Celos patológicos

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Klaws, 14 Marzo 2014.

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    Klaws

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    Aries
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    19
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Celos patológicos
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    710
    Celos patológicos…




    No quiero describir lo tortuosa que ha sido o fue mi vida, porque aun entre llantos y dolores desgarradores también disfruté de muchos placeres, la mayoría junto con mi querida Adolfine.


    Quiero confesar, que todo fue por amor; un amor que jamás seres tan comunes podrían entender


    No me arrepiento de nada y si tuviese que hacerlo una vez más; lo haría.

    Juramos amarnos para siempre, mas nunca imaginé, que en este mundo un “para siempre” pudiese durar tan poco…


    Para aclarar; es triste ver como lo que más amas te es arrancado de los brazos y tú; como el más insignificante de los hombres, no puedes hacer o decir algo para revertir tan escabrosa situación.


    Muchos dirán que actué de manera enfermiza y que solo fui un maldito loco, pero ¿Qué sabe la gente del amor?

    Nada.


    No perderé tiempo, mi querida Adolfine me espera…



    Quizás sentí ira al ver como ella defendía ciegamente a aquel maldito paracito ¡mas nunca me ensañe contra ella, nunca quise herirla!


    — ¡Es mi hijo!— gritó.


    — ¡Te está matando! ¡mírate!— sonó más a un reproche pero, yo solo quería desaparecer aquel ser demoniaco que se robaba con cada uno de sus latidos, todo lo que amé.


    ¿Por qué no le bastaba con vivir juntos?


    ¡Solos! Ella y yo…


    Poco a poco me dejé invadir por la rabia, tomé las tijeras del escritorio y sin pensarlo y me abalancé sobre ella.



    Cada que incrusté las tijeras, cada grito de dolor por parte de mi amada Adolfine, me rompían el alma en mil pedazos, pero… aún asi; ella no dejó de protegerlo, cubriendo su vientre.


    No fue sino hasta que en una clara perdida del juicio, la golpeé; con uno de sus adornos favoritos, al costado izquierdo de su cabeza.


    Ya tirada en la alfombra, la senté, até y amordacé en una silla junto a la chimenea, respiré profundo para proceder a expulsar al intruso…


    Coloqué un cuchillo debidamente afilado, entre las llamas palpitantes de los leños que ardían ansiosos en la hoguera, misma que mil tardes habíamos contemplado… solos, ella y yo.


    Acaricie su rostro y devolví mi mirada a la chimenea. La hoja ya estaba lista, un tenue rojizo era la prueba de ello.

    Levanté cuidadosa mente aquel instrumento, y lo llevé al vientre de mi pobre esposa, tal acto la hizo regresar en sí y de no ser por la mordaza sus gritos me habrían hecho desistir.


    Su frágil rostro bañado en llanto, me indicaba que el dolor era intolerable para ella, eso me desespero y me obligó a terminar lo más antes posible.

    Hice un corte lo suficientemente amplio como para poder introducir mi mano en sus entrañas.

    Con lágrimas que escurrían por toda mi cara, decidí tirar el cuchillo, no me tomé más la molestia en ser gentil y cuidadoso. Invadí en su interior abruptamente con mi mano derecha y de inmediato logré dar con mi objetivo.


    Adolfine exhausta, ya sea por la enfermedad propiciada por aquel demonio, o toda la tortura que sufrió por el mismo, había apagado la fuerza de sus gritos, se le notaba pálida y fría.


    Debía darme prisa.


    Coloqué mi mano izquierda en el delgado hombro de mi amada, mientras que con la derecha; estrujé con fuerza, asco y odio a aquel ladrón de vida.


    — ¡Adolfine, todo terminó amor mío! — En ese instante sentí mi alma llenarse en gozo al tener frente a frente al bastardo, lo lancé lejos y su enclenque cuerpecillo rodó en el piso.


    Con ansias abrase a mi doncella, solté sus ataduras y la llevé en mis brazos hasta nuestro lecho, recosté su delgada figura con mucho cuidado, limpié su rostro empapado entre sudor, lágrimas y pequeñas gotitas carmesí, ella era simplemente hermosa, simplemente mía.



    — ¡Oh! Amor mío, yo sería capaz de borrar cualquier dolor en tu alma, perdóname por haberte causado tanto dolor, mas no siento pesar por ello, me basta con saber que te he liberado de esa cruz que no merecías cargar— le susurré al oído. Me recosté a su lado y la abrasé nuevamente, deleitándome con su aroma, extasiándome con el placer de su sola presencia.



    Han pasado tres días y mi Adolfine aun duerme, se le ve tranquila.


    Seguiré esperándote mi frágil amada…
     
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    Ela McDowell

    Ela McDowell Entusiasta

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    Oh, por el amor al bendito. Es triste que en verdad exista gente así de enferma en el mundo, capaz de realizar actos tan barbáricos y escudándose en vanas excusas como lo es "por amor". Tu escrito fue bastante impactante, logrando revolverme el estómago con las fuertes imágenes mentales que se formaban en mi cabeza a medida que iba leyendo. Lamentablemente, la mujer y su hijo no tuvieron suerte, como lo habría esperado en un principio, por lo que fue me sorprendió el desenlace.

    En cuanto a ortografía respecta, vi varios errores vi uno que otro, no muchos; quizás por el hecho de que me enganchó el relato. Sin embargo, no sabes implementar debidamente los signos de puntuación, por lo que me fue difícil procesar completamente las oraciones, pues eran cortadas o se extendían más de lo que debían. Para ello te sugiero que leas en voz alta lo que escribes, de esa forma lograrás ver en qué momentos son necesarias las pausas y separaciones.

    Me entretuve bastante.

    Saludos.
     
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