Long-fic Cazadores de sombras: Ciudad de los Héroes Condenados

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Graecus, 2 Junio 2023.

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    Graecus

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    Escritor
    Título:
    Cazadores de sombras: Ciudad de los Héroes Condenados
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    4916
    WILSON


    Wilson llevaba tres días durmiendo en la calle.


    Algo un poco irónico, que luego de haber estado viviendo meses en total comodidad y con comida abundante, llegara a sentirse realmente vivo en paradero desconocido, abrigandose en las noches frías con un par de periódicos y robando comida para vivir.


    Pero así era. Se encargaba de no estar mucho tiempo en una misma zona, de ocultar su rostro cuando veía a un policía pasar cerca de él y, en definitiva, pasar desapercibido. La adrenalina de saber lo que pasaría si lo encontraran lo mantenía activo aún cuando sus músculos gritaban por el esfuerzo excesivo en comparación de la poca comida que estaba consiguiendo.


    Siempre que su fuerza de voluntad flaqueaba, pensaba en Sam.


    Sam y él habían escapado del orfanato donde habían vivido desde siempre. Wilson había escuchado la misma historia toda su vida, de como su madre lo había dejado en una cesta al pie de la puerta del orfanato y con una nota donde suplicaba su protección. Su madre Teresa, quién cuidaba de él en el orfanato, incluso mencionaba que la carta había sido en su momento casi ilegible por haberse borrado las letras de tinta bajo las lágrimas.


    Wilson había escuchado la historia real poco después de cumplir los ocho años, luego de haber estado escuchando hablar a Teresa a escondidas. Había sido encontrado de pura casualidad en un bote de basura, salvado por su estridente llanto que hizo que uno de los niños que acompañaban a la Madre Teresa de su salida lo confundiera con un cachorro. Un par de horas más sin haber sido encontrado y probablemente hubiera terminado devorado por un perro callejero.


    Wilson dió un giro a la derecha al pasar a la siguiente cuadra. Luego corrió hacia la esquina siguiente, diagonal de donde había venido, y se sacó su abrigo. Lo había robado recién el día anterior, luego de entrar a un restaurante.


    Se moría de hambre, así que se había sentado como si nada y acabó en tres tragos la sopa caliente que le sirvieron mientras esperaba su plato de comida.


    Wilson no esperó nada. Se volvió rápidamente a la entrada, y ya que estaba, tomó uno de los abrigos que alguien había dejado en un perchero. No espero a escuchar los gritos detrás de él, y no se detuvo de correr hasta estar seguro de que nadie lo notaba. Correr le ayudaba bastante, pues impregnaría rápidamente su sudor en el abrigo. En los bolsillos encontró un paquete de cigarros y algunos billetes, pero aunque agradeció en su interior por los cigarros, no había fuego. Ya se encargaría de eso más tarde.


    El abrigo ya había cumplido su propósito, y le quedaba una última misión un día después de haberlo robado. Lo amarró usando las mangas hasta hacer un bulto, y lo dejó en un cubo de basura. Conociendo el sitio, era más probable que algún vagabundo encontrara el abrigo antes que el camión de la basura, y solo esperaba que quienes lo perseguían no le hicieran nada al pobre diablo que se lo encontrara.


    Si algo había aprendido de sus captores, era que tenían un increíble olfato.


    Luego de deshacerse de su abrigo, corrió diez cuadras hasta la estación. Llevaba horas en movimiento, y sus piernas no daban para más. Hasta hace tres días, Wilson no había podido caminar mucho en los últimos meses, mucho menos correr. Había sido bastante atlético antes de ser encerrado, y era la única razón por la que estaba aguantando tanto. Pero luego de eso los meses de inactividad lo habían oxidado, y en ese momento sentia sus piernas temblar como gelatina, exigiendo un descanso.


    Encerrado como había estado, no había mucho espacio para entrenarse como había hecho siempre desde los quince años. Los demás reclusos se habían entregado al ocio, felices de pasarse el día comiendo delicias y descansando sin problemas. Wilson nunca se unió a ellos, entrenándose todos los días lo mejor que podía en los tiempos libres que se le proporcionaba. Esto lo ayudó a mantenerse en forma mientras el resto de jóvenes engordaban sin tregua.


    Comida abundante, un techo en su cabeza, tiempo para holgazanear, aquello más que un reformatorio parecía una especie de paraíso para todos los demás. Hasta que dejó de serlo.


    Ignoró el dolor en sus piernas, y se obligó a seguir corriendo. Cuando sentía que ya no podía más, se inclinaba un poco hacia adelante, hasta sentirse como si estuviera cayendo al suelo. Esto lo obligaba a acelerar el paso para evitar la caída, haciéndole aumentar el ritmo por puro reflejo. Cuando aún esto no era suficiente, pensaba en Sam.


    Sam había sido quien lo había encontrado en el basurero, cuando aún era un bebé. Era un año mayor que él, y Wilson había sido muy apegado a Sam desde pequeño, y al crecer eran inseparables. Cuando Wilson tenía nueve años, el y Sam casi habían inundado el orfanato, luego de que les hubieran contado un cuento llamado "la luz es como el agua". Sedientos de aventuras submarinas, habían pensando en que podían hacer lo mismo que los protagonistas si abrían todos los caños de la casa.


    Al llegar a la estación, usó los billetes que había conseguido en el abrigo para comprarse un pasaje. Mientras esperaba el tren, paso por una tienda que vendía snacks y pidió un par de galletas y una caja de fósforos. Por fin abastecido, se sentó en un banco de la estación y encendió un cigarro.


    No estaba seguro de cuánto tiempo iba a mantener aquella huida frenética, solo sabia que haría lo necesario para mantenerse con vida. Sus captores terminarían por aburrirse, o rendirse en su búsqueda. O quizás podría llegar a alejarse lo suficiente para perderlos de vista. Lo único que tenía claro era que hasta que hubiera pasado una semana por lo menos no se atrevería a irse de la ciudad. Mientras tuviera calles donde perderse, él era libre. Saliendo de la ciudad, entre los caminos solitarios hasta el siguiente destino, podrían atraparlo con absoluta facilidad.


    Se terminó su cigarro, y antes de encender el siguiente, dio una cabeceada hacia atrás. No supo exactamente cuánto tiempo se quedó dormido, pero cuando abrió los ojos ya el tren se había detenido frente a él. Era hora de continuar.


    Wilson entregó su boleto, y se unió a la fila para entrar al tren. En su sitio miró un par de veces detrás de él, y a la segunda inspección encontró la irregularidad que parecía buscar.


    Un hombre lo había estado mirando. Parecía ser una especie de metalero, porque no había otra forma de explicar su vestimenta. El tipo debía de tener poco más de veinte años, e iba vestido de negro de pies a cabeza. Un cinturón lleno de varios detalles, que Wilson no podía ver desde la distancia, y sus brazos llenos de tatuajes extraños. Debía de pertenecer a una especie de secta, pero la forma en que el hombre apartó la vista para fingir no estar mirándolo no le gustó nada.


    Rápidamente hizo un esfuerzo para entrar al tren lo mas rápido posible, entre los improperios de los demás por no respetar la fila acordada. Una vez adentro giró la cabeza, solo para encontrarse al misterioso hombre avanzando hacia él. Desde la distancia, un brillo desde el cinturón del hombre fue suficiente para descubrir la sorpresa: cuchillos. Cuchillos en su cinturón, de diversos tamaños.


    Wilson entró en pánico. Pudo observar cómo aquel hombre avanzaba intentando entrar, e incluso pasó por delante del empleado que recogía los boletos. Fue como si el hombre ni siquiera lo hubiera visto.


    Al mirar a los alrededores, Wilson entendió que aún no podría moverse del sitio. Hasta que el tren no estuviera en movimiento la gente se aglomeraba en el centro, evitando cualquier huida. El extraño hombre se acercaba, y ya tenía un pie dentro del tren cuando el chófer avisó que cerraría las puertas.


    Wilson lo pateó. El golpe no fue muy fuerte, pero tomó desprevenido al extraño, quien se tambaleó hacia atrás justo cuando las puertas cerraban. El hombre lo miró un rato confundido, para después pasar al enojo. Dió un empujón a las puertas, dando una advertencia silenciosa sobre lo que le pasaría si no abría de inmediato. Wilson le mostró el dedo y pasó a otro vagón, mientras el tren comenzaba su marcha. Sin embargo, no podía mantenerse tranquilo: justo antes de perderlo de vista, había visto al hombre corriendo siguiendo el tren. Realmente no serviría de mucho, dado que la siguiente parada se encontraba a poco menos de veinte minutos de distancia. Para que llegara a tiempo antes de que el tren siguiera de largo tendría que correr más rápido que lo humanamente posible.


    Lo que más le preocupaba era que ese hombre no era uno de sus captores. Rayos, ni siquiera lo había visto antes de ese día. Pero los cuchillos en su cinturón eran innegables, aquella persona no podía ser otra cosa que un enemigo.


    Se sentó en las escaleras de la puerta, abrumado en sus pensamientos intrusivos. No podía fumar dentro del tren, pero de igual forma se llevó un cigarrillo a la boca, masticandolo distraídamente.


    Según fueron creciendo y nadie los adoptó, Wilson y Sam decidieron ya no ser una carga para el orfanato al cumplir los dieciséis años. Sin comentar nada a nadie planearon su salida, y un buen día se fueron para no volver nunca.


    Esos tiempos eran un recuerdo agridulce. Él y su amigo habían sobrevivido como podían, viviendo de pequeños trabajos en el mercado, cargando cajas y haciendo encomiendas, mientras buscaban algo más estable. Algunos días ni siquiera llegaban a comer en todo el día, al no encontrar trabajo de donde sacar aunque fuera unas monedas. Un par de veces se acercaron pandillas a quitarles lo poco que habían reunido en el día. Un par de veces aparecieron proxenetas a ofrecerles comida a cambio de servicios. Esos días Wilson se arrepentía de haber salido de su hogar.


    Había intentado mantenerse sin ensuciarse las manos, como su Madre Teresa siempre le había enseñado. Sabía que en cuanto cometiera un error no habría vuelta atrás. La corrupción siempre es atractiva, hacer lo correcto es lo difícil. Pero no había forma de explicarle a nadie que, cuando cometieron aquel robo que cambió sus vidas, lo hicieron porque el castigo por hacerlo les pareció mejor que la alternativa.


    Cuan equivocados estaban.


    El tren se detuvo en la siguiente parada, y Wilson tuvo que levantarse para que los pasajeros salieran. Wilson cambio de vagón mientras el tren seguía detenido, y casi chocó contra otro pasajero que intentaba ingresar.


    Apenas tuvo tiempo de reaccionar al fijarse en la vestimenta del individuo que acababa de entrar: camisa blanca y un chaleco sin mangas. Se dio la vuelta rápidamente, pues aunque no llegó a ver aquel característico collar que había estado viendo todos los días los últimos meses, sabía quién era el personaje. Usaban siempre la misma ropa, como un uniforme.


    Siguió caminando a paso firme sin mirar atrás, aún cuando el tren volvió a moverse hacia el siguiente paradero. No necesitaba mirar atrás para saber qué el sujeto de camisa blanca lo seguía: aquellos malditos mutantes tenían un olfato excelente.


    Llegó rápidamente al vagón principal, que separaba al chófer de todos los demás. El hombre de blanco estaba a menos de diez metros de Wilson.


    Un hombre, probablemente un encargado de cuidar esa zona y alejar a los pasajeros, le dio un aviso para dar media vuelta. Wilson no podía hacer eso, así que lo redujo de un puñetazo y abrió la puerta del chofer. Cinco metros.


    Por supuesto, la puerta estaba abierta. La gente a veces parecía vivir ajena al peligro que acechaba en todo momento, en todo lugar. Como si las cosas malas que veían en la tele no les pudieran pasar a ellos. El chófer pareció asustarse al encontrarlo allí.


    "¡Eh! ¿Pero que caraj...? ¡Largo de aquí!"


    Dos metros.


    "Cállese" replicó Wilson, y sin mirar atrás, agarró la palanca de freno. "Usaré esto, si no le molesta"


    Un metro. Wilson jaló la palanca.


    Al principio, ocurrió lo que había querido que pasara. Su captor salió disparado hacia atrás en cuanto el tren frenó violentamente, dándole preciados segundos para reaccionar. Abrió las puertas y entre la confusión salió del tren a toda velocidad, en dirección al paradero anterior, donde estarían las escaleras hacia la salida. La adrenalina le daba energías renovadas y le hacía latir la sien, casi como si su corazón hubiera subido hasta la altura de sus ojos y estuviera martilleandole el cráneo.


    En cuanto llegó a las escaleras, un aullido en la distancia le hizo helar la sangre.


    Malditos mutantes.


    Sintió como si el tiempo se hubiera estirado, como si los segundos pasarán más despacio a su alrededor. Movió los brazos hacia adelante desesperado, como queriendo apartar sus preocupaciones y enfocarse en escapar. Sentía escalofríos en todo su cuerpo, y mirar atrás probablemente le causaría un infarto.


    Es lo que tiene el miedo. Desde que escuchó el aullido y por los siguientes minutos, en su mente solo estaba Sam, el Sam que vio en sus últimos días.


    Sam engordando, aceptando su nueva vida. Sam sonriendo despreocupado. Sam durmiendo desperezado como un oso en hibernación.


    Y luego, su último recuerdo de Sam. La sangre, las tripas desparramadas en el suelo. Los ojos vacíos, mirando a la nada misma. Era eso de lo que huía. De experimentar con su propio cuerpo lo que había sentido Sam en sus últimos segundos de vida, en manos de esos monstruos.


    En sus manos no. En sus garras.


    Wilson corrió. Su mente sabía que le era imposible ser más rápido que esos mutantes mientras estuvieran transformados, pero el miedo no le permitía pensar con claridad. Corrió en línea recta, apartando a cualquier persona con la que chocaba. No importaba que estuviera rodeado de gente en medio de un parque: aquellos tipos lo querían a él, y era lo mismo que estar solo.


    Dobló una esquina, y encontró un apartamento en la primera puerta de la siguiente cuadra. Dió un rodeo en la manzana, y solo entonces se permitió tocar el intercomunicador.


    ¡Date prisa! ¡Contesta!


    "¿Quién es?" Se escuchó en el parlante luego de presionar el botón de un piso cualquiera. La voz parecía ser de un joven, poco más de quince años.


    "¡SOY YO!" gritó Wilson.


    Dos segundos después, la puerta estaba abierta. Wilson ni siquiera tuvo tiempo de lanzar un bufido mientras entraba y cerraba la puerta con un pasador. ¿Que tan confiada era la gente que vivía sin preocupaciones? Entre amigos, en las noticias y en todos lados hablan de la delincuencia y la inseguridad en el mundo, y seguían viviendo como si su ciudad estuviera llena de gente honrada. Y luego no querían que los robaran.


    Wilson corrió subiendo las escaleras, hasta que las mismas acabaron en una puerta hacia la azotea. Se sentó en los últimos escalones, escuchando su corazón golpear frenéticamente y sintiendo como sus piernas temblaban de forma violenta. Ya ni siquiera era el cansancio, no lo sentía. El miedo se había apoderado de su cuerpo, y le era difícil escuchar ruidos afuera cuando solo podía escuchar como el martilleo en su cabeza se incrementaba.


    Era inútil, no podía escuchar nada. Se levanto de un salto y empujó la puerta con su hombro, saliendo a la azotea.


    No se dio cuenta de en qué momento se cayó, solo reaccionó cuando ya se encontraba en el suelo. Las palmas de sus manos sangraban, así como una de sus rodillas. Luchó para empujar sus brazos hacia atrás y volver a levantarse, mientras sus piernas temblaban y lo hacían caminar como si estuviera ebrio.


    ¿Realmente la muerte no era mejor que esto?


    Volteó la mirada hacia la puerta de la azotea, y ya no estaba solo. Aquel hombre vestido de negro estaba allí otra vez, y solo lo miraba. Su colección de cuchillos seguía en su cinturón, cuchillos largos y con extrañas ondulaciones, como si lo único que importara en su diseño fuera cualquier cosa menos recto. Los tatuajes en su cuerpo recorrían todos sus brazos, e incluso varias líneas podían verse salir de su cuello. Algunos tatuajes estaban borrosos, casi desdibujandose en su piel y solo quedando una extraña cicatriz. ¿El metalero sádico solo usaba tatuajes temporales? Fue tan extraño que casi lo hizo reír.


    El hombre echó la mano en su cinturón, pero en vez de uno de sus cuchillos agarró otra cosa. Presionó un botón y se pudo escuchar un chasquido y un zumbido, como el ruido de un radio viejo.


    "Esta arriba" dijo el hombre a su Walkie Talkie. Era negro, igual que toda su vestimenta, y probablemente la razón por la que no notó su existencia en el primer momento. O quizás fueron solamente los cuchillos a su lado en el cinturón, los cuchillos siempre acaparaban toda la atención.


    "Alejate de mí" advirtió Wilson, aunque notaba como el cansancio lo invadía y hacia que su voz pareciera más un lamento.


    Llevaba un día y medio sin comer nada, y aquel día había sido un infierno desde el comienzo. Podía desmayarse en cualquier momento. Dió varios pasos hacia atrás, manteniendo el equilibrio de milagro.


    "No voy a hacerte daño" respondió el tipo, acercándose. "Solamente..."


    Cualquier excusa que hubiera querido usar fue cortada de repente cuando unas fauces se cerraron en torno a su pierna. Wilson vio al hombre caer al suelo, mientras el lobo que lo había atacado soltaba la pierna para buscar atacar a la garganta. En la puerta de la azotea, un segundo lobo llegó arriba y le enseñó los colmillos a Wilson, listo para el almuerzo.


    Wilson dió media vuelta. Llegar al borde del edificio le mostró lo jodido que estaba: el escape más cercano estaba al menos a cinco metros de altura, en un balcón al frente de él. La distancia entre ambos edificios era de menos de un metro, pero con el cansancio que tenía, la probabilidad de caerse al vacío nunca era cero.


    Los quejidos del hombre detrás de él se detuvieron. Wilson esperó peor antes de escuchar el grito.


    "¡EYAEL!"


    Se escuchó un tajo, y luego un quejido lastimero de uno de los lobos. Wilson miró hacia atrás.


    El hombre rodaba en el suelo junto al lobo que lo había mordido, sosteniendo uno de sus cuchillos en una mano. El cuchillo parecía brillar con luz propia, y el lomo del lobo empezaba a mancharse de sangre. El hombre atrapó las patas del lobo, esquivando una dentellada dirigida a su cuello, y luego giró a la derecha y dió una patada en el hocico al segundo lobo que se había unido al combate. El golpe le dio segundos de valioso tiempo, en donde echó al lobo hacia un lado y le lanzó el cuchillo hacia su cabeza, antes de que el lobo terminara de levantarse. Se escuchó un ruido seco, y el lobo herido se desplomó en el suelo.


    Aquel extraño sujeto sacó otro cuchillo de su arsenal. "¡ROCHEL!" gritó. El cuchillo en su mano se encendió igual que el primero, pero el segundo lobo no se atrevió a enfrentarlo. En lugar de eso, dio media vuelta y se lanzó a por Wilson.


    Maldita sea. Wilson apenas tuvo tiempo de levantar su pie para interponer el cuerpo del lobo de su cara. Pudo ver la furia en sus ojos y sus filosos dientes mientras el lobo aplicó toda su fuerza en cerrar la distancia entre ellos. Luego un quejido, cuando el cuchillo del otro sujeto le alcanzó al lobo en la espalda.


    "¡GABRIEL!" escuchó Wilson en la distancia, y supo que aquel hombre tenía otro de esos cuchillos en su mano. Wilson aprovechó la distracción y le propinó una patada en el hocico al lobo y, con las fuerzas que le quedaban, saltó al vacío.


    La buena noticia fue que logro llegar al balcón vecino, pero se acabaron las buenas noticias.


    Tirado en el suelo y luego de haber roto una mampara de vidrio en la caída, Wilson se dio cuenta de que solo en las películas alguien podía caerse de una gran altura y levantarse como si nada. El protagonista se levantaria, limpiaría su traje y le pediría disculpas a la familia atónita quien lo dejaría hacer su viaje hacia la salida del departamento, aún con la boca abierta.


    Wilson no sentía su cuerpo. Sabía que tenía que seguir corriendo, pero su cuerpo no respondía. Vió como alguien lo golpeaba, pero apenas sintió algo. Era como si le estuviera sucediendo a otra persona.


    Alguien gritó que llamaran a la policía, y en minutos que parecieron segundos otra persona daba la dirección para que los oficiales pudieran llegar. Wilson trató de impedirlo, le dio la orden a su brazo para levantarse y llamar la atención de la familia. Intentó hablar y explicarles que no podían llamar a la policía, que lo llevarían al reformatorio. Intentó explicar que el reformatorio no existía, que era algo aún más repugnante y siniestro.


    Intentó usar las palabras correctas. Intentó decir 'Granja de Humanos'. Intentó contarles de Sam.


    Su brazo no se alzó. Su boca no se movió salvo para balbucear galimatías. Estaba demasiado cansado.


    Cuando recuperó el sentido, había otra persona nueva en la sala. Era probablemente el hombre más grande que Wilson hubiera visto en su vida, hasta el punto de que pensó estarlo soñando. Un parche negro ocultaba lo que había quedado de uno de sus ojos, acompañado por una cicatriz en línea recta que iba en diagonal de su frente a su mejilla. Era increíblemente robusto y musculoso, hasta el punto de que probablemente no podría siquiera tocarse la espalda. Aquella mole estaba hablando con la familia del departamento, y les mostraba una hoja de papel en blanco. Los otros presentes asentían y observaban la hoja como si tuviera todo el sentido del mundo, incluso señalando algunas partes en donde ellos seguramente veían algo. Al final se hicieron a un lado, y el grandulón agarró a Wilson del brazo con violencia.


    "¿Puedes caminar?" Preguntó.


    Wilson casi se echó a reír. "No siento las piernas, General" respondió.


    El grandulón lo empujó. Wilson cayó al suelo, pero tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para volver a ponerse de pie. Aquel gigante no iba a tener paciencia con el, eso seguro.


    Pero por lo menos, en todo lo que llevaba de día, se sentía tranquilo. Aquel esteroides con patas vestía de negro de pies a cabeza, y una enorme espada de dos manos adornaba su cinturón. Tatuajes extraños se podían ver desde las mangas de su camisa hasta las muñecas, y por si no terminara de encajar en la descripción, el grandulón usó también su Walkie Talkie. "Lo tengo" fue todo lo que dijo.


    Estaba en las manos de la secta de metaleros sádicos. No era la peor compañía que había tenido los últimos días.


    "Te hemos estado observando" comentó la bola de esteroides, luego de que Wilson recuperara el aliento. "Desde que escapaste, hemos estado siguiéndolos para ver si te atrapaban y así encontrar la base de esos malditos licántropos, pero te empecinabas en sobrevivir. Pues bien, ya no podemos tenerte aquí. Te llevaré a un lugar seguro".


    "Licántropos" repitió Wilson, incrédulo. Pero se sintió estúpido al sentir que avalaba mejor su teoría de los mutantes, más aún que simplemente la existencia de un hombre lobo. Aquella persona debía saber de lo que hablaba, ¿No?


    "¿No has visto que es eso lo que son?" El gigante soltó un bufido. "Tienes la vista, de lo contrario no hubieras reparado en mi amigo a menos que el lo hubiera querido. Estoy seguro de que has visto mucho más. ¿Hadas en la distancia? ¿Gente cuyo reflejo en un espejo no existía? Apostaría mi otro ojo a que lo has visto".


    Wilson lo había hecho, muchas veces. Pero seguía escéptico. "Solo cuando estaba drogado".


    Esto hizo casi sonreír a la mole. "Supongo que has estado drogado gran parte de tu adolescencia, entonces. Te llevaré al sitio más seguro del mundo, donde podrás recuperarte y, si quieres, entrenarte para asegurarte de que lo que viviste no lo viva nadie más nunca. ¿Querrías eso?"


    Wilson no pudo más. Estalló a carcajadas. Sentía como su cabeza casi estallaba recopilando información, pero siguió riéndose un buen rato.


    "¿Que, dices cómo la matrix? ¿Dónde están las pastillas mágicas? ¿No se supone que eres negro, Morfeo?"


    Tardó varios minutos en parar de reír, y para entonces ya se encontraban en la siguiente cuadra. Wilson no tuvo que pensarlo demasiado.


    "Estoy bajo tu mando, Teniente" contestó. Nada podía ser peor de lo que ya había vivido.


    El gigante sonrió. Luego lo agarró del cuello y lo alzó.


    "Maldición" masculló Wilson, aunque la mole no lo estaba estrangulando. Vió como Don Esteroides escribía un extraño símbolo en el suelo con una especie de vara metálica, y luego simplemente lo soltó.


    "Cuida tu lengua, Escoria" advirtió Scarsbury.


    Wilson cayó. Y cayó.


    Sintió como si sus tripas se enredaran entre ellas, y al caer pudo observar un color que nunca había visto. Una mezcla entre el verde y el morado, pero imposible de emular. El color del vacío.


    Su cabeza dio una vuelta sobre si misma, sintió como si su cerebro se pusiera del revés, y luego cayó sobre un campo de hierba. No demoró en vomitar la bilis en su estómago, al no tener comida desde hace bastante tiempo.


    Al levantarse, vio que no estaba en el mismo sitio donde había caído. A su alrededor solo podía notar una gran extensión de tierra, donde al menos una docena de jóvenes de su edad parecían pulular por la zona. Algunos lo voltearon a ver, pero la mayoría le seguía prestando atención al frente, donde pudo notar el castillo más mugroso y ruinoso que podría existir en la faz de la tierra. ¿Era aquel el lugar más seguro del mundo?


    Se limpió la boca con la manga de su camisa, y se levantó. Detrás de él se encontraba el gigante, quién le dió un empujón para que se reuniera con los demás. "¿Te gustó el viaje, Escoria?"


    El solo recuerdo de lo que acababa de sentir lo hacía enfermarse. "Si esto es un viaje, no volveré a drogarme en la vida".


    La mole no entendió la broma. "Esto es todo lo que puedo ofrecerte. En los próximos años te entrenarás aquí, y si sobrevives, demostrarás que no perdí mi tiempo hoy al rescatarte. Bienvenido a la Academia de Cazadores de Sombras".


    Wilson no dijo nada. Volvió a mirar el edificio, y luego a los demás jóvenes. Al final, suspiró.


    "¿Cuando me darán mi parche?"

    * * *​

    Nekita Hygge Arno Dorian Amane LuKe Yugen


    Y bueno, aquí estamos. Han sido seis largos años desde la última actualización de la historia de este rol. Si no he etiquetado a algunos es porque probablemente no me dio el tiempo para incluir a todos los personajes en la historia, o simplemente porque probablemente se han cambiado el nick. Intentaré etiquetar a todos para la siguiente. (Alguien que le pase la voz a EN y a Eli, que no encuentro sus nicks >:( )


    En fin, está va a ser en definitiva la historia del rol, con sus personajes y el final que le di en mi cabeza con el pasar de los años. Aquí iré publicando los capítulos, e incluso estaba pensando en añadir spin-off en algunas partes para que varios puedan volver a rolear a sus personajes por un tiempo. Probablemente escribiré poco más de un par de capítulos a la semana y a veces ni eso, pero la historia se va a hacer hasta el final. Hay personajes que se superan, hay personajes que mueren. Pero al final estuve bastante satisfecho a como termina todo, y es por eso que quiero mostrárselos.


    Sobre este primer capítulo, empecé con Wilson por dos razones. Por su personalidad Wilson es de los personajes que más me gusta escribir, y se me hacía más fácil empezar el la historia con él. La segunda razón radica en que de todos los personajes, Wilson era el que tenía la historia más caótica y sinsentido de todas, probablemente porque Arno armó la historia sin saber nada de la saga. Quiso ver a su personaje como alguien muy fuerte y inteligente que un mal día se topó con una hada y luego con unos lobos y luego con unos Nefilim y listo. Al final le hice un cambio a su historia, algo más crudo y real dentro del mundo de las sombras, una fusión entre lo que Arno quiso plasmar y mi experiencia en el lore. Al final salió algo novedoso y que me gustó bastante (aún la autora no ha llegado a usar nunca el tema de Granja de Humanos, y estoy bastante satisfecho de que se me haya ocurrido primero (? ) y que abre la historia con la explicación de la vida de este personaje que me gusta tanto. Wilson es de mis favoritos porque está loco y es muy hiperactivo, me encanta (?


    Lamento mucho la demora de este escrito, a varios les consta que planeé esto en 2019 pero la pandemia me jodió bastante y recién el año pasado logré recuperar el tiempo libre de antaño. En fin, se que ni deberían leer esta wea porque no tengo perdón de Raziel por tardarme tanto, pero espero les guste :<


    *Se va a dormir*
     
    Última edición: 2 Junio 2023
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