[Christmas Dead] Estrella de Navidad

Tema en 'Relatos' iniciado por Usagi-chan, 28 Diciembre 2015.

  1.  
    Usagi-chan

    Usagi-chan Bunny Bunny

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    Título:
    [Christmas Dead] Estrella de Navidad
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2743
    ESTRELLA DE NAVIDAD / CHRISTMAS STAR

    Diminutos copos de nieve descendían sin prisa desde el cielo, abarcando lenta pero constantemente cada vez más partes del paisaje frente a sus ojos. Las corrientes de viento helado que acompañaban el artístico descenso se colaban sigilosas a través de la madera podrida y el cristal partido de la ventana que en vano había intentado recubrir con un trozo gastado de tela.

    Tenía los miembros del cuerpo entumecidos por el frío a pesar de que había conseguido improvisar un abrigo con la tela sobrante del parche de la ventana. Sin embargo, no tenía razón válida para quejarse. Su estómago se moría de hambre a juzgar por los retorcijones y extraños gruñidos que lanzaba sin cesar pero no era algo nuevo para ella. Había aprendido desde que tenía muchos menos años que los 10 que tenía en la actualidad a sobrevivir, y hablar en tercera persona de sus órganos como si se trataran de un agente externo con vida propia era tan sólo una de las herramientas que más le habían servido.

    — “A todos los supervivientes que siguen ahí afuera, no se den por vencidos. Nos encontramos en la víspera de Navidad en donde los milagros son posibles. Recuerden que no están solos”.

    La pequeña inclinó ligeramente la cabeza escuchando cómo lentamente se iba apagando la ronca voz del exterior. Era una niña muy inteligente y sabía que el mensaje venía del grupo de refugiados que tenían su base en la estación de radio a un par de calles de donde ella se encontraba. Una vez le habían ofrecido asilo pero ella se había escapado, temerosa de las atrocidades que eran capaces de cometer los seres humanos cuando se trataba de vivir o morir.

    — Alice, pronto será Navidad. — susurró bajito a su única acompañante. — Tenemos que preparar una gran cena para celebrar e irnos a dormir temprano porque si no, Santa Claus no podrá venir a traernos regalos.

    Emocionada por la festividad que tan cercana se encontraba, sostuvo con mayor fuerza a su acompañante y luchando contra el frío en sus dedos, comenzó a peinar los gruesos hilos de estambre que formaban el cabello rubio de la otra figura. Satisfecha con el resultado, observó detenidamente los ojos en forma de botón que la miraban y se tomó un par de momentos más para acomodar adecuadamente la ropa de Alice y dejarla completamente presentable en caso de que llegara tarde con la cena y no fuera capaz de ayudarla a alistarse antes de la hora indicada.

    — ¡Te ves preciosa, Alice! — chilló emocionada.

    Un crujido en el exterior, sin embargo, la hizo callar con prontitud. Por un breve momento había olvidado que ellas no estaban solas después de todo. Con cuidado, dejó a su amiga Alice sobre su sillita y avanzó con pasos sigilosos hacia una de las únicas ventanas que no había tenido que remendar. Afuera, sobre el paisaje blanco que había creado la nieve se movía mucho más lento de lo habitual uno de aquellos seres deformes que habían tomado el control del mundo entero.

    — ¿Tendrá frío? — se preguntó curiosa.

    Entonces la mirada vidriosa cubierta por esa capa que le recordaba ligeramente a una telaraña se clavó sobre ella, robándole el aliento. No importaba cuántas veces al día se encontrara con esa horribles personas, el miedo que le producían seguía siendo inmenso, incluso a pesar de que la curiosidad peleaba por sobreponerse a éste.

    — Alice, saldré un momento. — susurró bajito mientras volvía hasta la sala y tomaba el bolsito roto que había encontrado en un basurero. — Volveré pronto con la cena.

    Se pasó las manos con rapidez por los largos mechones oscuros de su propio cabello para encontrarse lo más presentable posible y enrolló con mayor fuerza la tela que fungía como su abrigo. No creía que una tormenta de nieve estuviera cerca pero el frío ya le calaba los huesos, no quería correr mayores riesgos.

    Una vez satisfecha con los arreglos, besó con suavidad la frente mugrienta de la muñeca de trapo que era su mejor amiga y se acercó a la salida. A punto de abrir la puerta para emprender su marcha, un destello morado a su derecha llamó su atención. Sonriente, se acercó al objeto y lo sostuvo con sumo cuidado para depositarlo en el lugar de donde había caído.

    — El viento debió tirar una de las esferas de nuestro arbolito, Ali. — refunfuñó haciendo un mohín. — Viento malo.

    Con cuidado excepcional posó la esfera sobre una de las delgadísimas ramas a su alcance y observó desde diversos ángulos su creación hasta quedar satisfecha. Ubicada en la esquina de la pequeña sala que conformaba su hogar se alzaba sobre una base formada de libros un delgadísimo tronco de cuya cabeza se extendían tres ramas viejas y frágiles de lo que alguna vez fue un pino. Sobre la punta del par de ramas laterales colgaba una esfera morada y una dorada que se balanceaban incontroladamente mientras que alrededor del tronco se enredaban un par de hilos de colores que intentaban darle vida.

    — ¡La cena! — recordó después de un tiempo de permanecer admirando su pequeño pero hermoso árbol de Navidad.

    Sin esperar más, salió apresuradamente de su hogar y se deslizó sigilosa por los pasillos del destartalado complejo de apartamentos donde vivía. Recordaba con precisa exactitud las puertas y rincones que debía evitar si no quería toparse de frente con aquellas criaturas pero aún así se esforzaba por moverse en silencio.

    Abandonar el edificio no le supuso ningún esfuerzo, sin embargo, una vez que cruzó la acera y consiguió llegar al supermercado más cercano, supo que había algo mal en el ambiente. No eran muchos los zombies que vagaban por aquellos pasajes en donde el terreno se hundía bajo los pies por la nieve pero ese día había un número sumamente mayor de ellos moviéndose con pasos torpes por las calles.

    — ¡Ayúdennos, por favor! — irrumpió en sus pensamientos el grito de una mujer.

    Una serie de disparos lo acompañaron segundos después y la niña abrió los ojos horrorizada mientras más se acercaba a la escena. Los zombies, como llamaban a esas criaturas, nunca la habían aterrorizada tanto como un ser humano en pleno uso de sus facultades, sin embargo, las balas eran otra cosa.

    — Mierda, vienen cada vez más.

    — No vamos a conseguirlo. — gimió aterrada la mujer rubia que acompañaba al hombre con la enorme escopeta.

    Otra ronda de disparos la enviaron a esconderse en un rincón, con las manos cubriendo sus oídos para no escuchar las detonaciones. Más gritos rompieron el silencio de esa tarde conforme la pareja comenzaba a darse cuenta de que no tenían escapatoria y más criaturas se arrastraban hasta la fuente de vida que era su alimento favorito.

    — ¡Ayuda!

    La niña presionó más fuerte sus oídos con las palmas de sus manos y se concentró en repasar una vieja melodía que su madre le cantaba cuando las pesadillas no la dejaban dormir por la noche. Gritos desgarradores y el sonido de miembros siendo desgarrados llegaron a colarse a través de las ranuras en su piel pero finalmente cesaron.

    — No están muertos, no están muertos. — gimió con la esperanza de convencerse.

    Sin resistirlo más, echó un vistazo a la escena y se mordió la lengua para no gritar. La nieve bajo los cuerpos había comenzado a teñirse de un enfermizo tono escarlata conforme las criaturas se alejaban saciadas. Sin embargo, la niña todavía se mantuvo en su escondite hasta perderlos de vista y hasta entonces comenzó a acercarse con pasos vacilantes a los restos carcomidos de los cuerpos.

    Sintió de inmediato que el estómago se le revolvía cuando rodeó los restos humanos pero se mantuvo firme mientras continuaba avanzando rumbo al interior del supermercado. Dentro no había rastro alguno de las criaturas pero de todos modos se apresuró en recoger las provisiones que había ido a buscar. Una lata de duraznos en almíbar y dos latas más pequeñas de atún después, estaba lista para marcharse. En casa aún le quedaban un par de galletas que podría utilizar para hacer pequeños emparedados de atún y los duraznos servirían para el postre.

    Complacida con sus hallazgos y el plan para la cena, dio media vuelta y entonces lo vio. Un cuerpo cubierto de llagas que rezumaban pus y despedían un olor desagradable se encontraba parado directamente frente a ella. Un largo hilo de baba rojiza caía de su boca salpicando su ropa desgarrada mientras emitía una serie de sonidos guturales que la asustaron. Retrocedió un paso para alejarse de él cuando una de las latas de atún resbaló de sus manos y el sonido tintineante llamó la atención del ser sobre ella.

    — Por favor, no... — suplicó aterrorizada.

    El zombie frente a ella emitió otra serie de sonidos inteligibles y se abalanzó en su dirección. Poco dispuesta a perder el resto de su cena navideña, agarró con mayor fuerza las latas y girando en la dirección contraria, comenzó a correr como si su vida dependiera de ello. La criatura la siguió con una rapidez que nunca antes le había visto a esos seres tan torpes y por un momento temió que realmente sería su final. No tardó mucho en tropezar con un extraño líquido que cubría la losa del suelo y caer con dureza.

    La desagradable figura comenzó a cernirse sobre ella y las lágrimas acudieron a sus ojos junto con una profunda tristeza. Ya no podría volver a casa para celebrar Navidad con su amiga Alice y esperar los regalos que pudiera llevarles ese año el enorme hombre vestido de rojo. No podría volver a decorar su bonito árbol navideño, ni asomarse a la ventana esperanzada de toparse con una serie de renos tirando del trineo de Santa durante la noche. Ya no podría hacer nada más.

    — Ayúdenme, por favor... — lloró en silencio.

    Un suave ladrido alcanzó sus canales auditivos cuando ya resignada a morir cerraba los ojos. Poco después, cuando el zombie estaba por lanzarse por el pequeño cuerpo a su alcance, un segundo ladrido llamó su atención. Por inercia y mero instinto, cambió de dirección y comenzó a deslizarse hacia la fuente del sonido.

    La pequeña niña no perdió el tiempo, se puso en pie sosteniendo con firmeza las únicas dos latas que le quedaban y corrió hacia el lado contrario de la criatura. Llegada a la entrada del supermercado se encontró de frente con su salvador, un pequeño cachorro de grandes ojos azules que parecía ser más pelo esponjoso que feroz depredador.

    — Ven aquí. — lo llamó temerosa de que el zombie lo alcanzara primero. — Ven.

    El cachorro continuó ladrando a todo pulmón sin obedecer a su llamado. La niña captó de reojo el movimiento de la criatura podrida que cada vez se acercaba más al animal y tomó una decisión. Dejando sobre el suelo la lata de duraznos que había tomado, se guardó en la bolsa el atún y echó a correr hacia la bola de pelos. Al alcanzarla la alzó entre sus brazos y sin detenerse a nada más, salió del supermercado.

    Tuvo que saltar sobre los restos de la pareja humana resbalando con la sangre derramada en una ocasión y manchado sus vestimentas en su prisa por alejarse, pero no le importó. Continuó corriendo lo más rápido que le fue posible mientras sentía entre sus manos la suavidad esponjosa del pelo del cachorro y sentía su cola golpear emocionada contra uno de sus costados.

    Cuando finalmente se detuvo a pocos metros del edificio de apartamentos, le ardían los pulmones y respirar le era sumamente doloroso pero el alivio de verse libre de la criatura comenzaba a extenderse por su pecho. De ese modo, recuperando la precaución y sigilo que la caracterizaban, se las arregló para volver al interior de su casa con el cachorro en brazos y tras cerrar la puerta tras de sí, suspiró aliviada.

    — ¡Estoy en casa! — anunció feliz obteniendo un ladrido del cachorro en respuesta. — Bienvenido a casa tu también. Me llamo Lizzie y esa de allá es Alice. ¿Cómo te llamas tú?

    Esperó paciente a que el cachorro respondiera pero le fue imposible descifrar la serie de ladridos que lanzó. Pensativa se movió hacia la cocina y sacó de su desgastado bolso la única lata que había conseguido rescatar. Tomó de la mesa el paquete con las pocas galletas que le quedaban y se apresuró a preparar sus emparedados para la cena de Navidad.

    Finalizada su tarea, tomó el juego de té infantil hecho de un plástico color rosado que había conseguido poco después de que la gente comenzara a morir y dispuso la mesita central de la sala como mejor le pareció para tan importante evento.

    — Lo siento, Alice. — se disculpó mientras terminaba de acomodar cuatro sillas alrededor de la mesita. — No pude traer nuestro postre favorito pero tenemos emparedados de atún y un nuevo invitado a la cena. Se llama Wolffy. Bueno, no sé si se llama así pero me gusta ese nombre para él porque luce como un lobito.

    Volteó hacia todos lados en búsqueda de su nuevo amigo para presentarlo pero no lo encontró. Asustada de que pudiera meterse nuevamente en problemas, comenzó a llamarlo sin resultado alguno.

    — ¿Wolffy?

    El sonido de papel siendo desgarrado y de uñas raspando madera proveniente de una de las habitaciones la alertaron del peligro. Con pasos vacilantes se movió en dirección a la fuente del sonido y pronto encontró al cachorro tirando muy concentrado de alguna cosa enterrada bajo un montón de viejas y polvorientas cajas.

    — ¿Qué tienes ahí, Wolffy?

    Se acercó un par de pasos más hacia el animal y poco después salió disparada con todo y cachorro cuando el objeto que luchaba por sacar de su escondite finalmente fue arrancado de su prisión. Riendo ante la caída y los graciosos estornudos de su amigo, estiró el brazo y tomó entre sus dedos la presa del animal.

    Una pequeña y puntiaguda figura en forma de estrella brillo suavemente sobre la palma de su mano. Era apenas una pequeña pieza de plástico cuyo tono dorado se había apagado a pesar de que los ligeros destellos de la poca brillantina que le quedaban se esforzaban por darle vida.

    No era ni por mucho una obra de arte pero para Lizzie era como haber descubierto un hermoso tesoro, así que encantada con el regalo que su nuevo amigo le había dado, se apresuró hacia el árbol de Navidad que había adornado en la sala y con toda la ceremonia y cuidado que le fue posible, colocó la puntiaguda figura en la cima de la rama central.

    — ¡Nuestro árbol está completo! — chilló más emocionada que nunca antes mientras daba pequeños saltitos.

    Sin borrar la enorme sonrisa de su rostro, volvió a tomar al cachorro entre sus brazos y tras darle un fuerte abrazo, lo sentó sobre una de las tres sillas que no estaban ocupadas. Volvió a la cocina sin dejar de danzar y tras un par de minutos más, regresó sosteniendo entre sus brazos el desgatado marco de una fotografía que apoyó en una tercera silla.

    — Ahora que estamos todos juntos, podemos cenar. — anunció. — No olvidemos agradecer por éste delicioso banquete que hemos preparado para celebrar, ni por habernos permitido estar juntos una Navidad más. ¿Alguien más quiere decir algo?

    Un par de ladridos por parte del cachorro fue suficiente para dar por concluido el ritual de agradecimiento. Pronto, Lizzie repartió los emparedados de atún hechos de galleta y sonrió mostrando los dientes a sus acompañantes.

    Efectivamente, era tan sólo una niña que había perdido a su familia incluso mucho tiempo antes de que el “Día Final” llegara, una chica que debía luchar diariamente por sobrevivir en un mundo donde los más grandes monstruos no eran los zombies que se comían a las personas sino los pocos sobrevivientes que pasaban sobre otros para sobrevivir, y aunque era probable que jamás recuperara su infancia, no podía sentirse más feliz que ahora.

    A diferencia de lo que habían creído las personas del refugio en la estación de radio aquella vez, Lizzie no estaba sola. Tenía consigo a Alice y a su familia presente en una fotografía y ese mismo día, en la víspera de la Navidad como si de un milagro se tratara, no sólo había sido salvada por un hermoso cachorro, sino que además, había encontrado un superviviente más que trajo junto con su juguetona presencia a la estrella más bonita de todas.
    “¿Qué más podía pedirle a Santa Claus?”
     
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  2.  
    Manuvalk

    Manuvalk el ahora es efímero

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    Que decir. Es genial. Me ha fascinado. Me encanta tu forma de narrar, explicando lo que hay y sucede alrededor de la niña. Ya además, una historia muy bien estructura en mí opinión. De lo mejor que he leído :D no sé que más decir, es increíble, me ha encantado, ¡carajo! XD en serio, te has lucido con éste fic :) ¡Gracias por participar!

    5/5
     
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    Fénix Kazeblade

    Fénix Kazeblade Creador de mundos Comentarista destacado

    Cáncer
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    Supiste organizar cada parte del fic para que funcione de una manera perfecta, para que las reacciones surgan, te mantengan al borde de cada suceso y aunque es algo de cierto modo esperando, te conmueve. ¿Qué más que decir?. Excelente.

    Te agradece por participar, tu amigable vecino, amigo y escritor Fenix Parker.

    5/5
     
    Última edición: 11 Enero 2016
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  4.  
    Rayner

    Rayner Visto por última vez siendo increíble

    Cáncer
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    He leido poco pero esto sin duda es fantastico, una historia conmovedora y bien escrita.
     
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    Usagi-chan

    Usagi-chan Bunny Bunny

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    Muchas gracias a los 3 por sus comentarios :3
     
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