el edificio más alto de Arkalay. Una silueta estaba en su asiento. ―¿Puedo considerar esto una intrusión? ―preguntó de manera confiada, sin alertarse. ―¿O quizá la visita de una vieja amiga? ―respondió la silueta con una fina voz femenina mientras se levantaba de su asiento. La mano de Fauldur buscó el interruptor de la luz. ―No, no la prendas. ―La voz de ella lo detuvo. En unos segundos ya estaban frente a frente, sus ojos negros como la obsidiana, vieron los de ella con su peculiar color amarillento, casi llegando a blanco. Ella acercó más su rostro, sus labios se rozaron y luego entraron en contacto en su totalidad. El beso duró apenas unos segundos; un beso corto, pero intenso. ―¿Qué deseas, Celin, hija de Lynogen? ―preguntó al terminar. Ella caminó con un peculiar andar, llegando hasta el interruptor y encendiendo la luz. Su fina figura se mostró y su larga cabellera beige se movió cuando dio la vuelta para mirar de frente al rey de Icemeet. Era un encuentro entre dos reyes. El aire se sentía pesado. Ya se habían visto con anterioridad, ya lo había seducido una vez; sabía que era peligrosa y que su única lealtad era a ella misma, su reino sólo era un objeto para asegurar su posición, y eso le molestaba. ―Requiero de los servicios de tu nación ―peticionó―. Necesito maquinaría, necesito tanques, necesito… ―…guerra, quieres que te ayude a iniciar una guerra. Mi nación es la mayor fuente industria de Arkalay, nosotros no iniciamos conflictos ni damos las herramientas para hacerlo. Nosotros sólo los detenemos. ¿Por qué crees que te ayudaría? ―Simple, porque no quieres poner la integridad de tu nación en riesgo. Por más industria que tengas, tu ejército es indisciplinado e inexperto, no duraría ni un momento contra un ejército como el de Hearien o el… ―…tuyo. Esto es una amenaza, ¿sabes? ―Sólo piénsalo, me ayudas o caes contra mí. ―Caminó hasta un pequeño escritorio donde había una botella de licor y se sirvió un vaso―. ¿Gustas? ―Por favor. ―Sirvió otro y cuando se acercó a ella se lo entregó, al instante siguiente estaba dirigiéndose a la ventana, Fauldur fue detrás de ella. ―Desde aquí la vista es sorprendente. Ves toda tu ciudad, coronada por la blanca nieve que cae sobre ella. Sería una lástima… ―Pasaron unos segundos antes de continuar―: Entonces, ¿qué dices? ―¿A quién planeas atacar? ―Breraniel. Una risotada salió de la boca del rey. ―¡No pensaba que estuvieras tan loca! Nosotros tenemos tanques, ellos tienen dragones. ¿Sabes lo que es enfrentar a uno? ¡Por supuesto que no!, ¡una niña como tú nunca los ha hecho! ―Todo tiene una debilidad. Se creativo, eso se te da muy bien, todo lo que has hecho se ha vuelto una obra de arte… exceptuando tu hijo, ese es tu único gran fracaso. ―¡Calla! Tú no sabes nada sobre mi hijo. Para hijos malcriados estás tú, asesinando a mi amigo, tu padre, todo para tomar el poder. Revolcándose con quien fuera necesario para conservarlo. ―Tú no te quejaste de ello. ―Ambos guardaron silencio―. Como decía ―continuó―, tú proporcióname las herramientas y yo haré el resto. Beraniel caerá, de eso no hay duda. La conversación terminó, sin embargo las paredes escuchaban. El asedio no se suscitaría como Celin quería que fuera. La noche había caído y el sueño se había adueñado de los dos reyes después de un candente momento pasional. Wille se había percatado de todo desde su cuarto de control. Golpeó la pared mientras veía las grabaciones. La memoria de su madre volvía a ser traicionada por su padre, y lo peor, con una mujer que lo llevaría a la ruina. Deseaba ir y atacarla cuando más inmune estaba, pero se controló, pensó en cómo podría vengarse y la idea más clara llegó a él: ser el pájaro que canta. Contactar con Evalie, reina de Breraniel, no era algo difícil. Su reino quedaba más al norte, en las frías regiones polares y un mensaje tardaría pocos días en llegar, menos de los que Celin tardaría en regresar a su reino, Sevauf. Sin embargo tenía otro plan, Breraniel, contrario a lo que muchos creían, tenía un amplio sistema de comunicaciones por ondas radiales. Usando la tecnología que había desarrollado, no sería difícil quebrantarlas y mandar un mensaje directo a la reina. Su objetivo era delatar el plan de Celin, pero añadiendo que estaba obligando a su padre a colaborar. Sin embargo, decir eso en mensaje se podía malentenderse y poner en peligro a su nación. Necesitaba hablarlo directamente con ella. «Tengo información que puede resultar de tu interés, te encuentro en el Diente del Lobo en doce horas», fue el mensaje. Él sabía la actitud de Evalie, la solitaria, no tenía personas cercanas de confianza y su único apoyo eran los dragones. Sabía que iría sola al lugar. Aun tendiendo una emboscada, nadie sería tan tonto ―o loco― para enfrente dos dragones de frente. El tardaría en llegar usando un trineo, sin embargo, ella llegaría rápido viajando sobre la espalda de una de esas majestuosas criaturas. Con los primeros rayos de sol partió. Ya sólo le restaban ocho horas para llegar; tiempo suficiente. A pesar de la fragilidad con la que se le trataba, era el hijo del rey y podía mandar lo suficiente para lograr ir solo a un viaje como ese, siempre y cuando su padre no se enterara. Por fortuna él estaba bastante ocupado con la reina de Sevauf. Llegó cerca de una hora antes, deteniéndose a los pies de ese peculiar pico de hielo de más de diez metros que llamaban «Diente de Lobo». Un par de minutos después, dos sombras se posaron sobre él, no descendieron, sólo sobrevolaron; observando, evaluando. ―No intentes nada. Sabes lo que un dragón de hielo te haría ―escuchó la voz a sus espaldas. «¿Cuándo llegó ahí?», se preguntó. Volteó al instante, viendo delante de él a una mujer de un poco más de treinta años, con una larga y fina cabellera de color amarillo limón. Su tez era morena, contrario a lo que se podía pensar, pero a veces la aleatoriedad hace de las suyas en Arkalay. Su vestimenta era una armadura de tonalidades amarillentas. Sus ojos rojizos le miraban con indicios de precaución. ―Lo… lo sé, no… no te preo-preocupes ―dijo poniéndose nervioso. ―¡Habla! ¿Para qué me convocaste en este lugar? ―Perdón. ―Agachó la cabeza―. Soy Wille, hijo de… ―Sé quién eres y por eso tengo más desconfianza de ti. Tu padre destruye todo lo que los dioses crean. ―Yo no soy como mi padre. Aunque es raro, los reinos están en guerra con los dioses, ¿por qué a ustedes no les pasa así? ―No es momento para responder eso, dime lo que ibas a decir. ―Celin, reina de Sevauf, está conspirando en tu contra. Ayer fue a ver a mi padre y lo obligó a ayudarla, están preparando una manera de vencer a tu nación. No sé con qué objetivo. ―¡Já! ―exclamó―. Por más que se estén preparando, no podrán derrotar a los dragones y la ciudad bendecida por la diosa Flaekan. ―Parecía que ella sabía cómo derrotarte, lo dijo con demasiada confianza. ―Está bien, está bien. ¿Y entonces? ―Supongo que lo mejor sería que la atacaras antes de que ella lo haga, sólo que… ―¿Que deje en paz a tu pueblo? Tú no puedes exigir nada. Luego de esa declaración el ambiente se puso tenso, Wille no quería ser el culpable de la caída de su nación, debía hacer algo para convencerla, pero ¿qué? ―¡Yo te di información, te advertí! ¡No puedes hacer eso! La tierra vibró cuando un dragón descendió a las espaldas de Evalie. Wille casi caía, pero ella ni se inmutó. Vio ese gran hocico con puntiagudos dientes de hielo a unos metros de sí. Tenía miedo, pero prefería morir en ese lugar a vivir sabiendo que su pueblo sería destruido por su culpa. No era una persona fuerte, no podía tratar de defenderse, sin embargo era una persona con honor y orgullo, del que se despojó en ese momento: ―¡Te lo imploro! ―Se hincó sobre el frío hielo, agachando la cabeza hacia la reina de la Breraniel. ―¡Deja de humillarte, levanta la cabeza y exige!, ese tipo de actitudes son las que más me fastidian ―ordenó, luego guardó unos segundos de silencio antes de continuar―. Así era ella… ―murmuró. El joven príncipe hizo caso a la petición y se levantó, sin embargo no dijo nada. ―Independientemente de todo esto ―Evalie tomó la palabra―, ¿cómo puedo confiar en que lo que dices es cierto?, bien podría ser esto un engaño para que iniciara una guerra. En ese momento Wille metió su mano en una de las bolsas de su abrigo y sacó un pequeño aparato que comenzó a reproducir un sonido, aun sabiendo que así revelaría que su padre decidió ayudarla por cuenta propia. Era la conversación que sostuvieron su padre y Celin ayer. La mirada de Evalie se volvió más severa, entendiendo por fin la complejidad del asunto. ―Sé que no es mucho, que pueden ser actores de voz, pero es la única prueba que tengo… ―Te creo, conozco la voz de esa maldita. Ella no la verá venir; no podrá detener la ira de Breraniel, reino que tiene la bendición de Flaekan. Sólo que ya escuchando esa conversación no sé si pueda cumplir tu petición. ―¡Pero…! ―Lo siento, pero un reino que se deje convencer tan fácilmente para iniciar una guerra, no merece seguir existiendo. ―Se acercó a su dragón para subirse a su lomo―. Suerte de regreso. ―¡Espera! Sé que buscas a alguien. ―Al escuchar esta frase, ella se detuvo―. Yo tengo formas de obtener información, así como violé la seguridad de tus comunicaciones. Trabajaré para ti para encontrar a esa persona y tú dejarás a Icemeet en paz. Evalie cerró los puños, ella se consideraba justa y decidida. Sus deseos nunca habían estorbado en sus metas. Pero eso era diferente, tenía la esperanza de encontrar a esa persona, no podía rechazar una oferta así. ―No tocaré Icemeet, pero en cambio tú debes de ayudarme a buscarla. En este momento me preocuparé por Sevauf, pero pronto sabrás de mí, así que comienza a trabajar. ―Después de decir eso se subió a su dragón con un gran salto y al instante siguiente emprendieron el vuelo. Wille tuvo que ponerse al servicio de la enemiga de su padre con tal de salvar su nación. Era un gesto que nadie recordaría nunca; un sacrificio olvidado. En las nubes, las lágrimas de Evalie comenzaban a derramarse. Recordó su entrada a ese mundo. Cuando vivía en la otra realidad, peleaba mucho con ella, con su hermana menor; se odiaban. «¿Qué tantas cosas le pasarían a una persona para desear alejarse de todo lo que conoce?», es lo que se preguntó cuando desapareció, entrando a Arkaley. Por mucho tiempo buscó no sentirse culpable por esa decisión, sin embargo su conciencia no la dejó en paz; hasta que decidió seguirla. Ya habían pasado varios años desde ese momento y seguía sin encontrar ni una pista. Las posibilidades de que la ayuda de ese niñato funcionara de algo, eran mínimas, no obstante, en los momentos de mayor oscuridad se agradece hasta el más pequeño rayo de luz.
Hola xD Anduve por aquí mirando los títulos y el tuyo me llamó la atención, así que una vez leí el primer post, quedé enganchada. La breve explicación que das acerca de qué va esto, me recordó la película de Tron. Me gustó la forma de como narras, dando la descripción de los panoramas de manera clara, con los detalles necesarios para visualizar las escenas, así mismo pude imaginar la apariencia y personalidad de cada uno de los personajes que hasta el momento han aparecido, incluidos los dragones, los que por cierto me encantaron, así como Wille. Mostró lealtad, no a su padre, pero sí a su madre y a su pueblo, pues su debilidad nació de su deseo de salvar a los suyos. La forma de enfrentar a la reina Evalie mostró valor e inteligencia. En cuanto a los nombres, me han parecido muy originales, aunque por el momento difíciles de memorizar por mí, pero espero, si sigues publicando, hacerlo. Sin más por el momento, me despido con un: hasta luego xD
¡Oh esto es estupendo! Hacía mucho tiempo que esperaba que alguien se animara a subir una historia de fantasía, pero buena fantasía. Antes que nada, me encantaron los nombres tanto de los personajes como los de los lugares. Y eso que pones... hijo de "x" terminó por fascinarme. Adoro que todo el entorno esté mezclado con uno antiguo junto con uno moderno. Siento que le da un toque muy especial a la historia. Lo que se avecina será un conflicto entre reinos y posiblemente una guerra. Siento que tu personaje de Evalie se parece en carácter a Galadriel, o tal vez sea sólo mi imaginación, pero no es incómodo o molesto, es genial. ¿Wille es príncipe de Icemeet, verdad? O por lo menos eso entendí. Me ha encantado en verdad. Con mucho gusto continuaré leyendo. Te deseo mucha suerte con esta historia.
Gracias a ambas por leer, me alegro que les haya gustado este pequeño experimento (y que lo recomienden a sus amigos XD). Chispita, sí, es el príncipe de Icemeet. Por otro lado, no siento que Evalie sea parecida a ese personaje, pero puede ser porque no he leído tanto como debería esa gran saga :D Les dejo la siguiente parte, que al final será algo un poco diferente de lo esperado, pero que espero les guste. P.D. Dejé también un pequeño mapa en la entrada principal, aunque muchos nombres aún no se mencionan. Asedio (Parte II) Las sombras de las imponentes criaturas sobrevolaban sobre los terrenos y pueblos, acercándose al mar. Las personas les miraban con terror, esperando que se alejaran sin causarles ningún problema, eso sería así. El interés del ejército de dragones de Breraniel no era en esos pequeños pueblos de forasteros, sino en su nuevo enemigo: el reino de Sevauf. En pocas horas ya se encontraban sobre las costas. A los dragones de hielo no les gustaba el clima cálido, y menos sobrevolar sobre el océano tropical que llevaría a su destino, así que lanzaron su aliento, congelando toda el agua que se encontraba debajo de ellos, y matando, al mismo tiempo, algunos miles de animales marinos. Al final, un puente entre el continente y el reino de Sevauf quedaría como rastro, aun varios años después de la guerra que se libraría aquel día. Llegaron a las playas del reino enemigo, sobrevolando el primer pueblo, ausente de cualquier rastro de vida, el mismo escenario se duplicaría el resto de su camino. El movimiento de sus alas se escuchaba kilómetros adelante, donde alguien sí los esperaba. La muralla que dividía a la capital del resto de la isla se mostraba cada vez más cerca. Desde el cielo vieron las barracas donde podrían estar la mayoría de los soldados. Lanzaron su aliento congelando dl edificio y sometiendo en un letargo a sus ocupantes. Ni un grito, ni un reclamo, ni un contrataque, ni un movimiento. Evalie muy tarde se percató que el escenario de pueblos desiertos se había duplicado por todo el camino, y lo volvía a ser en la capital, como si alguien se hubiese llevado a todos y cada uno de los habitantes. Sin entender lo que sucedía, descendió frente al palacio de gobierno, un edificio a la orilla del pequeño lago al lado de donde estaba erigida la ciudad. Le ordenó a su dragón sobrevolar la zona mientras investigaba. Caminó, acercándose al palacio de gobierno. La gran puerta estaba cerrada y no la podía mover. Maldijo la aleatoriedad de Arkalay que le dotó de dos poderes inútiles, sin embargo una seña suya era suficiente para que un dragón destruyera esa puerta, pero no fue necesario, un fuerte ventarrón pasó al lado de ella y la puerta se abrió. Vio enfrente la plaza principal, con un estilo comparado al mediterráneo de la realidad. Por buena suerte carecía de techo y no quedaría indefensa, así que decidió entrar. Apenas dio un paso cuando otro ventarrón cerró las puertas, un segundo después vio una figura caer desde la cima de un balcón tres pisos arriba, pero llegando al suelo cual pluma. Era un hombre de cerca de cuarenta años, de estatura pequeña, complexión robusta, y con una larga cabellera negra que se mecía con el viento irregular que azotaba el lugar. ―¡Vine aquí por la cabeza de Celin! ―gritó la reina sin titubear―. ¡Quítate de nuestro camino y no saldrás herido! Una risotada no se hizo esperar de parte del desconocido. ―Lo siento, pero ella ya no está presente aquí y espero que no regrese ―respondió con un tono irónico. ―¿A qué te refieres?, ¿quién demonios eres? ―Era el mayordomo de la familia imperial, mi nombre es Ollard. ―¿Dónde está tu reina? ¡Responde, estúpido! ―gritó, pero al instante un fuerte ventarrón la empujó, tirándola al suelo. ―Un poco de respeto, por favor. Los dragones se comenzaron a acercar con intención de defender a su líder, pero el mayordomo hizo un gesto con la cabeza y congelados como si fuesen piedras, cayeron sobre las casas aledañas haciendo vibrar el suelo. ―Ustedes también. ―¡Maldito! ―gritó Evalie. ―Si aceptas cooperar, esto será más rápido para ti y para mí. No me agrada tanto la idea de matarte, pero si eso libera a este pueblo, seré el verdugo que tanto he evitado ser. Evalie se levantó para ir en contra de su adversario, sin embargo el suelo debajo de ella se movió volviendo a tirarla. ―La aleatoriedad me favoreció bastante ―se burló Ollard―. No te levantes, pequeña. No soy de los que suelen matar, ya lo he dicho, pero ya que me veo en la necesidad de hacerlo, creo que deberías saber por qué lo hago. La reina se sentía impotente, no podía ni siquiera hacerle frente a ese adversario, no sabía que poder tenía, pero inmovilizarla a ella y a todos sus dragones era algo que contadas personas podrían hacer. Se resignó y escuchó. ―Habla ―dijo con dificultad debido a su orgullo. ―Bien, me alegro que entendieses. Como sabrás Celin es la reina de este lugar, tomó el trono luego de la muerte de su padre, Lynogen. Cortamente no fue muerte natural, ella lo mató para hacerse con el poder de este reino, sin embargo eso no fue suficiente, no fue suficiente para ella tener uno de los ejércitos más poderosos de todo Arkaley, quería algo más, quería más poder; así que ideó un plan: Hacerse con el poder de los dragones. ―¡¿Qué?! ―gritó Evalie incrédula, sabía que sólo había una forma de recibir el beneficio de Flaekan: hacerse reina de Breraniel. ―Así que ideó un plan ―continúo sin decir responder su reacción―. Engañarte, tenderte una trampa donde parecieras como traidora para que tu pueblo te rechazara. ―¡Maldito! ¡Ese niño morirá! ―gritó, teniendo en la mente la imagen de Wille, aquel que la había engañado. ―No, no mal entiendas. Tanto él, como su padre sólo fueron herramientas. Oh, ¿cómo el hombre puede ser tan inocente?, creyendo de inmediato las palabras de un niñato. Aunque ayudó mucho que él pensara que tenía la razón. ―Ya veo, ella manipuló mi conversación con él para hacerle creer a mi pueblo que los traicioné y poder coronarse al ser aceptada. ¡Qué tonta fui! ―¿Ahora lo entiendes? Buscó alguna solución en su cabeza, pero no había forma de evitar que su enemiga se hiciera con la corona de su pueblo. Lo único que podría hacer ahora es sobrevivir y recuperarla. ―¿Y dónde pintas tú en todo esto? ―preguntó para hacer tiempo. ―Tanto el pueblo de Sevauf, como yo, la odiamos y nos queremos librar de ella. Celin lo sabe así que me propuso un trato: «Ayúdame a tomar la corona de Breraniel y yo te daré la de Sevauf». ―¿Y por qué si eres tan poderoso no simplemente terminas con ella y te haces de la corona? ―preguntó, tratando de retarlo, Ollard se dio cuenta de eso y soltó una pequeña risa. ―Ese tipo de juegos no funcionarán conmigo, sin embargo responderé: tengo un contrato con la familia real, uno que sólo puede ser roto por uno de ellos. Ese contrato me pone cierto número de condiciones que me obligan a obedecer sus peticiones. ―Pudiste pedir ayuda a otra nación en lugar de caer en sus juegos. ―Era muy problemático, esto fue más directo, por eso debo liquidarte, ¿estás lista para el momento de tu muerte? ―Extendió su mano y una llama apareció en esta. Su cabeza seguía sin dar respuestas, no sabía qué hacer para librarse de eso, ni siquiera sabía que más decir para hacer tiempo. ¿Hacer tiempo para qué?, ¿para pensar más? Por más que pensase no podría solucionarlo, era… imposible. Una lágrima escurrió por su mejilla, recordó su objetivo al ingresar ahí, un objetivo ahora inútil por tratar de proteger la nación que la acogió y de la que se convirtió en reina. El rostro de su hermana se dibujó en su rostro y un llanto orgulloso se abrió paso. Lo había aceptado, iba a morir. Cerró los ojos y esperó. Nada pasó. La vibración y un rugido le obligó a abrirlos. Delante de ella estaban los dragones, sin embargo no estaban atacando a su rival, sino que estaban mirándola a ella con ese aire asesino en el que están inmersos. ―Se me habían olvidado tus mascotas, aunque ahora ya no lo sean más. Evalie sabía lo que había pasado, Celin ya se había coronado reina y había dado la primera orden a sus ahora dragones: acabar con su antigua líder. Morir a manos de un desconocido, le entristecía, pero morir en las garras de aquellos majestuosos seres a los que les había depositado toda su confianza, le destrozaba. Los dragones eran leales, eso es cierto, sin embargo su lealtad no era a ella, sino a su señora, Flaekan. Esperó que el aliento gélido terminara con su vida, ahora sin cerrar los ojos, quería ver por última vez la belleza de esos seres con los que compartió tantos momentos. Si fuera eso una película de su antigua realidad, vendría acompañado de un flashback, seguido de la desobediencia a su señora, protegiéndola a ella, pero Arkalay no era así, ese era su fin. Su aliento salió disparado hacia ella, esperó que el frío se adueñara de su cuerpo, sin embargo no fue así, una onda cálida la cubrió y detuvo aquel gélido ataque. No entendió que sucedía, pero por más que veía esas ondas acercarse a ella, estas se evaporaban al estar a unos centímetros de distancia. La luz del sol creció y la temperatura subió de un segundo a otro. Los dragones comenzaron a rugir y quejarse, mientras su piel comenzaba a quebrarse y a derretirse. El calor era tan insoportable que podría causar quemaduras en la piel de cualquier humano, sin embargo la antigua reina de Breraniel se sentía bien; el mayordomo, en cambio, se cubrió de llamas, pero seguía parado, sin inmutarse. La pregunta: «¿Qué sucede?», recorrió repetidas veces su cabeza, sin poder hallar una respuesta. Una voz conocida la hizo reaccionar, era la de aquel niñato que se había encontrado en «Colmillo de lobo», el heredero al trono de Icemeet, Wille: ―Estás a salvo ―dijo estando a su lado. ―¿Qué es todo esto? ―preguntó incrédula. Una silueta descendió desde el cielo, y con un gesto de su mano los dragones se convirtieron en vapor. La luz se redujo y Evalie pudo ver su figura, era un hombre joven, de apariencia extraña, como si fuese un hibrido entre una oveja y un humano. Llevaba una vestimenta indefinible, formada de luz pura. ―Humano incauto ―se dirigió a Ollard―. A partir de hoy, Wille y Evalie son mis avatares de luz. Corrige tus acciones, sino quieres enfrentar la ira de un dios. Aquel divino ser tenía un nombre. Uno de los más temidos y a la vez más amados de los diez dioses: Krero. ―Llévatelos. ―Ollard hizo un gesto con la mano y se giró, adentrándose al palacio de gobierno por la puerta principal. ―¿Qué pasó aquí? ―preguntó la mujer. ―Me enteré de lo que sucedió en Breraniel y entré en crisis, yo fui el culpable al darte información, al caer en los juegos de Celin. Mis investigaciones científicas y tecnológicas no podían salvarte, así que tuve que recurrir a algo más, usé mis conocimientos sobre magia y los dioses para invocar a Krero y ofrecernos como sus avatares. ―La mirada proyectaba una mezcla de emociones entre odio, enojo, resignación y gratificación―. Lo siento, sé que no pedí tu opinión, pero era la única forma de mantenerte con vida y de poder buscar cumplir tu objetivo, para el que te di mi palabra. ―Gracias. Al final resultó que no eras tan inútil como lo pensé. Sonrió, sabía que en esa situación sólo podía resignarse y aceptarlo. Su motivo para llegar a ese lugar era encontrar a su hermana, todo lo demás era secundario; y si de esa forma tenía más tiempo para hacerlo, no había nada más que decir. La sonrisa fue devuelta por el inseguro joven. ―¿Han terminado? ―preguntó el dios―. A partir de hoy están a mi servicio, sus labores serán extensas. Qué ironía. Ella esperaba un pequeño rayo de luz y ahora que tenía toda la luz delante, se seguía sintiendo pérdida en la oscuridad del desconocimiento.
Hola MidnightMoon. Ya veo, ahora entiendo. ¡Hiciste un mapa! Que emoción, ahora podré entender mucho más los diferentes reinos que apareceran a lo largo de la historia. Muchas gracias, te quedó muy bien. Sí que le has dado un giro inesperado, adoro las sorpresas y más de esta índole. Me encanta esta historia, es justamente lo que buscaba leer dentro del foro. Quisiera poder escribir así de bien, todo lo narras de una manera tan exquisita que me facilita el poder imaginarme todo lo que sucede. Me encantan los dragones con aliento de hielo, me gustaba la idea que estos le obedecieran a una mujer como Evalie; pero mira que al último momento estos no la obedecerian y que tratarían de matarla. Oh, todo ese poder que tuvo se le volteo creo que ha de haber sido horrible para ella. El mayordomo Ollard, me lo he imaginado como un hombre de edad madura y con miles de cicatrices por batallas, con la piel morena y curtida. Mayordomo o no, creo que es un soldado o un guerrero con el poder de invocar el fuego para su defensa y ataque. Pero no creí que sería más poderoso que Evalie, me dejaste ver lo inofensiva y frágil que puede llegar a ser esta mujer. Y el final del capítulo fue bastante bueno. Evalie está a punto de morir a mano de sus amigos y llega Wille con una onda de fuego y calor para protegerla del frio. Y resulta ser que Wille y ella son "protegidos" por un Dios, el cual creo que es uno de los más importantes. La traición fue la idea principal por parte de Celin y la hermana de Evalie. Eso fue dramático para la mujer. Los personajes a pesar de que sean humanos, tienen tanta fuerza que crees que son totalmente mágicos y sacados de algún libro o leyenda de fantasía. MidnightMoon esta historia está buenísima, justo como a mi me gustan. Tiene muchas influencias, posiblemete de Tolkien o de Poul Anderson, me gusta mucho. Espero que Wille a pesar de ser joven pueda enfrentarse a los diferentes problemas que se le crucen en su camino. MidnightMoon te has comido una letra. Mira que nunca estoy al pendiente de errores de esta índole, pero me es imposible no distraerme con mi género favorito. Nos estamos leyendo, espero en verdad que tengas mucha suerte. Ah... y la frase de al último fue encantadora.
Un estupendo capítulo porque me ha encantado su avance, sin que la historia se haga eterna en el sentido de que se estanque en las mismas escenas, lo que la haría un tanto aburrida, sin embargo, este giro que le has dado, es genial. No sólo nos has mostrado a dos personajes nuevos, sino que los has descrito de tal manera, que pude imaginarmelos a la perfección, sobre todo a Ollard, cuyo poder me ha parecido formidable, lo que sin duda es bueno que tenga esa reticencia a matar de forma indiscriminada, porque con su poder, podría hacer cualquier cosa. Por otro lado, me sorprendió el plan tan inteligente de Celin para apoderarse del Reino de Evalie, la que sin duda fue muy afortunada al recibir la inesperada ayuda de Wille mediante ese Dios. Ahora ambos han quedado a su servicio, lo que hace que el final de este capítulo quedé intrigante. Buena narración y ortografía. Espero el capítulo que sigue. Saludos.