Relato hecho para participar en la actividad Spooky-Challenge.mp3 del foro de halloween. Reto número 1: Escoge una canción que haya salido del 2010 en adelante Espero lo disfruten. Contenido oculto: Canción elegida Carta — Ay, Miguel, ¿ya se va a levantar? Si no ha comido nada. Miguel miró a su tía, quien fue la única en llamarle la atención tan pronto como se apartó de la mesa donde todos sus familiares y vecinos estaban comiendo. Pocas personas notaron este gesto, pues solo la luz de las velas alumbraba ese pequeño banquete. Los más niños jugaban y gritaban entre ellos. Los adultos conversaban sobre sus trabajos y lo tanto que amaban las festividades, y los más viejos rezaban en silencio. Miguel no deseaba quedarse ni un momento más, pero no necesitaba ser interrumpido en lo que buscaba hacer. Miró a los ojos a su tía, quien lo había cuidado desde pequeño, y con una sonrisa le contestó. — No se preocupe, tía, no tenía mucha hambre. Tengo ganas de salir a caminar. Eso es todo. — Cuídate, Miguel, y no vuelvas demasiado tarde. O te perderás el rezo. — No pienso volver tarde, tía, no se angustie. Miguel le dio un beso en la frente a la mujer, y se marchó de aquella habitación casi a oscuras. Mientras su plato permanecía lleno por su ausencia, los de los otros invitados se iban vaciando. El joven no mentía cuando decía que no planeaba volver tarde. Antes de salir de la vivienda, se paró frente a un altar con una cantidad enorme de fotos, pero solo pudo centrar su vista en la foto de una chica, de una edad similar a la suya, siendo solamente un año menor. Se metió las manos en los bolsillos y verificó que lo tuviera todo. En la derecha un sobre ya abierto con una carta que ya había leído mil veces. En la izquierda una pequeña bolsa de tela que guardaba tres objetos por los que había trabajado por conseguir. Se persignó y se marchó definitivamente. Las luces eléctricas de la calle estaban totalmente apagadas, pero era el espectáculo de afuera el que le permitía ver bien para no terminar tropezándose con nadie. Sin embargo, pronto algo lo distrajo. Una canción empezó a sonar en medio de los festejos, y no pudo evitar sentir como cientos de recuerdos se le agolpaban en la mente, todos con una sola persona. — Nuestra canción… la bailamos juntos el día que te conocí hace años. Solo era música de flautas y tambores, con coros poco audibles desde su posición, pero Miguel sabía que se trataba de esa que marcó su vida desde hacía ya años. Al seguir caminando, vio como dos niños bailaban felices ante su ritmo, y eso lo hizo sonreír. Por un momento se imaginó que se trataba de él y de aquella persona con quien había estado bailando. Su distracción fue tal que dejó de ver por donde caminaba, y acabó por chocarse con dos hombres que estaban de espaldas a él. — ¿Tú estás pendejo? Mira por donde caminas, joven. — Me he preparado para esta fiesta y estar con mi familia — al decir esto, uno de ellos le mostraba su camisa elegante y un vaso de cerveza que sostenía en su mano — No me hagas quedar mal, vato. — Perdóneme, buen señor, solo recordé a alguien especial que ya no está — Miguel se disculpó sin darle demasiada importancia, preocupado más por su integridad que por el atuendo de ese tipo. — Para eso estamos todos acá, cabrón. Síguele. Procuró no dejarse llevar por lo que pasaba alrededor. Música, bailes, flores, comida, vigilias… todo lo ignoró. Sus pies lo llevaron a pasar por detrás del cementerio, lugar en donde podía ver como las velas estaban alumbrando la noche en la que se celebraba a todos aquellos que ya no estaban entre los presentes. No vio ni un solo celular en ese lugar, todo era pura luz de vela. Eso lo hizo sonreír. Se fue de aquel lugar queriendo mantener esa imagen en mente antes de que llegase a su destino. El reloj de su pulsera marcó las 23:50, e hizo un ruido, lo cual significó una alarma para que él apurara el paso. Llegó por fin al sitio que tenía que acudir. La parte baja de un cerro, rodeado de piedras y árboles. Se volteó para verificar que no fuera a recibir interrupción alguna. Las luces y el ruido del pueblo quedaron atrás, y eso le fue suficiente. Miguel tomó esa bolsa que cargó en la mano izquierda, y la abrió. De su interior sacó un total de tres anillos personalizados con inscripciones. El primero tenía un sombrero ranchero esculpido encima, y su inscripción decía “Santana”. Miguel lo dejó caer al suelo. El segundo tenía una serpiente, y su inscripción decía “Méndez”. Lo soltó para que tomara su lugar al lado del primero. El tercero fue el que miró con más repulsión. Tenía una calavera pequeña por encima, y la inscripción era en honor a “El Grande Hernández”. Miguel lo escupió y lo tiró al costado, como si, pese a su valor, fuera mera basura. Lo siguiente que hizo fue sacar la carta del sobre, pero no hizo nada más, solo se la quedó en la mano. — Me he encargado de quienes te hicieron esto… no quedó nada de ellos. No quería que enterraran un solo hueso suyo en el mismo lugar en el que te dejamos a ti — luego de esas palabras tomó la carta para leerla, pero solo la parte final — “Y una vez que los culpables hayan pagado, yo vendré a verte en la noche del 2 de noviembre, y volveremos a estar juntos”. Aquí estoy. ¿Y tú? El ruido de unas pisadas lo puso en alerta, pues sintió que alguien podría haberlo seguido. Para su tranquilidad, era todo lo que esperaba. Desde detrás de él apareció la chica que él vio en su foto, usando nada más que un vestido blanco. Su cabello estaba gris, y su piel muy pálida, incluso si no hubiera habido luna llena en esa noche, Miguel la habría podido ver. — Juana… sí viniste. Juana no corrió hacia él, y simplemente se mantuvo en su paso firme. Miguel se esperó a tenerla frente a frente para volver a hablarle. — Dime que más tengo que hacer y lo haré. Ya demostré que no me detendré con nada. Juana lo miró, y con un gesto de su mano le indicó que la siguiera. Miguel notó que ella estaba triste. No le hablaba. Empezó a preguntarse si era porque no podía hacerlo, dadas las condiciones de su encuentro. Nada le impediría seguirla. Miguel caminaba detrás de ella, anhelando saber si una tarea más debía llevarse a cabo. — Extraño tu bella voz y tu risa… No me perdonaré jamás por haber permitido que actuaran así. Juana lo guio durante una breve caminata hasta que se encontró en donde lo quería. Frente a los dos jóvenes se encontraba únicamente la base de un árbol que ya había sido talado. Miguel notó que sobre aquel tronco había una copa transparente, creyó que sería hecha de cristal, y en su interior, un líquido rojizo brillante, como un resplandor. — Si bebo de aquel vino, ¿volveremos a estar juntos? — Miguel preguntó, creyendo que era vino lo que había allí. Juana asintió con la cabeza y le mostró una sonrisa. Sin pensárselo dos veces, Miguel se acercó. Dejó la carta que había llevado consigo en el tronco, y luego la bolsa vacía. Levantó la copa con ambas manos, y bebió su contenido de un solo trago. Era una bebida dulce, y bastante caliente, tanto así que sentía como su lengua y garganta estaban ardiendo, pero poco le importaría si eso le significaba volver a estar al lado de su amada. Sin más uso para la copa, Miguel la colocó de nuevo en donde estaba. Fue tan solo un minuto que empezó su efecto. Miguel sentía en carne propia como su corazón dejaba de latir. Sonreía al caer de rodillas y recostar su cuerpo en el suelo, todo esto sin dejar de mirar a la chica que había ido a verlo. — Puedes quedártelo… Mi corazón siempre fue tuyo. Sus ojos se iban cerrando, y fue allí cuando Juana empezó a caminar hacia él. En el instante antes de que ya no pudiera ver nada, fue ahí que la escuchó hablar. — Miguel… Te amo. El reloj que llevaba puesto empezó a sonar en el momento exacto en el que Miguel dejó salir su último aliento. Las 00:00 horas del 3 de noviembre.
La verdad medio me sorprendió el final, porque sí esperaba que le fuese a pasar algo, por cómo relataste al principio que él esperaba volver y todo eso, pero no esperaba que eso fuese lo que le pasara. De hecho, no sé, en mi fuero interno igual el fantasma se enfadaba con él por acabar con la vida de esos tres individuos, o algo así (?), de verdad, veo muchas películas de fantasmas con malas intenciones, parece. Aunque he de decir, que si Juana le amaba, no entiendo por qué le aventó a la muerte con ella, pues considero que nuestros seres queridos quieren que vivamos, por lo general. (?) En fin, estuvo bonito el relato, la música que la puse de fondo para leer también le hizo ambientación y eso estuvo bien. Así que bueno, me gustó. Por otra parte, creo que encontré una pequeña errata. ¿Sería "centrar su mirada"? Y sin más que decir, nada, te animo a seguir escribiendo. Saludetes.