Checkmate

¿Cómo llegue aquí? ¿En qué punto la vida se hizo tan difícil? ¿Cuál fue el día o la fecha en la que mi mente fue arrastrada a pensamientos de tortura? ¿Cuando mi vida adquirió tanto color verde chillón?*. Estando en este punto, cuando casi estaba por derrumbarme y caer, llorar, gemir y gritar; no sabía exactamente que hacer o cual camino seguir, mi vida había dejado de tener ese brillo carmesí* intenso que tanto me gustaba que tuviese, brillo que para mi representaba la felicidad y la dicha aun cuando no tuviese todo lo que en realidad quería. Sin embargo ahora que lo tengo casi todo, no hay felicidad, no hay comodidad, solo hay dolor.

Tome un trago largo al café que hacía pocos minutos la hermosa, pero antipática mesera me había dejado sobre la pequeña mesita de color crema que frente a mí se encontraba. Irónicamente la taza tenía ese estúpido mensaje de “Sonríe”, sonreír en estos momentos para mí era peor que enfrentarme a un ejército yo solo, con un arma descargada y una navaja oxidada.

Un suspiro exhalo por mi boca ¿O fue por mi nariz? ¡Já! Hasta la mismísima percepción física la estaba perdiendo. Pero claro, si mi mente estaba hecha añicos ¿Cómo no lo iban a estar mis emociones? Realmente innecesario eso de que el cerebro controle todos los nervios, podía sentir el dolor de ellos, mis pensamientos tenían vida propia y estaban dispuestos a matarme. No, matarme era muy fácil, yo deseaba la muerte en este momento, ellos estaban haciendo un prologo de lo que el infierno podría llegar a ser, ¿Llegaría yo al primer capítulo de ese prologo? No quería ni pensar que esto que pasaba ahora podría llegar a empeorar.

Una presión en el pecho, un escalofríos que me recorrió de pies a cabeza; dolor en donde la presión estaba, ahora era un escalofríos constante; un nudo en el pecho, donde el dolor estaba luego de la presión, un frio infernal. Mi mente me estaba matando, esos pensamientos que iban en contra de mi voluntad, que querían hacerme creer ser alguien que yo no era, querían que me uniese a ellos para hacerle daño a mi propio cuerpo.

Apreté con fuerza la taza, esperando que el calor que emanaba me quitase el frio de encima, esperando que me reconfortara de cierta manera, pero aun así la taza más bien pareció congelarse a mi toque. Me abrazo, me abrazo tan fuerte que siento que mis propias manos van a perforar mi piel. La gente mi mira, el cajero manda a bajarle intensidad al aire acondicionado, ya quisiera yo que fuese un frio artificial.

No soportaba mas, los sentimientos, las sensaciones, las emociones, todo era demasiado; como si me hubiesen recién convertido en vampiro y aun estuviese lidiando con controlar los sentidos magnificados. Lastimosamente no saldría de esta etapa, no ganaría súper fuerza, ni súper velocidad y mucho menos esa hermosura que caracteriza a los vampiros. Yo solo me iba a quedar en ese estado, sabe solo Dios hasta cuándo.

Me levanto, pago el café con un billete de monto grande y me voy, sin esperar por lo que me tenían que devolver, prácticamente les deje más de lo que ganan a la semana. ¿Qué era el dinero ahora? Ni tener el ultimo automóvil, ni el iPhone de cuarta generación y mucho menos el play station 3 con control inalámbrico que se posaba en casa debajo del televisor pantalla plana LCD, me hacia mejorar. Todo eso ahorita parecía tan solo algo banal y sin sentido, solo quería escapar de esta tortura y poder respirar con alivio una vez más.

Mi caminar es lento y mi dolor es más que evidente, la gente me mira como si estuviese enfermo, algunos incluso se apartan a la acera del frente solo para evitarme. Caigo, sin poder mas, con una lagrima recorriendo mi rostro, mi cuello, hasta ser absorbida por mi playera una vez llego al pecho. Mis rodillas chocan fuerte contra el asfalto, duele, pero no es tan grande como el dolor que vuelve a situarse en mi pecho, ni mucho menos comparado con este frio que para nada se me quitaba. Mis manos tapan mi cara y lloro gimiendo fuerte en pleno mediodía, frente a todos.

Pero en un segundo, como si Dios hubiese estado esperando que tan solo me desahogase, apareció su rostro. Su hermoso e infantil rostro, su sonrisa, su pequeña boca, sus ojos marrones oscuros y su cabello largo y castaño, su mejilla colorada, su nariz perfecta. Un calor invadió todo mi cuerpo, colisiono con el nudo en el pecho y lo deshizo, el frio se fue y mi mente calló. Mi corazón latió más rápido, con más fuerza; mi estomago se contrajo y mas lagrimas cayeron.

Esta vez no eran lágrimas de dolor, eran lágrimas de vergüenza, lágrimas de pena. ¿Cómo podía derrumbarme con ella en mi vida?, ¿Quién la iba a proteger?, ¿Quién la iba amar?, ¿Apoyar? Yo. Mi deber era ser fuerte, era sobrevivir porque ella lo valía todo. Lo valía todo, lo valía todo, lo valía todo, lo vale todo, lo vale todo, lo vale todo, vale todo. Ella vale todo.

Sonreí, golpee el suelo con fuerza, apoye en mis brazos mi peso y me levante. Mire al cielo, limpie mis lagrimas y solo pude decir una sola cosa: “Gracias”. Lucharía por ella, seria fuerte por ella, no me dejaría arrastrar por mi propia mente, seria fuerte, seria fuerte, soy fuerte, soy fuerte, yo puedo, yo puedo. Yo puedo hacerlo, yo decido que hacer con mi vida, con mi cuerpo, lo decido, lo decidí, está decidido.

Comencé a andar, con paso más fluido, con mis brazos moviéndose al son del viento y con una gran sonrisa en mi rostro. Era una nueva persona, con nuevas fuerzas y con una nueva determinación. Había vencido el mal que había en mi, había tomado a mi vida por los cuernos y había ganado por sobre el toro. ¿Solo? No. Dios, ella. Le había hecho jaque mate al rey de las negras, y ahora yo era el victorioso. Yo, el rey de las blancas. King of White.

FIN​

*Comentario por su odio al color verde claro.​

*Comentario por su gusto al color carmesí.​