One-shot Children Playing in the Fields [Genso Suikoden II]

Tema en 'Fanfics sobre Videojuegos y Visual Novels' iniciado por Luncheon Ticket, 5 Junio 2020.

  1.  
    Luncheon Ticket

    Luncheon Ticket THE BE(a)ST

    Virgo
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    Título:
    Children Playing in the Fields [Genso Suikoden II]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1362



    Este era uno de esos días de primavera en el que el sol iluminaba gustoso las montañas, las laderas, los ríos y las estructuras de aquella villa, la cual, mediante un gran puente que estaba en su costado oeste, conectaba su paso hasta otras tierras. Toto era el nombre de ese pequeño poblado, compuesto por casas rústicas con tejados oscuros y paredes de barro liso. Ubicada en la región de Dunan, muchos viajeros solían llegar allí con el propósito de cruzar hasta la gran ciudadela de Muse, su vecina más próxima. Los pueblerinos pasaban las horas de la tarde haciendo sus quehaceres, mientras que sus niños, ya con la barriga satisfecha por el almuerzo, ocupaban su tiempo libre jugando entre las calles de arena. Las risas infantiles solían acaparar las horas de la tarde, y es que la tranquilidad verdaderamente reinaba en ese lugar como en ningún otro.

    —¡Ahora es el turno de Pilika! —gritó Lucius, un jovenzuelo de cabello encrespado, atuendo muy humilde y rodillas raspadas—. Apuesto lo que sea a que no logra ganarme, incluso la crema dulce que mi mamá me prepara en la merienda.

    El grupo de pequeñuelos, entre corridas y ocurrencias divertidas, estaba en medio de una competencia por ver quién arrojaba una piedra más lejos. Como siempre, Lucius era quien estaba en clara ventaja, habiendo lanzado su roca más allá del gran muro que rodeaba el pueblo. Su rival, una niña de cabellera corta y que lucía un vestido de una pieza de color rojo con bordes rosados, caminó unos pasos hacia adelante y, recogiendo un fragmento de ladrillo del suelo, aceptó el desafío. Los demás se quedaron quietos en ese momento, a la espera de ver qué sucedía. Lucius sonrió sobradamente, mientras se pasaba su dedo índice por debajo de la nariz; estaba confiado, ella no podría superarle. Pilika juntó valor, separó sus piernas, alzó su brazo, y tiró el fragmento con todas sus fuerzas. Éste voló por los aires formando un arco, hasta casi alcanzar la parte superior del muro. Pero disminuyó su trayectoria, golpeando el borde para rebotar y aterrizar sobre la tierra, justo a poco más de un metro de ella. Todos a su alrededor estallaron en carcajadas.

    —¡Lo sabía! —festejó el chico, dando unos saltitos de júbilo—. Nunca puedes ganar en nada, solo eres una tonta.

    —¡El tonto eres tú! —se ofuscó la pequeña, propinándole un empujón a quien se burlaba de ella.

    Él ni tomó en cuenta la ofensa, aun habiendo caído al suelo. Una victoria fortuita tenía más peso que un arrebato como ese. Se levantó de inmediato para decidir qué harían a continuación, como si quisiera llevar a cabo por enésima vez su papel de líder nato.

    —¡Oigan, chicos! ¡Vamos hasta la entrada del bosque! —vociferó, entre entusiasmado e imperante, antes de salir corriendo.

    Los demás mocosos le siguieron con gritos y risas, exceptuado Pilika. Sus padres siempre le recordaban que no debía ir hasta el bosque, ni siquiera cerca de la entrada, porque allí habitaban todo tipo de criaturas peligrosas. Ella no desobedecería aquellas palabras, puesto que la habían educado con suma probidad. No le importaba quedarse sola, si así debía ser. Levantó sus hombros, en un ademán de que le daba igual. Agarró su oso de felpa que estaba cerca para ir hasta su casa, cuando su mirada se cruzó un muchacho de aspecto gentil. Reconocería esa cabellera castaña que se rematada en una cola de caballo en cualquier parte. Y no era para menos, ella misma había sido la causante de que se le rescatara de las aguas que pasaban bajo el puente, cuando estaba flotando inconsciente cerca de la orilla. Aceleró el paso hacia él, para darle un abrazo.

    —¡Tío Jowy! —lo llamaba de esa manera, a pesar de no tener ningún tipo de vínculo filiar, tal era el cariño y el afecto que su corazón sentía—. Partes hacia Muse, ¿no?

    —Sí, como te lo he prometido, ya he terminado con los preparativos para la travesía —respondió el joven, agachándose para acariciarle la cabecita—. Riou, Nanami, unos amigos y yo iremos a traerte…, bueno, ya lo sabes —y le dedicó una sonrisa cómplice, sin querer revelar el motivo de su viaje.

    Pilika correspondió esa seña guiñando un ojo. Unos momentos antes de salir a jugar, le había encargado a su tío que por favor le comprase un amuleto de madera para su padre por su cumpleaños, objeto que solo se conseguía en una de las tiendas de la ciudad fortificada. Ella no podría ir a conseguir el obsequio por su cuenta, ya que el camino era relativamente peligroso. No era el caso de su tío Jowy y sus acompañantes, quienes contaban con una buena experiencia en técnicas de combate. Uno a uno, los miembros del grupo fueron dedicándole un hasta luego a la jovencita, quien se quedó saludándolos mientras se iban. Con la carita risueña, se imaginó la grata sorpresa que sentiría Marx, su padre, al recibir su regalo. Lo mismo con Joanna, su adorada madre.

    Pero los recuerdos se tiñeron de un rojo atroz. De repente había humo negro y llamas por doquier. En el ambiente había gritos desgarradores de dolor y sufrimiento. Las despiadadas espadas de los soldados de Highland atravesaban cruelmente los cuerpos de los inofensivos habitantes. Algunos se entregaban a la desesperación al ver a sus familiares ya fenecidos. Una madre que estaba arrodillada frente a su casa cubierta por el fuego, sollozaba sosteniendo a su hijo en brazos, quien tenía el pelo encrespado, las rodillas raspadas y el corazón sin latir desde hacía unos minutos, producto de una flecha que se clavó en su pecho. Marx y Joanna estaban recostados en el suelo, debajo de sus cadáveres se divisaba un charco de sangre. Ambos habían muerto tomándose de la mano, con la esperanza de haber salvado a su pequeña hija aún a costa de sus vidas, resguardándola del metal de sus asesinos.

    Y ella, la única que aún respiraba al día siguiente de la tragedia. Ella, atestiguando las paredes derruidas, el gélido silencio de la muerte, los maderos en ascuas, las efigies que ya no se movían. Ella, que había salido de su escondite solo para ver la cara pútrida y deleznable que exhibía el monstruo de la guerra, el que se alimentaba del odio y el rencor hacia el prójimo. Ella, cuyos ojos se empañaron por las lágrimas al haber perdido el mayor de sus tesoros: la paz. Una existencia sin preocupaciones. Su amada familia.

    —Buen día, Pilika —una voz amable la despertó de su ensimismamiento.

    Se trataba de Jowy, quien ahora era el rey de la nación de Highland, al haber desposado a la princesa Jillia Blight. Él llevaba un atuendo de gala, al igual que la jovencita, a quien consideraba como su hija adoptiva. Pilika tenía la mirada constantemente oscurecida, ya no había vuelto a pronunciar palabra alguna desde el shock considerable que había tenido por presenciar aquellos momentos tan terribles. La desgraciada invasión a su pueblo, el asedio de la fortaleza de los mercenarios y la conquista de Muse. Sus labios habían enmudecido, al igual que la alegría en su corazón. Los días de felicidad solo eran eso, un bello recuerdo que jamás se podría recuperar. La gran alcoba contaba con una amplia cama, adornada con cortinas blancas. La luz del día llegaba a través de unos inmensos ventanales y a lo lejos se escuchaba el ruido de unos fuegos artificiales. La niña estaba sentada al borde de su lecho con una expresión impertérrita, como si fuera una muñeca sin alma.

    —Vamos, no falta mucho para que comience la ceremonia de congregación de las tropas del reino—continuó él, desde la puerta.

    Ella se puso de pie y le siguió a paso lento. Él era el único familiar que le quedaba, el único en quien podía confiar sin temer nada. Para bien o para mal, estaría siempre a su lado. Ahora solo se tenían el uno para el otro.



     
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    K i m c h i

    K i m c h i Gatita mágica Comentarista empedernido

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    El principio fue de lo más tierno y la verdad me dio un poco de lástima la pequeña Pilika por algo tan simple como no saber lanzar piedras, tenía ganas de abrazarla y llevarla a jugar a otro lado. Pero era algo completamente inocente, incluso la parte en la que Jowy la saluda y parte con sus compañeros.

    La segunda mitad fue el golpe más duro que he sufrido en tus historias, no había nada que me preparara para eso, incluso cuando comenzó imaginaba que Jowy había muerto en su travesía... Nada que se acercara a la terrible realidad. Me encantó ese contraste tan fuerte entre las dos primeras partes.

    El final es algo agridulce, ahora no siento que ella esté del todo segura con Jowy ni tampoco viendo el ejército que le quitó todo, incluida su inocencia.

    Fue tremendo y me encantó owo
     
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    Luncheon Ticket

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    Virgo
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    Este relato fue concebido hace tiempo como una manera de hacer más "variado" los temas de este subforo al margen de títulos de J-RPG como Final Fantasy VII.
    Y es que, a pesar de la popularidad de la mítica saga de Square-Enix (antes, Squaresoft), puedo afirmar sin temor a equivocarme que la franquicia Genso Suikoden prácticamente le pisa los talones, sobre todo la segunda entrega (yo incluso opino que estaría a la par de FFVII y afines). La historia, la cantidad de personajes, las situaciones, las mecánicas, los secretos... todo es genial. Súper recomendable (si es que un día se te da por perder varios horas con la ayuda de un buen emulador de PSX/PSOne).
    En cuanto a Pilika, te puedo decir que a pesar de las desgracias, su historia tuvo un final feliz. Bueno... si es que en el juego, el jugador cumple con ciertos requisitos (que sí, que éste es un juego con múltiples finales, dependiendo de las decisiones que se tomen).
    Como siempre, me alegra ver que te gustan estos relatos. También me parece genial leerte.
    Un saludo.
    ;D!
     
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  1. VeraWolfe
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