Prologo París, Francia. 12 AM. S XX El olor a quemado fue lo que la despertó, se levantó rápidamente con el corazón latiéndole en los oídos y volvió a olfatear el aire. Sí, algo sin duda se quemaba. Tomó la primera bata que encontró y, sin siquiera ponerse los zapatos, salió deprisa del cuarto. Fuera había mucho desorden y gritos, los empleados iban de un lado a otro, diciendo frases incoherentes. Sophia no se detuvo ni un solo instante, su mente corría ya deprisa entre sus pensamientos. Tenía que encontrar a su madre, deprisa antes de que ocurriera lo que más se temía. Giró sin pensarlo a la izquierda y bajó corriendo las escaleras, chocó contra un cuerpo y dio un paso atrás, le tomó un segundo reconocerla: era la cocinera, Helen si no mal recordaba, que cargaba con dos cubetas de agua. —¡Helen! ¿Qué es lo que pasa? La cocinera levantó la vista del suelo, le dio una rápida mirada y reconocimiento llenó su cara. —¡Por Dios, Srita. Sophia! Debe irse, ya, ya, ya —la empujó hacia el lado contrario, donde se encontraba la puerta trasera de la casa—. ¡Nos atacan, Srita. Sophia! El ala este ya no es más que una bola enorme de fuego, no tardará en llegar acá —un ataque de tos hizo que se encorvara y parara de hablar, con ojos llorosos le dio una última mirada—. Han venido por la Gema Azul, srita. Este lugar ya no es seguro para usted —y sin más retomó su camino abriéndose paso entre el gentío. Sophia respiró entrecortadamente, asimilando lo que Helen le había dicho, instintivamente se llevó la mano al dije que siempre llevaba consigo en el cuello. Lo oprimió en su mano para sentir el característico palpitar y calor que salía de la gema. ¿Cómo es que sabían su paradero? ¿Quién estaba detrás de ello? ¿Dónde estaría su madre? El sonido de un golpe la sacó de sus pensamientos y giró rápidamente para ver qué era lo que pasaba. La puerta que separaba el pasillo de la planta baja había sido derribada y varias personas vestidas de negro se abrían paso hacia ella, golpeando a todo el que se les interpusiera en el camino. Una flecha con fuego le pasó rozando el hombro, eso fue lo que hizo que saliera de su estupefacción y bajara corriendo las escaleras como si el mismísimo Diablo la estuviera persiguiendo. Escuchó cómo los pasos se hacían más cerca, siguiéndola sin detenerse, llegó a perder la cuenta de las flechas que por poco lograban darle. Giró dos veces más hasta que pudo distinguir las características puertas blancas que separaban el pasillo del cuarto de sus padres. Con desesperación giró las manijas y sintió cómo el corazón se le caía a los pies al no poder abrirlas. Estaban cerradas. Golpeó con desesperación la puerta. —¡Mamá, por favor, abre! ¡Soy yo, Sophia! —esperó sólo unos segundos, esperando sentir bajo sus manos que la manija girara y las puertas se abriesen, pero nunca sucedió. No se esperó más tiempo y siguió corriendo, lanzó una rápida mirada sobre su hombro y sintió cómo la boca se le secaba al darse cuenta que sus perseguidores estaban aún más cerca de lo que pensaba. Con un esfuerzo sobrenatural intentó correr aun más deprisa. Se sentía tan mal, su esperanza era encontrarse con su madre y que ella supiera cómo resolver esto. Ahora no tenía a nadie, quién sabe en dónde estuvieran también su padre y Thalis, su hermana menor. Llegó a la parte del vestíbulo donde podía apreciar con mayor claridad el humo que empezaba a llenar por completo la casa. Se tapó con la mano su nariz y se internó aun más en la casa, esperando poder llegar a tiempo a la salida. Los pasos de sus perseguidores no bajaron la velocidad y eso hizo que sus esperanzas de poder salir viva se redujeran. Continuó corriendo, sus pulmones ardían con cada inhalada que daba. Y sus ojos escocían como nunca antes, no creía poder aguantar por mucho tiempo más. Giró a la derecha y sintió cómo el corazón se le detenía. Su camino estaba bloqueado por varias llamas que se alzaban imponentemente ante sus pequeños ojos. Cerró por unos pequeños segundos los ojos y dejó que las lágrimas, que había estado reteniendo, cayeran sin impedimento alguno. ¿Qué es lo que había hecho mal? ¿Porqué una simple jovencita de 17 años tenía que estar sufriendo esto? —¡Sophia! Abrió con sorpresa los ojos, y distinguió la figura de su hermana, saliendo de entre las llamas. Corrió hacia ella antes de que cayera por falta de fuerza. Thalis tosió fuertemente expulsando flemas negras. Su cara y su ropa estaban manchadas de cenizas. —¡Thalis! ¿Qué hacías ahí dentro? —Preguntó con preocupación al ver el estado de su hermana. Una pequeña lágrima negra recorrió su mejilla. —Intentando salvar a papá y mamá —se inclinó de nuevo ante un ataque de tos—. Debemos irnos, Sophia. Mamá y papá dieron su vida para salvarnos y salvar esto —levantó la mano y Sophia se dio cuenta que cargaba con algo. Era un reloj dorado de bolsillo, pero no era cualquier reloj, era El Reloj. El Reloj, del que llegó a pensar que simplemente eran invenciones de una leyenda que les contaba su madre de niñas. Aún podía recordar con claridad las palabras de su madre, sobre la leyenda del Reloj de oro. “…Hace mucho tiempo, Cronos tuvo una fuerte pelea allá en el Olimpo. Una pelea que duró días y noches, donde el tiempo y el espacio se detuvieron. Zeus, Hades y Poseidón pelearon contra Cronos, su padre, queriendo el poder absoluto el cual Cronos se negaba a entregarles. Llegó un tiempo en el que era tanto su poder que Gea, tuvo que intervenir. El poder de Cronos lo materializó en un reloj dorado, un reloj que manejaría el tiempo y el espacio; el poder de Zeus lo materializó en la hoy conocida gema Estrella del Sol; el poder de Hades lo materializó en una hermosa joya llamada Piedra del Juicio; y el poder de Poseidón creó la Gema de la vida. Se dice que cada gema tiene un poder increíble, pero todas juntas dentro del reloj, serían devastadoras. Una vez que las coloques todas, esta batalla mitológica cobraría de nuevo vida, y si eso sucede… sería el fin del mundo. Así que recuerda Sophia, se puede usar el Reloj con tres joyas como máximo, tu Gema Azul, por ejemplo, si estuviera dentro de él te permitiría transportarte a donde tú quisieras, pero en un mismo tiempo. Sólo recuerda que las cuatro joyas dentro del reloj serían devastadoras. Pero mucho me temo que sucederá hijas mías, hay una profecía que dice que el Dorado llegará para iniciar la batalla ancestral, y sólo la hija de la llave del mundo podrá terminar con ella…” Una oleada de sorpresa y esperanza la recorrió por dentro. —¿Cómo…? —No hay tiempo que perder, vamos dame la Gema Azul. Estaba a punto de arrancarse del cuello la gema cuando una flecha le pasó rosando el brazo, y recordó que sus perseguidores la buscaban. Giró la cabeza y los vio tan cerca… que se levantó lentamente y se colocó frente a su hermana. Se arrancó la Gema y se la dio discretamente. Si ella no se podía salvar, por lo menos salvaría a su hermana. Sus perseguidores bajaron la velocidad hasta que las tenían completamente rodeadas. Uno de ellos dio un paso al frente, tenía una máscara en la cara, por lo que sólo podía ver sus ojos. Pero los reconocería el cualquier lugar, esos ojos tan dorados… —¿Macon? —Preguntó con un chirrido, el humo estaba empezando a afectarla. El perseguidor, a quien Sophia había llamado Macon, se quitó la máscara dejando al descubierto su rubia melena. Él simplemente le sonrió. —Hola, Sophia —se inclinó un poco para ver por detrás de Sophia—, y Thalis. Me alegra mucho verlas. Sophia lo miró con recelo, ¿qué hacía él con sus perseguidores? Si mal no recordaba era la mano derecha de su padre. Un punto brilloso llamó su atención, y se dio cuenta con sorpresa, que Macon llevaba en el cuello una de las gemas. La gema que por mucho tiempo había visto al cuidado de su padre. La Gema de la Vida. —¿Pero qué…? ¡¿Qué haces tú con ella?! —le exigió Sophia con enojo. Macon tomó entre sus manos la Gema, y la observó con un enorme placer en los ojos. —Desde un principio debió de ser mía, yo debía de ser su protector. Pero tu padre se robó mi lugar, mi Gema —se encogió levemente de hombros—, así que simplemente vine a recuperar lo que es mío. Y ya que estoy aquí, ¿por qué no también llevarme la Gema Azul? Tanto poder no debería de estar sobre las manos de una tonta niñita. Dio un paso hacia ellas. —Si me entregas ahora mismo la Gema Azul, te prometo que tú y tu hermana saldrán vivas de esto. Les daré dinero para que hagan su vida en otra ciudad y olviden todo esto, podrán ser personas normales, ya no tendrán que preocuparse por… —dejó de hablar y su vista se centró en algún detrás de Sophia. Sophia se giró para ver lo que tanto había llamado su atención. Thalis parecía haber recobrado fuerza, y se encontraba de pie, unos cuantos pasos más atrás. Sobre su mano estaba El Reloj, y en la parte superior de este, se encontraba incrustada la Gema Azul. La dorada, y única manecilla del reloj, giraba rápidamente sin parar. El Reloj, palpitaba con fuerza en su mano. —Niña, ¡cómo es que tienes eso en tus manos! —Toda la paciencia que alguna vez llegó a mostrar Macon con ellas se había disipado para dejar a flote su verdadera personalidad—. Una pieza de extremado poder, una pieza tan sagrada y legendaria como El Reloj que por siglos se dio por perdida… ¡¿cómo es que tú la tienes?! Los perseguidores subieron sus arcos y tensaron la cuerda, listos para la señal de su jefe. Sophia caminó lentamente hacia atrás, sin perder de vista todos los arcos que les apuntaban, y paró hasta sentir detrás de si a Thalis. —Aperire ostia tempus… —Thalis comenzó a susurrar, y Shopia reconoció aquellas palabras. Las palabras del ritual para hacer funcionar el reloj. —Portas lucis…—Continuó Sophia. Macon también pareció darse cuenta de lo que tramaban y caminó hacia ellas. —¡Malditas niñas! No permitiré que me arrebaten El Reloj, ¡no lo permitiré! Macon tomó del brazo a Sophia pero, antes de que lograra tomar a Thalis, Sophia había completado ya el ritual diciendo: —¡Spatio portatum filias! —¡No! —Vociferó Macon, y alargó su brazo para tomar a Thalis. Pero el ritual estaba terminado, y Thalis recordaría esos últimos segundos como los más largos de su vida. Sintió el poder que emanaba El Reloj de su brazo, sabía que si no lograba tomar a Sophia de alguna parte… El Reloj sólo la transportaría ella… —¡No, Sophia! —Sollozó Thalis, cuando el poder del Reloj sólo la rodeo a ella, y sintió que este la jalaba. Escuchó el momento exacto cuando las flechas salían disparadas de los perseguidores, y lo último que vio fue a Sophia. Sophia sonriéndole, mientras era atravesada por un sinfín de flechas con fuego.
¿Cómo es posible que me haya privado de leerte, querida Prissy? ¡Si escribes increíblemente!, veo que le haz puesto más empeño y dedicación a esta historia, y que mejor manera de compensarte con comentarios, porque en lo personal a mí me inspiran a seguir las opiniones de los demás, siempre y cuando sean críticas constructivas (; por si no me recuerdas soy Sasha, y tuve que "desaparecer", pero ya estoy nuevamente aquí para darte todos mis ánimos en este proyecto, estaré en cada capítulo expresándote lo mucho que me gustó. Haz leído "Memorias de Idhun", tiene un parecido pero conociéndote, se que me sorprenderás más adelante ya que tus personajes siempre son impredecibles y atractivos y no me refiero exclusivamente a chicos, sino en general, porque al final termino encariñándome.... por ejemplo ahora le tengo una pequeña admiración a Sophia y confianza en Thalis, ¡ojala que cumpla su misión! esperaré la continuación con ansias, Jessy! Te quiero, cuídate mucho. :)
Capítulo 1 “El cielo se abría como si una mano lo estuviera rompiendo. Todo se oscureció y hasta el más leve ruido calló. Las nubes se fueron arremolinando alrededor de la gran montaña, respondiendo a su llamado de tinieblas… Rayos de tamaño inimaginable comenzaron a caer de aquel cielo tan oscuro, iluminando de un azul extremo todo a su alrededor. La Tierra comenzó a temblar febrilmente, los árboles caían como si solo fueran unos débiles palos de madera. Entonces, del cielo surgió un haz de luz que cualquiera en el mundo podría haber visto. Cronos en su máximo esplendor bajó del cielo como una enorme bola de fuego. Poseidón levantó los mares hasta alturas inimaginables y arrojó toda su fuerza contra aquella bola de fuego, ocasionando un ruido tan fuerte que aún hoy en día es difícil de comparar. La Tierra tembló aún más, y éste se comenzó a separar, ocasionando una enorme grieta que se tragaba todo lo que se encontrase a su paso. Hades, el rey del inframundo, salió de ahí, en forma de una enorme sombra negra, y como si de miles de voces se tratase, exclamó: -Malditos sean los mares, los rayos, y las fuerzas del tiempo. El mundo será consumido por mi energía, y pagarán por lo que me han hecho. Un Rayo se aproximó a velocidad inimaginable y de él salió Zeus, provocando que…” El sonido del timbre recorrió el salón y el Sr. Knight tuvo que parar con su lectura. Suspiró con cansancio y pellizcó el puente de su nariz. —Espero que por fin mañana podamos terminar con la lectura, por mientras necesito que me traigan una cuartilla de lo que llevamos leído —recogió sus libros con rapidez, ignorando las quejas de todos—. Sin falta para mañana, que tengan buen día chicos. Y así el Sr. Knight salió del salón. Fingí estar aún entretenida en el libro, repiqueteando el lápiz sobre él. Las bancas a mí alrededor se fueron vaciando una por una, hasta que sólo quedaba una chica buscando desesperadamente algo dentro de su bolso. Cerré el libro y lo deslicé dentro de mi bolso, dejé que mi cuerpo por fin se relajara, estirándolo por completo. Bostecé abiertamente. Las primeras clases siempre son las más cansadas y aburridas, sobre todo si lo único que haces es llamar lo menos posible la atención. Me levanté y balanceé mi bolso sobre mi hombro, y me preparé para adentrarme al mar de pirañas, como diría Amy. Tomé una bocanada grande de aire y salí hacia el pasillo, empujando los enormes bolsos que bloqueaban mi camino, el truco era seguir con la vista al frente sin mirar atrás. En sí, la Academia Guardián no tiene muchos alumnos, creo recordar que somos un total de 100 alumnos. El problema es el pasillo, él te lleva a la cafetería (lugar donde ahora todo mundo quería llegar, es martes de pizza), al estacionamiento y en sus paredes se encuentran todos los casilleros. Así que a esta hora se hace una masacre total. Más para las personas no tan altas, como yo. Suspiré con alivio cuando pude alcanzar mi casillero, 107, y lancé dentro mi bolso. Saqué un paquete de galletas y cerré de un portazo la puerta. Una nota rosa yacía frente a mí. La arranqué y la leí: ¡Glimmer! Recuerda que hoy comeremos en las mesas de afuera. Amy. Rodé los ojos y metí la nota dentro de mi pantalón, la sentí arrugarse con un leve crujido. No es como si tuviera tan mala memoria, me dije, o por lo menos no la mayor parte del tiempo. —¡Cuidado! Giré en el momento exacto en el que una bola de fuego iba en mi dirección, me tomó unos segundos reaccionar ante lo que estaba sucediendo e instintivamente me tiré al suelo, golpeando mi codo contra la pared. Levanté la vista en el momento en que ésta se estrellaba contra la pared y se evaporaba al instante. Parpadeé un momento, aún con la cabeza lenta y torpe. Me incorporé un poco y sobé mi codo, se suponía que la magia estaba prohibida dentro de la escuela. —Oh, vaya, esa sí que se me salió de control —dijo la voz de un chico y rió. Giré la cabeza hacia donde provenía la voz, a unos cuantos metros más adelante, dos chicos se daban de palmadas y reían, sus caras me eran familiares pero no demasiado como para recordar sus nombres. Dieron una rápida mirada hacia donde se había estrellado la bola de fuego y cruzaron una mirada cómplice. Fruncí el ceño. —¡Amigo! Me tomaste con la guardia baja, saliendo de aquí te enseñaré lo que en verdad es tirar la Llama Dorada. —Okaaaay. Si tú dices. Vámonos antes de que alguien se dé cuenta. Volvieron a reír y se alejaron de ahí, como si nada hubiera pasado, como si yo nunca hubiera estado ahí. Suspiré y comencé a levantarme, sacudiendo los jeans que traía. No es como si fuera la primera vez que sucedía algo así. No tiendo a llamar mucho la atención por lo que estoy acostumbrada a que no noten mi presencia. —Oye, ¿estás bien? Una mano apareció en mi punto de vista, sacándome de mis pensamientos. Me congelé por un momento, comprobando que se dirigía a mí y, sin tomarla, me levanté con cuidado y observé a la persona que tenía frente a mí. Era una chica, una que no había visto nunca aquí en la Academia. Tenía el cabello largo y lacio, el negro de su cabello hacia contrastar su piel totalmente blanca. Y sus ojos eran de un azul claro, como el azul de un mar, y estaba preocupada, ¿enserio? —Uhh… sí, estoy bien. No me pasó nada. —Me alegro de oír, esos chicos no deberían de haber lanzado eso, o por lo menos debieron disculparse. Observó hacia el lugar por donde, los chicos habían desaparecido. Sacudió su cabeza haciendo caer frente a sus hombros unos mechones de cabello, y de nuevo se fijó en mí. —Oh, que grosero de mi parte, no nos hemos presentado formalmente. Soy Emily Clomber, de nuevo ingreso. Sonrió y, ¿por qué no? Yo también le sonreí. —Yo soy Glimmer Guardian. Un brillo de reconocimiento llenó sus ojos, pero al siguiente parpadeo este se había ido. —Bueno, Glimmer, espero verte pronto. Hasta luego —Sonrió una última vez y continuó con su camino. Empecemos por lo esencial: no soy una persona muy social. Puedo contar con los dedos de una sola mano los amigos que he tenido a lo largo de mis diecisiete años, sin mencionar que uno de ellos es mí prima Melany. Toda mi vida siempre he sido la chica rara, la marginada de la escuela, ¿qué puedo decir? No hago nada por cambiar eso. Me gusta pasar desapercibida, o bueno… en realidad no mucho, pero los únicos que notan mi existencia son los profesores (a veces) y Amy. ¿Ahora comprenden mi desconcierto con Emily? Observé uno de los relojes que había en la pared, y me puse de nuevo en marcha al ver que el tiempo no estaba a mi favor. Me dirigí hacia la cafetería, intentando olvidar a la chica y fingí por un momento que yo era una persona normal. ¨¨¨¨ Al parecer todos habían decidido comer afuera, no había ni una sola mesa disponible. Me levanté en puntas y entrecerré los ojos tratando de encontrar el característico cabello rojo de Amy. La noté a lo lejos, en una de las últimas mesas, destrozando una servilleta mientras observaba a cada una de las personas que pasaban cerca. Sonreí y comencé a caminar en su dirección. —Eh, chica rara, quítate del camino. Paré y me giré lentamente y simplemente deseé no haberme topado en su camino. James y sus James-clones, todos mostrando una sonrisa arrogante, pasé saliva. —¡Ah, mis ojos! No puedo soportar ver eso —uno de los James-clones se tapó los ojos y fingió estarse retorciendo de dolor. Los que estaban cercanos a ahí se rieron. Sentí que mi cara se calentaba y me quité de su camino. —Perdón —mascullé levemente y comencé a caminar hacia la mesa de Amy. La noté viendo en mi dirección, preocupada. —Oye, oye —sentí una mano posarse en mi hombro—, ¿acaso he dicho que te puedes ir? —James preguntó con enojo. Me giré hacia él y le sostuve la mirada. Después con voz firme y tranquila le respondí. —Mi amiga me espera. James-clones se rieron y se colocaron frente a mí, bloqueándome el camino. —¿Escucharon eso? ¡La chica rara tiene una amiga! —¡Hay que hacer fiesta! —¡Debe de ser el apocalipsis! Ya para aquel tiempo, la gente se estaba empezando a juntar a mí alrededor. Sentí varios pares de ojos curiosos que no me perdían ni un segundo de vista, disfrutando del show. Empujé la mano de James y traté de pasar entre la barrera de los James-clones, solo logré que me empujaran y jalaran el cabello. —¡He dicho que no te puedes ir! —James me tomó del brazo, y sentí calor. Mucho calor. Su mano estaba ardiendo en llamas, y mi suéter también ahora lo estaba. Agité frenéticamente mi brazo tratando de apagarlo, comencé a golpear mi bolso contra mi brazo; escuché a todo el mundo reír. Y como siempre, nadie se ofreció ayudarme. Una bola de agua rosa se estrelló en mi brazo, apagando con un sonoro chisporroteo el fuego. Levanté con alivio la vista y me encontré con los ojos verdes de Amy, inspeccionando mi brazo. —¿Estás bien? Bajé mi vista hasta mi brazo. La manga de mi suéter estaba arruinada, el originalmente color azul claro había pasado a ser totalmente negro. Amy recorrió la manga y, por fortuna, solamente estaba irritada la piel. Amy, enojada, se giró hacia James. —¡Qué te sucede, idiota! Le pudiste haber hecho daño. —No te metas en lo que no te incumbe, rojita. Deja que ella misma se defienda —estiró los brazos y sonrió—, es más le dejaré que me golpeé con su magia… oh, lo siento, lo olvidaba, Glimmer no tiene magia. Todas las personas a mi alrededor comenzaron a reír, señalándome una y otra vez. Bajé la manga de mi suéter, y levanté mi cara y hombros. —Ríanse todo lo que quieran, no me importa. James sonrió aún más y se cruzó de brazos. —¿Enserio? Entonces esto se merece un castigo. Hey, Billy, es toda tuya. Uno de los James-clones dio un paso al frente. —Será todo un honor. Levantó las dos manos sobre su cabeza y de ellas comenzó a salir una dolorosa luz blanca. Me tomó solo un segundo darme cuenta de lo que era, él era un portador del trueno. Di unos cuantos pasos atrás, pero ya era demasiado tarde, el rayo iba en mi dirección. Coloqué instintivamente mis dos manos frente a mi cara, y esperé a que el golpe llegara. Nunca llegó. En su lugar una voz conocida se abrió paso entre las risas de la multitud. —¿Qué está pasando aquí? Solo esa pregunta bastó para que todo el mundo callara. Bajé mis manos y lo primero que vi fue a James, pálido como si hubiera visto a un fantasma. Seguí la dirección de su mirada y me encontré con una mujer. Una mujer hermosa y a la misma vez aterradora, con sus dos manos sobre su cadera y sus familiares ojos azules que parecían estar echando chispas. Suspiré cansadamente. Mamá había llegado al rescate.