Hellboy Chispita [hellboy]

Ese inconfundible sonido del crepitar de las llamas ululando protagonistas de constantes pesadillas de su juventud llegó a los oídos de Elizabeth Sherman, mientras habría sus ojos luego de despertar en el sofá de la sala, intentando recordar en qué momento se había quedado dormida.

Observó a su alrededor, tenía que asegurarse que no provinieran de ella, el sonido crecía en intensidad a cada segundo. Hace años que llevaba una vida tranquila al lado de Hellboy lejos de todo peligro, criatura del inframundo y misión secreta, se habían mudado a una casita del campo donde habían forjado con amor su hogar. La vida campirana en ocasiones era demasiado lenta para el enorme demonio rojo que había crecido en medio de la acción, entre bases militares y lugares secretos, por lo que de vez en cuando salía a llevar una pequeña aventura con su compañero y amigo de siempre Abe Sapien, a Liz no le parecía tan malo “algunos hombres salen a tomar una copa con los amigos los fines de semana, el mío a cazar monstruos, cada quien tiene lo suyo”solía decir. Después de todo era cariñoso y atento con ella, hasta se había empeñado a ser un padre, no es como alguna vez lo hubiera dudado, de alguna forma, le quedaba el papel. Si, tenían ya una hija, tenía unos seis años y uno más, venía en camino.

¡Su hija!

Eso era, si las llamas no provenían de cuerpo, entonces debían provenir de ella. Esta idea la horrorizó, se recordó a si misma el día de la tragedia donde arrasó sin control con su casa y más de medio vecindario, la culpa, la impotencia al ver brotar esas llamaradas de su cuerpo sin parar.

—¡Tabitha! —exclamó mientras salía de la casa a toda velocidad, desesperada.

Giró su cuerpo hacia los alrededores esperando encontrarla, deseando llegar a tiempo. Casi mantenía la esperanza que las habilidades que ella poseía no las hubiese heredado la pequeña, en los últimos años había hecho muchas cosas buenas con sus poderes y el mismo Hellboy le había convencido que era algo bueno, pero esa obsesión de normalidad siempre había permanecido susurrando al oído, si ella no podía tenerla, lo hubiera querido así para su hija.


—¡Tabitha!, ¡Tabitha! —repetía sin cesar corriendo entre la maleza.


Estaba por darse por vencida, cuando observó en el pasto unas pequeñas huellas oscuras de maleza chamuscada y acto seguido a este el chasqueo ígneo de la flamas como un rugido refulgente resplandeciendo en unos metros de ella.

Elizabeth sintió que su corazón escapaba de su pecho, el aliento se entrecortaba y por su espina dorsal recorría un terrible escalofrío, en el momento en el que presenció lo siguiente. Tabitha su pequeña hija de seis años, se encontraba por completo envuelta en llamas de un azul eléctrico, moviéndose rápidamente de un lado a otro, se vio impulsada a lanzarse sobre ella cuando vio que lanzaba unos pequeños grititos, pensando lo peor.

Pero entonces, lo entendió, ya menos de un metro de ella. La niña estaba bailando, con la gracia y sutileza de una princesa, la pequeña se movía rítmicamente ante el danzar de una canción imaginaria mientras que el viento hacia revolotear su cabello de un rojo intenso que emulaba la piel de su padre, riendo completamente divertida. Y el fuego que efectivamente emergía de su ser, estaba materializado en un pequeño pajecito vestido a detalle con una levita abotonada hasta el cuello como todo un príncipe que caballerosamente la guiaba con sus manos a través de ese danzar de ensueño.

Tabitha observó de pronto que el caballerito ígneo que había creado para ella, se separa sorpresivamente, este daba una leve reverencia y generaba de entre sus manos una pequeña rosa incandescente que la niña tomaba en sus manos, casi apenada.

Al voltear su mirada observaba a su madre sonriéndole con los ojos desprendiendo algunas cuantas gotitas al viento, extendiendo su mano hacia ella, la niña gustosa corría hacia ella y la abrazaba.

Mientras Elizabeth acariciaba el cabello de Tabitha y ella se acurrucaba entre sus brazos, Liz entendió que su vida ahora era por completo distinta, que aquel miedo y terror que el fuego le había provocado en su niñez jamás se acercaría a su pequeña, pues el amor que le profesaban la protegería por siempre.

Contenido oculto

El nombre clave Elizabeth Sherman era "Chispas". Se puede ver que se lo dice Mayers en la primera película, entonces su hija es Chispita ^^.